Poemas de amor, de soledad, de esperanza de
Francisco Álvarez Hidalgo
Al borde de mi sueño

Índice

Sonetos:
Triángulo equilátero De noche Ciclo El pirata Desnudo Renacimiento Sólo tenemos un beso Necesidad física
Poemas:
Viento Walkiria Cumpleaños Nochebuena Romance medieval Mujer nueva Sueños No me mires a mí La montaña
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Breverías

313
Bajo los pliegues semitransparentes de la bata adivino tu figura; deslizando mi mano en la abertura florecerán deseos inminentes al rodear mi brazo tu cintura.

314
Ni esclavo soy ni libertad poseo, ni estoy solo ni estoy acompañado, me siento confundido, atormentado, cada vez que te miro y no te veo.

315
En sumisión me esperas, y no quiero ser señor a quien prestes vasallaje; recórranme tus manos en viaje que no decuide campo ni sendero.

316
Me llegaron tus rosas, no tus brazos, y no saben sus pétalos besarme; ¿me dejarás como ellas marchitarme, con la esperanza rota en mil pedazos?

317
Qué salvaje tendencia hacia tí siento que ni puedo frenarla ni lo intento. Sobre tí he de caer, como si fuera desgarradora furia de pantera; pero también en suaves, olorosas lluvias ligeras, pétalos de rosas. Tierna violencia, interminable asedio, que nunca conocí término medio.

318
En las profundidades de mi sueño sumergidas están tus ansiedades; y vive mi deseo en el empeño de penetrar en tus profundidades.

319
Yo soy el río que, aunque manso y lento, su curso entre las rocas acelera, y rápido deviene, y turbulento, hasta desembocar en la ribera de tu lago, en sereno ofrecimiento.

320
En la cascada, el agua cristalina, en salto retozón de roca en roca, tiene prisa en llegar..., y así mi boca en busca de tu boca se encamina, cuando mi mano tu mejilla toca.

321
En la pantalla fría, iluminada, podemos ver una conversación; quizá pueda escucharse una mirada; mas languidece triste el corazón porque la mano no acaricia nada.

322
Ante el inesperado advenimiento de lágrimas de intenso desaliento, retenidas en tímido temblor; con tenue toque dibujé su cara, y al sugerirme que me aproximara, me quedé reclinado en su dolor.

323
Te arrastró por el suelo la tristeza, rasgándote la piel de la memoria, quedando ensangrentada nuestra historia; ¿será, quizá, que nuestro amor tropieza en invisible linea divisoria?

324
Cómo quisiera apuñalar la sombra de esta noche sin tí, desbaratando la muralla que has ido edificando; y haciéndote rodar sobre una alfombra de auroras que se vienen despertando.

325
Viví en la realidad sin ilusiones, y recorrí el camino más trillado mordiendo el polvo de las decepciones, a través de un paisaje desolado. Y un día me evadí de mis prisiones, para entrar en un sueño improvisado con que desbaraté mi realismo, sueño esperanzador, que eres tú mismo.

Sonetos

127 - Triángulo equilátero
Pablo, y Teresa, y Pedro. Y ¿ahora tú?
Combatiente incapaz contra el olvido de una mujer amada, equidistante del amor de su esposo y de su amante, te apartas a un silencio dolorido. Hermético triángulo prohibido, arropado en sonrisa insinuante, impenetrable al fin, y tan distante como si no lo hubieras conocido. Si ella es feliz con ambos complementos, ¿podrá entreabrirse a los atrevimientos de un extraño en asedio inexorable? Nada en amor está garantizado; amó a su esposo y al amante ha amado, su fortaleza no es inexpugnable.
Los Angeles, 22 de noviembre de 1998
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128 - De noche
De noche vengo a tí, y enmascarado, porque en la oscuridad y con careta puede mi lengua ser más indiscreta, sin verme en timidez amordazado. Quizá pareceré desenfrenado, como corcel que el freno no respeta, pero eres tú quien con espuela inquieta a mi corcel habrás espoleado. Y al lanzarme hacia tí en plena carrera, ni obstáculo veré, ni habrá barrera que me detenga el paso o me amenace. Te asaltaré con sofocante furia, uniendo mi lujuria a tu lujuria, y no habrá nada en tí que me rechace.
Los Angeles, 23 de noviembre de 1998
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129 - Ciclo
¿Querrás envejecer conmigo?
Saltó la primavera engalanada de dalias, de claveles y de rosas, y a la caza de inquietas mariposas conmigo te viniste alborozada. Firme sobre la tierra calcinada dejó el verano huellas luminosas, y sobre mí tus manos temblorosas dejaron su caricia inesperada. El otoño llegó ebrio de racimos, y tu pasión, difuminada en mimos, en mí descubrió el hombre dulce y tierno. Y en diciembre vendrá tu paso leve a un ritmo lento junto a mí en la nieve, y ambos abrazaremos nuestro invierno.
Los Angeles, 24 de noviembre de 1998
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130 - El pirata
“Que es mi barco mi tesoro, que es mi dios la libertad, mi ley la fuerza y el oro, mi única patria la mar”. (Espronceda)
Pertenezco a otra edad: Soy un corsario que repudia la ley moral o escrita; inquieto espíritu cosmopolita, insumiso a principio autoritario. No soy, aunque parezca, un solitario retirado a la sombra de una ermita; soy capitán de un barco que no evita puerto, ni escala, ni bajel contrario. Surco mares en busca de aventura, y es mi botín a veces la amargura, y una doncella a veces mi trofeo. Pero ya esté en el Mar de los Sargazos, o en el Trópico en calma, son tus brazos el sólo mar que navegar deseo.
Los Angeles, 29 de noviembre de 1998
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131 - Desnudo
Desnuda al pie de la vetusta encina alza los brazos en ofrecimiento, y el arroyo se acerca, claro y lento, roba sus formas y se arremolina. Desierto está el paisaje. En la colina rompe el amanecer, y en un momento invisibles tentáculos de viento la envuelven en espira clandestina. Oh, libertad del cuerpo despojado de vestimenta inútil, que ha logrado revestirse de luz y de color. Belleza de los senos descubiertos, de temblorosos muslos entreabiertos, y en los ojos azules el candor.
Los Angeles, 29 de noviembre de 1998
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132 - Renacimiento
La oscuridad me saturó de frío dejándome en letargo a tu partida, con silencio de piedra adormecida en el fondo sin fondo del vacío. Luz diminuta, tenue escalofrío, temblaron en mi entraña dolorida, iniciando una abrupta sacudida e iluminando mi interior sombrío. En el punto central de esta mudanza pude reconocer a la esperanza manifestando idílica sonrisa. Fue un látigo de luz en la tiniebla, que a la noche trocó en ligera niebla; y amanecí meciéndome en la brisa.
Los Angeles, 29 de noviembre de 1998
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133 - Sólo tenemos un beso
Y ella se enamoró de un hombre casado
Beso indeleble, beso insuficiente, compendio de inseguras realidades y perspectivas de fugacidades, entre ayer y mañana estrecho puente. A tu vida amarrada, dependiente de tan inciertas eventualidades, y víctima de mis perplejidades, por no hacerme en tu vida permanente. Hacia tí van mis aguas encauzadas, con fuerza torrencial, o sosegadas, pero siempre abocando a lo imposible. Cómo duele en el alma esta distancia, cómo me duele ser tu circunstancia, amor de lejanía, inasequible.
Los Angeles, 6 de diciembre de 1998
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134 - Necesidad física
Suspiro transformado en alarido, fracturando la calma luminosa que sobre tu alma de mujer reposa, alma que aspira a más de lo que ha sido. Ya no está el cuerpo inmóvil y dormido, sino en ansia febril, tumultuosa, de todos los derechos de la esposa, y el incentivo del amor prohibido. La sensibilidad y la ternura dan paso al arrebato y la locura, y es físico el querer que ahora reclaman. Capitulan principios y cautela, el instinto exhaltado se rebela, y dos amantes de verdad se aman.
Los Angeles, 6 de diciembre de 1998

Poemas

Viento
Remolino de faldas levanta el viento, con seductora astucia y atrevimiento. Su mano airosa se desliza invisible bajo tu rosa. Introduce en los pliegues de tu vestido intento revoltoso, juego prohibido. Déjale, niña, orear los racimos que hay en tu viña. Deja que te acaricie su blanda mano, con fervorosa entrega y ardor pagano. Que así yo mismo arroparte quisiera con mi erotismo.
Los Angeles, 24 de noviembre de 1998
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Walkiria
En la mitología escandinava, cada una de las divinidades femeninas que en los combates designaban a los héroes que debían morir, a los cuales conducían después hasta el cielo, donde les servían. El guerrero feroz, muerto en combate, no necesitará espada ni lanza, porque al lúbrico paso de tu danza su inmóvil corazón de nuevo late, esta vez por amor, no por venganza. Y cabalgando en el azul del cielo a la grupa de tu corcel le llevas, y más te estrecha cuanto más te elevas, y las ondulaciones de tu pelo sobre su rostro son caricias nuevas. Serena suavidad, placeres hondos, son de su nueva vida el objetivo, y ha de dormir a veces afectivo sobre tus senos duros y redondos, y ha de surgir a veces explosivo. Deja que el toque de su mano ruda como marea cálida se extienda sobre tu litoral, y hazle la ofrenda de tu canción y de tu piel desnuda, que serán su camino y su vivienda.
Los Angeles, 26 de noviembre de 1998
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Cumpleaños
Por cada año que cumplimos hay un sueño que perdemos, una ilusión que no vemos, un amor que no tuvimos. No dejes pasar los años sin aceptación ni entrega; ama, ríe, sueña, juega, aun lloviendo desengaños. Y si hay un amor lejano, acércatele de prisa, que es un rostro sin sonrisa el corazón sin la mano. Deja que en tu piel naveguen sus dedos infatigables, mírale, mas no le hables, y que lleguen donde lleguen. Y toma la inciativa sin complejos ni temores, que el verbo de los amores se conjuga por activa. Nunca rechaces el beso del amante apasionado, devuélveselo aumentado, que no hay pasión sin exceso. Corre sin cesar, gacela, tu campo de vida intensa sin vacilaciones. Piensa que el tiempo no corre, vuela.
Los Angeles, 3 de diciembre de 1998
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Nochebuena
Esperando a Santa Claus Olvidaré al invierno, que se atreve a desplegar en campos y ciudades su monótona túnica de nieve; y en tristes, lúgubres oscuridades envuelve los paisajes de la mente, anestesiándolos en soledades. Le olvidaré para mirar de frente el arco del exótico trineo y su efusivo auriga sonriente. Sueños de niños elevarse veo de cada chimenea, en espirales con el humo, en inquieto balanceo, enviando inequívocas señales de la curiosidad adormecida cansada de esperar tras los cristales. Y tú y yo esperaremos su venida tendidos en el suelo, junto al fuego, el alma en flor, la piel estremecida, redescubriendo sin cesar el juego que encadena sentido y sentimiento, y enlaza el arrebato y el sosiego. Tropezará sobre la calle el viento, en el hogar crepitará la llama, y sobre tí caerá mi atrevimiento, cálida catarata que derrama suavidades con tintes de locura y que en cualquier lugar te hará una cama. Moldearán mis manos tu escultura, me besarás, recibirás mi beso, y dormiré abrazado a tu cintura, soñando en un viaje sin regreso, por un camino azul de fantasía, donde he dejado ya tu nombre impreso. Y al despertarnos el albor del día veremos que está el árbol navideño engalanado con la sinfonía de colores que vimos en el sueño.
Los Angeles, 5 de diciembre de 1998
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Romance medieval
“A los moros por dinero, y a los cristianos de balde”
-Condesita, condesita, de profundos ojos negros, y manos blancas, tan blancas como la flor del almendro. ¿Por qué lloras, condesita, retirada en tu aposento, apoyada en la ventana, con la mirada a lo lejos? -Espero a mi amor ausente, a mi amor ausente espero, que se llevó mi sonrisa, que me dejó el desaliento. Frente a la torre volaban lúgubres pájaros negros. -Ah, las ausencias de amores son para el alma el invierno, fría lluvia sobre el rostro, nieve en el campo desierto. ¿Dónde se fue, condesita, la música de tus sueños, el azul de tus visiones, y el ímpetu de tus besos? -La guerra, siempre la guerra, transformando los requiebros en salvajes alaridos, las esperanzas en tedio, las caricias en heridas, la alegría en desconsuelo. Cómo se angustiaba el día, ensombreciéndose el cielo, protestando entre las nubes las voces roncas del trueno. -Le arrancaron de mi abrazo porque me atreví a quererlo, y del amante crearon involuntario guerrero. Lágrimas de soledades, entremezcladas de miedos, escribían en su rostro las estrofas de un lamento. -Ay, quién pudiera dormirse para no advertir el tiempo insensiblemente inmóvil retrasando su regreso. Qué pesada interrogante se arrastraba por el suelo, trepaba por las paredes y empañaba los espejos, eclipsando la esperanza, nublando los pensamientos. -¿Y si acaso no volviera?... En sus labios entreabiertos se percibían temblores amarrados al silencio. -Sin él quedará el castillo como mi interior, desierto; Nunca fui materia virgen, ni carne de monasterio. Sin él me iré, peregrina, a las fronteras del reino, y me ofreceré a los hombres, nobles, hidalgos, o siervos, a los cristianos de balde, y a los moros por dinero, como dijera la copla de otro lugar y otro tiempo… Qué fría está la mañana, qué oscuro ha quedado el cielo, qué dormido está el castillo, en paisaje de silencio. Hasta las aves parecen haber suspendido el vuelo, agolpadas en la almena. Una campana a lo lejos despereza el campo. Llueve. Llueve fuera, y llueve dentro del alma de la condesa. El día es todo un lamento. Por el llano van los bueyes agitando los cencerros. Abren horizontes grises jinetes de carne y hierro, con el cansancio a la espalda, y al galope del regreso. ¿Dónde ha quedado el amante, que no cabalga con ellos?
Los Angeles, 8 de diciembre de 1998
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Mujer nueva
Ya no duermen las fuerzas interiores, tanto tiempo ignoradas; han surgido explosivas, con el rostro furioso de las aguas reventando los diques, y sobre el ancho campo se derraman. Flotó en la superficie la sonrisa neutral de la bonanza, pero en el negro fondo se quebraron cadenas y mordazas. La violencia de las inundaciones más fuerte es cuanto más inesperadas, y así es el desconcierto de quien la mano ve, mas no la garra. Mujer semidormida en tu pasado, y semilibre ya de estéril carga; deslízate en mi vida despojada de yelmo y de coraza; muertos están los días del combate, y la mano acaricia, no apuñala. Yacerás junto a mí, cuerpo desnudo, impulsiva quizás, tal vez en calma, sin temor a la herida, sin cautela, en este nuevo campo de batalla.
Los Angeles, 11 de diciembre de 1998
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Sueños
Estentóreas voces de la mente desgarran el tejido de mi sueño, ahuyentando en girones los fantasmas que de noche en tu imagen se durmieron. Gritan tu nombre, y el tapiz recobra rasgos huídos en colores nuevos. ¿Por qué se nos enturbia la mirada en las profundidades del silencio? En el día me abraza tu presencia, y te quedas en mí porque te pienso; pero desapareces en la noche, al dormirse a mi lado los recuerdos. Y aparecen entonces camuflados bajo disfraz extraño los espectros de figuras un día transeúntes que el paisaje interior embellecieron. No quiero que tu imagen oscurezcan, no los quiero sentir, ni quiero verlos. Quiero cavar un foso y enterrarlos, bajo mármol de olvido y de desprecio. Y ya no habrá necesidad de voces, y no te perderé ya en el silencio; me pertenecerás tanto de día como en la noche oscura de mis sueños.
Los Angeles, 13 de diciembre de 1998
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No me mires a mí
“Lo veo a usted como mi maestro, como mi guia espiritual.”
Ni director espiritual, ni guía, ni guru, ni maestro; alguien tan sólo soy que vive al día, y en esta vida mía lo que soy, como soy, es lo que muestro. Si en busca de consejos a mí acudes, podré, mas no querré, darte consejos; sólo quien viste manto de virtudes te debe aconsejar, sin que le dudes; y yo de la virtud estoy muy lejos. Quizá conozca dónde está el camino que te puede llevar al horizonte donde se fragüe un día tu destino; yo prefiero perderme, peregrino, en la espesura anárquica del monte. Porque no es el llegar que me cautiva, mas la anticipación de lo esperado; que la imaginación a la deriva, aún navegando en círculo, es más viva que la seguridad de haber llegado. No me imites, me admires o me sigas, que hay más en tí de lo que ves tú mismo, y cuanto en mí o en los demás mendigas, habrá de conducirte a que consigas tan sólo limitar tu dinamismo.
Los Angeles, 14 de diciembre de 1998
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La montaña
¿Ascenderás conmigo la montaña? Dame la mano y lleva el paso firme, y ábrete a mí, que voy a permitirme adentrarme en el fondo de tu entraña. Ni planes he de hacer a la partida, ni carga he de llevar en el ascenso, ni recuerdos traeré, pues sólo pienso disfrutar el placer de la subida. Dejaré mi cuidado en la llanura, y abandonando mis preocupaciones, he de enfocar todas mis atenciones en la realización de esta aventura. Y tú has de ser inevitable parte del día, del sendero y de la meta, serás la poesía, y yo el poeta, serás la amada, porque yo he de amarte. Y ascenderemos hacia la alta cumbre sin descansar y sin volver la vista, con espíritu alegre y optimista, sin hacer de la marcha una costumbre. Y al llegar a la cima no sabremos qué sorpresa se oculta al otro lado. ni entenderemos cómo hemos llegado, ni cuánto tiempo permaneceremos. Porque sólo vivimos un instante, un instante dinámico y profundo; sólo tenemos hoy en nuestro mundo, mañana es un futuro muy distante. Esta cumbre no es única, ni aislada, aunque ahora mismo así nos lo parezca; y es muy posible que cuando amanezca descubramos que no tenemos nada. Y ambos emprenderemos el descenso, no juntos ya, sino en dispar ladera, y veremos que hay una cordillera, múltiples cumbres bajo el cielo inmenso. E intentarás quizá la nueva empresa de escalar otra cumbre, y en mi caso a otra distinta iré, dejando al paso mi huella lejos de tu huella impresa. Y habrá otro instante más o menos largo, en que el amor o la pasión domine, densa y profunda, hasta que se termine dejándonos sabor dulce y amargo. Pero ¿a qué imaginarnos el futuro? Sube conmigo a esta montaña ahora, y ama como si no hubiera otra aurora, que sólo este momento está seguro.
Los Angeles, 15 de diciembre de 1998
Diseño: Carmen Álvarez
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