Poemas de amor, de soledad, de esperanza de
Francisco Álvarez Hidalgo
Otra brisa

Índice

Sonetos:
Senda circular Viejo fuego Alquiler Una noche Dos manos Duplicidad Otra brisa Alma ausente Oigo la voz Tu batalla (I) Tu victoria (II)
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Breverías

1137
Pensé que había gastado todo el amor que me dieron al nacer. Mas si muerto o agotado, almas hubo que le hicieron florecer.

1138
Alójense en mi espalda tus abrazos, mézclame en tu abundancia, desemboca tus aguas en mi lago, y a arañazos arranca el beso que me dio otra boca.

1139
Me han prohibido el amor quienes han visto tus pasos y los míos; no me dejan seguir este suicidio, y no persisto; quienes te amen a ti, que te protejan.

1140
Ni eligimos nacer, ni somos dueños de cómo, cuándo, dónde moriremos; decidimos dormir, pero los sueños se nos imponen, no los escogemos; ¿Y el amor? A pesar de los empeños en seguirle, adoptarle, le perdemos. Llega a nosotros por su pie, en su hora, parte, vuelve, nos deja, nos ignora.

Sonetos

942 - Senda circular
En evasión de soledad progreso, y es el sendero un círculo sellado; llego a la meta exhausto, macerado, pero no hay plenitud, sino regreso. Fin es principio, avance es retroceso, tan arduo caminar, tan prolongado, para encontrar de nuevo el despoblado del que intenté evadirme, en que estoy preso. Si el objetivo es punto de partida, si al arribar se impone otra salida sobre la misma ruta, ¿qué se alcanza? La soledad que erradicar intento es en la espalda un bloque de cemento en senda circular sin esperanza.
Los Angeles, 25 de noviembre de 2003
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943 - Viejo fuego
Hay un plantel de ortigas a tu puerta que el caminante toma por claveles; libros lujosos en tus anaqueles, de texto evaporado, tinta muerta. La calle donde vives se despierta a un tráfico incesante de pinceles que alteran tu fachada; tus laureles victorias pírricas de gloria incierta. Yo recorrí tu calle, entré en tu casa, pensé que en el hogar, sobre la brasa, podría renacer un viejo fuego. Si renació, tu daga de impostura le dio, sobre la cuna, sepultura; víctima fue de destructivo juego.
Los Angeles, 25 de noviembre de 2003
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944 - Alquiler
Sobre su corazón la oferta escrita: “Se alquila este local”. Y hubo cortejos de inquilinos probables; desde lejos los vi venir, partir... Nadie lo habita. Nadie en ese tropel cosmopolita ve su perfil aislado en los espejos, hay demasiado ruido en los festejos, aceptable tal vez si de visita. Yo entré, quedé, salí...La algarabía me provocó más duelo que alegría, más intranquilidad que placidez. Y aún hoy en la distancia me pregunto por qué me acerqué allí, y hasta qué punto hipotequé mi orgullo y mi honradez.
Los Angeles, 26 de noviembre de 2003
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945 - Una noche
Una noche tan sólo en tu cabeza rastreando recuerdos e intenciones para extinguir mis propias confusiones, aunque al fin me asesine la certeza. Una noche en tus venas, donde empieza trémulo el pulso de tus emociones, y navegarte en tantas direcciones, desde la hilaridad a la tristeza. Una noche en tu piel, cálida y suave, donde ninguna puerta tenga llave, a plena luz y plena voluntad. Una noche, una sola noche quiero, porque al amanecer, si no me muero, nos perteneceremos de verdad.
Los Angeles, 26 de noviembre de 2003
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946 - Dos manos
Tienes sólo dos manos, y parecen, sobre mi piel, gavillas de a cuarenta; a su contacto un arsenal revienta de múltiples caricias que estremecen. Creí verlas dormir; no se adormecen, siguen su ritmo en consonancia lenta; donde su habilidad se sedimenta, nervios gritan, rumores enmudecen. Trastorne tu contacto mi sentido, en lo ingenuo, lo ardiente, lo prohibido, en reconocimientos sin fronteras. Multiplicadas van, ya dos legiones, manadas de corderos y leones, laboriosas, perennes viajeras.
Los Angeles, 27 de noviembre de 2003
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947 - Duplicidad
Agrio aroma de sangre derramada, de crueldad tenaz, indiferente, de ella emanaba; su alma, tan ausente, parecía del cuerpo desgajada. El beso era en su boca dentellada encubierta tras máscara inocente, la palabra era hueca voz que miente, y la mano en el hombro, puñalada. Caminó por la vida de puntillas, tal vez entreteniendo pesadillas de ser al fin un día descubierta. Pero siguió en la cresta de la ola, con su gentío en torno y su aureola, tan poblada de amor..., y tan desierta.
Los Angeles, 27 de noviembre de 2003
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948 - Otra brisa
“No volverá a pasar”. Manso lamento en susurro de inmóvil arboleda; la brisa fugitiva ya no enreda en las ramas su abrazo soñoliento. No hay voces, ni ecos; si el oído atento procura penetrar cada vereda, sólo un silencio diáfano, de seda, sin responder responde. Desaliento. Mudo clamor, efigie transparente, resuena en las esquinas de la mente, ciega el ámbito inerte del recuerdo. “Habrá otra ráfaga, vendrá otra brisa”. Amanece en mis labios la sonrisa, y entre los quietos árboles me pierdo.
Los Angeles, 28 de noviembre de 2003
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949 - Alma ausente
Dentro de ti habité, viendo las cosas a través de tus ojos; los rumores entraban en mi oído, los temblores eran entre mis dedos mariposas. En tu piel se agolpaban silenciosas las sensaciones, como borradores; yo era el original, ya sin errores, percibiéndolas puras, luminosas. En tu alma ausente, muerta ya o perdida, no palpitaba el pulso de la vida, sólo por mí sentías y pensabas. Y ahora que yo me voy, tus emociones volverán a lo que eran, sensaciones que sólo en la corteza almacenabas.
Los Angeles, 28 de noviembre de 2003
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950 - Oigo la voz
Oigo la voz que a mis espaldas canta y tantas veces me negué a escuchar; voz con aire de sierra, olor de mar, que puede atar un nudo en la garganta. Voz sin rostro, sin forma, que adelanta primaveras sin tiempo ni lugar, que viene hipnótica a desenredar madejas de tristeza, y las quebranta. Escuché tantas voces anodinas, rebotándome su eco entre las ruinas de mi ayer, que no pude escuchar ésta. O no quise tal vez. Pérdida mía, que el alma, sorda, se quedó vacía. Hoy, al oírla, el mundo es una fiesta.
Los Angeles, 29 de noviembre de 2003
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951 - Tu batalla (I)
No has perdido la guerra, ni siquiera perdiste una batalla, todavía la estás desarrollando, día a día, y sin derrota, ¿qué te desespera? En tu muralla aún flota la bandera, ni cunde deserción ni hay cobardía; si a lo lejos ulula la jauría del absurdo temor, déjala fuera. Si el corazón te juega guerra sucia, que despierte el cerebro, y con su astucia equilibre la lid, asuma el mando. Se libran las batallas frente a frente, mas se pierden o ganan en la mente, sin obstar el vigor del otro bando.
Los Angeles, 29 de noviembre de 2003
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952 - Tu victoria (II)
Se alza un arco triunfal en tu futuro, y bajo él pasarás, melena al viento; detrás, el ataúd del desaliento, delante, el gozo en su fulgor más puro. Libre serás, ya derribado el muro limitador de dignidad e intento, enmudecido quedará el lamento, y tu pulso más rítmico y seguro. Deja correr del párpado a la arcilla la lágrima que hoy surca tu mejilla, el llanto puede ser liberador. Pero abre tus pulmones a la brisa, en ella sobrevuela la sonrisa que tu rostro abrirá como una flor.
Los Angeles, 29 de noviembre de 2003
Diseño: Carmen Álvarez
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