Poemas de amor, de soledad, de esperanza de
Francisco Álvarez Hidalgo
Sueños

Índice

Sonetos:
Amor en sueños Mañana Teléfono Navidad Inexistencia En mí, sin ti Mujer de mis sueños Dormiré Leyéndote Sobre tu libro Mujer de otro
Poemas:
Más de prisa Disparidad Amanecer Ultima singladura
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Breverías

676
Oh tu cálida piel en la distancia, mis dedos incapaces de invadirla, y esta mi piel que no puede sentirla aunque casi percibe su fragancia. Hazte visible un día, que he pasado tantos años sin ti, que ya no vivo; beso virtual es viento fugitivo, y amor lejano es llaga en el costado.

677
Ay, mujer desconocida, que tanto ya me conoces; te estuve llamando a voces durante toda mi vida. ¿Dónde yaciste escondida, que no supe de tu oferta? Aunque mi alma estaba alerta nunca te vio en sus espejos, y ahora surges a lo lejos… Ven, que no hay llave en la puerta.

678
Para verte no tengo que mirarte; grabada estás en ambos interiores de mis párpados, y he de contemplarte dejándolos caer, y aprisionarte en noche que revienta de colores.

679
Son las calles arroyos de apatía, y en desamparo voy, y en desaliento, solitario soñando compañía, desdichado gimiendo con el viento, incapaz de escuchar tu melodía, de ti nostálgico, de ti sediento; y cada transeúnte inesperado me hace pensar que pasas a mi lado.

680
Cálidas manos en mis manos frías, furtiva mano sobre el vientre oscuro, mano segura en torno al sexo duro, en mí tus manos, sobre ti las mías.

681
En abrazo de sábanas descansas, frio abrazo sin mí, deshabitada; mi sombra invadirá tus noches mansas, quedando a ti felizmente enlazada.

682
Ay de aquel que sólo besa como se besa a un hermano, porque es como dar la mano por encima de la mesa. Sólo la mano traviesa por debajo se desliza, y explora, y escandaliza, y la sonrisa provoca. Y así se besa una boca, avezada o primeriza.

683
He deseado a muchas, a algunas he besado, pocas fueron amadas, y las que me han querido viven en mí dormidas, inmunes al olvido…, como otras muchas duermen que nunca me han amado.

684
Sueños del Paraíso, de un hombre indiferente, de una mujer que ignora su desnudez vibrante, de malévola astucia bajo piel de serpiente, de monótonas horas, ociosidad constante. Apacible murmullo de la voz seductora que descubre y describe el rigor del cautiverio; el sueño idealizado, la oferta tentadora, y la miel en los labios del más dulce adulterio.

685
Algo de mí en los otros permanece, y algo de los demás conmigo va; como amante que un día partirá, mas no todo su amor desaparece.

Sonetos

398 - Amor en sueños
¿Has amado en tu sueño a mis rivales, mientras yo de tu noche estaba ausente? Temo más al amor del subconsciente que al que palpita en términos reales. Ese amor que se acerca a mis umbrales es manantial de un agua transparente que arrastra en el paisaje su corriente, fluyendo entre riberas naturales. Inevitable y fijo es su destino, como lo es el trazado en su camino; tiene propósito, finalidad, idea. Mas los amores que en el sueño flotan pegasos son que entre las nubes trotan, y en libertad total se les desea.
Los Angeles, 3 de diciembre de 2000
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399 - Mañana
Ultimas luces que acunó el ocaso bajo las olas se nos han dormido; todo parece haber enmudecido, menos el mar, que aún habla paso a paso. La noche tiene aroma de fracaso, tanto encanto en tinieblas sumergido; pero habrá de quedar restablecido, que el alba es un ayer que trae retraso. El crepúsculo nunca es amenaza, sino eslabón que día y noche enlaza; engendra sombras, mas con perspectiva. Si la penumbra sobre ti se cierne, no dejes que te ciña o te gobierne, que otra luz volverá radiante y viva.
Los Angeles, 7 de diciembre de 2000
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400 - Teléfono
¿Cómo besar la voz que de ti viene, -rumor, suspiro, arrullo-, y se derrama dentro de mí, y ofrece, y no reclama, voz que estremece, y a la vez sostiene? ¿Cómo lograr que sin cesar resuene, suave brisa meciéndose en la rama, o arroyo bullicioso, sin programa, sin directiva que su rumbo ordene? Voz presentida y a la vez sorpresa, voz que casi acaricia y casi besa, cuánto de ti me llega en esa voz. Cordón umbilical por donde fluye mi corazón, que hacia tu vida huye, por el que vienes hacia mí veloz.
Los Angeles, 8 de diciembre de 2000
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401 - Navidad
Luz y bullicio y voces de ciudad, paz y balidos de campiña oscura, qué atmosfera aquí idílica, tan pura, y allí qué tintes de frivolidad. Címbalos y arpas en la claridad de alas blancas batidas en la altura; sobre la tierra adusta hoy se inaugura nuevo reino de espiritualidad. No se anuncia primero al potentado, sino al hombre del hato y del arado, que más sabe de amor quien nada tiene. Y es el más indigente, el más pequeño quien entiende el mensaje navideño por cuanto es, no por cuanto le conviene.
Los Angeles, 18 de diciembre de 2000
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402 - Inexistencia
Se me derrumban de los labios besos que nunca pude dar, rosas ajadas de frescura perdida en madrugadas con frío descendiendo hasta los huesos. Entre los dedos languidecen presos roces que no alcanzaron las almohadas, caricias con afán de ser tatuadas, temblores ávidos de ser traviesos. Se me evaporan lágrimas amargas acumuladas en las noches largas de escaso gozo y alta soledad. Abdicaré de labios, manos y ojos, de la prisión de mi vivir cerrojos, y alcanzaré tal vez mi libertad.
Los Angeles, 19 de diciembre de 2000
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403 - En mí, sin ti
Aún sin cerrar los ojos, te reclamo en las tibias esquinas del recuerdo, donde el silencio augura que te pierdo, donde estallas en luces si te llamo. En ti, sombra de sueño, me derramo, y, aire tú, sólo el aire abrazo y muerdo; y este dolor en mi costado izquierdo subraya que te amé y cuánto aún te amo. Cómo flotas en mí, cómo navegas en este mar que soy, mas no sosiegas las turbulencias que el deseo agita. En mí, sin ti, te tengo y te carezco, creo dormir contigo, y amanezco con esta rebeldía que te grita.
Los Angeles, 22 de diciembre de 2000
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404 - Mujer de mis sueños
A los confines de mi sueño acudes, tan inminente a mí, tan intangible, que mi dulzura tórnase irascible viendo que llegas y a la vez me eludes. Sombra incorpórea, aún cuando te desnudes frente a mí, te conozco inaccesible; no encontrarás mi abrazo disponible por mucho que tu asalto reanudes. Vendrá el amanecer, y al despertarme, te desvanecerás, y he de olvidarme de la imagen que fue, sin haber sido. Pero si acaso fuiste, si aún hoy eres, si como en sueños juegas, burlas, hieres, verdadero también será mi olvido.
Los Angeles, 23 de diciembre de 2000
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405 - Dormiré
Los meses rodarán; cada estación caerá empujada fuera del camino por su perseguidora; peregrino desfallecido, arrojaré el bordón. Seco el deseo, ambigua la razón, paso inseguro, incierto del destino, desplomaré mi peso al pie de un pino, quizá invocando mi última oración. Mas no agonizaré, ni he de extinguirme; dejaré de vivir, mas sin morirme; y en apacible calma dormiré. Si una noche, tal vez, de luna llena, percibiera tu lágrima en la arena, para enjugártela despertaré.
Los Angeles, 25 de diciembre de 2000
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406 - Leyéndote
Tus palabras desnudan la figura encubierta en tus líneas, y te veo desnudo frente a mí cuando te leo, dejando descender mi vestidura. Tus palabras se tornan envoltura que se ciñe a mi cuerpo, y el deseo surge fiero y convierte en balbuceo el grito interno que la voz murmura. Quise rugir y me nació un suspiro, soñé con subyugarte, mas te admiro; oh, si fuera tu amada y poseída. Llegas a mí en dulzura y en violencia, aunque en palabras mudas. Tu presencia es mía sólo cuando estoy dormida.
Los Angeles, 30 de diciembre de 2000
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407 - Sobre tu libro
Sobre tu libro me quedé dormida, en mi sueño a tu cuerpo yuxtapuesta; pregunta era mi piel, tu eras respuesta, ambos conversación entretejida. Cuánto te hablé y me hablaste, desvestida de pudor, de recelo, de protesta, celebración de interminable fiesta soñada en vela, en sueños conseguida. No quise despertar, porque al leerte sólo te pienso, sin poder tenerte, y dormida te tengo en propiedad. Pero al fin regresé de mi quimera, y al no verte real, sólo quisiera cerrar los ojos a la realidad.
Los Angeles, 31 de diciembre de 2000
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408 - Mujer de otro
Las sombras del camino se entreabrazan, tejiendo en torno a mí maraña densa; y en tu castillo lúgubre, indefensa, enigmáticas fuerzas te amordazan. Libres mis manos en el aire trazan gestos de acometida y de defensa, sin avanzar el pie sobre la extensa llanura que los árboles disfrazan. Aislada estás de mí, como yo aislado de ti me encuentro, como tú asediado, tú en fortaleza, yo en el campo abierto. Pero he de superar cada estacada que obstruya el paso; y una madrugada he de raptarte a pecho descubierto.
Los Angeles, 31 de diciembre de 2000

Poemas

Más de prisa
En las llanuras del alma se me ha dormido la paz, y sobre potros salvajes cabalga mi tempestad. Al galope mis deseos a rienda suelta se van, y al paso los percherones que monta tu voluntad. Pica, mujer, las espuelas, que yo no puedo frenar.
Los Angeles, 2 de diciembre de 2000
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Disparidad
Te siembras en la noche y no germinas; tu surco, abandonado, sin abrirse a la reja del arado; desiertas, como el valle, las colinas. Estéril tierra que labrar quisiera, tornándola fecunda con esta irrigación de primavera que en ti pudiera penetrar profunda. Pero mi regadío no te llega, se me pierde en quebradas y vertientes, y yo tampoco arribaré a la siega, yermas, como tu surco, mis simientes. Oh qué disparidad inadecuada: Yo, labriego, de tierra careciendo, y tan lejos de aquí, languideciendo, tu tierra descuidada.
Los Angeles, 7 de diciembre de 2000
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Amanecer
Esa alborada que espero no me la niegues, amor; alborada a mí debida, que cada rayo de sol anuncia en tamborileo silencioso en tu balcón. Por la persiana entreabierta filtra la luz su rubor ignorando si el desnudo besado eres tú o soy yo. No sé si mi piel termina donde empieza tu temblor; percibo una doble entrega, y una doble sumisión, y como tal desconozco si hay sólo uno o somos dos. Este amanecer es mío, lo es esta celebración, mía has sido y eres mía, y me resisto al adiós.
Los Angeles, 18 de diciembre de 2000
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Ultima singladura
Quien joven muere, naufraga perdido en el mar abierto; quien más vive, se rezaga, y al fin fondea en el puerto. Yo llevo la mano firme en la rueda del timón; y cuando tenga que irme, lo haré sin lamentación. Porque he navegado mares, porque he soñado ilusiones, y he dado a los olivares el eco de mis canciones. Porque he besado a mujeres que han correspondido al beso; porque cumplí mis deberes, aunque nunca con exceso. Y por tantas noches claras, tantas radiantes auroras, juveniles algazaras, y aventuras seductoras. No sé si logré vivir cuanto pude haber vivido; pero sabré sonreir por tener lo que he tenido. Y cuando llegue el momento que a todos ha de llegar, llevaré a popa otro viento, y zarparé a otro lugar.
Los Angeles, 18 de diciembre de 2000
Diseño: Carmen Álvarez
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