Sonetos
956 - Río (I)
De espaldas al recuerdo, ya no hay fuente,
mirada hacia delante, hacia atrás ciega,
como quien desleal de ayer reniega,
abstraído en la marcha del presente.
En cada instante vive y se hace ausente,
a deserción y permanencia juega,
sobre su propio desnivel navega,
bergantín de cristal hecho corriente.
Le falta rectitud; cada recodo,
le supone un desvío, un acomodo,
servilismo tal vez, o deferencia.
Política geográfica, adaptable
al codicioso y al insobornable,
bajo pretexto de coexistencia.
Los Angeles, 5 de diciembre de 2003
957 - Lago (II)
Es la impasible calma del espejo,
que se deja mirar, y no rechaza;
su hueca y honda superficie abraza
cuanto arrebata inmóvil el reflejo.
Satinada epidermis de azulejo
que sólo el viento riza, despedaza
la lluvia innumerable, o amordaza
en círculos concéntricos el tejo.
Duplica el cielo, ya una esfera clara;
día y noche se asoman, ven la cara,
y en tránsito sonríen sol y luna.
En el cóncavo fondo luminoso
la nube, el olmo, el cerro hallan reposo
en el regazo de una vasta cuna.
Los Angeles, 5 de diciembre de 2003
958 - Bosque (III)
Sólo el rumor de ramas agitadas
ligeramente por el aire suave,
del aleteo súbito de un ave,
de la lluvia en las hojas agostadas.
Lo demás es silencio. Aletargadas
en los troncos las tablas de la nave,
las traviesas del tren, la viga clave,
la toza reventando en llamaradas.
A golpes de hacha, con vaivén de sierra,
saldrá del sueño, yacerá en la tierra,
y adoptará mil vidas sin latidos.
Se habrá perdido una belleza verde
que sólo la raíz tal vez recuerde
en eclosión de tallos renacidos.
Los Angeles, 5 de diciembre de 2003
959 - Llanura, montaña (IV)
La horizontalidad de la llanura
que pace el toro o siega la guadaña,
es monótona cuerda que acompaña
canción que el equilibrio se asegura.
A las desproporciones se aventura
la verticalidad de la montaña,
línea quebrada, desigual, extraña,
fiera canción con algo de locura.
¿Apolo versus Baco? ¿La serena,
suave planicie contra la alta almena?
¿Quietud de lira a estruendo de trombón?
La montaña es el nervio, y el revuelo,
Titanes prestos a escalar el cielo...,
y la llanura es la contemplación.
Los Angeles, 5 de diciembre de 2003
960 - Desierto (V)
Te eludieron las aves y las rosas,
huyó el río, la lluvia te ha negado,
sólo te ronda el viento exasperado,
y el sol te grita a voces silenciosas.
Me fascinas, me enciendes y me acosas,
aunque te haya mil veces renegado;
no me hundiré en tu entraña extraviado,
ni en tu mar de tormentas arenosas.
Estuviste a mi lado, fui testigo
de la aridez que caminó conmigo,
mujer que nunca pudo o supo amar.
La ocasión del oasis fue perdida,
espejismo infeliz, donde la vida
a otro tiempo emigró, y a otro lugar.
Los Angeles, 5 de diciembre de 2003
961 - Mar (VI)
Cuando llueve en el mar, desciende un llanto
sobre otros mil lamentos precursores.
¿De quién las elegías, los dolores?
Tuyos y míos, bajo el mismo manto.
Manto de deserción, de desencanto,
víctimas somos, otros los autores,
nos han arrebatado los colores,
dejándonos en negro mientras tanto.
Volverá el mar a ser verdiazulado,
sobre él lucirá un cielo alborozado,
revertirán sonrisas a la espuma;
el alma perderá el lastre de plomo,
y cabalgando iremos sobre el lomo
del oleaje en levedad de pluma.
Los Angeles, 5 de diciembre de 2003
962 - Isla (VII)
Ciña el estrecho abrazo mi cintura,
nadie más, sólo tú a mi alrededor;
no quiero otro murmullo, otro color,
sino el que tu contorno me procura.
No es cárcel ni destierro, es envoltura
que se apropia de mí, de mi temblor,
y agrega tu sudor a mi sudor;
en tal dinámica mi fe perdura.
No hay calzada que lleve a tierra firme,
ni bajel incitando a despedirme,
tú eres mi alrededor, mi azul y verde.
Estoy en ti, mi sola expectativa
es la de isla flotante, a la deriva,
que en tu horizonte azul feliz se pierde.
Los Angeles, 6 de diciembre de 2003
963 - Archipiélago (VIII)
Ensancharé la vida, no es momento
para una isla apartada, solitaria;
asientan su alianza voluntaria
otras islas en franco ofrecimiento.
El mismo mar las cerca, el mismo viento
roza sus playas; surge una plegaria
de espíritu pagano, necesaria
para aunar ruegos y consentimiento.
Múltiple abrazo cercará este enjambre,
agua para la sed, pan para el hambre,
todas afines, todas separadas.
Mi archipiélago de islas escondidas,
extrañas antes, ahora conocidas,
descubiertas por mí, por mí habitadas.
Los Angeles, 6 de diciembre de 2003
964 - Península (IX)
En posesión casi total, pactada
capacidad de fuga, por tal puerta
que, arrancado el cerrojo, y entreabierta,
permita efectuar la retirada.
Ni tú ni yo en ciudad amurallada,
libres de la atadura que despierta
mayor tendencia a la evasión, y acierta
a desolar la mente sosegada.
Confinados tú y yo, mas con salida,
sin implicar escape o despedida,
sólo un amago de inseguridad.
Una cierta inquietud, porque amoldarse
es el paso inicial de abandonarse,
y debo amarte por necesidad.
Los Angeles, 6 de diciembre de 2003
965 - Playa (X)
Tantas veces tu azul sobre mi arena
subió arrastrándose, desfallecido,
y tantas otras, sin haber dormido,
volvió a alejarse de mi propia escena.
A qué ruda amargura me condena
tu actitud de abandono, habiendo sido
poco después de haberme poseído,
olor de tu despego en mi melena.
No hay asedio, hay entrada en insistencia,
tu blanca espuma explota en impaciencia,
se derrama, la absorbo, me humedece.
Alárgame la acción, detén la huída,
que en la orilla por ti sigo tendida,
playa viva que espera y se te ofrece.
Los Angeles, 6 de diciembre de 2003
966 - Acantilado (XI)
Tú me quieres quebrar, y yo deshago
tu impotente bramido, tu acrobacia,
la violencia rendida ineficacia,
con sólo mantenerme, sin amago.
Descansa, ciego mar, trócate en lago,
cede la fuerza y úngete de gracia,
aceptar el fracaso exige audacia;
yo, inflexible, ni cedo ni naufrago.
El tiempo me hizo fuerte, y hoy tus olas,
en todo su furor, son amapolas
que ni hieren, ni enturbian, ni amedrentan.
Son tropas que, aunque sepan de combate,
derrotadas serán en cada embate,
cada vez que en mis ángulos revientan.
Los Angeles, 6 de diciembre de 2003
967 - Cabo (XII)
A los senos del mar en movimiento
apunta descarado mi saliente;
es el agua muchacha que consiente,
arrebatada por mi atrevimiento.
En ella anida seducción e intento,
yo sólo estoy, inmóvil, emergente,
ella avanza impulsiva, lo presiente,
y se desnuda sobre mí al momento.
Ninfa insaciable en tromba se derrama,
reagrupa fuerzas, y agresiva clama,
una vez y otra vez por su deseo.
Baña mi rigidez, y se retira,
y volviendo a la acción, ruge, suspira,
en gentil, en violento galanteo.
Los Angeles, 6 de diciembre de 2003