Poemas de amor, de soledad, de esperanza de
Francisco Álvarez Hidalgo
Sirena

Índice

Sonetos:
Sirena (I) Sirena (II) Sirena (III) Sirena (IV) Sirena (V) Sirena (VI) Sirena (VII) Sirena (VIII)
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Breverías

2626
Sola en el duro banco de la plaza, y tal vez desolada, te rodean docenas de palomas que zurean en la tarde otoñal. Cada una traza su propia línea, círculo, revuelo, que no ves, abstraída en ese maremágnum de la vida, por donde vaga el alma en desconsuelo. Dentro de ti llevas el mundo, y nada cautiva tu mirada.

2627
Sobre el césped se arrullan los amantes, vino rojo en las venas, ascuas de oro en las manos, la piel efervescente, y las cinturas ramas cimbreantes. Pero el paisaje es mustio e incoloro, nada, sino ellos mismos, transcendente.

2628
Sumido en los recuerdos, el anciano, camina a paso tímido, inseguro, a cada escena de su entorno ajeno. Ni el roble, ni el nogal, ni el avellano, estirando sus crestas sobre el muro, ni el jardín, aromático, sereno, provocan su interés. Va ensimismado, en la plaza de todos expatriado.

2629
Sobre el banco de piedra, el desvalido duerme y sueña. No el mundo de colores que hemos, tan a menudo, recorrido en busca de esplendor, laurel, o amores. Su sueño es de más básicas urgencias, del hogar que perdió, que nunca olvida, del pan que no le llega, las dolencias de alma y cuerpo, la vida que no es vida. La plaza es música, trajín, bullicio, pero nada en su propio beneficio.

2630
Juegan los niños, ríen, cantan, gritan, bandadas de palomas se alborotan; las mamás, sonrientes, no limitan su actividad. Ellos jamás se agotan. La plaza es su dominio, su palestra. Años felices son, como lo han sido quienes bajo una estrella más siniestra quisieran hoy, tal vez, no haber nacido.

Sonetos

2850 - Sirena (I)
Naufragó. Y en su mar, el marinero se oscureció en profunda sepultura. Su muerte (¿no son todas?) prematura tiñó el agua de luto, y el hondero de los dioses lanzó un nuevo lucero al denso techo de la noche oscura. Braceaba en las olas la figura del mascarón de proa del velero, libre ya, melancólica sirena, que en la desolación de un alma en pena busca en la costa faro o atalaya. Surgió la luz lejana, amortecida, y como una ola más, casi sin vida, se desplomó en la arena de la playa.
Los Angeles, 20 de diciembre de 2011
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2851 - Sirena (II)
Sirena y marinero, en travesía perenne sobre el mar, habían sido casi amantes, sin voz y sin libido, más interdependientes cada día. Ella en el tajamar, la lejanía su punto de reclamo, y el bramido del viento en el cordaje retorcido audaz proposición de rebeldía, sistemáticamente repudiada. Inabordable, inmóvil, entregada sin saberlo ella misma, al navegante. Y él, inconsciente de ello, enamorado de quien pudo haber sido en el pasado destructora fatal de cada amante.
Los Angeles, 20 de diciembre de 2011
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2852 - Sirena (III)
En el naufragio, su alma de madera se espiritualizó; razona y siente con músculo y fervor de adolescente, y con diafanidad de cristalera. Sobre la playa, exhausta, forastera a este su nuevo mundo, al sol yacente, es percepción de arcángel inocente que de su nube en un traspiés cayera. Mas se levantará, cuando despierte de su fatiga al borde de la muerte, tras tanto tiempo al borde de la vida. Y en sus pupilas brillará la llama de la estrella distante que proclama sus deseos en luz estremecida.
Los Angeles, 21 de diciembre de 2011
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2853 - Sirena (IV)
Abre los ojos ya, que el sol declina, se ha sosegado el mar, y en ti, sirena, la vida en plenitud se desmelena con la noche a la vuelta de la esquina. Un nuevo ojo en el cielo se ilumina, guiño hacia ti en dulzura de colmena que no logra enturbiar la luna llena ni en su entorno espectral ni en tu retina. Desde lo alto contempla el navegante tu nueva forma, humana, palpitante, y es aserción de amor su parpadeo. Duda, al verte intangible seductora, si enaltecer o maldecir la hora en que te conoció sin galanteo.
Los Angeles, 21 de diciembre de 2011
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2854 - Sirena (V)
La sirena, nos dicen, sólo canta, y ríe, y manipula, mas no llora; habla de amor, mas nunca se enamora, y siempre, al fin, su embrujo desencanta. ¿Por qué, entonces, el nudo en la garganta, la angustia pertinaz que te devora, la intermitente lágrima que aflora y en tormenta de llanto se agiganta? Acumulas en ti tanto de humano que el mito se quedó en segundo plano, mujer, si en madurez, recién nacida. Tu amante fue real, ya sólo idea, por eso hoy mismo sobre ti alborea nueva etapa de eterna despedida.
Los Angeles, 21 de diciembre de 2011
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2855 - Sirena (VI)
Regresarás al mar, escapatoria de un mundo que no es tuyo, en seguimiento de esa mínima luz del firmamento que sabe hablarte de común historia; porque, en el fondo, amor sólo es memoria de cuanto dos construyen, del aliento que ambos mezclan, del júbilo, el lamento, generados por pérdida o victoria. Sobre tu espalda nadarás, alerta al sucinto mensaje que a la puerta de la noche el crepúsculo te enciende. Y si lloras, tal vez, por añoranza, recuerda ese mensaje en lontananza que nadie, sino tú, capta y entiende.
Los Angeles, 22 de diciembre de 2011
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2856 - Sirena (VII)
En la playa o el mar, pero contigo. Tendido junto a ti, la curvatura de tu cola en perenne travesura frotándome los muslos. Me prodigo sobre tus firmes senos, y persigo rigidez de pezones. Tu estatura sólo se mide horizontal, figura a medias de mujer, hasta el ombligo. Pero qué espléndida mitad, cautiva cerebro y sexo por igual, lasciva y sensible a la vez, sirena de oro. Te pienso casi mía, miel y vino, y en este sueño absurdo en que me obstino, cuanto más me devoras, más te imploro.
Los Angeles, 22 de diciembre de 2011
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2857 - Sirena (VIII)
No quiero soñar más, que me hace daño. Tu destino es de mar, yo soy de tierra. Y aunque mi cuerpo a tu mitad se aferra, mi corazón se reconoce extraño. Contra mi propio proceder me ensaño, por llamar a portal que se me cierra. ¿De qué me sirve combatir en guerra perdida de antemano al desengaño? Sigue tu estrella, aunque jamás la apreses, si te llama su luz. Que los reveses no detengan tu marcha: Es el camino lo que debe incumbirte, no la meta, mientras brille ese rayo que te reta, ya sea deslumbrante o mortecino.
Los Angeles, 22 de diciembre de 2011
Diseño: Carmen Álvarez
Poemas © Francisco Álvarez Hidalgo, Familia Álvarez, 1997-2014. Todos derechos reservados.