Breverías
521
Mis versos se arremolinan
dentro de mí en confusión;
han tomado posesión
de mi mente, y me conminan
a liberarlos. Dominan
mi voluntad de tal suerte
que no puedo hacerme fuerte,
e incapaz de resistirlos,
me compelen a escribirlos
y así la mano los vierte.
522
¿Podrá esta mujer de hielo
provocar una pasión?
Podrá hablar a la razón
con ambos pies en el suelo,
pero para alzar el vuelo
debe hablar al corazón.
523
Abre la blusa, amiga, que los labios sedientos
tras eróticos jugos hacia los senos van;
recoge mi cabeza, y ábrete a otros intentos,
que en tus zonas oscuras mis dedos danzarán.
Y si tus labios tienden a ser exploradores,
y preceden tus manos donde ellos han de ir,
tendrás en tus mejillas mis manos, con temblores,
y absorberás el ansia que tengo de agredir.
524
Quieres firmar la paz con la violencia,
forzarme a sumisión sin convencerme,
quedar armado mientras quedo inerme,
perpetuarme en tu zona de influencia.
Mas sólo aceptaré la fuerza franca
que reside en las lanzas de la mente;
si hay dos riberas y hay que hacer un puente,
la construcción de cada lado arranca.
525
Al recordar lejanas alegrías
no parezco vibrar como vibré;
y si recuerdo el llanto de otros días,
duele lo mismo que cuando lloré.
526
Déjame tener tu rosa,
que si la deshoja el viento
habré perdido el momento
de tenerla cuando hermosa.
Hoy fragante y temblorosa,
y en mi mano estremecida,
tendrá plenitud de vida;
mas si vacila, recuerde
que a veces quien tarda, pierde,
y quien no recibe, olvida.
527
De la esperanza es el temor hermano,
y en el camino al porvenir sucede
que ambos marchan unidos de la mano,
y si ella se adelanta, él retrocede.
528
Si entre las multitudes aún hay una
mujer que no haya amado todavia,
juzgaré mi existencia tan vacía
cual si no hubiera amado aún a ninguna.
529
Quisiera una esperanza con amplitud de mares,
y sólido cimiento que no se estremeciera;
pero la vida es corta, y entre tantos azares
la esperanza sucumbe... Quién nos la devolviera....
530
El hombre, ser absurdo de hondas contradicciones,
compendio de ideales y de materialismo,
de tristes desengaños y alegres ilusiones,
de un amor absorbente y de múltiples pasiones,
un ser en desacuerdo total consigo mismo.
531
Abrázame en el seno de las olas,
y surcaré las olas de tus senos;
rozarán los delfines con sus colas
tus muslos de marfil, y entre ellos llenos
de temblores estrecharás los míos,
vibrando de avidez y escalofríos.
532
Oh, cómo surco el mar en tu bajel,
yo, capitán seguro sobre el puente,
yo, adosado a la espuma de tu piel,
yo, absorbiendo la brisa en ti latente.
No necesito en esta singladura
ni brújula ni estrella que me guíe,
sólo una cierta dosis de locura
que me haga zozobrar o me extravíe.
Sonetos
301 - Defensiva
Si tuvieras el alma de cristal
filtraría mis ojos en tu esencia,
y desnuda, en la más pura inocencia,
te vería en tu forma original.
Pero si el alma tienes de metal,
rígida, fría, sólo tu apariencia
percibiré, sin luz, sin transparencia,
un tú inarmónico y superficial.
Si vestida de yelmo y de coraza
vienes a mí, cuando mi amor te abraza
herido quedará por tu dureza..
Renuncia a tan inútiles defensas,
que mantener cautivo lo que piensas
denota soledad más que firmeza.
Los Angeles, 23 de diciembre de 1999
302 - Lejanía
Mi cuerpo anoche quiso estar contigo,
pues aunque siempre estás en mí presente,
fue, faltando el contacto, insuficiente,
como si en vez de amante fuera amigo.
Y tuve frío; me faltó el abrigo
de tu piel a mis miembros adyacente;
y en mi soñar quise tender un puente
que pudieras cruzar y estar conmigo.
Este vivir sin tí me martiriza;
eres el manantial que se desliza
cuya agua fresca no puedo beber.
Algo que está tan cerca y tan lejano,
que lo siento al alcance de la mano
y tal vez no me va a pertenecer.
Los Angeles, 26 de diciembre de 1999
303 - En vela
No duermas hoy, vela conmigo, aumenta
tu hechizo, que de noche me sostiene;
un nubarrón plomizo hacia mí viene
y en descarga de lágrimas revienta.
Tu cercanía emocional ahuyenta
los trasgos de las sombras, y mantiene
tal sosiego a mi lado, que detiene
el avance frontal de la tormenta.
Aunque tu cuerpo esté a miles de millas,
te tendré acurrucada en mis rodillas,
en invisible abrazo en torno a mí.
Y tus ojos, tan lejos, tan cercanos,
recorrerán mi piel como dos manos,
y así lo harán mis ojos para tí.
Los Angeles, 27 de diciembre de 1999
304 - Año nuevo
Al fin sonaron doce en la campana,
y abrióse entre los dos años el puente;
miré a ambos lados: Nada diferente,
ver ayer es ver hoy y es ver mañana.
Nada cambia en la vida cotidiana,
agua que arrastra el río en su corriente,
ya con murmullo claro y sonriente,
o con las lágrimas que el duelo hilvana.
Y así vamos al mar, con paso lento,
retardando en meandros el momento
de nuestra propia desembocadura.
O quizá en rapidez de torrentera,
indiferentes a cada ribera
que al pasar nos ofrece su hermosura.
Los Angeles, 2 de enero de 2000
305 - Divergencias
Estoy despedazado por las quejas
que a diario taladran mis oídos;
no descienden mis párpados dormidos,
quieren cerrarse, pero no los dejas.
Aunque en mis ojos ya no te reflejas,
y he perdido el pulsar de tus latidos,
los reproches aún dejan ateridos
los ángulos del alma, ahora entre rejas.
Porque soy de mí mismo prisionero,
que hace tiempo te amé, y aún hoy te quiero,
sin la furia de entonces, de algún modo.
Este lazo tan débil que aún nos liga
en lugar de acercarnos, sólo obliga,
y si se rompe un día, hundirá todo.
Los Angeles, 3 de enero de 2000
306 - Delicadamente
No ama tanto quien clava la mirada
como quien la desliza acariciante;
si uno es la fresca brisa susurrante,
el otro es la ventisca alborotada.
Dadme la blanda luz de la alborada,
más que el rayo del día fulgurante;
y antes que la carrera sofocante,
la elegancia de tímida pisada.
Si has de venir a mí, ven con la calma
temerosa de desvelar el alma,
con voz de terciopelo, con candor.
Yo iré a tí en el silencio sosegado
que a tus pies se reclina abandonado,
y en la suave fragancia de la flor.
Los Angeles, 4 de enero de 2000
307 - Decididamente
Irrumpe en la marisma de mi vida
con la ferocidad de la tormenta,
más seductora cuanto más violenta,
más atractiva cuanto más temida.
Ven con grito de guerra, enardecida,
e impulso arrollador que no consienta
vacilación ni en tí ni en mí, y atenta
sólo a vencerme y a quedar vencida.
Iré con paso firme, a la carrera,
ni habrá defensa en mí ni en tí barrera
que impida o dificulte nuestro encuentro.
Lanzándonos los dos al abordaje,
montaremos el íntimo engranaje
que acoplará mi centro con tu centro.
Los Angeles, 4 de enero de 2000
308 - Euforia
Nace el milagro azul del nuevo día,
replegando la sombra su tristeza,
y la canción de la naturaleza
estrena renovada melodía.
Vástagos ciegos de la fantasía,
los sueños, utopía y gentileza,
recobran la visión, y la belleza
del medio ambiente a su soñar se alía.
Qué espléndida es la vida, qué radiante.
Cada piedra en la tierra es un diamante,
un nacimiento cada amanecer.
Fluye el amor en ambas direcciones,
habla la mente sin forzar razones,
y la tarde se niega a oscurecer.
Los Angeles, 5 de enero de 2000
309 - Recriminación
Círculo de caviar y aperitivo,
de abrigo de visón y petulancia,
que embozado en abúlica ignorancia
cadáver eres que se piensa vivo.
Un mundo atroz hay junto a ti, cautivo
de su propia indigente circunstancia,
de niños sin niñez, que de la infancia
pasaron a la industria y al cultivo.
Un mundo de esqueletos trashumantes
con la angustia del hambre en los semblantes,
y sin más voluntad que de morir.
Un mundo de congoja, miserable,
del que sólo tu estilo es responsable,
que otros nutren a fuerza de sufrir.
Los Angeles, 5 de enero de 2000
310 - Simbiosis
Tú no eres tú, pues ya eres sólo mía,
y yo ya no soy yo, de tí impregnado;
éramos dos, pero hemos superado
la individualidad que dividía.
Llegaste a mí en discreta melodía
de imperceptible ritmo delicado,
y a la vez en tumulto alborotado:
En sumisión y abierta rebeldía.
Y me hallaste sereno, y excitable,
como tú suave, como tú implacable,
y en mí incrustada se quedó tu vida.
Ya somos unidad indivisible,
ambos la misma risa irresistible,
ambos sangrando por la misma herida.
Los Angeles, 10 de enero de 2000
311 - Nada cambia
Si renovar la vida yo pudiera,
si emprendiera de nuevo mi camino,
tal vez sería el mismo peregrino
que idénticos errores cometiera.
Dispuesto a suprimir cada frontera,
perseguidor de todo desatino,
quizá me viera apático y cansino
levantando en mi entorno otra barrera.
Que así es la raza humana, inquisitiva
y emprendedora un día, otro pasiva,
innovadora ayer, hoy rutinaria;
en avance constante, tropezando
siempre en la misma piedra, y alegando
que la fortuna le ha sido adversaria.
Los Angeles, 12 de enero de 2000
312 - Total abrazo
Te pienso como espacio circundante,
mi dimensión, mi límite, mi encierro,
a cuyo ámbito ardiente me destierro,
de naves de alto bordo ex navegante.
Ignoro el vocerío discordante
y a tu quietud sentimental me aferro,
que lima la aspereza de mi hierro,
por ella más bruñido y más vibrante.
Me veo ya estrechado en el abrazo
perenne de tu cósmico regazo,
y en sus rayos de luz he de quedar.
Inmerso en ti, sin sombras, sin recelos,
cuerpos y almas en cauces paralelos
que desembocan en el mismo mar.
Los Angeles, 13 de enero de 2000
313 - Reciprocidad
Libres tus manos a mis manos guíen,
si en tus íntimas zonas titubean;
pues quienes tus regiones merodean,
tal vez ineptamente se desvíen.
Los ojos a los ojos desafíen
y en indudable transparencia lean
cuanto ambas partes piensan y desean,
mientras los labios besan y sonríen.
Y los temblores de la piel unida
a la otra piel vibrante, estremecida,
desencadenarán tal paroxismo,
que nublando el reflejo de la mente,
parecerá flotar seminconsciente
en la marea azul del erotismo.
Los Angeles, 13 de enero de 2000
314 - El eco de su voz
Me declaró su amor, sin esculpirlo
en lápida de mármol perdurable;
y su voz, inocente y entrañable,
se evaporó al momento de decirlo.
El aire recogió el eco al oírlo,
repitiéndolo en ciclo interminable,
pero el final llegaba inevitable,
y un día terminó de repetirlo.
Quedé a la escucha, como quien espera
que la brisa de nuevo devolviera
el melódico tono de su voz.
Vino la noche, sucedió la aurora,
y la brisa llegó acariciadora…
y se alejó de mí, muda y veloz.
Los Angeles, 14 de enero de 2000
315 - Tus manos
Ah, las manos, tus manos, cómo extraño
la suavidad, la firme contextura,
su roce de caderas y cintura,
y los sondeos íntimos del baño.
Intento duplicar cada peldaño
trepando palmo a palmo mi estatura,
y al ver que no eres tú quien lo procura
me siento causa de mi propio engaño.
Vuelvan tus manos, ráfagas febriles,
a alborotar mis senos juveniles,
a suscitar sobre mi piel temblores.
Toca, acaricia, explora, roza, exprime,
que el cuerpo clama cuando el alma gime,
y mis gemidos son desgarradores.
Los Angeles, 14 de enero de 2000
Poemas
Madre Naturaleza
Qué bella y qué alevosa, madre Naturaleza,
sirena entre las rocas elevando tu canto
de serena dulzura, frescor y gentileza,
y reventando en furia, indiferente al llanto.
¿De qué sirve al arroyo su murmullo apacible,
para qué la solemne marcha triunfal del río,
si despiertas un día rencorosa, irascible,
reventando sus cauces bajo un cielo sombrío?
Madre Naturaleza, virgen y prostituta,
que germinas el campo, y arrasas el poblado,
que doras las espigas y maduras la fruta,
y arrancas la esperanza de quien los ha sembrado.
Madre Naturaleza, que das un cielo terso
a quien requiere lluvia de frescor fecundante,
y otro día desatas con instinto perverso
tu rebaño de nubes en tormenta incesante.
Canaliza tus fuerzas, que ese ímpetu salvaje
destruye la belleza que a tí misma te diste,
y al arrasar las vidas que pueblan tu paisaje
coronará tu frente la miseria más triste.
Madre Naturaleza, cruel y vengativa,
vomitando en las aguas cristalinas el lodo
que estrangula y sepulta la sonrisa festiva
de quienes se perdieron, de quien lo perdió todo.
Madre de la injusticia, que en el débil te ensañas,
y con frecuencia ignoras o respetas al fuerte,
aplastando a tu paso las míseras cabañas
y sembrando cosecha fructífera de muerte.
A los hombres he visto de incrédula mirada,
y a las madres dolientes en callado gemido,
y a los niños desnudos, cuya vida truncada
desvanece el recuerdo de quiénes son o han sido.
Madre de los desastres, de trágicos destinos,
tal vez envanecida por cantos de poetas
que ven noches de luna, nostálgicos caminos,
idílicos rumores, románticas siluetas.
Ebria del vino añejo de tu vana arrogancia
no controlas los negros brutos de tu cuadriga,
y desbocados corren en franca discordancia;
oh, amante de otros tiempos, hoy amarga enemiga.
Levántate de nuevo con la clara sonrisa
de un sol tibio que traiga la bíblica paloma
con su rama de olivo, y el soplo de la brisa
devuelva a la campiña su primitivo aroma.
Los Angeles, 21 de diciembre de 1999
Forastero
Todos pasan de largo, sin ver que hay una oferta
de senos entreabiertos y de besos en flor;
todos pasan de largo, sin llamar a la puerta,
y yo sola, vestida de mi propio calor.
Estas manos ociosas de otra piel necesitan,
y mi piel de otra mano que erótica me explore;
que las rosas que llevo en el cuerpo se marchitan
sin el apasionado tacto que las desflore.
Me acribillan los siete puñales del deseo
rasgándome la entraña que tú rasgar debieras,
tú, ser desconocido, que ni siento ni veo,
a quien tanto daría por poco que me dieras.
Qué juventud tan larga, viniendo de tan lejos,
hasta el umbral remoto de mi edad extendida;
pero sus arrebatos, aunque no se hagan viejos,
¿de qué sirven, viviendo en soledad la vida?
Se me desborda el alma con fuerza arrolladora
y ni sé contenerla, ni contenerla quiero;
debo volcarme en alguien aunque al llegar la aurora
recoja su equipaje y prosiga su sendero.
Manos extrañas, muslos cálidos y vibrantes,
húmedos labios tersos, singlad mi superficie,
alta está la marea, navegad incesantes,
y que este mi oleaje os envuelva y acaricie.
Venid, llegad, dejadme derramada y repleta
del ímpetu y la savia, del afán y el ardor,
arrancadme este anhelo, que me siento incompleta
con tanto amor a punto, sin hacer el amor.
Si espero y desespero sin oir vuestro paso,
o si vuestra pisada lleva un eco distante,
¿será que vivo aislada en la cueva del fracaso,
donde sólo en mis sueños tiene ser el amante?
Ay, cómo van los días sin cesar desgranando
su rosario de cuentas, inexorablemente,
y el fuego de mis venas se va autodevorando
porque tú, forastero, no te has hecho presente.
Los Angeles, 22 de diciembre de 1999
Islas
Clavados en azul, somos islotes
sin más contacto que señales de humo;
conscientes de mil vidas, solitarios,
sin partir de nosotros, vagabundos,
como veleros en periplo eterno,
y anclados en la bruma del crepúsculo.
Inmóviles viajeros, embebidos
en la cacofonía del tumulto
de la ciudad lejana, y en la calma
de la aldea dormida en su refugio,
cuyas voces sin lenguas nos confían
sus ansiedades en lenguaje mudo.
Cuántas almas llorando en lontananza
soledades amargas, infortunios,
tendiendo manos, esperando besos,
abriendo sus deseos más ocultos.
Y el espíritu hermano, compatible,
que a nuestro lado aparecer no pudo,
se perfila sincero y cristalino
a la distancia cruel de medio mundo.
Somos islas perdidas, y no hay barcos,
yo en mi mar verdiazul, y tú en el tuyo.
Los Angeles, 30 de diciembre de 1999
Besos dormidos
Vendrán los besos, y traerán silencio,
y nos preguntaremos quiénes somos,
dónde nos conocimos, qué buscamos,
y tal vez nos respondan nuestros ojos,
ignorantes del miedo a la palabra,
pues la verdad les grita desde el fondo.
Y al mirarnos, habrá una luz recóndita
de tibio colorido melancólico,
que abrirá perspectivas imprevistas,
y que será en sí misma testimonio
de algo que fue, que ya es insostenible,
tan quimérico como el unicornio.
Ayer los besos, aunque amortiguados,
llevaban un clamor de intenso gozo,
entretejían lágrimas y risas
en verdes primaveras y en otoños,
calendario de pétalos dormidos,
dormido el tiempo sobre nuestros rostros.
¿Qué sucedió? Tal vez una mañana,
a la orilla del río, entre los olmos,
se despertó la niebla del cansancio,
y repobló el paisaje de abandono.
Y los besos se fueron marchitando,
sin casi percibirlo, sin sollozos.
Y hoy sólo son costumbre, su arrebato
en retirada triste, sin retorno.
Es hora de partir; se fue la magia,
el temblor está en calma, el amor prófugo,
los besos silenciosos, tan dormidos
que no despertarán..., como nosotros.
Los Angeles, 30 de diciembre de 1999
Celos
Surgiendo de entre las sombras,
torvos fantasmas oscuros,
me persiguen, me rodean,
en el silencio nocturno.
Ni sé de dónde proceden
ni identifico a ninguno;
pero todos me confrontan
alzando voces y puños,
siendo enemigo de nadie,
y amante tan sólo tuyo.
Su proximidad me agobia,
y me aturden con insultos.
Gritan que ya no eres mía,
que ha pasado ya mi turno,
que el fuego que en tí encendí
languidece hoy moribundo.
Me encuentro de tí excluído,
perdido sin tí, desnudo,
al alzar entre nosotros
la inseguridad un muro.
Ya no tengo la energía
para demolerlo, y sufro
sabiéndote al otro lado,
sin poder sentir tu pulso.
Alza tu voz y tu vuelo
como una columna de humo,
y desciende como el ángel
del exterminio a mi mundo,
y aniquila estos espectros
silenciando su tumulto.
Y sigue siendo mi amante,
como soy yo amante tuyo.
Los Angeles, 15 de enero de 2000
Cuerpo y alma
Porque sus almas han de amar sin cuerpo
envidia tiene el cielo de la tierra;
y sin miradas que su luz reflejen
sollozan en la noche las estrellas;
las lágrimas sin ojos de la lluvia
caen sin cesar, filtrándose en la arena,
global lamento que perciben todos,
y todos miran con indiferencia.
No me des un amor de ángel etéreo,
que mis sentidos a volar se niegan;
desciende sobre mí en peso y volumen,
y abraza, y acaricia, y muerde, y besa.
Deja a mis ojos reflejar los tuyos,
y absorberé la luz que en ellos tiembla,
vínculo de tu espíritu a tu cuerpo,
ligadura de nuestra convivencia.
Y si esa luz se amortiguara un día,
y sobre ellos flotara húmeda niebla,
revitalizaré tus energías
y me darás una sonrisa nueva.
Los Angeles, 16 de enero de 2000
Fugaz encuentro
Clavadas en el alma las palabras
escuchadas un día, me salpican
de sangre una vez más, bajo el martillo
blandido por mi amante en lejanía.
Quise aislar del futuro nuestro instante,
desnudo de proyecto y despedida,
y anclar las realidades del contacto
a las escasas horas aquel día.
Y la rogué que no se enamorara,
pero al profundizar en su pupila
supe que ya era tarde, que su abrazo
no era de carne, sino de alma viva.
Y no insistí...Pude observar la arena
desmenuzando el tiempo en la clepsidra,
y era su corazón una ventosa
que a través de ambas pieles me absorbía.
Temblé por ella, en soledad mañana,
dormido el gozo al despertar la herida.
Y me dijo: “No temas. Hoy es nuestro.
Mañana no es de nadie todavía.”
Y la dejé fluir sobre mi cuerpo,
en persistente, universal caricia.
“Un día habrás de amar, y ser amada,
recuérdame, mujer, en ese día.”
“Aunque llegue el amor, dejaré abierta
mi puerta para ti toda la vida”.
Y partió hacia su vida rutinaria
con una lágrima en la tarde tibia,
y volví a mis afanes anodinos,
pretendiendo esbozar una sonrisa.
Pasó la cabalgata de los meses,
racimos, nieves, rosas y gavillas,
y el eco de un portazo en la distancia
heló mi sangre y me dejó una espina.
Clavadas en el alma las palabras
escuchadas un día, me salpican
de sangre una vez más, bajo el martillo
blandido por mi amante en lejanía.
“Aunque llegue el amor, dejaré abierta
mi puerta para ti toda la vida”.
Cerrada está. Lo había anticipado.
Pero el alma recuerda más que olvida.
Los Angeles, 19 de enero de 2000