Breverías
313
Bajo los pliegues semitransparentes
de la bata adivino tu figura;
deslizando mi mano en la abertura
florecerán deseos inminentes
al rodear mi brazo tu cintura.
314
Ni esclavo soy ni libertad poseo,
ni estoy solo ni estoy acompañado,
me siento confundido, atormentado,
cada vez que te miro y no te veo.
315
En sumisión me esperas, y no quiero
ser señor a quien prestes vasallaje;
recórranme tus manos en viaje
que no decuide campo ni sendero.
316
Me llegaron tus rosas, no tus brazos,
y no saben sus pétalos besarme;
¿me dejarás como ellas marchitarme,
con la esperanza rota en mil pedazos?
317
Qué salvaje tendencia hacia tí siento
que ni puedo frenarla ni lo intento.
Sobre tí he de caer, como si fuera
desgarradora furia de pantera;
pero también en suaves, olorosas
lluvias ligeras, pétalos de rosas.
Tierna violencia, interminable asedio,
que nunca conocí término medio.
318
En las profundidades de mi sueño
sumergidas están tus ansiedades;
y vive mi deseo en el empeño
de penetrar en tus profundidades.
319
Yo soy el río que, aunque manso y lento,
su curso entre las rocas acelera,
y rápido deviene, y turbulento,
hasta desembocar en la ribera
de tu lago, en sereno ofrecimiento.
320
En la cascada, el agua cristalina,
en salto retozón de roca en roca,
tiene prisa en llegar..., y así mi boca
en busca de tu boca se encamina,
cuando mi mano tu mejilla toca.
321
En la pantalla fría, iluminada,
podemos ver una conversación;
quizá pueda escucharse una mirada;
mas languidece triste el corazón
porque la mano no acaricia nada.
322
Ante el inesperado advenimiento
de lágrimas de intenso desaliento,
retenidas en tímido temblor;
con tenue toque dibujé su cara,
y al sugerirme que me aproximara,
me quedé reclinado en su dolor.
323
Te arrastró por el suelo la tristeza,
rasgándote la piel de la memoria,
quedando ensangrentada nuestra historia;
¿será, quizá, que nuestro amor tropieza
en invisible linea divisoria?
324
Cómo quisiera apuñalar la sombra
de esta noche sin tí, desbaratando
la muralla que has ido edificando;
y haciéndote rodar sobre una alfombra
de auroras que se vienen despertando.
325
Viví en la realidad sin ilusiones,
y recorrí el camino más trillado
mordiendo el polvo de las decepciones,
a través de un paisaje desolado.
Y un día me evadí de mis prisiones,
para entrar en un sueño improvisado
con que desbaraté mi realismo,
sueño esperanzador, que eres tú mismo.
Sonetos
127 - Triángulo equilátero
Pablo, y Teresa, y Pedro. Y ¿ahora tú?
Combatiente incapaz contra el olvido
de una mujer amada, equidistante
del amor de su esposo y de su amante,
te apartas a un silencio dolorido.
Hermético triángulo prohibido,
arropado en sonrisa insinuante,
impenetrable al fin, y tan distante
como si no lo hubieras conocido.
Si ella es feliz con ambos complementos,
¿podrá entreabrirse a los atrevimientos
de un extraño en asedio inexorable?
Nada en amor está garantizado;
amó a su esposo y al amante ha amado,
su fortaleza no es inexpugnable.
Los Angeles, 22 de noviembre de 1998
128 - De noche
De noche vengo a tí, y enmascarado,
porque en la oscuridad y con careta
puede mi lengua ser más indiscreta,
sin verme en timidez amordazado.
Quizá pareceré desenfrenado,
como corcel que el freno no respeta,
pero eres tú quien con espuela inquieta
a mi corcel habrás espoleado.
Y al lanzarme hacia tí en plena carrera,
ni obstáculo veré, ni habrá barrera
que me detenga el paso o me amenace.
Te asaltaré con sofocante furia,
uniendo mi lujuria a tu lujuria,
y no habrá nada en tí que me rechace.
Los Angeles, 23 de noviembre de 1998
129 - Ciclo
¿Querrás envejecer conmigo?
Saltó la primavera engalanada
de dalias, de claveles y de rosas,
y a la caza de inquietas mariposas
conmigo te viniste alborozada.
Firme sobre la tierra calcinada
dejó el verano huellas luminosas,
y sobre mí tus manos temblorosas
dejaron su caricia inesperada.
El otoño llegó ebrio de racimos,
y tu pasión, difuminada en mimos,
en mí descubrió el hombre dulce y tierno.
Y en diciembre vendrá tu paso leve
a un ritmo lento junto a mí en la nieve,
y ambos abrazaremos nuestro invierno.
Los Angeles, 24 de noviembre de 1998
130 - El pirata
“Que es mi barco mi tesoro,
que es mi dios la libertad,
mi ley la fuerza y el oro,
mi única patria la mar”. (Espronceda)
Pertenezco a otra edad: Soy un corsario
que repudia la ley moral o escrita;
inquieto espíritu cosmopolita,
insumiso a principio autoritario.
No soy, aunque parezca, un solitario
retirado a la sombra de una ermita;
soy capitán de un barco que no evita
puerto, ni escala, ni bajel contrario.
Surco mares en busca de aventura,
y es mi botín a veces la amargura,
y una doncella a veces mi trofeo.
Pero ya esté en el Mar de los Sargazos,
o en el Trópico en calma, son tus brazos
el sólo mar que navegar deseo.
Los Angeles, 29 de noviembre de 1998
131 - Desnudo
Desnuda al pie de la vetusta encina
alza los brazos en ofrecimiento,
y el arroyo se acerca, claro y lento,
roba sus formas y se arremolina.
Desierto está el paisaje. En la colina
rompe el amanecer, y en un momento
invisibles tentáculos de viento
la envuelven en espira clandestina.
Oh, libertad del cuerpo despojado
de vestimenta inútil, que ha logrado
revestirse de luz y de color.
Belleza de los senos descubiertos,
de temblorosos muslos entreabiertos,
y en los ojos azules el candor.
Los Angeles, 29 de noviembre de 1998
132 - Renacimiento
La oscuridad me saturó de frío
dejándome en letargo a tu partida,
con silencio de piedra adormecida
en el fondo sin fondo del vacío.
Luz diminuta, tenue escalofrío,
temblaron en mi entraña dolorida,
iniciando una abrupta sacudida
e iluminando mi interior sombrío.
En el punto central de esta mudanza
pude reconocer a la esperanza
manifestando idílica sonrisa.
Fue un látigo de luz en la tiniebla,
que a la noche trocó en ligera niebla;
y amanecí meciéndome en la brisa.
Los Angeles, 29 de noviembre de 1998
133 - Sólo tenemos un beso
Y ella se enamoró de un hombre casado
Beso indeleble, beso insuficiente,
compendio de inseguras realidades
y perspectivas de fugacidades,
entre ayer y mañana estrecho puente.
A tu vida amarrada, dependiente
de tan inciertas eventualidades,
y víctima de mis perplejidades,
por no hacerme en tu vida permanente.
Hacia tí van mis aguas encauzadas,
con fuerza torrencial, o sosegadas,
pero siempre abocando a lo imposible.
Cómo duele en el alma esta distancia,
cómo me duele ser tu circunstancia,
amor de lejanía, inasequible.
Los Angeles, 6 de diciembre de 1998
134 - Necesidad física
Suspiro transformado en alarido,
fracturando la calma luminosa
que sobre tu alma de mujer reposa,
alma que aspira a más de lo que ha sido.
Ya no está el cuerpo inmóvil y dormido,
sino en ansia febril, tumultuosa,
de todos los derechos de la esposa,
y el incentivo del amor prohibido.
La sensibilidad y la ternura
dan paso al arrebato y la locura,
y es físico el querer que ahora reclaman.
Capitulan principios y cautela,
el instinto exhaltado se rebela,
y dos amantes de verdad se aman.
Los Angeles, 6 de diciembre de 1998
Poemas
Viento
Remolino de faldas
levanta el viento,
con seductora astucia
y atrevimiento.
Su mano airosa
se desliza invisible
bajo tu rosa.
Introduce en los pliegues
de tu vestido
intento revoltoso,
juego prohibido.
Déjale, niña,
orear los racimos
que hay en tu viña.
Deja que te acaricie
su blanda mano,
con fervorosa entrega
y ardor pagano.
Que así yo mismo
arroparte quisiera
con mi erotismo.
Los Angeles, 24 de noviembre de 1998
Walkiria
En la mitología escandinava, cada una de las divinidades femeninas
que en los combates designaban a los héroes que debían morir,
a los cuales conducían después hasta el cielo, donde les servían.
El guerrero feroz, muerto en combate,
no necesitará espada ni lanza,
porque al lúbrico paso de tu danza
su inmóvil corazón de nuevo late,
esta vez por amor, no por venganza.
Y cabalgando en el azul del cielo
a la grupa de tu corcel le llevas,
y más te estrecha cuanto más te elevas,
y las ondulaciones de tu pelo
sobre su rostro son caricias nuevas.
Serena suavidad, placeres hondos,
son de su nueva vida el objetivo,
y ha de dormir a veces afectivo
sobre tus senos duros y redondos,
y ha de surgir a veces explosivo.
Deja que el toque de su mano ruda
como marea cálida se extienda
sobre tu litoral, y hazle la ofrenda
de tu canción y de tu piel desnuda,
que serán su camino y su vivienda.
Los Angeles, 26 de noviembre de 1998
Cumpleaños
Por cada año que cumplimos
hay un sueño que perdemos,
una ilusión que no vemos,
un amor que no tuvimos.
No dejes pasar los años
sin aceptación ni entrega;
ama, ríe, sueña, juega,
aun lloviendo desengaños.
Y si hay un amor lejano,
acércatele de prisa,
que es un rostro sin sonrisa
el corazón sin la mano.
Deja que en tu piel naveguen
sus dedos infatigables,
mírale, mas no le hables,
y que lleguen donde lleguen.
Y toma la inciativa
sin complejos ni temores,
que el verbo de los amores
se conjuga por activa.
Nunca rechaces el beso
del amante apasionado,
devuélveselo aumentado,
que no hay pasión sin exceso.
Corre sin cesar, gacela,
tu campo de vida intensa
sin vacilaciones. Piensa
que el tiempo no corre, vuela.
Los Angeles, 3 de diciembre de 1998
Nochebuena
Esperando a Santa Claus
Olvidaré al invierno, que se atreve
a desplegar en campos y ciudades
su monótona túnica de nieve;
y en tristes, lúgubres oscuridades
envuelve los paisajes de la mente,
anestesiándolos en soledades.
Le olvidaré para mirar de frente
el arco del exótico trineo
y su efusivo auriga sonriente.
Sueños de niños elevarse veo
de cada chimenea, en espirales
con el humo, en inquieto balanceo,
enviando inequívocas señales
de la curiosidad adormecida
cansada de esperar tras los cristales.
Y tú y yo esperaremos su venida
tendidos en el suelo, junto al fuego,
el alma en flor, la piel estremecida,
redescubriendo sin cesar el juego
que encadena sentido y sentimiento,
y enlaza el arrebato y el sosiego.
Tropezará sobre la calle el viento,
en el hogar crepitará la llama,
y sobre tí caerá mi atrevimiento,
cálida catarata que derrama
suavidades con tintes de locura
y que en cualquier lugar te hará una cama.
Moldearán mis manos tu escultura,
me besarás, recibirás mi beso,
y dormiré abrazado a tu cintura,
soñando en un viaje sin regreso,
por un camino azul de fantasía,
donde he dejado ya tu nombre impreso.
Y al despertarnos el albor del día
veremos que está el árbol navideño
engalanado con la sinfonía
de colores que vimos en el sueño.
Los Angeles, 5 de diciembre de 1998
Romance medieval
“A los moros por dinero,
y a los cristianos de balde”
-Condesita, condesita,
de profundos ojos negros,
y manos blancas, tan blancas
como la flor del almendro.
¿Por qué lloras, condesita,
retirada en tu aposento,
apoyada en la ventana,
con la mirada a lo lejos?
-Espero a mi amor ausente,
a mi amor ausente espero,
que se llevó mi sonrisa,
que me dejó el desaliento.
Frente a la torre volaban
lúgubres pájaros negros.
-Ah, las ausencias de amores
son para el alma el invierno,
fría lluvia sobre el rostro,
nieve en el campo desierto.
¿Dónde se fue, condesita,
la música de tus sueños,
el azul de tus visiones,
y el ímpetu de tus besos?
-La guerra, siempre la guerra,
transformando los requiebros
en salvajes alaridos,
las esperanzas en tedio,
las caricias en heridas,
la alegría en desconsuelo.
Cómo se angustiaba el día,
ensombreciéndose el cielo,
protestando entre las nubes
las voces roncas del trueno.
-Le arrancaron de mi abrazo
porque me atreví a quererlo,
y del amante crearon
involuntario guerrero.
Lágrimas de soledades,
entremezcladas de miedos,
escribían en su rostro
las estrofas de un lamento.
-Ay, quién pudiera dormirse
para no advertir el tiempo
insensiblemente inmóvil
retrasando su regreso.
Qué pesada interrogante
se arrastraba por el suelo,
trepaba por las paredes
y empañaba los espejos,
eclipsando la esperanza,
nublando los pensamientos.
-¿Y si acaso no volviera?...
En sus labios entreabiertos
se percibían temblores
amarrados al silencio.
-Sin él quedará el castillo
como mi interior, desierto;
Nunca fui materia virgen,
ni carne de monasterio.
Sin él me iré, peregrina,
a las fronteras del reino,
y me ofreceré a los hombres,
nobles, hidalgos, o siervos,
a los cristianos de balde,
y a los moros por dinero,
como dijera la copla
de otro lugar y otro tiempo…
Qué fría está la mañana,
qué oscuro ha quedado el cielo,
qué dormido está el castillo,
en paisaje de silencio.
Hasta las aves parecen
haber suspendido el vuelo,
agolpadas en la almena.
Una campana a lo lejos
despereza el campo. Llueve.
Llueve fuera, y llueve dentro
del alma de la condesa.
El día es todo un lamento.
Por el llano van los bueyes
agitando los cencerros.
Abren horizontes grises
jinetes de carne y hierro,
con el cansancio a la espalda,
y al galope del regreso.
¿Dónde ha quedado el amante,
que no cabalga con ellos?
Los Angeles, 8 de diciembre de 1998
Mujer nueva
Ya no duermen las fuerzas interiores,
tanto tiempo ignoradas;
han surgido explosivas,
con el rostro furioso de las aguas
reventando los diques,
y sobre el ancho campo se derraman.
Flotó en la superficie
la sonrisa neutral de la bonanza,
pero en el negro fondo
se quebraron cadenas y mordazas.
La violencia de las inundaciones
más fuerte es cuanto más inesperadas,
y así es el desconcierto
de quien la mano ve, mas no la garra.
Mujer semidormida en tu pasado,
y semilibre ya de estéril carga;
deslízate en mi vida
despojada de yelmo y de coraza;
muertos están los días del combate,
y la mano acaricia, no apuñala.
Yacerás junto a mí, cuerpo desnudo,
impulsiva quizás, tal vez en calma,
sin temor a la herida, sin cautela,
en este nuevo campo de batalla.
Los Angeles, 11 de diciembre de 1998
Sueños
Estentóreas voces de la mente
desgarran el tejido de mi sueño,
ahuyentando en girones los fantasmas
que de noche en tu imagen se durmieron.
Gritan tu nombre, y el tapiz recobra
rasgos huídos en colores nuevos.
¿Por qué se nos enturbia la mirada
en las profundidades del silencio?
En el día me abraza tu presencia,
y te quedas en mí porque te pienso;
pero desapareces en la noche,
al dormirse a mi lado los recuerdos.
Y aparecen entonces camuflados
bajo disfraz extraño los espectros
de figuras un día transeúntes
que el paisaje interior embellecieron.
No quiero que tu imagen oscurezcan,
no los quiero sentir, ni quiero verlos.
Quiero cavar un foso y enterrarlos,
bajo mármol de olvido y de desprecio.
Y ya no habrá necesidad de voces,
y no te perderé ya en el silencio;
me pertenecerás tanto de día
como en la noche oscura de mis sueños.
Los Angeles, 13 de diciembre de 1998
No me mires a mí
“Lo veo a usted como mi maestro, como mi guia espiritual.”
Ni director espiritual, ni guía,
ni guru, ni maestro;
alguien tan sólo soy que vive al día,
y en esta vida mía
lo que soy, como soy, es lo que muestro.
Si en busca de consejos a mí acudes,
podré, mas no querré, darte consejos;
sólo quien viste manto de virtudes
te debe aconsejar, sin que le dudes;
y yo de la virtud estoy muy lejos.
Quizá conozca dónde está el camino
que te puede llevar al horizonte
donde se fragüe un día tu destino;
yo prefiero perderme, peregrino,
en la espesura anárquica del monte.
Porque no es el llegar que me cautiva,
mas la anticipación de lo esperado;
que la imaginación a la deriva,
aún navegando en círculo, es más viva
que la seguridad de haber llegado.
No me imites, me admires o me sigas,
que hay más en tí de lo que ves tú mismo,
y cuanto en mí o en los demás mendigas,
habrá de conducirte a que consigas
tan sólo limitar tu dinamismo.
Los Angeles, 14 de diciembre de 1998
La montaña
¿Ascenderás conmigo la montaña?
Dame la mano y lleva el paso firme,
y ábrete a mí, que voy a permitirme
adentrarme en el fondo de tu entraña.
Ni planes he de hacer a la partida,
ni carga he de llevar en el ascenso,
ni recuerdos traeré, pues sólo pienso
disfrutar el placer de la subida.
Dejaré mi cuidado en la llanura,
y abandonando mis preocupaciones,
he de enfocar todas mis atenciones
en la realización de esta aventura.
Y tú has de ser inevitable parte
del día, del sendero y de la meta,
serás la poesía, y yo el poeta,
serás la amada, porque yo he de amarte.
Y ascenderemos hacia la alta cumbre
sin descansar y sin volver la vista,
con espíritu alegre y optimista,
sin hacer de la marcha una costumbre.
Y al llegar a la cima no sabremos
qué sorpresa se oculta al otro lado.
ni entenderemos cómo hemos llegado,
ni cuánto tiempo permaneceremos.
Porque sólo vivimos un instante,
un instante dinámico y profundo;
sólo tenemos hoy en nuestro mundo,
mañana es un futuro muy distante.
Esta cumbre no es única, ni aislada,
aunque ahora mismo así nos lo parezca;
y es muy posible que cuando amanezca
descubramos que no tenemos nada.
Y ambos emprenderemos el descenso,
no juntos ya, sino en dispar ladera,
y veremos que hay una cordillera,
múltiples cumbres bajo el cielo inmenso.
E intentarás quizá la nueva empresa
de escalar otra cumbre, y en mi caso
a otra distinta iré, dejando al paso
mi huella lejos de tu huella impresa.
Y habrá otro instante más o menos largo,
en que el amor o la pasión domine,
densa y profunda, hasta que se termine
dejándonos sabor dulce y amargo.
Pero ¿a qué imaginarnos el futuro?
Sube conmigo a esta montaña ahora,
y ama como si no hubiera otra aurora,
que sólo este momento está seguro.
Los Angeles, 15 de diciembre de 1998