Breverías
301
Si has llegado al recodo de la vida
donde murió un amor, no lo lamentes;
tras la noche vendrá la amanecida,
como vendrán tras cada despedida
nuevos amores aún más sorprendentes.
302
Hay un riesgo inevitable
de sufrir en el amor;
pero es más insoportable
no amar por ese temor.
303
El vientre azul del cielo se desnuda
abriéndose a la nube acariciante;
pero la fina lluvia fecundante
descenderá sobre la tierra muda,
más receptiva, y superior amante.
304
No hay principios ni fines absolutos,
lo que hoy empieza, acabará mañana,
y volverá a nacer con nuevos frutos;
somos sólo eslabones diminutos
en la cadena de la vida humana.
Si tu amor se deshace en el vacío,
no escuches el susurro de la muerte,
ni trates de aspirar su aliento frío,
que tu huerto no ha de quedar baldío,
y otro amor brotará, vibrante y fuerte,
305
Al soplar en la vida vientos contrarios,
no te hundas en la queja del pesimista;
ni seas excesivamente optimista
anticipando cambios extraordinarios,
sino ajusta las velas de tu velero
y sigue inalterable tu derrotero.
306
La regué el cuello de besos
y no quiso abrir los ojos;
luego, entre sus labios rojos
dejé mis labios impresos.
307
Aún percibo en la mano la fragancia
arrancada a tu piel por mi caricia,
perfume seductor, cuya delicia
ni el tiempo borrará ni la distancia.
308
Fui temeroso del amor un día,
por su dolor, quizá, y sus desengaños;
pero en el tiempo aquel no comprendía
lo que aprendí al correr de tantos años:
Miedo al amor es miedo a la alegría,
miedo a la vida en todos sus peldaños;
y quienes tienen miedo de la vida,
la consideran ya medio perdida.
309
¿No oyes, mujer, los dolorosos gritos
de mi silencio anclado en tu ribera?
¿Y no ves los claveles ya marchitos
antes de florecer en primavera?
En los muros del alma llevo inscritos
rojos en sangre anhelos a la espera
de que un día me puedas ver de frente
como alguien destacando entre la gente.
310
Voy a cerrar con llave todos mis pensamientos,
ocultarán mis ojos los párpados caídos,
y una espada de olvido contra los cuatro vientos
esgrimirá mi brazo mutilando los ruidos.
Y yo estaré contigo, contigo emparedado,
apeado de un mundo decepcionante y frío,
colgada de mi cuello, de tu cuello colgado,
íntimas plenitudes cercadas de vacío.
311
Es la luz un abrazo de colores
que al circundar tu cuerpo lo matiza;
te lleva el agua espumas y rumores
y húmeda entre tus piernas se desliza;
vibra en el viento un beso de temblores
que sacude tu piel y la suaviza;
y al mirarte a mi lado, yo presiento
que para tí seré luz, agua y viento.
312
Es mi amor como el acero,
y el tuyo como la cera;
en el crisol de la hoguera
uno es imperecedero.
Sonetos
118 - La sonrisa
Ha muerto una sonrisa en mi ventana;
¿no has visto a su alma levantar el vuelo?
Murió por tí, tendida sobre el hielo,
Cansada de esperar cada mañana.
Qué calidez, qué calidad humana
Exhibió en la antesala del recelo,
Sin permitir que el hondo desconsuelo
Oscureciera su ilusión temprana.
Asomóse a la noche hora tras hora
Con su visión de tí esperanzadora,
Y a la luz de la aurora se asomó.
Pero en la paz del campo mudo y triste
No se oyó tu pisada, no viniste,
Y dulcemente se desvaneció.
Los Angeles, 29 de octubre de 1998
119 - Ciberamante
No soy un hijo de la fantasía
Aunque mi piel ignore tu contacto,
O desconozcas mi perfil exacto,
O permanezcas en la lejanía.
¿Por qué exiges que mi fisonomía
deba imprimir tan singular impacto,
si quizá entre los dos nunca habrá un acto
que una ambos cuerpos en audaz orgía?
Deja libres fluir los sentimientos,
Con naturalidad, sin aspavientos,
Y sin considerar rostro ni edad.
Ama con furia insólita y salvaje,
Siendo mi compañera de viaje,
Aunque sea un viaje en soledad.
Los Angeles, 29 de octubre de 1998
120 - Mis sentidos
Tengo a mi alrededor una jauría
de animales salvajes malheridos,
perforando la noche de alaridos
de sangrienta y fatídica agonía.
Y al descender la tibia luz del día
ni amainan ni se templan sus rugidos,
pues irrumpen aún más enfurecidos
en confusa y feroz algarabía.
Mis sentidos te sienten tan lejana,
ayer sin tí, como hoy, como mañana,
que claman por tu amor desesperados.
Sin tí no sé si estoy, o voy, o vengo;
qué limitado estoy sin tí, pues tengo
labios, manos y sexo amordazados.
Los Angeles, 3 de noviembre de 1998
121 - Mantis religiosa
Insecto de cuerpo verdoso, patas anteriores erguidas y juntas cuando permanecen en reposo, cuya hembra suele devorar al macho después de la cópula.
Amarrado a la fuerza arrolladora
del instinto anudado en vibraciones,
olvidaré las consideraciones
que el sentido común me dicta ahora.
Y si la amante sin piedad devora
al sujeto de sus perforaciones,
lo aceptaré, sin aducir razones
contrarias a su mente destructora.
Porque a la vez que la amo y la acaricio,
me someto al supremo sacrificio,
mientras mi cuerpo en su interior se vierte.
Y si no hay otra vez, si aquí termina
la vida en el momento en que culmina,
seré feliz.,¿qué importará la muerte?
Los Angeles, 4 de noviembre de 1998
122 - Inundación
No reprimidas, sino acumuladas,
tras la sólida elipse de la presa,
duermen las aguas, bajo el sol que besa
su tapiz de ondas tenues y calladas.
Pero reventarán amotinadas
pulverizando la muralla espesa,
y traerá su derrame una promesa
de ávidas noches en sudor mojadas.
Abre las puertas, deliciosa amante,
y libera el torrente fulminante
de ideas, sensaciones y deseo.
Tu inundación debe cubrir mi vida,
que al estar en tu abrazo sumergida,
será tu posesión si te poseo.
Los Angeles, 5 de noviembre de 1998
123 - En el aire
Si en blancas nubes tu cabeza flota
rozando el pelo el cuerno de la luna,
y si entre las estrellas brilla una
sobre tus párpados, aunque remota;
si cada pensamiento que en tí brota
lleva un timbre de mágica fortuna
con la serenidad de una laguna,
y el frenesí de un corazón que explota;
si los brazos mantienen alto el vuelo,
los pies no alcanzan a tocar el suelo,
desborda el alma de melancolía;
si estás ausente cuando estás presente,
y entre la multitud no ves la gente,
es que llegó el amor, y ya eres mía.
Los Angeles, 13 de noviembre de 1998
124 - Mi ocaso
Aunque el amanecer ya queda lejos,
y ha amainado el calor del mediodía,
¿querrás en este atardecer ser mía,
y rejuvenecer los tiempos viejos?
Mi sol declina sobre los espejos
de las aguas del mar, en la bahía,
mas no le han absorbido todavía
y entre las ondas tiemblan sus reflejos.
El tuyo aún continúa en el ascenso,
deslumbrante de luz, calor intenso,
tocando el cénit, vivificador.
Antes de sumergirme en el ocaso
bésame con furor, que si me abraso
me harás brillar con nuevo resplandor.
Los Angeles, 14 de noviembre de 1998
125 - Ausente
Una red de temores me aprisiona,
temores de que un día he de perderte;
un día que vendrá como la muerte,
como la muerte que jamás perdona.
Jamás descubriré qué me obsesiona,
qué me arrastra hacia tí a pertenecerte,
hacia tí, que ni puedo comprenderte,
ni puedo abandonarme a tu persona.
A tu palabra estoy encadenada,
estoy tan muda, y ciega, y tan cansada,
tan triste de arrastrar esta existencia,
esta vida sin tí, al que tanto quiero,
que tanto me parece que me muero
que me voy a morir de tu dolencia.
Los Angeles, 16 de noviembre de 1998
126 - Lejanía
Al borde asolador de esta distancia
incapacitadora para verte,
sueño despierto con poder tenerte,
vivo soñando con tu circunstancia.
Ya sea en el color, ya en la fragancia,
o en la luz que el crepúsculo en mí vierte,
o en el aire..., te siento de tal suerte
que eres parte integral de mi sustancia.
Tan próxima y sin tí...Tengo tan poco:
ni me ves, ni me besas, ni te toco,
ni escucho el tono de tu propia voz.
Es tu ausencia un reloj sin movimiento,
y en tu presencia el año es un momento,
como un suspiro que se irá veloz.
Los Angeles, 19 de noviembre de 1998
Poemas
El lenguaje
Esta mañana el viento me ha azotado la cara
con el látigo helado, trenzado de gemidos,
de una queja de amante que nunca anticipara,
hiriéndome los ojos con voces sin sonidos.
Los mensajes escritos son tan impersonales…
Carecen de sonrisas, de lágrimas, de euforia,
ni hay tonos de ternura, ni cadencias sensuales,
sólo palabras frías que hablan a la memoria.
Si entre tantas palabras resalta el abandono,
o el temor, o el olvido, ¿serán sus emociones
resignación o angustia? Porque faltando el tono
se multiplican siempre las interpretaciones.
Y al entregar mis dedos la respuesta al teclado
desfilarán las letras con paso indiferente,
mientras el sentimiento se queda bloqueado,
y le llega incompleto el mensaje al alma ausente.
Aún la palabra hablada tiene sentidos varios,
perdiéndose la esencia de la lengua al oído,
y en la escrita habrá a veces resultados contrarios,
interpretando el llanto como áspero alarido.
¿Y mi amante? Si teme que el final se aproxima,
¿será que lo presiente o será que lo desea?
Quién pudiera aplicarle al lenguaje una lima
para que nadie altere lo escrito cuando lea.
Los Angeles, 28 de octubre de 1998
Abrazos
I
Hambrientos y desnudos,
van mis brazos en busca de un abrazo,
arrastrando abandono,
y abiertos en silencio en doble arco.
En las mieses maduras del gentío,
separan las espigas cuando avanzo.
Qué insípida igualdad de multitudes,
sin destacarse variedad ni encanto.
Roja de sangre, tímida amapola,
¿dónde te ocultas, bajo el sol de mayo?
Mira que vengo ahogado de infortunio,
y te quiero adherir a mi costado.
II
Sentada en mis rodillas, desprovista
de palabras, ideas y reclamos,
recoge mi hombro el rostro,
leve sonrisa y ojos entornados.
Flota en el aire la quietud dormida,
con auras místicas de epitalamio,
y la mente vacía se columpia
en la sombra de un mundo imaginario.
Nada se mueve en torno,
como el agua tranquila del remanso;
detenida la arena en la clepsidra,
dormido el viento, inmóviles los pájaros…
Qué abrazo interminablemente dulce;
no te muevas, mujer, de mi regazo.
III
Este abrazo, mujer, viste mi cuerpo
de la túnica azul de tu arrebato,
marea de tu mar, contra las rocas
firmes y erectas de mi acantilado.
Cúbreme de tí misma, que al ceñirme,
tus labios con los míos amordazo,
y sólo el alma me hablará en tus ojos,
y me transmitirá tus sobresaltos.
Estrecha el cerco, que aún no somos uno,
que dos es casi tanto como varios…
Desliza la rodilla entre mis piernas,
que a mi tigre despierta como un látigo,
y en ímpetu salvaje se abalanza
hacia tí incontrolable, incontrolado.
Abrazo vertical, exhuberante,
nudo incondicional, íntimo abrazo.
IV
Se alejaron las aguas torrenciales
que el paisaje arrasaron a su paso;
desanudóse la atadura firme
y la pasión degeneró en letargo.
Mi cómplice, mi amante,
yace exhausta a mi lado.,
y los brazos que fueran energía,
se hallan ahora en descanso.
Se despierta la brisa junto al río,
coqueteando inquieta entre los álamos,
y se percibe el agridulce aroma
de almendros, limoneros y naranjos.
El sol naciente besará tu espalda,
y se adormecerá en ella mi mano,
y tamborilearán sobre mi pecho
tus finos dedos largos.
Lentas las horas van, y silenciosas,
seco el sudor, y el ímpetu apagado,
sueña despierta junto a mí, y sonríe
al sentir en tus párpados mis labios.
Los Angeles, 3 de noviembre de 1998
Tu libro
Para escribir el libro de tu vida
de roja sangre llenaré el tintero,
y dejaré mi historia establecida
sobre lo que haya escrito otro primero.
Mis derechos de autor serán inscritos
en el Registro de la Propiedad,
para que nadie plagie mis escritos,
que has de ser para mí a perpetuidad.
Y un prólogo tendremos de temblores,
al abrirse tus rosas en mis manos,
sin permitir firmar a otros autores,
tengan rango de amigos o de hermanos.
Oh, qué capítulos escribiremos
narrando el mutuo acontecer histórico
que nos hace asequibles los extremos
de nuestro mundo personal y erótico.
Y un epílogo intenso, interminable,
que dejará mil páginas vacías,
para hacer un futuro memorable
con tus ofrendas y mis osadías.
Un libro, en fin, constantemente abierto,
para escribir tu vida poco a poco,
para tenerte siempre al descubierto,
y que me vuelvas cada vez más loco.
Los Angeles, 5 de noviembre de 1998
El silencio del profeta
Recordando la tragedia de Kosovo
“El Dios de las victorias se ha dormido
sobre las altas nubes, embozado
en la funesta capa del olvido,
e indiferente a un mundo atormentado.
Ni el llanto de los huérfanos le alcanza,
ni el fragor de los hierros le despierta,
y en el exilio, como en la matanza,
la muerte agita su guadaña experta.
¿Por qué la bota militar aplasta
los juguetes del niño inconsolable,
y en odioso furor iconoclasta
rasga la tradición más venerable?
Revestidas de togas culturales
tropas analfabetas aniquilan
cuanto hay de desacuerdo en sus rivales,
y en los escombros su poder perfilan.
Brotan en las montañas fugitivos,
mordidos por el frío y la amenaza,
una vez más en su país cautivos,
sin lograr arrancarse la mordaza.
Y el humo de las casas destruídas,
de las iglesias y los monasterios,
y las tumbas en masa, entretejidas
con los abarrotados cementerios;
y el dolor de las víctimas que claman
por el derecho a la supervivencia,
y la arrogancia de quienes derraman
incesantes el odio y la violencia…
Despierta, oh Dios, de tu profundo sueño,
y una vez más dirige la mirada
hacia los sufrimientos del pequeño,
siempre vestido de su propia nada.
Desenlaza la furia de tu ira
contra quienes se adornan de caretas,
asientan su derecho en la mentira,
y sus poderes en las bayonetas.
Siempre parece que el buen Dios dormita,
ajeno al mal que corre desatado,
cuando este mundo más le necesita,
y este mundo se siente abandonado.
¿No es tiempo ya, Señor, de alzar la mano,
y descargar el rayo fulminante
sobre la fuerza bruta del tirano,
y la soberbia hostil del ignorante?”
El profeta calló, y un Dios callado
no le dio la respuesta anticipada;
sólo escuchó los gritos del soldado
y la voz de otra víctima truncada.
Los Angeles, 9 de noviembre de 1998
La Pietá
“Homo homini lupus” (Plauto: “El hombre es un lobo para el hombre”)
Reflexiones sobre la escultura de mármol de Miguel Angel,
representando a María con el cuerpo inerte de Cristo
en sus brazos.
Recoge en su regazo al hijo muerto,
por odio y por envidia ejecutado;
una sombra callada envuelve su alma,
y el dolor apuñala su costado.
Y esta escena será multiplicada
al paso de Caín, que Dios maldijo;
y cada madre seguirá llorando
la injusta muerte de su propio hijo.
Un sin fin de Marías dolorosas
surge en la más diversa geografía,
en sus brazos un nuevo Cristo muerto,
pero en el alma idéntica agonía.
Sudán:
Seis años de profundos ojos tristes,
de mirada vacía,
ignorante de juegos,
desconociendo el pan de cada día;
hinchado de hambre el vientre,
flácida piel colgada de los huesos,
moscas inmóviles cubriendo el rostro,
ajeno a la caricia y a los besos.
País Vasco:
Surgen de entre las sombras pistoleros
de mentes primitivas,
adornando el país de mausoleos;
almas de sucio barro insensitivas,
con sueños de utopías infantiles,
que en su actitud absurda y delincuente,
con disparo en la nuca o por la espalda
se confieren carácter combatiente.
Y yacerá la víctima abatida
tras el cobarde asalto,
derramando la sangre a borbotones
sobre el oscuro asfalto.
Kosovo:
Cinco claveles floreció la madre,
cinco claveles rojos que arrebata
la muerte, disfrazada de soldado,
a golpes de culata.
Los senos cercenados,
su intimidad violada en fiero ultraje,
con silencioso llanto
inmóvil se durmió sobre el paisaje.
Líbano:
Los olivares de Getsemaní
han perdido la paz y la inocencia;
nuevos Judas vinieron en la noche
con mensajes de engaño y de violencia.
Y el rencor en el alma pide a voces
un desquite incesante, dirigido
contra el cedro del Líbano, indefenso,
a cuya sombra tantos han dormido.
Y vuelan mensajeros de la muerte
con intenciones de piedad desnudas,
y los cedros del Líbano sucumben,
como sucumben huérfanos y viudas.
Mozambique:
Más cercano del niño que del hombre,
sin dirección, en un país en ruinas,
fue un surtidor de miembros destrozados
al despertar airado de las minas.
Irlanda del Norte:
Dios no te hizo mi hermano,
Dios es mi fortaleza y mi baluarte,
y porque sé que Dios está conmigo,
por el amor de Dios he de matarte.
Israel:
David y Goliat luchan de nuevo,
pero en distinto bando:
es de Israel la máquina de guerra,
que la inhóspita tierra va usurpando.
Y en el juego letal, los inocentes
pagan el precio como hicieron antes,
víctimas de la estúpida arrogancia
de fariseos y de intolerantes.
Honduras:
Esta vez no fue el hombre contra el hombre,
sino el rencor de la naturaleza.
¿Fue la mano de Dios demoledora
que añade a la miseria la tristeza?
Sobre los niños de ojos almendrados
absurda maldición se precipita,
que encadena al que ya estaba amarrado,
y a quien tenía poco se lo quita.
* * * * * *
Y así en cada lugar, y en cada siglo,
esta bestia salvaje que es el hombre,
mata a los de su especie
sin conocer o recordar su nombre.
Los Angeles, 12 de noviembre de 1998
Lamento en Bagdad
Bajo las sanciones económicas impuestas por la ONU
los inocentes como siempre son los que más sufren, y los
políticos profesionales no lo advierten o no tienen la
voluntad de evitarlo.
Funestas rosas negras descendieron
en lluvia apocalíptica, y abrieron
sus pétalos de muerte en las ciudades,
desplegando un tapiz de atrocidades.
¿Quién me quiere tan mal, por qué razones
tornan mis cantos en lamentaciones?
¿Alguien tan lejos, a quien nunca he visto,
me ha de matar aún sin saber que existo?
Mi casa nunca fue una fortaleza,
mas ya no queda pieza sobre pieza.
Mis padres, en idílica ignorancia,
fueron ajenos a la intolerancia,
pero ambos han pagado con sus vidas
por doctrinas semidesconocidas.
¿Luchan Cristo y Alá sobre la Tierra,
o son los hombres quienes se hacen guerra?
Y si los hombres son quienes combaten,
que mutuamente luchen y se maten,
sin adoptar aureola de valientes
desbaratando vidas inocentes.
Aquí estoy yo, con un futuro muerto,
y un presente tan triste como incierto;
una vida y un cuerpo mutilados,
mientras otros se juegan a los dados
el destino de gentes y naciones,
sin inquietud, sin consideraciones.
Y hoy, en este hospital, también en ruina,
me pueden dar amor, no medicina;
porque políticos y gobernantes
lo deciden así en tierras distantes:
Es menester un cambio de tiranos,
y que lo hagan los niños con sus manos.
Vendrá la destrucción del enemigo
si privamos al pueblo de agua y trigo.
Las gentes se alzarán amotinadas
y vencerán desde las barricadas…
¡Qué plan tan ilusorio y tan simplista,
de hacer política con una lista,
y entre las bocanadas del habano
violar las vidas de un país lejano!
Y nosotros sintiendo los zarpazos,
y perdiendo las piernas y los brazos.
Cristo o Alá, Yavé, Buda o Confucio,
¿quién va a impedir que siga el juego sucio?
¿Nadie defenderá al débil del fuerte?
¿Ha de ser tan funesta nuestra suerte?
No es tiempo ya de paz ni mansedumbre,
que producen horror y servidumbre.
Bajad una vez más de vuestra altura,
pero esta vez con mano firme y dura.
Blandid la espada o empuñad la lanza,
y devolved al pobre su esperanza,
cansado ya de ser sin beneficio
víctima en permanente sacrificio.
Los Angeles, 16 de noviembre de 1998
Quietud
Sentada a media luz en mi rodilla,
y una sonrisa tenue y luminosa
como las alas de una mariposa,
me reclinó en el hombro la mejilla
y abandonóse inmóvil, silenciosa.
Se me quedó dormida entre los brazos,
niña interior, aunque mujer externa,
un tiempo apasionada, luego tierna,
frágil hoy con el alma hecha pedazos,
mañana con impulsos de galerna.
No me quise mover por no alterarla,
y dejé transcurrir el tiempo lento,
con el temor de que hasta el pensamiento
pudiera, al agitarse, despertarla,
destruyendo la magia del momento.
Y así quedó, colgada de mi cuello,
dormida en mí, sin dudas y sin prisa,
y hasta su soplo refrenó la brisa;
y al fin, acariciando su cabello,
hice anidar mi beso en su sonrisa.
Los Angeles, 18 de noviembre de 1998