Poemas de amor, de soledad, de esperanza de
Francisco Álvarez Hidalgo
Etapas

Índice

Sonetos:
Galeón de oro Cuestión de libertad Tal cual eres Amante el mar Tú, mi sendero Sin premura
Poemas:
Los pasos del olvido Sin haberme mirado
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Breverías

2495
Nos gobiernan cerebros de piratas, injusticia y saqueo sus funciones, sordos al pueblo que en miseria clama. Ah, la imbécil carrera de las ratas, galopando en confusas direcciones, sólo su alcantarilla en su programa.

2496
Te cubriré de siglos, y encerrada quedarás, como un ave, alas tendidas, inmóvil, en un cubo de cristal, sin desgastarte el tiempo, en la dorada quietud de las nereidas, hoy dormidas en plena desnudez primaveral. Tan bella eternidad, poder amarte en tu perenne, mágica belleza, mas también con la agónica certeza de no poder tocarte.

2497
Anatómica niebla en que me adentro, mujer que me posees, mas no te haces asequible a mi mente ni a mi tacto. Toda a mi alrededor, y no te encuentro, imagen de propósitos audaces, mas etérea y distante, rasgo abstracto. Quiero acceder a tu alma, a tu sentido, absorberte, no ya ser poseído.

2498
Ah, tu íntima esbeltez. Tienes ojivas, y columnas, y cúpula, y vidrieras en que se hace la luz multicolor. Alma de catedral, guardas cautivas reliquias de otro amor que aún hoy veneras, y yo aspirando a ser el sucesor.

2499
Nadie la toca o canta, mas oigo una canción, en esta aurora templada de septiembre, que me hechiza. Su tono mudo crece, se agiganta, me envuelve en su abundancia, me devora, y al mismo tiempo me revitaliza. También llega, exclusiva, tu figura, que nadie, sino yo, ve y poetiza.

Sonetos

2658 - Galeón de oro
Voy por mi mar de ensueño, pero exploro tierras desconocidas. Mi estandarte no ondea sobre alcázar ni baluarte que se me haya rendido. Por decoro. Ven sin tardar. Mi galeón de oro, a punto de partir, sabrá esperarte. Quien viaja conmigo, me comparte, pero ni insisto, ni tampoco imploro. El viento es favorable, y va curvando las blancas velas. A mi voz de mando zarparemos. A bordo, pues, mujer. Mi nave, en inquietud, se balancea. Soltamos las amarras. Alborea dentro de mí. Me siento estremecer.
Los Angeles, 10 de junio de 2011
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2659 - Cuestión de libertad
Son las noches más largas que los días cuando se tuvo amor y se ha perdido, como la voz callada del olvido ensordece remotas alegrías. Y sin embargo, hay luz, y melodías, y el impulso voraz de la libido, que provocan espíritu y sentido a la obtención de nuevas compañías. No hay sólo una vereda, o una rosa, o una estrella en la noche luminosa, como no hay sólo un tren, o una ciudad. Mas la vida, que es una, es toda nuestra. Somos, si la desgracia nos secuestra, dueños de nuestra propia libertad.
Los Angeles, 10 de junio de 2011
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2660 - Tal cual eres
Sonriendo desnuda eres más bella; toda entera de luz, sin conjeturas. Al verte por la calle, vas a oscuras, brotando una pregunta en cada huella. No me importa la alondra, ni la estrella, ni el reclamo de tantas criaturas ocultas en sus propias vestiduras; ni a desprecio me incitan ni a querella. Pero tú eres la forma que no admite decorado, ni juego al escondite de telas, y colores, y antesalas. Tal cual eres, colmándome la vista tu figura más fiel, más realista, piel y sonrisa tus mejores galas.
Los Angeles, 14 de junio de 2011
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2661 - Amante el mar
Se adormece el silencio. La colina va perdiendo la luz. Tú, en el ocaso, renaces sobre el mar, como un pegaso cabalgando las aguas, pura ondina. Sobre la superficie cristalina, entre ola y ola de espumoso raso, qué integral es su abrazo, y qué fracaso si el mío a otro interés se subordina. Sal de ese mar que se declara tuyo. Si él te posee, yo me disminuyo, y sólo serás mía en tierra firme. Oh, qué tarde fatídica, tan lenta. Amante el mar te arropa y me atormenta, y no sé si quedarme o despedirme.
Los Angeles, 14 de junio de 2011
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2662 - Tú, mi sendero
Transitable te has hecho, mi sendero, por mí y para mí abierto, en exclusiva. Cada huella que imprimo en ti, motiva un paso más, perenne, si ligero. No te comparto. Vaya el forastero por otros feudos y opte a perspectiva que no injiera en la mía; vague o viva lejos de mi quehacer, de mi lindero. Sobre mi plantación trazado fuiste, y sobre ti camino, alegre o triste, que a través de mis pies al alma llegas. Tú imprimes también huellas en mí mismo. Y en este íntimo, mutuo dinamismo, somos adjuntas almas andariegas.
Los Angeles, 15 de junio de 2011
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2663 - Sin premura
La prisa del vivir me desconcierta. Pasé la etapa del galope, el fiero ciclo de las urgencias, el ligero hola y adiós de cada tibia oferta. Cuando la madrugada me despierta, descúbrate a mi lado, y si el jilguero se despide del día en el otero, puebles mi noche, sin tu piel, desierta. Intercepta el progreso de las horas, y hazte perpetuidad. Que en mis auroras me acompañes, y en mis atardeceres. Sin premura o zozobra, con la calma de quien lo tiene todo en cuerpo y alma, y es feliz prolongando los placeres.
Los Angeles, 15 de junio de 2011

Poemas

Los pasos del olvido
Resuenan a mi espalda, intermitentes, los pasos del olvido. Son una sombra más, inseparable, enredada a mis pies. No son aullidos sacudiendo la tarde silenciosa, ni ultrajes dichos al pasar, ni gritos. No resuenan violentos, mas bien amortiguados, clandestinos; no de insultos clavándose en el pecho, sino de golpes en la espalda, al ritmo de mis propias pisadas, como si alguien me siguiera de cerca en el camino. No se amortiguan por las zonas claras, farolas en la calle, pasadizos frente a viviendas bien iluminadas, o al cortar por los ruidos de los bares abiertos; ni avivan su rumor por los más íntimos lugares de la noche, donde se funden los amantes tímidos. Llevan el firme tono inexorable de la misión tenaz, del veredicto. Nadie los oye, sino yo. Parecen ir al mismo compás de mis latidos. Tal vez hay cierta afinidad entre ellos, aparte de ese traqueteo cíclico. Los escucho en la noche, y a la aurora, en pleno día y al ocaso tibio; me siento perseguido, aprisionado. Tienen la persistencia del martillo sobre el yunque del tiempo, que no consigue bloquear mi oído. Me siguen sus pisadas, me castigan sus ruidos. Cuando canta el amor, llueve armonía bajo el cielo azulado, cristalino. Cuando calla el amor, se hace el silencio, tan alucinador, tan expresivo. Cuando el amor se esconde o nos deserta, nos hostigan los pasos del olvido. Nuevos Orestes somos, que las Furias persiguen inclementes a un exilio de sombras de recuerdos, sufriendo, aunque sin crimen, el castigo.
Los Angeles, 13 de junio de 2011
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Sin haberme mirado
Te vi, te contemplé, casi eras mía, sin haberme mirado. Hay tantas formas de anudarse, ajenas a la celebración del primer tacto… Las alcobas conectan mutuamente por medio de hilos invisibles, mágicos, que pocos saben percibir, y llevan intrigas de unos y otros, arrebatos, percepciones, conceptos, ya en primor exquisito o a disparos. Somos arcángeles de fuego en marcha, con la ofrenda en las manos, o la súplica extática en los ojos, a golpes de relámpagos. Todos somos iguales, por las mismas espuelas acuciados, análogos estímulos, idénticos obstáculos. Antes te conocí de conocerte, como si en mí estuvieras, con el fausto de la princesa egipcia, o la serena desnudez del álamo. Dormí en tu lecho sin que lo advirtieras, te hice el amor, oh, férvido naufragio, tú, mi mar, yo hasta el fondo, mas sin saberlo tú, desvinculados. Tal vez un día me verás, y al punto se te encienda una luz, despierte un canto, surja un temblor radiante en tus entrañas, y me tiendas la mano. Me reconocerás, sin conocerme, porque nos hemos visto, sin mirarnos.
Los Angeles, 13 de junio de 2011
Diseño: Carmen Álvarez
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