Breverías
533
Quiero forjar recuerdos a tu lado
que enriquezcan mi vida en el futuro;
recordar es el medio más seguro
de volver a vivir lo que ha pasado.
534
Oh, duerme, sueña, que tu fantasía
vuele en torno de mí incesantemente;
hazme en tu pensamiento residente,
tanto de noche como soy de día.
535
Los ojos son llegada, la espalda es despedida,
los brazos el reposo, y el juego, y el placer;
ven a mí y entrelaza tu vida con mi vida,
y nunca me permitas ver tu espalda, mujer.
536
¿Qué valen las palabras si me llegan escritas?
¿De qué sirven los besos si no irradian calor?
¿Cómo puedo abrazarte, si aunque tanto me incitas,
la distancia te impide percibir mi temblor?
537
En el alma dolorida existe un hueco,
que otros besos solamente han de llenar,
extinguiendo el insistente, amargo eco
de la voz que consiguió hacerla vibrar.
538
¿Cómo canta el amor?¿Con el bramido
del mar airado en invernal tormenta?
¿Con el feroz y súbito estallido
del trueno que al crepúsculo revienta?
¿Con el salvaje, trémulo alarido
que se alza de la jungla turbulenta?
No, su cantar es primoroso y suave,
brisa en las ramas, sobre el agua nave.
539
Las palabras adustas y cortantes
no infligen tanto daño
como lo hace el silencio a los amantes,
más letal cada día, y más extraño
Sonetos
316 - Vendré
No sé cómo llegar a ti. ¿Vestida
de la túnica gris de la costumbre?
No, no, así no, que entre la muchedumbre
seré una sombra más que va perdida.
¿Vendré envuelta en la niebla enmudecida,
leve espectro en nocturna mansedumbre?
No, que al mirarme con incertidumbre
mi forma flotará desvanecida.
¿Cómo vendré hacia ti, que sólo al verme
puedan tu cuerpo y alma conocerme
sin titubeo, ni temor, ni duda?
Vendré con paso firme, con audacia,
arropada del velo de mi gracia:
vendré tal como soy y estoy: Desnuda.
Los Angeles, 24 de enero de 2000
317 - Utopía
Tantos años gastados dando voces,
tal vez oídas, pero no escuchadas;
blandiendo lanzas, empuñando espadas,
en huestes más pasivas que feroces;
cabalgando los sueños más veloces
en gestas de antemano fracasadas;
y amurallándote en las barricadas
frente a competidor que desconoces.
Ya han sucumbido las revoluciones,
se funden bayonetas y cañones,
y nace al mundo colosal campana.
Y como onda expansiva en el paisaje,
su voz de bronce cantará el mensaje
de una armonía universal mañana.
Los Angeles, 25 de enero de 2000
318 - Hoy
Vengo de ayer, y traigo un cargamento
de nostálgicas lunas evasivas,
cómplices de fervientes tentativas,
de serena quietud, de atrevimiento.
Y de besos inéditos que intento
verter en oleadas sucesivas,
de antiguas ansias, nuevamente vivas,
de viejo impulso en renovado acento.
Yo soy de ayer, y tu eres de hoy; tenemos
la voluntad y el tiempo, si queremos;
¿qué diferencia puede hacer un día?
He de quedar en tu hoy, porque mañana
tiene una perspectiva muy lejana,
y no he de esperar más a hacerte mía.
Los Angeles, 26 de enero de 2000
319 - Aridez
He labrado la tierra en mi desierto,
irrigándola en lluvia de sudores,
y quedó estéril bajo los rigores
del tiempo, la semilla al descubierto.
Sé que no he sido agricultor experto,
acumulando errores sobre errores,
pero aspiré a que tal vez unas flores
pudieran adornar el campo muerto.
Ni besos ni caricias sazonaron,
en sus jóvenes tallos se agostaron
sin despuntar un día y sonreir.
Y hoy te espero, mujer, como el que espera
que una nueva y fecunda primavera
traiga un mejor sentido a su vivir.
Los Angeles, 1 de febrero de 2000
320 - Renacer
Sal de la catacumba del olvido
donde el fúnebre espectro del pasado
yace de fría sombra amortajado;
vive otra vez, aun cuando malherido.
En cada espíritu desfallecido
hay siempre otra faceta, un otro lado,
más luminoso, menos desdichado,
presto a iniciar un nuevo recorrido.
¿Y a dónde irás?, preguntas. Y ¿qué importa?
¿No ves, acaso, que la vida es corta?
Piensa en fluir más que en desembocar.
Tiende la mano, y la palabra, y besa
a la plebeya como a la princesa,
pero sin elevarlas a un altar.
Los Angeles, 2 de febrero de 2000
321 - El fin
Se extinguieron las luces, y dormida
definitivamente la esperanza,
quedé en la oscuridad de la añoranza
que prevalece en toda despedida.
Oh, si pudiera ser restablecida
la integridad de aquella confianza,
si se rehabilitara la alianza
que han dejado los meses destruída.
La vi desvincularse lentamente,
como quien se avergüenza y arrepiente
de haber amado y de dejarse amar.
Y no insistí, porque el amor es obra
de dos, y si uno falta, el otro sobra;
y ya estoy agotado de luchar.
Los Angeles, 2 de febrero de 2000
322 - Hijos de nadie
¿Qué ocultan en sus mentes retraídas
esos niños de grandes ojos lentos,
ignorantes de risas, macilentos,
de miradas nostálgicas perdidas?
¿Quién arrancó los juegos de sus vidas?
¿Por qué no hay luces en sus pensamientos?
Tanto de amor como de pan hambrientos,
y sin tener quien lave sus heridas.
De noche en frías soledades gimen;
y desinteresados de ese crimen,
parece que aún los cielos les ignoran.
Pobres hijos de nadie, abandonados,
en el más ínfimo escalón sentados
de un mundo que no escucha cuando lloran.
Los Angeles, 4 de febrero de 2000
323 - Breves momentos
"Ojos claros, serenos,
ya que así me mirais, miradme al menos"
(Gutierre de Cetina)
Un día prometido… ¿Qué es un día?
Debo expresarte siglos de ansiedades,
ahondar millas en tus profundidades
y apropiarme tu eterna melodía.
Horas tan breves en tu compañía
vendrán en lobreguez, no en claridades,
resaltando las largas soledades
engendradas en tanta lejanía.
Tan efímero tiempo habrá partido
casi al punto de haber sobrevenido,
y sembrará, más que placer, dolor.
Pero si es tal el precio de tenerte,
téngate un día, aunque haya de perderte,
y viva en mi recuerdo tu esplendor.
Los Angeles, 8 de febrero de 2000
324 - Contrastes
Hambriento yo de amores, y ella hambrienta
de amor inalterable, amor eterno:
ella en su primavera, yo en mi invierno,
la ingenuidad a la destreza atenta.
Su exigencia exclusiva representa
desafío a mi forma de gobierno;
y aún sin haber patrón ni subalterno,
este contraste la armonía ahuyenta.
¿Abrazará al torrente la laguna?
¿Se entenderán las sombras y la luna?
¿Convivirán bonanza y tempestad?
¿Podrá adaptarse el cóncavo al convexo?
Y si al amor se le arrebata el sexo,
¿no languidecerá de frialdad?
Los Angeles, 10 de febrero de 2000
325 - Rebelión
Sobreviene el ataque al poderoso
refugiado en castillo de arrogancia,
ignorante de la beligerancia
niveladora de muralla y foso.
Surge de entre las sombras, sigiloso,
espíritu rebelde en vigilancia,
intolerante de la intolerancia
que al débil amordaza temeroso.
Y la columna del poder parece
que sobre la peana se estremece,
amenazando la estructura ruina.
Y es que el gigante tiene pies de arcilla,
y acabará doblando la rodilla,
que también hay flaqueza en quien domina.
Los Angeles, 11 de febrero de 2000
326 - Conmigo
Te ví surgir sin causa ni destino;
no sé de dónde vienes, ni quién eres,
ni a dónde te dirijes, ni qué quieres;
pero escogiste andar en mi camino.
Calculado es mi ritmo y paulatino
en la contemplación de amaneceres,
de pájaros, de rosas, de mujeres,
y así mi marcha diaria determino.
No soy más que un extraño vagabundo,
ahora superficial, luego profundo,
según lo dicte el tiempo o la ocasión.
Si aún así aceptas caminar conmigo,
podré ser compañero, amante, amigo,
que ni exige ni ofrece sumisión.
Los Angeles, 14 de febrero de 2000
Poemas
Ansiedad
Tanto tiempo perdido, clavada en el deseo,
a la voraz espera de quien nunca aparece;
y esta carne que tiembla libremente se ofrece,
pero si él no me invade, ¿cómo yo lo poseo?
A la luz de la lumbre de rojos resplandores,
te espero entre las blancas pieles de osos polares;
puebla mi superficie de huellas dactilares,
humedece mis miembros de tus propios sudores.
Mira que he sido fruta a lo largo del camino,
y no ha habido una mano que a hacia mí se extendiera;
que nadie halla la sombra al pie de mi palmera,
nadie bebe del agua en mi arroyo cristalino.
Ven con la fuerza brava que estremezca mi mundo,
los ímpetus sensuales más salvajes del hombre,
descarga tu lujuria hasta que olvide mi nombre,
y refleje mi rostro un aspecto moribundo.
Que registre la tierra movimientos tectónicos,
despierten los volcanes violentas erupciones,
y así reviente el flujo de nuestras sensaciones,
en contorsiones fieras y con gritos agónicos.
Ven, que el fuego crepita, y ardiendo estoy en fuego,
y los días son largos, y las noches tan solas
que soy un mar de carne rizado por las olas
y a tu quilla, marino, mi superficie entrego.
Los Angeles, 24 de enero de 2000
Dos mundos
Hay un mundo de encanto, de íntima fantasía,
donde nunca anochece ni se mueren las rosas;
mundo que no depende de la tecnología,
y donde las amantes son a la vez esposas.
Fluyen claros los ríos, y germina la tierra
sin que rasgue su entraña la reja del arado;
el viento desconoce el estruendo de la guerra,
porque es ahora poeta quien antes fue soldado.
Y los tiernos amores, como las flores, nacen
fecundos y espontáneos en campos y senderos;
el instinto en las fieras se pacifica, y yacen
en la misma guarida leones y corderos.
Pero existe otro mundo de envidia y de recelo,
que hace al hombre una fiera que devora a su hermano;
en que las gentes tienen un pedazo de hielo
donde vibrar debiera su corazón humano.
Mundo de divisiones, de lujos y pobreza,
de inútiles pigmeos con aires de gigantes;
de absurdos violadores de la Naturaleza,
con hacha arboricida, mentes intolerantes.
Yo he visto esos dos mundos, fantástico y real,
podría, si quisiera, pertenecer a aquél,
viviendo en la caricia de un sol primaveral,
pero me quedo en éste...porque tú estás en él.
Los Angeles, 27 de enero de 2000
Limitación
“Ser en la vida romero, romero..., sólo romero.
Que no hagan callo las cosas ni en el alma ni el cuerpo,
pasar por todo una vez, una vez sólo y ligero,
ligero, siempre ligero”. (León-Felipe)
Soy hombre de monótonas costumbres,
y de programa fijo.
No tengo más que un punto de partida
y un punto de destino,
un sendero invariable que les une,
y en él la misma huella, el mismo ritmo.
A mi mesa se sirven los manjares
que ayer y antesdeayer fueron servidos,
se hablan idénticas trivialidades,
se bebe el mismo vino.
Siempre el mismo color de indumentaria,
la rutinaria copla en mis oídos.
La estantería de mi biblioteca
contiene un solo libro,
y me pierdo en sus líneas cada día,
siempre la misma historia, siempre el mismo
desfile de palabras
que inadvertentemente memorizo...
“Oh, me dirás, que tedio de existencia,
qué fastidioso espíritu aturdido...”
Y ¿cómo vive quien su propia vida
con sólo una persona ha compartido?
Hombre, mujer, detrás de tus montañas,
hay otros valles, fluyen otros ríos,
pueblan el aire melodías nuevas,
se exprimen variedades de racimos,
y multiplicidad de mentes libres
plasmaron sus ideas por escrito.
No permanezcas en la servidumbre
de la arcaica estrechez de tu recinto.
Los Angeles, 31 de enero de 2000
Merodeantes
Aires renovadores nos circundan
que hubieran flagelado a nuestras madres
con la brutalidad de una blasfemia,
con el baldón de un sacrilegio infame.
Pero hemos vuelto hacia el ayer la espalda,
y hemos visto infiltrarse
insistentes en nuestra periferia
imágenes audaces,
sentimientos prohibidos,
amplias ideas, nuevas libertades.
Hoy la revolución de la palabra
desnuda de temores los mensajes,
y lleva la diabólica sonrisa
más melodía que el laúd del ángel.
Desarraigados de principios viejos,
hemos cerrado a pasador y llave
la conciencia asentada en lo aparente,
la vida inmersa en las austeridades.
Te hablaré sin doblez, con la espontánea
diafanidad de voces familiares,
las que ignoran la falsa hipocresía
tras la máscara oscura del lenguaje.
Saturado el oído
de tonos neutros, libres de contrastes,
ha ensordecido, y ahora
tan sólo escucha el ritmo de la sangre.
El esposo y la esposa, entrelazados,
glorifican el sexo, y satisfacen
su primitiva urgencia, y uno de ellos
hace el amor de lejos a su amante.
Oh la magnificencia
del deseo insaciable,
forjado en noches tibias de abandono,
uno quizá dormido, otro vibrante.
Y mientras uno sueña en su inconsciencia,
navega el otro rutas estelares
recogiendo pasiones que germinan
como rosas sensuales.
Cómo de las entrañas surge un grito
protestando el ultraje
de dos tan lejos en el mismo lecho,
y un tercero tan cerca y tan distante.
Oh, los besos adúlteros espléndidos,
perdidos en el aire,
besos sin exigencias ni convenios,
fragantes siempre, nunca artificiales.
¿Dónde te ocultas, que mi vida fluye
por el desierto de mis soledades,
y en estéril terreno
vierto las puras aguas que en mí nacen?
Caminante sin rumbo, peregrino
ignorante del tiempo y del paisaje,
explorador de yermos,
siempre la meta fuera de mi alcance.
Esta aparente libertad me cerca
de límites, y vallas, y baluartes,
y ni vienes a mí, ni ir a tí puedo,
ambos cargados con el mismo lastre.
Cómo vagamos incesantemente
reventados de fieras ansiedades,
en este mundo del amor perdidos,
sin alcanzar el fin, merodeantes.
Los Angeles, 17 de febrero de 2000