Breverías
1152
Tener tanto que dar, y no hallar mano
limpia, extendida que aceptarlo quiera;
alma que trabajó la sementera,
recoge la cosecha en el verano,
y en larga espera quedará el granero
de alguien que venga a reclamar el trigo.
¿No hay hambre en esta tierra? ¿No hay mendigo?
¿Deben las perlas ir al basurero?
1153
Ay, sabor agridulce del encuentro,
que eleva y hunde, colma y empobrece;
¿cómo podré, teniéndote tan dentro,
ver partir lo que así me pertenece?
1154
Llámale, que vendrá; dile, insistente:
“Ven, amor, que mi campo desolado,
espera al sembrador tras el arado,
y el surco abierto anhela la simiente”.
Vendrá, vendrá por fin si se le invoca
una vez y otra vez; no se extravía
la voz por los oteros; llega un día
devuelta en otros labios a tu boca.
1155
Hay palabras ancladas en tus labios,
bajeles sin poder hacerse al mar;
puede el callar, a veces, ser de sabios,
mas también es de amantes desahogar.
1156
Ojos de verde mar..., hay tantos mares
en juego indiferente de mareas,
tanto marino huyendo entre cantares
de sus propias absurdas odiseas,
tantos remotos, verdes olivares,
y en las verdes colinas, las aldeas...
Ojos de mar, prefiero esa mirada
a mar y a valle, a cerro y a alborada.
Sonetos
989 - Despedida
Pálida la palabra se rezaga
con olor a partida sin regreso;
un intento de hablar, un retroceso,
llama que ya se enciende, ya se apaga.
Es el adios irrevocable daga
hendida en la mejilla, como el beso
de quien entrega al Justo, y queda preso
de sus acciones, y al final las paga.
No sé cómo decírtelo; he venido
en sequedad de espíritu vencido,
con temor de algún día lamentarlo.
Llueve hoy en mí, y tal vez en ti mañana,
lluvia que nos separa y nos hermana,
y tan difícil hace articularlo.
Los Angeles, 18 de diciembre de 2003
990 - Quietud
Enmudece el reloj del campanario,
y mi propio reloj se inmoviliza;
el tronco, antes en llamas, ya es ceniza,
luz, sombra, luz, en devenir diario.
En el sendero, el viento solitario
se ha detenido ya, no se desliza;
en el bosque, cada hoja movediza
encuentra su temblor innecesario.
Ni una estrella en la noche parpadea,
el mar ha detenido la marea,
todo está inmóvil, todo satisfecho.
Quietud extática en el aposento,
sosiego al exterior, y en tal momento,
tú junto a mí, desnuda, sobre el lecho.
Los Angeles, 18 de diciembre de 2003
991 - Un día
Al despertarse un día la alborada,
tal vez se niegue al rutinario juego
de envejecer, ocaso, noche, y luego
alba otra vez. En tan azul jornada,
caeré sobre tu plaza amurallada
como tropel de arcángeles de fuego,
y quedarás, bajo tu propio ruego,
tomada por asalto y saqueada.
En libre abdicación de resistencia,
sucumbirás, sin miedo, sin violencia,
a pesar del asalto y del saqueo.
Un día sólo, denso, interminable,
muerto el tiempo, y en lazo irrevocable,
dueña de mí a la vez que te poseo.
Los Angeles, 19 de diciembre de 2003
992 - Voz distante
Era una voz distante, pero intensa,
con un trasfondo de aves tropicales;
al oírla, temblaron los cristales
que en mi alma forman la única defensa.
El intelecto, atónito, la piensa
blanca nube envolvente en espirales,
el corazón le instala pedestales,
el instinto le ofrece recompensa.
Ayer sonó de nuevo, como un viento
leve, aromatico, que soñoliento
acaricia las copas de los pinos.
Tan lejos y a la vez tan adyacente,
sugirió, y acepté resueltamente,
próxima confluencia de caminos.
Los Angeles, 20 de diciembre de 2003
993 - Frente a mí
Estás como a otro lado de la mesa,
a una cierta distancia, defensiva,
la mirada, ya recta, ya evasiva,
la mano, incierta, entre las mías presa.
Te absorben más mis ojos, se atraviesa
mejor cada palabra, mas reaviva
la idea de que yace en ti cautiva
honda inseguridad que no se expresa.
Frente a mí eres belleza que se admira,
mente sonámbula que no conspira,
brazos inmóviles, y labios secos.
Ven a mí en osadía irreverente,
y en cuerpo y alma, mutua, sensualmente,
inundemos de amor todos los huecos.
Los Angeles, 21 de diciembre de 2003
994 - Adversidad
Rueda la adversidad, siempre parece
que el viento, hostigador, nos da en la cara,
que en el agua del río, rauda y clara,
nadar contra corriente prevalece.
Pero la adversidad nos fortalece
tanto como la mente nos prepara;
es menor el dolor que nos dispara,
que el miedo del dolor que aún no acaece.
Tal vez te encuentres solo cuando arriba
la desgracia a la puerta; todo estriba
en si vigila o duerme cada amigo.
El que lo es de verdad vendrá a asomarse
a tu ventana, y pedirá quedarse
mientras la desventura esté contigo.
Los Angeles, 21 de diciembre de 2003
995 - Y sin embargo
Es demasiado el precio que pagamos
por el furor rodando en nuestras venas
que nos trueca en fantasmas en cadenas,
es demasiado, y sin embargo, amamos.
Damos el bosque a cambio de unos ramos,
el mar por hipotéticas sirenas,
se aporta gozo y se recaudan penas,
por toneladas recibimos gramos.
Hay quienes no lo ven, quienes lo vemos,
pocos que ganan, muchos que perdemos,
quien se retira, quienes continúan.
Y siempre hay esperanza, sin embargo;
no obstante que en ambiente tan amargo
las noches del dolor se perpetúan.
Los Angeles, 23 de diciembre de 2003
996 - Oquedad
“El olvido llega al corazón como a los
ojos el sueño”. (Alfred de Musset)
Se me va ennegreciendo la memoria,
diluyéndose en tibias soledades
tenues luces, perfiles de verdades,
formas inciertas, abatida euforia.
No reconozco línea divisoria
entre olvido y recuerdo; ambas mitades
se amalgaman, y sus disparidades
son agua y vino en mezcla aleatoria.
Tal vez al consumarse este proceso
recele la existencia de tal beso,
tales palabras, tal dedicación.
Un retoño de gris escepticismo
emergerá en el fondo de mí mismo
de la raíz de la desilusión.
Los Angeles, 23 de diciembre de 2003
997 - Mi cementerio
“Cada cual lleva en el fondo de sí mismo
un pequeño cementerio de los que ha amado.” (Romain Rolland)
Sembrada está de cruces mi parcela,
de túmulos en mármol y granito,
entre lo temporal y lo infinito,
entre ayer y mañana, centinela.
Por cada nombre amado arde una vela,
a cada vela hay un clavel adscrito,
y por cada alma que besé repito
leve suspiro que en el aire vuela.
Aunque muertos a mí, viven conmigo;
no sé si es galardón o si es castigo
esta fiel permanencia en la memoria.
Para uno seré amor, para otro olvido,
otro me evocará con un rugido;
todos son para mí dolor y gloria.
Los Angeles, 23 de diciembre de 2003
998 - Vivos muertos
Morir es quedar solo en la meseta,
secos los ríos, el pinar quemado,
quieta la brisa, el cielo anubarrado,
sin recordar historia o tener meta.
Tal vez la senda rodará incompleta,
inhalará el pulmón aire filtrado,
latirá el corazón acompasado,
y la mirada observará discreta.
Mas si tales externas sensaciones
se han desnudado de las emociones
que dan vida a la vida bajo piel,
habrá un espantapájaros dormido
en soledad, un gladiador vencido,
una silueta, un alma de papel.
Los Angeles, 26 de diciembre de 2003
999 - Ánfora
No me enriquecen sólo tus ideas,
tus ojos y tus labios me enriquecen;
son aquéllas que a veces prevalecen,
y en éstos otras veces clamoreas.
Tú eres ambos, me invades, me moldeas,
alfarera del alma; languidecen
mis tendencias polígamas, florecen
primaveras en mí que tú verdeas.
Ánfora por tus manos modelada,
llena de ambos. Qué ofrenda ambicionada
por los dioses del trueno y de la flecha.
Mas nadie la obtendrá, por haber sido
mi barro, tu labor, su contenido...
Sólo para los dos ha sido hecha.
Los Angeles, 26 de diciembre de 2003
1000 - Año nuevo
Elige los colores, desmadeja
los hilos varios que el tapiz precisa;
diciembre está muriendo, date prisa,
que ya su entrada el nuevo año festeja.
Se evade al filo de la nochevieja,
como polvo arrastrado por la brisa,
cada imagen, ya oscura o imprecisa,
que el viejo año bordó, de gozo a queja.
Tu estrella está en el hueco de tu mano
como la espiga oculta está en el grano;
teje cada esperanza en el tapiz.
Le irás urdiendo en firme, día a día,
con tonos de ilusión y de alegría...
Para ti, Feliz Año. Sé feliz.
Los Angeles, 31 de diciembre de 2003