Poemas de amor, de soledad, de esperanza de
Francisco Álvarez Hidalgo
Impulsos y distancias

Índice

Sonetos:
Sola Aún espero Tú eres el mar Sauce y ciprés Sólo en la noche Nochevieja
Poemas:
Preguntas Verónica Hija muerta Tan cerca y tan lejos Sueño surrealista Junto al fuego Sólo el presente Acurrucada
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Breverías

99
Impetu varonil que se desploma como ola quebrantada por la roca, te ha de cubrir, y aspirarás su aroma derramándose en flor sobre tu boca.

100
Me acercaré a tu espalda con ternura Reclinando en el hombro mi barbilla, rozaré suavemente tu mejilla, y anudarán mis brazos tu cintura.

101
El alma está en el cuerpo aprisionada; ¿cómo he de conseguir allí besarte? Si estás tan firmemente amurallada, sólo podré si logro penetrarte.

102
Declaración de guerra has recibido, y han sido tus defensas abatidas; te invadiré, con mi estandarte erguido, mi lanza en ristre y mi corcel sin bridas.

103
Te duermes cada noche en mi regazo, y al sentir tu calor, te sueño mío; semidormida, extiendo a tí mi brazo, y, al no encontrarte allí, me invade el frío.

104
En la noche, mi amor quiere que acudas, noche oscura sin tí, noche callada; vienes a mí en el sueño y te desnudas, y despierto abrazado a mi almohada.

105
En mí no has de encontrar una mirada, ni tampoco hallarás una sonrisa, y una caricia te será negada. Ambiciosa te quiero, e insumisa, exige todo o no te daré nada.

106
Me esperabas con alma descubierta, y el alma entera con pasión te dí. Me entreabriste tu más secreta puerta, y mi puerta secreta yo te abrí. Mi vida estaba estéril y desierta, y entraste en ella cuando entré yo en tí. Y sólo quiero al verme en tu mirada, tenerte para siempre penetrada.

107
Se deslizan las nubes silenciosas pariendo nuevas formas a su paso; y así voy yo, arrastrando hacia el ocaso las auroras un tiempo luminosas en mutación del éxito al fracaso. Apareció ante mí radiante un día e imperceptiblemente fue cambiando, surgiendo, sin saber cómo ni cuándo, de la sonrisa que antes me ofrecía, la mueca del amor agonizando.

108
Desprendiose la rosa uno por uno de los húmedos pétalos abiertos, y desnuda quedó. Viola el lirio y abrió su blanca copa, ofreciendo el estambre endurecido, y la rosa aceptó.

109
Siento el feroz impulso de arrancarte el vestido y lanzar mis instintos sobre tu cuerpo entero... Pero hoy he de llevarte, susurrando en tu oído, cogidos de la mano, por el viejo sendero...

110
Me he acostumbrado a ti, y en mí has crecido, cubriéndome implacable como hiedra; mas cuando hoy vi que no habías venido, de tí desnudo me sentí, y hundido, como en el agua azul se hunde la piedra.

111
Llévame en tí en tu caminar constante, en el alma, en la mente o de la mano; envuélveme en tu abrazo, sé mi amante, sin tí todo lo pierdo, en ti lo gano.

112
Tus palabras penetran el recinto donde otras voces no se aventuraron, y acarician las carnes del instinto, e iluminan lo que otros apagaron.

113
Es invierno en tu ausencia, y se despliega la nieve, blanca y fría, en un sudario, amortajando el alma, que se niega a completar sin tí el itinerario.

114
Presiento la tristeza entre tus dedos al roce de tu mano en mi mejilla... ¡Qué oscuras son las cuevas de tus miedos, qué luz tan pálida en tus ojos brilla!

115
Se arrastran los rumores de la noche callada, entre besos furtivos y promesas de amores; y la luna refleja la profunda mirada de una mujer lejana con alma apasionada soñando un estallido de luz y de colores.

116
En cada nube veo tu figura, surcando el cielo azul, como una nave; y yo quisiera transformarme en ave para adentrarme en tu íntima espesura, y en tí acunarme en balanceo suave.

117
De mi ribera a tu ribera, un puente cruza a zancadas sobre el agua clara; fluye y llora en sus ojos la corriente, como lloran los ojos de tu cara; avanza el corazón, duda la mente, y a la vez que nos une, nos separa. Mas yo lo habré de atravesar un día, y tu ribera habrá de ser la mía.

118
Veo tus ojos en el parabrisas, y en la copa en que bebo mi licor; los veo en la mirada y las sonrisas, y en las manos de mi interlocutor; y en los pliegues de blusas y camisas, y en la luna, en el árbol y en la flor; dondequiera que miro, allí los veo, y más me miran cuanto más te leo.

119
Tiéndete junto a mí sobre la arena, y deja al mar acariciar tus pies; vendrá el aire, agitando su melena, sobre la acacia, el olmo y el ciprés; para vernos, saldrá la luna llena, te besará primero, y yo después… Arrópate en mi abrazo tierno, afable, para dormir un sueño interminable.

120
Lágrimas corren sobre la pantalla entrelazando su mensaje triste; nublan los ojos, y la mano calla, y el fondo azul de negro se reviste.

121
Cántame una canción de nubes blancas, de vientos remolcando nubarrones, de rosas rojas que del alma arrancas, de trompetas, violines y trombones, de arroyuelos, colinas y barrancas, olas azules, tiernas sinrazones…, para poder purificar mi oído de tantas voces y de tanto ruido.

122
Ojos oscuros y mirada clara, Blancas las manos, verde el pensamiento, intensa la pasión, roja la cara, débil la voluntad, que se prepara a la entrega y al estremecimiento.

123
Déjame entrar en tí por las esquinas, tocándote la mano con la mano, el brazo en la cintura si caminas, o el beso del amigo o del hermano. Pero ábrete también a mis deseos, con impulsos desnudos y humedades, sin escrúpulos y sin titubeos, con invasiones y voracidades.

124
Descubierta tengo el alma, tengo el alma descubierta… A ver quién abre la puerta, y me arrebata la calma.

125
Bajo el ímpetu de los huracanes sucumben quienes hacen resistencia; Déjate avasallar por mi insistencia, que han de ser entrañables mis desmanes.

126
El año fugitivo y moribundo se arrastra con los últimos temblores. ¿Han de morir también nuestros amores, o habrán de descubrir un nuevo mundo?

127
Se nos acerca alegre y optimista el año nuevo, impetuoso y fuerte; y ha de trocar sin duda nuestra suerte, porque el tiempo es magnífico alquimista.

Sonetos

63 - Sola
¿Dónde estará mi amor, que nunca llega? ¿Qué haré para obtener su compañía? Parezco haber perdido mi alegría, y aunque sonrío, el corazón lo niega. Siempre presta llevé para la entrega la flor del alma en rítmica armonía, y siempre me quedé en la lejanía, desamparada el alma, muda y ciega. Está mi corazón fortificado con alambre de espino y torreones que ni puedo ni sé desmarañar. Sé que la vida así me lo ha dejado, quizá para abrigar mis ilusiones, ...o quizá para estar sola al llorar.
Los Angeles, 7 de diciembre de 1997
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64 - Aún espero
Vacío tengo el corazón de amores, y un viento helado me dejó extinguida la lámpara que ardió ininterrumpida vistiéndome de luz y de colores. Qué frío estoy, y cómo los temblores corren bajo mi piel estremecida, agolpándose al borde de la herida y agudizando al paso mis dolores. Amé con los impulsos de un guerrero, canté con la dulzura de un poeta, me entregué como ofrenda en un altar. Fui derrotado y hecho prisionero, y oculto mi dolor tras la careta, pero aún espero que me vuelva a amar.
Los Angeles, 12 de diciembre de 1997
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65 - Tú eres el mar
Vendrás a mí como una marejada de verdiazul e intenso ofrecimiento, y mi cuerpo te hará el recibimiento dejándose inundar en tu avanzada. Mis brazos han de ser la balaustrada circundando tu flujo turbulento, y habrá en tu pleamar, flotando al viento, estallidos de espuma alborozada. He de flotar sobre tu aguas claras, descenderé sin miedo al fondo oscuro, sumergiéndome en tí y en tí quedando. Habrás de entrar en mí, y si lograras permanecer en mi interior seguro, eternamente te estaré abrazando.
Los Angeles, 12 de diciembre de 1997
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66 - Sauce y ciprés
Soy el sauce de ramas encorvadas hacia la tierra, austero y abatido, porque tu voz carece de sonido y mis manos se mueren desterradas. Cuando a tí lleguen, suaves y calladas, y tus palabras vibren en mi oído, seré el ciprés robustamente erguido taladrando tus aires a lanzadas. Y tú no huirás. Ofrecerás el pecho a mi agresión, mirándome a la cara con ansiedad tras de tan larga espera. Y al recoger mi amor sobre tu lecho, harás mi noche oscura noche clara, y anclaré mi bajel en tu ribera.
Los Angeles, 15 de diciembre de 1997
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67 - Sólo en la noche
Al pie de tu ventana, tembloroso, fría lluvia en la piel, mudo el ladrido, sus ojos, de mirar triste y perdido, piden verte en el marco luminoso. Ensimismada estás en el reposo de un sueño ya despierto o ya dormido, sin percibir el singular gemido del animal que aguarda silencioso. Y, al asomarte, ves como testigo la inmensa soledad de su mirada, y el revivir de su esperanza muerta. Y le admites en casa, como amigo, sin preguntarle ni exigirle nada... Fui yo, mi amor, quien franqueó la puerta.
Los Angeles, 22 de diciembre de 1997
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68 - Nochevieja
Parece haber zarpado ya mi barco, devolviéndome el viejo itinerario, y soy de nuevo en mi quehacer diario no flecha en marcha, sino inmóvil arco. Quiero cruzar de un salto el negro charco de esta noche de acento solitario, y al repicar las doce el campanario abrir sobre mi vida un nuevo marco. El ruido, el vino, el beso y las canciones tienen un eco indiferente y vano confinados a un día y a una hora. Yo quiero ver las mismas emociones cálidas y al alcance de la mano en cada anochecer y en cada aurora.
Los Angeles, 31 de diciembre de 1997

Poemas

Preguntas
¿Quién piensas que te quiere? ¿Quién quieres que te quiera? ¿Quién tu dormir altera? ¿Quién a tu piel se adhiere? ¿Quién lentamente muere, y tanto desespera? ¿Quién tanto te ofreciera, aunque nada obtuviere? Y ¿quién es quien te llama en noches de tristeza, soñando tu belleza desde lejana cama? (Quizá alguien que te ama)
Los Angeles, 27 de noviembre de 1997
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Verónica
Tengo atadas las manos, la lengua tengo atada, y el temor me acongoja y me turba la mirada. Mis pies incontrolables me arrastran a su lado, pero mi voz se apaga y me quedo desolado. Lucho incesantemente con mis indecisiones, incapaz de expresarla mis propias emociones. Y no sé si me espera, si me acepta o me ignora, no sé si ella sonríe mientras mi vida llora. Hay días que me siento como un barco perdido, sin conocer mi rumbo, ni de dónde he venido. Y hay días soleados que acarician el alma, desvanecen las nubes, y establecen la calma. Pero si me dirige su mirar penetrante, vacilan mis impulsos en el preciso instante. Pienso a veces que ofrece su corazón abierto, pero al punto parece que yo sueño despierto. Y si un día la hablara de mi amor, ¿qué diría? ¿me abriría sus brazos con pasión y alegría? ¿O tendría en sus labios una sonrisa irónica? Aún así la diría: Yo te quiero, Verónica.
Los Angeles, 27 de noviembre de 1997
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Hija muerta
A”S”, recordando la muerte de su hija.
Al despertar los ruidos una mañana fría me arrebató la muerte lo que yo más quería. Oh muerte insobornable, de inflexible guadaña, que siegas el palacio al igual que la cabaña. ¿Por qué no cortas sólo la cosecha madura, las mieses agostadas, o la maraña oscura? ¿Por qué arrancas el árbol joven y florecido, pisoteas las rosas y destruyes el nido? ¡Qué suprema injusticia tratar de igual manera al niño balbuciente y al viejo que te espera! Y un día inesperado sigilosa llegaste, sin llamar a la puerta... y me la arrebataste aún brillando en sus ojos el intenso fulgor que reflejaba el fuego de su primer amor; y aún reciente en sus labios el calor de los besos que otros jóvenes labios la dejaron impresos; y aún resonando el eco vibrante en sus oídos de las palabras tiernas y los dulces gemidos. Y tú me la llevaste, cruel y caprichosa, antes de que pudiera ser madre o ser esposa. Tú apagaste sus ojos y helaste su sonrisa, y la arrancaste el alma, que se perdió en la brisa. Yo te maldigo, muerte, porque tu mano siega tanta vida temprana con inclemencia ciega; porque en los rudos giros de tu lúgubre danza asesinas las almas y entierras la esperanza. ¡Cómo siento tu ausencia, cómo me invade el frío, cómo el mundo en mi entorno parece tan vacío, tan inútil, tan lejos, desde que tú te fuiste; y cómo me he quedado tan dolorida y triste! Sólo la dulce imagen de tu gentil belleza aligera la enorme carga de mi tristeza. Pero cómo me faltas, y cómo yo te añoro, y cómo noche y día te recuerdo y te lloro… Fue al despertar el día, que sus ojos durmieron, cuando los ruiseñores su canto enmudecieron; Fue al despertar el día, cuando una noche oscura se me instaló en el alma, y abrió mi sepultura; Fue al despertar el día, cuando una lluvia densa me inundó con el llanto de su nostalgia inmensa. Pero yo ahora te pienso como un ángel callado con eterna sonrisa que está siempre a mi lado. Y al sentir que la brisa juega con mis cabellos, sabré que es la caricia de tus manos en ellos...
Los Angeles, 1 de diciembre de 1997
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Tan cerca y tan lejos
Estamos a ambos lados de la misma ventana cuyo cristal opaco no nos permite vernos; la mano sólo toca la superficie plana, y no el suave contorno de los rasgos externos; la palabra nos llega camuflada y lejana, desnuda del hechizo de los acentos tiernos; y sólo conseguimos derivar alegría de los impulsos ciegos de nuestra fantasía. Pero los sentimientos fluyen intensamente, sin encontrar al paso ni zanjas ni barreras; y aunque este amor resida tan lejano y ausente, será en nuestro camino un oasis de palmeras, con claros horizontes y un cielo transparente, sin necias restricciones, sin absurdas fronteras; y el brillo de tus ojos formará una aureola, testigo para el alma de que ya no estás sola.
Los Angeles, 7 de diciembre de 1997
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Sueño surrealista
Sobre las aguas flotan semiesferas enarbolando rígidos pezones, flexibles y ondulantes cordilleras ocultando latentes erupciones. Y entre las rocas del acantilado la marea incesantemente bate el oscuro refugio reservado a una invasión sin presentar combate. Un escuadrón de penes combativos, en formación compacta se alza en vuelo, rondando en círculo los objetivos con ímpetu de ataques desde el cielo. Vibran mudas las cargas explosivas en los cilindros de los bombarderos; serán sus intencions agresivas, no serán sus espíritus guerreros. En el tanque se agita el combustible, y el piloto al disparo se prepara, y una lluvia de fuego irresistible caerá en los senos, sobre el agua clara. Veloces kamikazes atacando desatarán su lastre de torpedos, que avanzarán seguros, penetrando, pero sin destrucciones y sin miedos. Plataforma de cúpulas, cavernas, enjambre de vibrantes erecciones, fálico acoplamiento entre las piernas, fricción, ofrecimiento, introducciones. El aire está agitado, el mar en calma; yo estoy arriba y bajaré en picado, y el cuerpo me abrirás, porque en el alma a fuego y sangre ya me has cincelado.
Los Angeles, 17 de diciembre de 1997
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Junto al fuego
Ven hacia mí en silencio, con la sonrisa abierta, absorbiendo en los ojos la noche iluminada; deslízame en la mano la imperceptible oferta del rayo que la luna depositó en tu almohada. Reclínate en la alfombra y oye el rumor del fuego cuyas lenguas nerviosas erotizan el leño; que su calor tu cuerpo revitalice, y luego encienda tu mirada y acaricie mi sueño. A tu lado en el suelo veré los diablos rojos de las llamas inquietas, con tu mano en mi mano, y las chispas revueltas danzarán en tus ojos como estrellas fugaces en un cielo lejano. Descenderá mi brazo de tu hombro a tu cintura, despertando temblores en tu piel descubierta, y acercarás el rostro bañado de ternura para aspirar los besos de mi boca entreabierta. Las cien lenguas del fuego se deslizan lascivas en torno al tronco envuelto por el abrazo ardiente, y tus trémulas manos se arrastrarán furtivas asiendo el miembro erecto gentil y firmemente. En tu mirar directo flotan complicidades que acercan a mi mundo tu intensidad de amante, y percibo tu entrega y calmo tus ansiedades, mientras entre tus dedos me retienes vibrante. Lame incesante el fuego, y es cálida tu boca, en aquel, sequedades, y humedades en ésta; labios que se resbalan, y paladar que toca, y relieves e impulsos que el amor manifiesta. Arde el leño sin tregua, con ligeros chasquidos, y se elevan las llamas en ondas desiguales; y en tu ascenso y descenso hay rítmicos sonidos de profundos y tensos contactos guturales. El leño se retuerce bajo el calor intenso y explota en la alegría de una amplia llamarada; y tus ojos revelan el repentino y denso fluir de surtidores en garganta infiltrada. La lumbre ya se extingue, y el tronco está deshecho; ven, mujer, y sonríe, y abrázame apacible, reposa tu cabeza gentil sobre mi pecho, y soñemos el sueño de un futuro tangible.
Los Angeles, 19 de diciembre de 1997
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Sólo el presente
Yo olvidaré el pasado, y tú el futuro, arrasando las ciegas disensiones que entre los dos pueden alzar un muro, y vestir de dolor nuestras canciones. No quiero ver tus lágrimas de nuevo, ni la sombra a que tu alma se destierra; sobre mis manos una ofrenda llevo de rosas de pasión, no armas de guerra. Estás en mí, mas no estás a mi lado; estoy en tí, pero me veo ausente; Tu eres mi patria y yo estoy exiliado, y en nuestra sierra eres la otra vertiente. Mas hemos de escalar esa montaña, enlazando en la cima nuestros brazos; y no seremos una idea extraña, ni un corazón partido en dos pedazos. No te veré tan sólo con la mente, porque mi mano tocará tu mano; sin mañana ni ayer, sólo el presente florecerá con su calor humano. Ni miraremos hacia atrás con ira, ni hacia adelante con incertidumbre; el tiempo estará inmóvil mientras gira un huracán de amor en nuestra cumbre. Me amarás con instinto y con dulzura, y yo con suavidad y vehemencia; y no ha de haber más sólida atadura que el amor que ha dictado esta sentencia.
Los Angeles, 22 de diciembre de 1997
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Acurrucada
Reclina el cuerpo junto a mí, apoyando la cabeza en mi hombro, y tu cabello rozará mi mejilla, derramando su caricia a lo largo de mi cuello. Cierra los ojos y abre la sonrisa, recógete a mi lado, diminuta, haz tu memoria oscura e imprecisa, y olvida el ajetreo de la ruta. Quiero sentir tu pulso y tus latidos, cerca de mí, tan cerca que parezca una fusión de cuerpos encendidos, y un alma sola que a ambos estremezca. Deja volar los sueños de alegría, mientras mi mano te acaricia entera; habrá unicornios en tu fantasía, y milagros habrá en tu sementera. Aprisióname el tiempo con cadenas, destruye la clepsidra del horario diseminando al viento sus arenas, y apuñala el reloj y el calendario. Arráigate en mi vida en permanencia, y átame con el nudo de tus brazos; corta las alas de mi independencia, y borra en mi sendero ajenos trazos. Construye en torno a mí muralla firme, y rodéame de ancho y hondo foso, levanta el puente, y nunca podré irme de tu castillo mágico y airoso. Me tendrás a tu lado eternamente, reclinándote en mí con abandono; y pasarán las horas lentamente, a la escucha del canto que te entono.
Los Angeles, 25 de diciembre de 1997
Diseño: Carmen Álvarez
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