Poemas de amor, de soledad, de esperanza de
Francisco Álvarez Hidalgo
Indecisa frontera

Índice

Sonetos:
El adios Devaneo Ultimos momentos Un aleteo más Somos Indecisa frontera Mirada Ojos abiertos Mi primavera Conmigo vas Atento sólo a ti Amor de ayer Silencio El cruce El recuerdo Valle y llano Viento, agua y fuego
Poemas:
Este hoy, aquel ayer La muerte Hoy mi deseo No te ausentes aún A la espera de la muerte Alarga la mirada Plaza de Oriente Despedidas Amor eterno
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Breverías

709
He escuchado a la luz y a la penumbra, contemplado la brisa y el suspiro, y mi sentido a todo se acostumbra; pero invariablemente me deslumbra tu piel, mujer, cuando la escucho y miro.

710
Sobreviví placer y sufrimiento, somnolencia y afán sobreviví; pero te vi, y pasaste como el viento, y sólo a tu abandono sucumbí.

711
Firme espadaña soy, imperturbable al vendaval, inmune al aguacero; si eres tú la borrasca, el ventisquero, pertinaz me hallarás, invulnerable.

712
Contigo y hacia ti el conocimiento se me impone; no quiero conocerte sino para el amor; debo aprenderte íntegra, en plenitud, cada segmento, y así sabré cómo mejor quererte.

713
Creada para amar, única y cierta; esperándote estoy, fiel y anhelante; vendrás un día, y has de ser la amante que para mí nació, que en mí se injerta, y rompe en floración exhuberante.

714
Aunque parezca revestir olvido a veces el silencio a gritos clama; si mi llamada no llegó a tu oído, la culpa ciertamente habrá nacido de quien no escucha, más que de quien llama.

715
Contigo estoy más dedicadamente cuando no estoy contigo, que eres mucho más dueña de mi mente mientras sin ti, pensando en ti prosigo.

716
Mi corazón ha quedado perdido en los olivares de Córdoba; entre cantares en Málaga alborotado; en Sevilla arrebatado; lánguido con la embriaguez de los vinos de Jerez, y en Cádiz de luz dorada; pero sólo es a Granada que vuelvo una y otra vez.

717
Centenares de millas me arrebatan lo que tanto soñé y una vez tuve; ¿por qué no me llevaste, o te detuve? Ay, cómo mis tristezas se dilatan.

718
Ha descendido sobre ti la niebla, ya no tienes presencias ni horizontes; sólo una oscura soledad te puebla; ¿cómo conseguiré que la remontes?

719
Tantas cosas merecemos que nunca hemos de obtener, tanto podemos perder sólo porque lo tememos. Cuanto somos y tenemos, lo hayamos o no elegido, por sólo haberlo vivido nos atañe y pertenece; si la vida nos lo ofrece, ya nos lo hemos merecido.

720
Estas manos que un día fueron tacto sobre la piel turgente de tus senos, no saben repetir el gozo exacto de que los dedos se sintieron llenos.

721
Me llegan muchas voces, pero hay una cuyo tañido lleva timbre de oro; puede sonar como canción de cuna, como rumor de mar bajo la luna, siempre distinta del confuso coro.

722
A un infierno me has hundido con tu acción egocentrista; magnífico ilusionista que mi vida ha retorcido. Daré tu ayer al olvido, maestro de pretensión; lo que hoy llamas ilusión es hipnótico espejismo que despertará en ti mismo soledad y decepción.

723
Engalanada estás, yo ensangrentado; yo en vigilia constante, tú dormida; qué dos maneras de afrontar la vida, vida que se te dio, que yo he ganado.

724
¿A dónde va este tren sin estaciones, ciego en la noche fría, sin horario, con equipaje de alucinaciones, túnel tras túnel por itinerario, en lugar de literas, panteones, cada ventana envuelta en un sudario? No sé dónde subí, pero presiento que va disminuyendo el movimiento.

725
Cómo envidio a tu marido que a tu costado se arrima, que le sostienes encima y se abraza a ti dormido. Pero hay un amor prohibido que él no conoce, y tú sí; amor que ha surgido en ti, que te incita y te conmueve; amor que, aunque no se atreve, le sigo esperando aquí.

726
En sueños o despierto entré a tu vida, no por súbita menos sorprendente; tan familiar y tan desconocida, yo siendo yo, y tú estando medio ausente; vi la cadena de hechos ocurrida, ficticia realidad que se presiente. Ilusioria y concreta, no sabría decir si estabas tú, si yo dormía.

Sonetos

433 - El adios
Los momentos más tristes de la ausencia ¿llegan tal vez después de la partida, o surgen antes de la despedida? ¿Son anticipación o consecuencia? Vives en mí y yo en ti; tal dependencia entre ambos ha quedado establecida, que aunque el adios quebrantará una vida, dos serán quienes pierdan la existencia. Porque te vas tal vez sin querer irte, porque persisto inmóvil sin seguirte, porque es absurda tal bifurcación, mañana veré alzarse mi gemido por quedarme o no haberte detenido, siendo idéntica tu lamentación.
Los Angeles, 8 de abril de 2001
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434 - Devaneo
Pobre barquilla mía, entre peñascos rota, sin velas, desvelada, y entre las olas, sola. (Lope de Vega)
Cercenaré de un tajo la atadura que detiene en tu puerto a mi galera; demasiado ha flotado en la ribera, requiere ya navegación de altura. Si descalabro tu temor augura, mira cómo en su cuerpo de madera reside una energía aventurera que reivindica nueva singladura. Velas henchidas al salobre viento, surcando mar en calma o turbulento, sobre oleaje azul cabalgará. Y si las verdes islas exploradas dejaran sus vituallas agotadas, a tu puerto tal vez retornará.
Sobre el Atlántico, 10 de abril de 2001
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435 - Ultimos momentos
Luz temblorosa, luz agonizante, resplandeciente ayer, hoy parpadeo; te esperan tu corona y tu trofeo, y concluye tu gira itinerante. Sólo un instante queda de ese instante que es la vida, esperanza y ajetreo; ya tocan las campanas a voleo, ya llegas a tu puerto, navegante. Los claros ojos son un mar en calma, mientras bracea por volar el alma, dejando por lo eterno lo fugaz. El Dios que te llamó y al que has servido, ya preparado tiene el dulce nido en que por fin descansarás en paz.
Madrid, 12 de abril de 2001
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436 - Un aleteo más
Encadenada al suero, en eslabones de gota a gota; vida restringida a una inmovilidad que ya no es vida, desangrándose el tiempo a borbotones. Hurga la evocación en los rincones de la memoria, ya semidormida, y una voz llama, y una luz convida a ascenso en gloria de celebraciones. La vista apenas ve, y el alma espera sobreponerse a la última barrera del cuerpo endeble, que al vivir se aferra. Un aleteo más, sólo un momento, el cielo absorberá el postrer aliento, y algo más fría quedará la tierra.
Cantabria, 15 de abril de 2001
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437 - Somos
De una mirada somos herederos, en dos nostalgias somos compañía, abrazo somos sobre la bahía, y en navío sin rumbo, marineros. Somos triángulo blanco en el velero sobre la horizontal, en lejanía; somos la luz radiante al mediodía, somos, como las nubes, pasajeros. Y ambos somos en íntimo recodo todo cuanto soñamos, todo, todo, en un momento de memoria eterna. Como la mar en calma tu sonrisa, tu beso tan gentil como la brisa, tu pasión con violencia de galerna.
Cantabria, 16 de abril de 2001
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438 - Indecisa frontera
Desconozco la línea divisoria separadora de amistad y amor; se baten el deseo y el temor, y hacia el temor se inclina la victoria. Tal vez ésta aparezca transitoria, rodando por los suelos el rubor; tal ves se debilite su valor archivando el intento en la memoria. ¿Cómo puedo avanzar, cómo te diga que ya mis ojos, más que verte amiga, te ven amante junto a mí desnuda? ¿No logras ver instinto en la mirada, gritando a plena voz, aunque callada? Ayúdame, mujer, en esta duda.
Cantabria, 17 de abril de 2001
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439 - Mirada
De un ojo al otro alternas la mirada, penetrando, absorbiendo, acariciando; aunque queda camino, vas llegando, mirada sin amor, enamorada. Mirada turbulenta, sosegada, de tentativas que se van diezmando, de paz que en pie de guerra se está alzando, mirada libre, y a la vez clavada. Mirada que me invade, enredadera que sobre mí se extiende, en tal manera que sin esclavizarme, me hace preso. Sigue mirando indefinidamente, sin titubeos, íntima, de frente, hasta que puedas transformarte en beso.
Cantabria, 17 de abril de 2001
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440 - Ojos abiertos
No encubras las pupilas, que me privas del cincuenta por ciento del placer; prefiero verte si me puedes ver, yo en ti, tú en mí, contemplaciones vivas. Nuestras propias imágenes, cautivas en ambos lograrán permanecer, y una mañana volverán a ser realidades con nuevas perspectivas. Mantén los ojos sin cesar abiertos, en los errores como en los aciertos, en seriedad, ternura e ironía. Y en el sexo, oh mi amor; que si los cierras, creeré que de tu lado me destierras, y en ausencia de ti me moriría.
Sobre Castilla, 17 de abril de 2001
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441 - Mi primavera
Se ha completado el círculo, y he visto de nuevo despertar la primavera; oh, si supiera cómo, si pudiera retenerla y saber que la conquisto. Hacerla mía mientras me resisto a aceptar el invierno que me espera, y antes de su partida, que yo muera, pues sólo por su risa y luz existo. Resurrección ha sido de colores, fragancias, energías y rumores; yo mismo me he sentido renacer. Pero se irá, como se van los meses, y yo, invariable, como los cipreses, seré mañana como he sido ayer.
Granada, 19 de abril de 2001
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442 - Conmigo vas
Si tanto de tu fuente me has colmado que mi copa de ti está rebosante, ¿por qué en mi entraña, en este mismo instante, percibo un hueco tan inesperado? Te siento multitud, y despoblado, soplo de aire, y pilastra o arbotante, contigüidad, pero a la vez distante, de hondas raíces, y desarraigada. ¿Cómo será mañana mi recuerdo? ¿Como algo que he obtenido? ¿Algo que pierdo? ¿En plenitud, o acaso en oquedad? Conmigo vas, aunque sin ti me quedo, y cuanto más me alejo, menos puedo compaginar presencia y soledad.
Granada, 20 de abril de 2001
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443 - Atento sólo a ti
Por ti yo he renunciado a las murallas, canjeando la piedra por la piel, ignorado la rosa y el clavel, y olvidado sucesos y batallas. Dejé el arte y la historia, y ahora me hallas indiferente a escoplo y a pincel; tú eres mi libro, y sólo leo en él, y se muere la música si callas. Tanta belleza desde que viniste he logrado olvidar, que ya no existe ni Alhambra, Vaticano o Partenón. Voy recorriendo pueblos y ciudades sin percibir la voz de las edades, atento solamente a tu canción.
Granada, 20 de abril de 2001
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444 - Amor de ayer
Descríbeme, descúbreme, reinventa ese mi amor lejano que en ti veo; aún acucia la espuela del deseo a esta carne voraz que ávida intenta. Por cada poro la pasión revienta, y en lucha inútil me alzo y forcejeo; fuego de ayer, hoy ya chisporroteo, hambre de ayer, que con la edad aumenta. Más que el amor quizá olvidé sus ritos: Cómo ir de los susurros a los gritos, de las caricias a la convulsión; cómo, en medio de tanto escepticismo, puedo mirar atrás, y hacer lo mismo que hice antes, con idéntica ilusión.
Madrid, 21 de abril de 2001
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445 - Silencio
Mi voz, debilitada de llamarte, obteniendo silencio por respuesta, no formula quejido ni protesta, ni se cansa tampoco de esperarte. Enmudecer es ubicarse aparte, como se acerca más quien manifiesta abiertamente su opinión, y es ésta la que de ti preciso y quiero darte. Duerme en la sombra tu palabra, y clamo por susurrar, por escuchar un ‘te amo’ que surque el aire en ambas direcciones. Sale de mí, y no puedes percibirlo, y quedo sin saber si has de decirlo, cautivo del mutismo que me impones.
Madrid, 22 de abril de 2001
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446 - El cruce
Mi voluntad requiere cirugía, porque ya no te ve como te vio; la amistad que te di, evolucionó, y hoy mi silencio es falta de osadía. Este arrebato alzado en rebeldía, desconocido a ti, es el mismo yo; ¿negarías tu piel a quien llegó a la pasión desde la simpatía? Me temo que esa enérgica mirada alce un muro, al batirse en retirada, perdiéndose lo que ahora de ti tengo. ¿Cómo avanzar a ti con rostro nuevo? Quisiera abrirte el alma, y no me atrevo; y sin embargo, para hacerlo vengo.
Madrid, 25 de abril de 2001
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447 - El recuerdo
Solo me voy, y en soledad te quedas, parte integrante de la noche oscura; el jinete del alma, en su armadura, vine hacia ti por campos y veredas. Y él, a esta pertinaz sombra que heredas, una mitad nostalgia, otra amargura, a lanzadas de luz volverá pura, radiante claridad a la que accedas. Mi recuerdo será quien te rescate, sin tener que luchar otro combate que el que deba librarte de mi olvido. Yo también reñiré mi propia guerra, pues si tu pensamiento me destierra, cuanto tuvimos quedará perdido.
Madrid, 26 de abril de 2001
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448 - Valle y llano
Abismal es el valle del dolor, y rápido y brutal es el descenso; aunque al fondo has llegado ya, te pienso dotada de acicate escalador. Si escuchas el lamento en derredor obstruirás el camino de tu ascenso; no subirás en espiral de incienso, sino a través de barro y de sudor. Trabaja paso a paso la ladera, como si el objetivo residiera al alcance inmediato de la mano. Y al alcance estará, si no hoy, mañana; y volverá la vida cotidiana a discurrir de nuevo por el llano.
Madrid, 26 de abril de 2001
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449 - Viento, agua y fuego
Ven a mí en remolinos, de manera que si eres viento, ciñas mi cintura, si eres agua, sumerjas mi estatura, y si fuego, calcines mi ladera. Pero más que esperarte, yo quisiera hacia ti dirigirme en envoltura de viento, fuego y agua, con la pura, salvaje desnudez de la pantera. Y ceñirte, abrasarte y anegarte hasta que nada más pudiera darte, en oferta total, final ofrenda. ¿Vendrás a mí? ¿Me dejarás llegarme? Tu amante quiero ser; ¿podrás amarme? Si no pudieras, deja que pretenda.
Madrid, 29 de abril de 2001

Poemas

Este hoy, aquel ayer
“Cómo a nuestro parecer cualquiera tiempo pasado fue mejor”. (Jorge Manrique)
Un muro se me ha alzado de repente, obstruyendo el futuro; los ojos, ciegos al mirar de frente, perciben brillo en el pasado oscuro, pues la sombra de ayer ya no es tan densa si desde el hoy en sombras se la piensa. Y este día fatal, este momento, de amarguras, de sal sobre la herida, es en la espalda bloque de cemento, es en la mente calle sin salida. Soy yo mi propio, absurdo laberinto, y un minotauro en cada esquina acecha, mezcla de indiferencia y fiero instinto, de certidumbre y de tenaz sospecha. Tuve fe y esperanza, tal vez porque en mi vida el pensamiento durmió, sin advertir que en la balanza intenté nivelarme con el viento, y al despertar, hundido mi platillo, vi mi lado desierto, y en el costado la hoja de un cuchillo tanto más hondo cuanto más despierto. Oh, si dormir sin despertar pudiera, recordar olvidando lo olvidable, ser más de hierro y ser menos de cera… feliz sería…, o no tan miserable. En torno a mí tan sólo vi verdades de inconmovible roca, hoy permutadas en banalidades de fría mano, de insincera boca. Tantas cosas que vimos y palpamos las vemos ya sin autenticidad; porque más que crearlas, las soñamos, como soñamos la felicidad. Y al pretender ser francos y objetivos observando el pasado, descubriremos que estuvimos vivos, única herencia que nos ha quedado. Y hoy, frente al muro que nos corta el paso, con nuestro afán de embellecer la historia, nos resistimos a llamar fracaso lo que es más fantasía que memoria. No hicimos el pasado que quisimos, el pasado nos hizo a su manera, y este presente hostil que ahora sufrimos brotó del grano en nuestra sementera.
Madrid, 10 de abril de 2001
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La muerte
“Pallida mors aequo pulsat pede tabernas pauperum regumque turres”. (La pálida muerte se presenta indistintamente ante las cabañas de los pobres como ante los palacios de los ricos). (Horacio)
De helada onda expansiva precedida, dueña de la penumbra y de la niebla, bajo capuz de terciopelo negro, cruzó la muerte ayer ante mi puerta, y un rumor de clepsidras fragmentadas siguió a su paso huérfano de huellas. No me llamó, ni me ofreció su abrazo, desdeñando mi nombre y mi presencia; tal vez en mi reloj no se ha agotado la reserva de arena. Sentí un hondo desprecio por sus procedimientos, y por ella; y la escupí al pasar, con el enojo de quien ni la comprende o la respeta. Ni justicia la guía, ni venganza, sin reflexión su calavera hueca, sin emoción su cavidad torácica, sólo un azar de irracional violencia. Ni al súbdito ni al déspota perdona, ni de mendigo o rico oye la queja, niño y adulto su castigo sufren, a viejo y joven por igual condena. “Sádica muerte, que al enfermo alargas la vida en el dolor y la tristeza, y en tu gruta de sombra al fin le acoges, y en tu río de hielo al fin le anegas, y en el silencio apagas su gemido, y de su clan vetusto le desmiembras. Te desprecio y maldigo, y te aniquilaría si pudiera”. En la distancia se volvió a mirarme desde el fondo vacío de sus cuencas; vi una risa marchita en sus mandíbulas amarillentas… “Volveré”, me gritó. Un escalofrío neutralizó un momento mis defensas, pero alzando la voz desafiante, abrupto respondí: “Ven cuando quieras”.
Madrid, 11 de abril de 2001
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Hoy mi deseo
Mírame con luz de estrellas y organízame los sueños; háblame con voz de arroyo, ténme en tus brazos de viento; acarícieme tu lluvia de finos, mágicos dedos, y acúname en entrañable marea sobre tu pecho. Cuando en intimidad pienses, sea yo tu pensamiento; y tus lágrimas emanen de gozo, no desconsuelo. Avancemos paso a paso de la idea hacia el intento, del intento a la palabra, y de la palabra al gesto, manipulando el instinto, que si lo fue, ya no es ciego, pues que mantiene sus ojos a la desnudez abiertos. Que la humedad de tus labios halle la mía en el beso, y que tu sexo salpique el rocío de mi sexo. ¿Y mañana? No hay mañana ni en corazón ni en cerebro; quizá amanezcamos juntos, tal vez me digas “te quiero”; al brillar la nueva aurora o florecerá el almendro, o perderá su follaje el sauce del cementerio, o se mecerá la nieve en las ramas del abeto. Corta del rosal las rosas, hoy lo único verdadero, que al llegar el nuevo día tan sólo serán recuerdos.
Madrid, 12 de abril de 2001
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No te ausentes aún
No te ausentes aún, detén el paso, que acaba de llegar la primavera, y hay música en el aire, y hay aromas de tulipanes y de rosas nuevas. El tibio sol por el balcón se asoma, en la ventana las cortinas tiemblan, y el viento en el jardín, joven galante, enlaza por el talle a la palmera. No es tiempo de morir abril ni mayo, cuando se viste de color la tierra, cuando las noches tibias se iluminan, cuando parecen reventar las venas. Habrá otros tiempos algo más sombríos; tal vez octubre de las hojas secas, noviembre de las lluvias y los vientos, diciembre, enero, de la nieve densa. Nunca es momento de morir, pero éste, éste es tiempo de amor y de belleza. No te ausentes aún, detén el paso, que acaba de llegar la primavera.
Madrid, 12 de abril de 2001
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A la espera de la muerte
“Ven, muerte, tan escondida que no te sienta venir, porque el placer de morir no me vuelva a dar la vida”. (Teresa de Jesús)
Ay, cómo tarda esta muerte que me ronda y no me llega; cómo avanza y se repliega, cómo juega y se divierte, y se ofrece, y no se entrega. Ya cansada de bregar, cubierta de cicatrices, siento secas mis raíces, y sólo ansío volar hacia campos más felices. Concluye esta servidumbre que al alma en el cuerpo encierra; si mis pies son de la tierra, ya han alcanzado la cumbre más crecida de esta sierra. Llégate, muerte, y extiende en torno de mí tu abrazo; que no hallarás el rechazo de quien hostil se defiende a yacer en tu regazo. Llégate, que esta espera nadie obtiene beneficio; es el momento propicio: Concluída mi carrera, completado mi servicio.
Madrid, 12 de abril de 2001
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Alarga la mirada
Sobre el banco de piedra, al sol y al viento, la mañana de abril es un manojo de timideces, de sonrisas blandas, de miradas furtivas, sobre el fondo de rumorosas aguas. En la fuente, bajo Felipe IV, ciego y sordo, surtidores y conchas desbordantes repiten coplas de frescor y gozo. Y esta mujer de la mirada clara calla y sonríe al apartar los ojos de los míos, que firmes, insistentes, intentan invadirla, mientras tomo su breve mano trémula en la mía, y traza la otra líneas en su rostro. Mujer, dulce mujer, que hoy a mi lado te has sentado, aunque apenas te conozco. Alarga la mirada, que hay un ansia de verte entera cuando a ti me asomo. Quiero bajar a tus profundidades, donde alternan sonrisas y sollozos, entrar en la región que puebla el miedo, ver la tranquilidad y el alboroto. Quiero verte completa, tan desnuda de cuerpo como de alma, sin adornos, tal como te presentas a ti misma, como te ven mis ojos en tus ojos. Mírame una vez más, mantén la vista tan acariciadora, que respondo como lluvia de manos y de labios sobre tus campos matizados de oro. Qué trigales de besos encendidos ambos podremos cosechar, si sólo tu mirada a la mía se entregase, como en la mía yo me entrego todo.
Madrid, 23 de abril de 2001
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Plaza de Oriente
Largo sueño a la sombra de la piedra labrada, con tacto centenario, con visión de segundos; lo que fue y lo que pasa, el tráfico y la espada, confluencia en un punto de dos tiempos, dos mundos. Y entre los mil semblantes de ese tráfago humano, de jóvenes sentados en corros en el suelo, turistas desplegando mapas de mano a mano, mujeres protegiendo contra el viento su pelo; y olfateando esquinas, seguidos de sus dueños, entre los pedestales de los monarcas godos, perros de varias razas, grandes como pequeños, atentos a rumores, explorando recodos… Allí, en los escalones de la fuente, abstraída en tu libro de versos, ajena a todo ruido, te contemplé como eres, gentil desconocida, pero te vi en mil modos, más allá del vestido. Ni mis ojos pudieron despertar tu mirada, si surgió mi palabra, ni se atrevió mi pie; sólo desde mi mente te grité mi llamada, sólo con invisibles manos te acaricié. Mujer desconocida, que en la Plaza de Oriente ocultaste a mis ojos la Opera y el Palacio, jardines, caminantes, y hasta la misma fuente, mientras audaz mi vista recorría tu espacio. Hoy que tu pie por otras ciudades atraviesa, sentada en otra plaza, leyendo el mismo libro, pregunto si hay un hombre que de noche te besa, uno que por ti vibre como por ti yo vibro. Ah, mujer peregrina que una vez sólo he visto, y he hecho mía, tan mía que mi sueño acompañas; que no me has percibido, y desconoces que existo, sin ti piedras y gentes qué extrañas son, qué extrañas.
Madrid, 24 de abril de 2001
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Despedidas
Hay despedidas largas, y hay breves despedidas, todas llevan recuerdos, todas visten temores, aciaga incertidumbre que entrelaza dos vidas, doloroso presagio de sangrantes heridas, porque a un amor le pueden ahogar otros amores. Las despedidas largas proliferan en besos, en silencios profundos, en miradas intensas; las despedidas breves han de dejar impresos lamentos en la carne calando hasta los huesos de lo que hacer pudieron dos almas indefensas. Breve y desesperante tu despedida ha sido, como aurora de amantes despertando con prisa, o campana que extingue en la tarde su tañido, como fronda de otoño perdiendo el colorido, con la enorme tristeza de una última sonrisa. Y en los días que ruedan, y en los meses que fluyen, en ese tiempo inmenso de duda y lejanía en que el recuerdo vive, las esperanzas huyen, y son los sentimientos sombras que se diluyen, pienso que como entonces, tú sigues siendo mía. Y aún sin ser una vida, siendo sólo un momento, será el momento clave que vive y permanece; el proyecto fraguado, sin arrepentimiento, el suceso discreto que requiere otro intento, porque lo hicimos nuestro, porque nos pertenece.
Madrid, 25 de abril de 2001
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Amor eterno
“Aún creo, ella me dijo, en el amor eterno”. Yo vestí de silencio mi escéptica mirada; tal vez amor divino, tal vez amor materno, mas no el amor que duerme en los pliegues de la almohada. Ese tuvo su día, nació del optimismo, progresó hacia la altura con carácter intenso, y se mantuvo un tiempo, pero ya no es el mismo, desembocando en lento, irreparable descenso. No se sabe si ha muerto como mueren las rosas, ayer nuevas, fragantes, y hoy marchitas, o secas; como se mueren siempre las ideas hermosas al ser enmascaradas bajo palabras huecas. O quizás haya muerto por esa ley de vida que debilita aquello que sobresale o nace; o porque hay un declive donde hay una subida, o porque cada inicio tiene su desenlace. Son fieros enemigos el tiempo y el amor, dos caminos, dos ríos que avanzan paso a paso; sólo donde se apoya el pie tiene valor, sólo se bebe el agua que nos cabe en el vaso. Sabemos que hoy amamos, y ni eso es tan seguro; el amor de mañana resulta aún más incierto; entrégate al presente, desatiende el futuro, que cuanto no ha nacido es como si hubiera muerto. Y cuando llegue el día, más pronto o más lejano, en que el amor se extinga de tanto agonizar, pensemos que, aunque muerto, no hemos amado en vano, y que con nuevo impulso deberemos amar.
Madrid, 27 de abril de 2001
Diseño: Carmen Álvarez
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