Poemas de amor, de soledad, de esperanza de
Francisco Álvarez Hidalgo
Láminas

Índice

Poemas:
Sin exclusividad Las calles solitarias Imperceptible soplo Se me agotan los temas Ventana de Alzheimer Galería Aún me tiembla la voz Egocéntrico
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Breverías

2871
En la calma otoñal de la espesura, donde el silencio anida, te quiero junto a mí, moldeadora de mi integral, recóndita escultura, que frente a ti se agita estremecida, cuyo mensaje en la mirada aflora. No sé si es tu palabra, o es tu mano, que causa, desentraña o corrobora mi hambriento potencial de ser humano.

2872
Mirarás el reloj, el calendario, y te convencerás de sus poderes para cambiar las cosas de la vida. Ah, las cosas tal vez, mas a diario sólo tu voluntad te hizo cual eres, y sólo tú te harás a tu medida.

2873
La mayor parte de la vida vives hacia fuera por frívolas razones, supeditado a la opinión ajena. No importa cuánto o cómo la cultives, te roba inútilmente las opciones de vivir por ti mismo, y te envenena. En cada juicio hay múltiples versiones, con frecuencia dispares. Desordena tal ansiedad, y orienta tus acciones.

2874
Ya no me ruborizan, ni lamento, los múltiples errores del pasado, cada uno buena opción en su momento, aun siendo su objetivo fracasado. Enfilando la misma disyuntiva, tal vez repetiría la jugada. Animal de costumbres, me motiva a más de caminar, otra llegada.

2875
Nadie te da la fuerza que requieres para vencer gigantes, o molinos; nace dentro de ti; son tus poderes más robustos que piensas, más genuinos. El punto de partida es el intento; tras él se allanarán cuantas barreras entorpezcan tu tránsito, si hambriento, de tu propio destino te apoderas.

Poemas

Sin exclusividad
He cruzado la línea divisoria de la exclusividad. La transparencia se ha hecho mi territorio, como el ímpetu ha ido retrocediendo ante la seda. Posee cada tiempo sus valores, su sensibilidad, sus preferencias, ni más ni menos válidas; distintas, como la libertad, o la belleza. ¿Quién puede adjudicarse opciones únicas a otra persona, por amor u oferta? Nace tal pretensión de la arrogancia y la inseguridad, o la certeza neciamente adquirida de un derecho limítrofe a la ofensa. Traigo un ofrecimiento de amor de intensidad, mas sin cadenas; de capitulación, mas sin conquista; de compromiso sin intransigencias. Quien blande armas de amor ilimitado y hacia toda una vida lo proyecta, o es ingenuo o es necio fabricante de efímera quimera. Vengo a ti con el alma entre las manos, ofreciéndote acciones, no promesas; aquéllas son tangibles, y éstas son de humo que en el aire vuela. La intensidad derrota a la abundancia en cualquier campo de batalla, y muestra que un año de optimismo no se impone a una semana de absoluta entrega. Ven hacia mí, desnuda de futuros, alzando un hoy de luz y de colmenas, sin proyectos, que se hunden o se esfuman, sin preguntar por nuestras propias huellas. La vida es el instante que nos llama; vivámoslo, no más, porque se ausenta.
Los Angeles, 17 de enero de 2013
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Las calles solitarias
Las calles solitarias, tortuosas, de esta vieja ciudad, con la hidalguía de sus nobles blasones medievales alcorzando fachadas y arquerías, ascienden, por oscuros empedrados, hacia la parda, mística colina que a modo de atalaya acecha la meseta y las marismas, en compaginación de un doble mundo, ambos de inmediatez y lejanía. Aquí naciste tú, pero más tarde de mi primera, plácida visita, cuando eran todo mi interés las piedras y la historia tras ellas escondida. Tú vendrías después, y qué otra historia tejeríamos ambos, a la orilla de dos vidas distantes que intermitentemente confluían. Feliz, en estas calles, a mi modo, antes de ti. Cada portal o esquina, me hablaban con su propia voz de tiempos que sólo por los libros conocía. Mas los libros son mudos, o su voz tiene un tono de rutina; no hablan como las piedras, que tienen lengua viva y algo en su voz murmura misterios que en mi oído resucitan. Y la vida real, por esas calles, antes de grúas, autos y turbinas, era Arcadia bucólica, casi silencio y paz, sin más intriga que las necesidades imperiosas de gentes primitivas. El carro de la hierba del que parsimoniosos bueyes tiran, avanza lentamente y sus ruedas chirrían. Los monjes, enclaustrados en la serenidad de la abadía, alzan sus voces de solemnes tonos sobre la habilidad del organista. Y las mujeres, en oscuro atuendo, vuelven del pozo, con la gallardía del cántaro pesado en la cabeza, que como en danza mágica equilibran. Todo esto antes de ti, las piedras cantan. Mucho antes de tú y yo, de nuestra orgía de sueños, de proyectos, de sucesos, que hicieron nueva esta ciudad antigua. Hoy no me hablan las piedras en el tono ancestral con que solían; me hablan como los libros, sin calor en la voz; están heridas por tu presencia en mí, porque conocen el tono de ansiedad de tus caricias, el misterio que enciende y entrelaza primavera y otoño en nuestras vidas. Las calles solitarias, silenciosas, han dejado de estarlo; las caminan dos amantes en gracia y alborozo, que las revitalizan.
Los Angeles, 18 de enero de 2013
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Imperceptible soplo
De mi pluma a tu libro, que es el mío, hay distancias, barreras intangibles…, y una proximidad que me electriza, y una puerta entreabierta a las sutiles tendencias reflejadas en palabras con que tu alma me escribe. Como si te adentraras en la mía, intentando adherirte a sus pliegues internos, para con más acierto sugerirme el concepto que en mí revolotea sin dejarse apresar, limar los grises versos que se me atascan, o impeler la visión que se resiste. De tu libro a mi pluma flota un hilo invisible cuyo temblor, al aire de los sueños, mis más íntimos ámbitos perciben. En cierto modo, mi poema es tuyo, nutriendo sus raíces, recortando el ramaje, o haciendo su dinámica más simple. No te incumbe hacer nada, sólo estar, como el cisne a la sombra del sauce, sobre el lago, ondeando tal vez la superficie. Los más ligeros gestos suelen tener poderes susceptibles de estremecer el mundo del poeta, si éste a la escucha está de los violines que suenan en la noche, mas no entiende sino quien nada exige. Tú me acompañas, aunque no lo sabes, en tantas noches tristes sin brazos, ni palabras, ni energía, mas infinitamente te repites en diálogo y calor sobre la almohada, mujer irrepetible. Y yo te hablo en los versos que, sin saber, me inspiras o diriges. Desciendes sobre mí, llovizna de oro, simple amanuense yo de lo que dices.
Los Angeles, 19 de enero de 2013
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Se me agotan los temas
Se me agotan los temas, y los visto de exóticos ropajes, les doy sombras que realzan su apariencia, los expongo a otro ángulo de luz que los decora variando su figura o contenido, aunque en el fondo llevan en su alforja los mismos atributos, idénticos aromas, y análogos estilos, repitiendo las mismas ceremonias. La persona y su imagen, uno y muchos, el hombre y los disfraces, que se adoptan según las circunstancias, y consumado el juego, se deshojan. Así voy revistiendo los asuntos tratados, que se agotan, y necesitan una vida nueva, un rostro diferente, nueva ropa, dándoles aire de recién nacido por lozanía y forma. En estas leves transfiguraciones, el enfoque es vital. La rosa es rosa, mas su presentación la hace distinta, según cómo, a qué luz se la decora. El asunto, la trama, pueden no ser la clave de la obra; el estilo lo es siempre, pues en él la belleza se arreboza. Si reincides a veces en lo mismo, dalo una nueva forma, que a quien lea o escuche le parezca inédita rapsodia. Sigo revisitando viejos temas: Una gaviota es siempre una gaviota, la estrella es lo que fue millones de años, y la violeta siempre tan hermosa. Pero les doy ropaje diferente cuando espontáneas de mi pluma brotan. Ahí está la belleza, en su atavío, no en las propias cosas.
Los Angeles, 19 de enero de 2013
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Ventana de Alzheimer
Más que ir a la ventana para mirar el bosque, la ventana, espectral, se me aproxima, con su acervo de normas, y me absorbe. Mi libertad parece ir decreciendo paso a paso con sus imposiciones. Al contemplar los árboles, las aves, me va arrancando nombres, los que antes conocía y celebraba parece que se esconden. Aún me son familiares sus perfiles, pero sin tutearlos como entonces. Entonces es un tiempo no lejano, cuando yo era más hombre, más dueño de mí mismo, dueño también de mis alrededores. Álamo, acacia, encina, limonero, alondra, garza, cuervo…, son islotes en mar de verdes, rojos, amarillos, que ya no sé nombrar. Este desorden hace que en pleno día me encuentre rodeado de la noche. Todavía los veo, mas ignoro cómo llamarlos. La ventana impone límites que no acepto, y sin embargo no me quedan opciones. La mente va perdiendo facultades; alguien, algo, ¿la edad?, fija recortes en esta vida que he llamado mía, que se va limitando, y no responde. Parajes familiares, de repente, se hacen extraños; músicas y voces pierden la afinidad que antes tenían, y se visten de acústicas deformes. Una ventana absurda me revela el mundo en confusión, que va a remolque de los años vencidos, perdido su galope. Ignoro quién es quién, quién ve las cosas a través de mis ojos, quién conoce los rostros en mi entorno, que semejan anónimos retratos o visiones que no me comunican ni afecto, ni algazara, ni reproches. ¿Será quizá anticipo de la muerte, que va desactivando mis relojes?
Los Angeles, 20 de enero de 2013
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Galería
A pinceladas de rumor y viento voy recreando brotes de tu imagen, completando el retrato sobre fondo de pétalos y sangre. No para que la efigie procedente me ayude a recordarte tal como fuiste, que en el alma vive, con plenitud de ayer, quien fue mi amante; mas para establecer, punto por punto, cada revelación, cada contraste, que la ronda del tiempo va imprimiendo a tu vida, a tu carácter. Van evolucionando tus costumbres, tus ideas, y el íntimo paisaje que fue mío una vez, y modifican tu apariencia interior, como quien nace cada día a una vida diferente, que es una nueva forma de ausentarse. Quiero dejar constancia de tal transformación, fecha y detalle, pictórico diario que revela tu rostro a cada instante. Nadie que te conozca, gentes que se te cruzan en la calle, percibirán los cambios, no teniendo las llaves al alcance. Yo aún tengo entrada libre, tal vez a pesar tuyo; sé la clave que da acceso a tus zonas de misterio, y descifro el enjambre de las bifurcaciones y rodeos entramando tu espíritu y tu carne. Nos vemos como amigos, cháchara leve, sin intimidades; pero leo tus ojos, como siempre, como leo sicómoros y sauces vistos tan a menudo, y transitados, yendo a tu casa al filo de la tarde. Puedo verte hasta el fondo, tal cual eres, al acercarme al pie de tus cristales. Diferente de ayer, también distinta de quien serás mañana; ese contraste, esa transformación es lo que intento plasmar, hasta el detalle, en la serie de cuadros invisibles que reflejan tu imagen, íntima biografía de la mujer que amé, que al retirarse se metamorfosea en varios ciclos, mientras yo, que quedé, sigo constante.
Los Angeles, 21 de enero de 2013
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Aún me tiembla la voz
Como el primer, y ya lejano, día, aún me tiembla la voz cuando te llamo. Nunca te he visto al borde del olvido, siempre a la incandescencia del abrazo. Conversamos de tópicos triviales que las aguas se llevan río abajo, ya no de la temática que ardía a la pálida luz del candelabro. En la simplicidad de estar, entonces, tendidos a la sombra de los álamos, del martini y las tapas consumidas en el sosiego del Café romántico, o ya al atardecer, en el paseo por las callejas con olor a nardo, radicaban ventura y regocijo; era nuestro único, mejor hallazgo, los mínimos placeres de la vida; también los del amor, trueno y relámpago. Todos me retransmiten, desde lejos, su sabor, a la vez, dulce y amargo, por el gozo vertido en nuestra vida, y por haberse destrozado el cántaro. Vinieron en albor de primavera, plenos de abril y mayo, mas se hicieron noviembre, frío, lluvia y adiós, silencio y barro. Cuando dos se dividen, uno es alejamiento, otro es naufragio. Me aferré a los tablones flotando en derredor, se me quebraron fe y esperanza, y el futuro incierto me hizo cerrar los párpados. No querer ver es la mejor ceguera, la que invita al letargo. Me hice mudo también, y también sordo, para vivir la vida en solitario, cerrándome a la luz del mejor tiempo, a la sombra del llanto. Pero tu imagen me llamaba a gritos, y el dorso de mi mano percibía la palma de la tuya en cálido contacto. Nada sabías de esto, era mi mente fabricándose el clásico milagro de la reaparición inverosímil, y al fin retrocedí sobre mis pasos. Hoy, al mirarnos, vemos diferentes retablos, sea porque la vida nos transforma, o porque nosotros evolucionamos. Si tuvimos ayer en concordancia, no tenemos ya un hoy sincronizado. Aunque la voz me tiemble, te seguiré llamando.
Los Angeles, 22 de enero de 2013
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Egocéntrico
Siento un hedor a muerte y a tiniebla si pasas a mi lado; hay ataúdes, siguiéndote en silencio, pero que a mí me gritan y me aturden. Ni los ves ni los oyes, sordo y ciego a cuanto de otras avenidas fluye. Te ves, te escuchas, te amas a ti mismo, extinguiendo las luces, pálidas o radiantes, que quienes rozan tu atención, difunden. Tanta benevolencia asesinada sobre el altar del ego, brutal yunque que imperturbablemente martilleas, forjando un yo que es cada vez más lúgubre. Si se abrieran tus ojos, tus oídos, a cuanto te rodea, si la herrumbre que hoy ves en los demás, se te mostrara en su propio catálogo de azules, rojos, blancos y verdes, en vez del negro que les atribuyes; si el fragor que percibes, emanando de cada transeúnte llegara a ti en rumor de melodía, y si la fetidez de podredumbre que parece envolverte, te afluyera en efluvios de perfume; ¿no sería tu mundo mas sereno, más deseable, y mucho menos fúnebre? Tu problema está en casa, no en la calle, el problema eres tú y tu desajuste. Bello es el mundo, y lo minusvaloras al sobrevalorar tus aptitudes. Desciende, hermano, de tu absurdo Olimpo, antes de que tú mismo te derrumbes.
Los Angeles, 22 de enero de 2013
Diseño: Carmen Álvarez
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