Breverías
665
Robé tu mente al pronunciar tu nombre,
qué posesión mi júbilo proclama;
no hay propiedad mayor, ni aún cuando el hombre
se apropia de la piel sobre la cama.
666
Marcada estás, sobre la frente llevas
a golpe de cincel mis iniciales;
eres tan mía que no habrá otras nuevas
por mucho que lo intenten mis rivales.
667
Las rutas de tu cuerpo están abiertas,
y he de rondar por ellas vigilante,
arma al brazo, dejándolas desiertas;
sólo yo soy tu caballero andante.
668
Tus deseos, tropel en furia loca,
retocen de mis pies a mi cabeza,
y aférrense al vigor de mi firmeza,
que explotará en la sima de tu boca.
669
Llega la sequedad a la garganta,
fluyen de ti, de mí, jugos vitales;
león que ruge, o ruiseñor que canta,
no le dejes dormir en tus umbrales,
recíbele, mujer, si se adelanta.
670
Naces en mí cada día,
y ni envejeces ni mueres,
eres una y mil mujeres,
y en cada una eres la mía.
671
De regreso a tu entorno, ciudad de mi conquista,
te he encontrado cercada de murallas de olvido;
tal vez por haber sido con exceso optimista
el rastro de mi sangre y mis huellas se han perdido.
Que al perpetrar ausencia se deja el campo abierto,
a multitud de extraños contigo por destino;
y quien duerme, es lo mismo que si estuviera muerto,
despertando extranjero de vuelta en su camino.
672
Acéptame en tu isla, en ese encierro
al que en los días grises te retiras;
no es un refugio, es árido destierro
sin luz de sol, y en soledad de hierro;
tendrás radiante el día si me miras.
673
Tan ignorante soy que no poseo
saber de ti, ni técnica ni arte;
quiero aprenderte entera, porque creo
que sólo al conocerte podré amarte.
674
Se apagará la llama de la vela,
perderá sobre el mar su estela el barco,
sin rastro pasará el ave que vuela,
y no habrá huella de la flecha al arco.
Pero tú, que estuviste a nuestro lado
y al fin tuviste que partir un día,
has dejado en nosotros arraigado
el don de tu callada compañía.
675
La idea, aunque bella, es fría,
y el sentir es vehemente;
se hacen versos con la mente,
con el alma, poesía.
Sonetos
391 - Dependiente
¿De qué libertad hablas, si mantienes
servil mentalidad de mensajera
que transmite y no piensa, prisionera
que ni aún dominio de tu nombre tienes?
Nacida esclava, ni heredaste bienes,
ni has logrado adquirir algo que fuera
tuyo propio; hasta el nombre se te diera
sin ganarlo, y prestado lo retienes.
No hay en ti más riqueza que el deseo,
y su desbordamiento es el trofeo
que otro, no tú, recoge y enarbola.
Episodio en la piel del caminante,
amando siempre sin tener amante,
qué sola estás, mujer, sola, tan sola…
Los Angeles, 31 de octubre de 2000
392 - Moribunda
(A Angelita)
Es tan sólo una voz en la distancia,
sin mirada, sin piel y sin colores,
voz que apenas disfraza los dolores,
voz que se quiebra en triste disonancia.
Me has hablado y te hablé. Tu circunstancia
de angustia se revela en los temblores
que ajan la lozanía de tus flores,
sueños de juventud, juegos de infancia.
Qué azar desventurado, qué injusticia,
la oscuridad avanza su caricia,
y la luz enmascara sus reflejos.
Y no puedes saber en esta hora
si el resplandor final, la última aurora
te miran desde cerca o desde lejos.
Los Angeles, 8 de noviembre de 2000
393 - Mi sirena
Cubierta por mis aguas, sumergida
dentro de mí en palacio de cristal,
e instalada en la cámara nupcial,
fluctuante nereida, mi elegida.
Libre un día en la mar embravecida,
tan inmune a la edad como inmortal,
y hoy unida al cordón umbilical
con que te anudas a mi pobre vida.
En servidumbre ha entrado tu existencia
tras abjurar la fiera independencia
de tu idílico estado precedente.
Ahora, ya toda mía, tan humana,
efímera y gentil rosa temprana,
mortal serás, pero amorosamente.
Los Angeles, 9 de noviembre de 2000
394 - Angelita
(In memoriam)
En la noche llegó, sombra furtiva,
tras largo acecho en los alrededores,
pisoteando en el jardín las flores,
ladrón de vidas, muerte vengativa.
De insaciable avidez, tan posesiva
que con nadie comparte sus horrores,
ajena a los lamentos precursores
de su macabra y triste comitiva.
Silenciosa avanzó por el pasillo,
bajo el capuz siniestro un débil brillo
al fondo oscuro de la calavera.
Subió a su lecho, la absorbió el aliento,
y se apartó, exhalándolo en el viento,
y su alma ya no gime prisionera.
Los Angeles, 17 de noviembre de 2000
395 - Celos del mar
“El mar, el mar, el mar”, me repetía
con el alma en los labios, insistente,
derramada su voz sobre el rompiente
de mis oídos, pleamar bravía.
Ambos sobre la roca, en la bahía,
ceñidos por el viento, frente a frente
de un azul infinito tan presente
que olvidó y olvidé su lejanía.
Pensé que esa llanura movediza,
cuya incansable danza tanto hechiza,
entre los dos podría interponerse.
Oh, no le mires, que en cada ola ofrece
un suspiro de amor que me entristece
por ver mi amor en el azul perderse.
Los Angeles, 19 de noviembre de 2000
396 - En ti duerme
Tanto hay dentro de ti que desconoces:
Tonos vibrantes, pulsos temblorosos,
íntimos júbilos voluptuosos
hirviendo en casi imperceptibles roces.
Tal vez los ves y no los reconoces,
o quizá zigzaguean sigilosos
bajo la piel, o son tan misteriosos
que a ti hablan en silencio y a mí a voces.
Desenterraré en ti lo que está vivo,
lo taciturno tornaré festivo,
e irás de represión a libertad.
Y la idea, el sentir, la preferencia,
no seguirán hipócrita conciencia,
sino espontánea y firme voluntad.
Los Angeles, 20 de noviembre de 2000
397 - Esperanza
Fabricaré esperanza de esta espera
que a desesperación me ha provocado;
la espera es el presente no logrado,
la esperanza, el futuro que quisiera.
El hoy traba los pies, enredadera
obstructora del paso apenas dado;
y el mañana parece estar clavado,
sólo ayer fue una ráfaga ligera.
Deseos de arribar, alas de acero
que hacen del hombre libre prisionero,
siempre en camino, sin jamás llegar.
Pero el fulgor que lejos parpadea
estímulo será que le espolea
para intentar una vez más volar.
Los Angeles, 20 de noviembre de 2000
Poemas
Tu alma ausente
Mis nudillos se desangran
de tanto como golpeo
ininterrumpidamente
la puerta de tu silencio.
Quiero que me digas cómo
puedes sobrevivir dentro,
doblada sobre ti misma,
sellada a piedra y a hierro.
Ah, la soledad vacía
que colma todos tus huecos,
paraliza la palabra
y amordaza el sentimiento.
Estatua inmóvil, dormida
sobre el pedestal del tiempo,
que el desencanto ha impedido
revitalizar su cuerpo.
Presa en el mármol, tan fría,
tan callada, que enmudezco
yo mismo con la esperanza
del crujido del deshielo.
Llamando sigo a la puerta;
tú imperturbable, y yo tiemblo
de la frialdad que irradia
tu vida de alma en destierro.
Levantó la indiferencia
en torno a ti un mausoleo
que ni reconoce el nombre
de los sentimientos muertos.
Mi fe olvidó los milagros,
pero sin embargo espero
el soplo que resucita,
y las voces del regreso.
Los Angeles, 31 de octubre de 2000
A tu espalda
Mis manos se arremolinan
desde tu vientre a tus senos
al retrasarse tus pasos
en la frontera del sueño.
Tan callada, tan inmóvil,
tan voraz yo, tan inquieto.
Pecho adosado a tu espalda
con el corazón sin frenos
en carrera de latidos,
y tus latidos tan lentos
que no consigo dejar
sincronizados los ecos.
Suave llamada la mía,
no es voz clara, es balbuceo
de imperceptibles suspiros,
navegando en el aliento,
y enredados en la oscura
maraña de tu cabello.
No los oyes. En la niebla
de tu espacio soñoliento
se deshacen los sonidos,
pero responde tu cuerpo
a la insistente llamada,
cálida, del sexo erecto,
con incipientes temblores
de muslos semidespiertos,
cuatro columnas truncadas,
cuatro ríos paralelos.
Vuelves de la bruma, vuelves,
melodía de silencio
en cuerdas de arpa perdida,
recobrada entre mis dedos.
Los Angeles, 2 de noviembre de 2000
Incorporado
Tengo que perderlo todo
para encontrarme a mí mismo,
arrojando al mar el lastre
que me da un falso equilibrio,
y así, con el alma limpia,
podré renacer contigo.
Libre gaviota, has volado
sin haber establecido
ni huellas sobre la arena,
ni sobre el aire caminos.
Por ti no se hicieron leyes,
que la ley hace cautivos,
y si no aceptaste yugos,
al yugo también resisto.
Codo con codo avanzamos,
mismo paso, mismo ritmo,
dos mentes emancipadas,
dos corazones fundidos,
en ideas, exigentes,
en sentimientos, sumisos.
Haya ruta definida,
o intrincado laberinto,
haya aurora luminosa,
o crepúsculo sombrío,
irá mi mano en la tuya
y tus pies junto a los míos.
Los Angeles, 9 de noviembre de 2000
Mujer total
El aire se repliega cuando avanzas,
tan temeroso de rozar tu rostro;
las indecisas hojas amarillas
evaden tu contacto bajo el olmo;
los hombres al pasar son incapaces
de mantener sus ojos en tus ojos;
como si una aureola de inocencia
alzara obstáculos en tu contorno,
o ángeles, para ti sólo invisibles,
jinetes de unicornios,
cabalgaran severos a tu lado,
blandiendo alfanjes flameantes de oro.
Inasequible, etérea, misteriosa,
para los más; glacial para los otros…
No para mí, que supe tu corteza
atravesar, calándote hasta el fondo.
Y bajo la apariencia sosegada
de arpa y violín en soñoliento tono,
pude escuchar la furia de atabales
y de trombones en fragor sonoro.
Me proclamaste entre los elegidos,
privilegiados, y a la vez tan pocos,
que introduciéndose en tu santuario,
exploraron tus íntimos fiordos.
Qué borrasca sensual, qué hambre de sexo,
qué salvaje avidez llevas a bordo;
no imagen intangible, estatua inerte:
mujer total con la pasión del gozo.
Rompe conmigo moldes y barreras,
arrasa, exprime, absorbe, que respondo.
Los Angeles, 29 de noviembre de 2000