Breverías
154
Monto la guardia sobre la atalaya
en cuyo torno vuelan las gaviotas,
gaviotas del ensueño de tu playa,
canciones infantiles y remotas.
Tiendo la vista, y sobre el agua vienes,
desnuda al sol, la cabellera al viento,
gaviota soñadora, que mantienes
en vuelo azul la flor del sentimiento.
155
La rosa blanca es frágil, pero brilla
con vivo resplandor en cada hoja;
se bate con los celos la amarilla,
intentando gritar cuando se enoja;
aparece el rubor en la mejilla
al arrebato de la rosa roja…
Tres símbolos de amor y de belleza,
para una, gozo; para dos, tristeza.
156
Hombre me veo, espléndido y avaro,
al hacer sementera en campo ajeno
y dejar en barbecho tu terreno,
seco y estéril bajo el cielo claro.
Mas oirás cómo el soplo de mi viento
gime tu nombre en los cañaverales,
y mis lluvias traerán a tus rosales
las rojas rosas de mi ofrecimiento.
157
Silencio, hermano mío, dame tu paz serena,
amordaza los cantos que entumecen la mente,
detén en el remanso la furia del torrente,
y adormece el recuerdo que turba el alma en pena.
No me siento inocente, ni me encuentro culpable,
estoy mudo de acentos y desnudo de amores,
sordo a las melodías y ciego a los colores...
Dame el dulce descanso de un sueño interminable.
158
El ruido amortiguado de tu planta
encuentra un eco en mi interior vacío,
mas tú no oyes el grito que levanta
mi corazón abandonado y frío.
¿Es que tu alma no escucha cuando canta,
o es porque el grito de dolor es mío?
No sé por qué, pero al pasar de largo
sólo me dejas un sabor amargo.
159
Alas me dió el amor para el ascenso,
y volé con los ángeles un día.
Huyó el amor y me dejó indefenso;
y un ángel negro de mirada fría
me embriagó el alma de dolor intenso.
160
Volé muy alto, pero fuí abatido,
y me acogió en su abrazo el duro suelo;
pero olvidé mi corazón herido,
batí las alas, y remonté el vuelo.
161
Al recorrer el múltiple sendero
de estos versos de amor y de promesas,
quizá te salga al paso un hervidero
de sombras, y fantasmas, y sorpresas
que van y vienen con aspecto austero,
mas sólo habitan en tu mente presas.
Yo aquí enterrado estoy, pero estoy vivo,
forjando el sueño de un amor furtivo.
Sonetos
72 - Encadenada
Esta mañana amanecí a tu lado
despertando del sueño a la ilusión;
y las alas de la imaginación
en manos de ternura he transformado.
Sorprendióme tu entrada desarmado
tras los muros del alma y la razón,
llevándote de mí, como ladrón,
el sosiego que yo había logrado.
Habiendo sopesado la evidencia
de los actos pasados, que aún cometes,
tu culpabilidad se ha decidido.
A cadena perpetua es la sentencia,
con un solo eslabón, dos brazaletes,
uno en mí, y sin opción para el olvido.
Los Angeles, 8 de febrero de 1998
73 - En tu búsqueda
Te han seguido mi mano y mi mirada
entre las sombras y a la luz del día,
mas tu sombra en las sombras se perdía,
y tu luz quedó al sol difuminada.
Te busqué al levantarse la alborada,
en el silencio y en la melodía,
en el gozo y en la melancolía,
y sólo encontré mi alma desolada.
En cada nueva esquina te adivino,
pienso hallarte en el próximo recodo,
siempre te espero en cada amanecer.
Pero sigo, incesante peregrino,
sin alcanzarte, aunque lo intento todo.
¿Por qué no vienes hacia mi, mujer?
Los Angeles, 12 de febrero de 1998
74 - Yo soy la noche
Yo soy la noche, soy la noche oscura
enzarzada en los miembros de la amante;
la sombra sigilosa visitante
con la palabra ungida de ternura.
Visto de luz de luna mi figura,
y es a veces mi paso vacilante,
pero en mi corazón vive un gigante
de firmes pies y celestial locura.
Yo soy la oscuridad que te circunda,
el fantasma tendido a tu costado,
el aire que en los labios te besó.
Mas la borrasca fiera e iracunda,
el lamento, el temor desconfiado,
la noche tenebrosa, no soy yo.
Los Angeles, 17 de febrero de 1998
75 - Yo soy la aurora
Vengo a cerrar la noche, soy la aurora,
y traigo una sonrisa a tu ventana
que el primer rayo de mi luz temprana
estampará en tu frente soñadora.
Alza tu desnudez del lecho ahora,
y sumérgete en mí, que la campana
te anuncia alegre con su voz lejana
la fuga de la sombra aterradora.
Las visiones nocturnas han partido,
la soledad se arrastra en retirada,
y un nuevo sueño animará tu mente.
El deseo anteriormente dormido,
te embriagará de nuevo esta alborada,
y vivirás tan sólo en el presente.
Los Angeles, 18 de febrero de 1998
76 - Yo soy el día
Te traigo el resplandor de un nuevo día
fundiendo tu tiniebla y tus pesares,
y tengo un florilegio de cantares
para llenarte el alma de armonía.
He de decirle al sol que tú eres mía,
porque yo te he elevado a mis altares,
su reino serán playas y olivares,
pero el mío será tu fantasía.
Mi luz te envolverá en abrazo estrecho,
cálido roce casi imperceptible,
como el pétalo leve de una flor.
Y no habré de sentirme satisfecho
hasta que no resulte inextinguible
dentro de tí esa luz y su calor.
Los Angeles, 18 de febrero de 1998
77 - Yo soy la tarde
Voy perdiendo la luz, ganando el frío,
y avanzando con mano temblorosa
a la gruta nocturna, tenebrosa,
donde me abrazará un sueño sombrío.
Soy una sola gota en este río
del tiempo, cuyo flujo no reposa.
Quién pudiera dormir sobre tu rosa
como una simple gota de rocío.
Al entrar en el túnel inquietante
de esta noche, reflejo de la muerte,
sigue mi rumbo, quédate a mi lado.
Serás mi amiga, mas también mi amante,
y aunque a mi vera yazga un cuerpo inerte,
es sólo a tí a quien yo duermo abrazado.
Los Angeles, 19 de febrero de 1998
Poemas
Cuando a tí venga
Cuando a tí venga no ha de ser en sueños,
porque los sueños dejan
imágenes truncadas y placeres pequeños
que al extender los brazos me evaden y se alejan.
Vendré hacia tí en marea irreprimible
de sucesivas e insistentes olas,
arropando el desnudo de tu piel apacible
en espumoso abrazo sobre la arena a solas.
Quizá venga como ímpetu violento
danzando en espirales
de huracanado viento
para así desflorarte los rosales.
O será en el empuje del torrente,
envuelta en mí y en mí zarandeada,
arrastrando tu cuerpo en mi corriente,
sin resistencias y sin retirada.
O es posible que venga sigiloso,
tigre en avance lento y decidido,
y en salto vigoroso
cayendo sobre tí con un rugido.
Pero quizá me llegue
como el hombre de instintos y de amores
buscando a la mujer que se me entregue
con alma en fuego y cuerpo de temblores.
Y en su abrazo cerrado, y en sus muslos abiertos,
ha de haber una oferta
de placeres dormidos y de sueños despiertos,
de secretos al aire, de intención descubierta.
Si así vengo y te encuentro,
seré viento y torrente, seré tigre y marea,
te abrirás a mi asalto, y al recibirme dentro
seré yo quien te invada, mas tú quien me posea.
Los Angeles, 2 de febrero de 1998
Cuando de tí me vaya
Al llegar el momento,
ha de llorar la luna con lágrimas de estrellas
haciendo más oscuro en la noche el firmamento,
pero serán las tuyas más tristes y más bellas.
Cuando llegue el momento se aferrará tu mano
a la mía, intentando retenerme a tu vera,
y maldiciendo al tiempo, inflexible tirano,
que no detuvo el paso en su carrera.
Una serpiente amarga se enroscará en tu pecho,
atenazando el alma con negra incertidumbre.
Qué frío habrá en tu lecho,
qué sola irás entre la muchedumbre.
Mas quedará el recuerdo de los días brillantes,
de las noches rojizas
en que fuimos amantes,
y el fuego estará vivo en las cenizas.
Y habrá un faro en la costa destellando
chorros de luces sobre el mar inquieto,
penetrando en las sombras, y aventando
la duda oculta y el temor secreto.
Mira en la oscuridad
del sentimiento triste
el resplandor, no la fugacidad,
de la entrega que dí y que me ofreciste.
Y cesará la luna
de sollozar nostálgicos olvidos,
porque no habrá ninguna,
ninguna otra mujer en mis gemidos.
Los Angeles, 2 de febrero de 1998
Cambio
Esta noche no dormiré en tu alcoba.
por no ver los fantasmas que detesto
y los sombríos monstruos que me espantan.
Cuando brota tu amor, alguien lo roba;
Si mis besos te doy, se pierden presto;
y las penas que arranco, otros las plantan.
Hay un pasado escrito en las paredes
que se burla de mí, y me lanza insultos,
y aunque cierre los ojos, aún le leo.
Ha desplegado sobre mí sus redes,
ha invadido mi paz con sus tumultos,
y me aturde con su repiqueteo.
Tienes que abandonar esa caverna
que un día para tí fue trono y gloria,
y que conserva tanta resonancia.
Si acaso su recuerdo aún te gobierna,
desentiérrale ya de la memoria,
y déjale perderse en la distancia.
Sal de tí misma, apréstate a la huída
sin volver la mirada hacia el pasado,
destrozando los lazos que te amarran.
Hallarás junto a mí una nueva vida,
y en tí habrá paz cuando haya aniquilado
los garfios del dolor que te desgarran.
Los Angeles, 3 de febrero de 1998
Como soy
En mis paredes internas cuelgan trofeos soñados
de ambiciones,
de ilusiones,
de propósitos abiertos, de afanes nunca logrados.
Desembocan
como crueles arroyos en serenidad de lagos,
vertiendo inseguridades y diseminando estragos
que en el fondo se colocan.
Las colinas circundantes,
al mirarse reflejadas en la superficie tersa,
se perciben a sí mismas, no a la realidad inmersa,
oyen la armonía clara, no las notas discordantes.
Soy como soy en mí mismo, no sólo como aparezco,
si me has de juzgar, que sea
no por lo que tu ojo vea,
mas por lo que yo te ofrezco.
A veces sobre las aguas se agitará la tormenta,
pero habrá paz en el alma;
y a veces será la calma
flotando sobre el tumulto, soñolienta.
Verás al pasar que tengo
la entrada franca y abierta,
sólo has de empujar la puerta
para observar cómo vivo y en qué luces me mantengo.
Pero si pasas deprisa,
con una breve mirada
dirigida a la fachada,
quizá no veas el llanto camuflado en la sonrisa.
Los trofeos aparentes
sean virtudes o vicios,
son atributos ficticios
en la ardiente fantasía de las gentes.
Júzgame por lo que soy,
por lo que hago y lo que digo,
sin rumores ni sospechas; sólo yo soy mi testigo;
soy como soy, como fui, como ayer, mañana y hoy.
Los Angeles, 4 de febrero de 1998
Día de San Valentín
Quiéreme en marzo, quiéreme en septiembre,
y en agosto, y en junio, y en enero,
y quiéreme en octubre y en diciembre,
pero no en el catorce de febrero.
¿Por qué ha de haber para el amor un día,
rosas, bombones, bailes o teatro,
dejando indiferencia y apatía
en los trescientos y sesenta y cuatro?
Hoy no ha de ser mi amor ni más ni menos
que lo fue ayer o lo será mañana;
si he de besar tus labios o tus senos,
lo quiero hacer cuando me dé la gana.
En esta fecha mercantilizada,
en que el amor es una obligación,
nada espero de tí, no esperes nada,
deja la regla, adopta la excepción.
Te buscará mi mano cuando quiera,
estaré para tí siempre asequible,
verano, otoño, invierno y primavera,
con fuerte impulso o toque imperceptible.
Destruye el plan, arroja el calendario,
rechaza la ocasión prefabricada,
marcha con paso firme y voluntario,
y que nadie distraiga tu mirada.
Y habrás de responder a quien te diga
que debes ser romántica un instante,
que hoy has de ser únicamente amiga,
y volverás mañana a ser amante.
Olvídame el catorce enteramente,
ser amado este día es un engaño,
mas recomienza el quince intensamente,
y ámame más y más en todo el año.
Los Angeles, 10 de febrero de 1998
Ella
Desnúdenme tus manos lentamente
sobrenadando senos y caderas,
y desliza tus dedos diligente
entre botones, lazos, cremalleras.
Mira mis ojos y ábreme la blusa,
y descuelga los pechos prisioneros,
que mi deseo nada te rehusa,
y ellos son del deseo mensajeros.
Se abren a tí como dos rosas tiernas,
esperando la lengua en los pezones,
y percibo temblores en mis piernas,
y un aire abrasador en los pulmones.
No hay en mi ofrecimiento ambigüedades,
va a tí sin desvergüenza o timidez,
y aunque con tinte de frivolidades,
parece siempre la primera vez.
Besa con humedad mi boca hambrienta,
y haz que ambas lenguas jueguen en contacto,
no ha de haber nada a lo que no consienta ,
mía es la voluntad, tuyo es el acto.
En la espalda hay insólitos caminos
que mi mano jamás ha transitado,
y de tus dedos brotan remolinos
erizando la piel de mi costado.
En breve y delicada sacudida
mis hombros de la blusa se desprenden;
semidesnuda estoy, y enardecida,
y alzo los brazos, que hacia tí se extienden.
Detente brevemente en la cintura,
rodéame en caricias circulares,
y explora el resto de mi arquitectura,
con paso franco a todos mis lugares.
Cae la falda a los pies..., al fin desnuda...
Qué libertad e independencia siento.
No queda en mí vacilación ni duda,
sólo serenidad..., y atrevimiento.
Están mis ojos en tus ojos fijos,
y tus manos me arropan insistentes;
suaves contactos causan regocijos,
lentas fricciones llegan más frecuentes.
Aproxímate más, cúbreme entera,
encadéname a tí, y abre mi rosa,
dame un beso total, de tal manera
que resulte en fusión voluptuosa.
Quédate en pie y recibe el doble abrazo,
y al rodear tu cuerpo con mis piernas,
introduce tu furia de un zarpazo
anegando mis cámaras internas.
El ímpetu, el gemido y los sudores
me dirán que soy tuya y eres mío;
seremos mutuamente posesores,
como el cauce y las aguas en el río.
Los Angeles, 14 de febrero de 1998
El
Hay en tu rostro un gesto de embeleso
al ajustar tu mano mi corbata;
y me encuentro vestido con exceso
al ver tu desnudez bajo la bata.
De repente me asaltan intenciones
que sacuden la fibra del sentido,
y que encajan en las incitaciones
que el brillo de tus ojos me ha tendido.
Sin vacilar, toma hoy la iniciativa
y traduce en acciones la sonrisa,
que tu mano sensual y decisiva
me arranque la corbata y la camisa.
Deslízame los dedos sobre el pecho,
y extiéndete a la espalda suavemente;
mi instinto levantado está al acecho,
todo mi voluntad te lo consiente.
Hoy serás tú quien todo lo decida,
seré el juguete, y tú serás quien juegue,
tendrás autoridad indefinida
y no encontrarás nada que te niegue.
Ya el cinturón se siente relajado,
y tu contacto excita mi impaciencia,
siento el impulso desencadenado,
pero a él, no a tí, he de hacerle resistencia.
Es tu oportunidad, es tu momento,
será tu desnudez junto a la mía,
tus caricias tendrán el ritmo lento
de inevitable, espléndida agonía.
Y aunque te exija que me lo aceleres,
no escuches mi clamor ni mi quejido,
habré de recibir lo que me dieres,
cuando, como y en donde hayas querido.
Siento tus manos descendiendo lentas
y tú también te inclinas y desciendes,
y a mi virilidad la boca enfrentas,
y una violencia emocional enciendes.
Ese beso profundo y penetrante,
me acerca a tí de singular manera;
y aunque no puedo verlo en tu semblante,
percibo toda tu pasión entera.
Tus manos en mi piel clavan crispadas
las uñas, que de sangre se revisten;
flota tu pelo en nuevas oleadas,
los labios y la lengua no desisten.
Qué catarata de placer provocas
volcándose en caída resonante,
tal la furia del mar contra las rocas…
Qué maravilla poder ser tu amante.
Y al fin las aguas, blancas de la espuma,
tras la caída, avanzan en el río;
siento en la mente el sueño de la bruma,
y en el cuerpo el postrer escalofrío.
Levántate y abrázame, cariño,
yace conmigo en silenciosa calma,
mantenme en tu regazo como a un niño,
y toma posesión de cuerpo y alma.
Los Angeles, 16 de febrero de 1998
Cansancio
Acércate, noche, con tu abrazo frío,
lávame el cerebro, déjale vacío;
arranca el recuerdo que el dolor recobra,
sin el sentimiento su imagen me sobra.
Cuando la esperaba, su sombra no vino,
y al caminar solo perdí mi camino.
Ahora va mi sombra vagando aturdida,
quizá hacia la muerte, quizá hacia la vida;
mas quizá no importa si seré o he sido,
náufrago remoto del mar del olvido.
Cerraré los ojos, aunque nada veo,
callarán mis labios, dormiré el deseo.
Tu trémula mano tocará mi frente,
y a mi lado sólo tú estarás presente.
No dejes que emprendan mis sueños el vuelo,
e incrústame el alma en un bloque de hielo.
Para vivir tengo voluntad cansada,
ya ni sentir quiero, ni pensar en nada.
Los Angeles, 20 de febrero de 1998
Ojos al pasar
Aún me miran fijamente
los ojos que no me vieron
en un crepúlculo tibio
de otro lugar y otro tiempo.
Dos juventudes lejanas
se cruzaron y partieron,
una siguió inadvertida,
y la otra guardó el recuerdo.
Cómo se me hicieron míos,
aunque ellos nunca lo fueron,
y cómo se apoderaron
cada noche de mis sueños.
Se abrieron en tierra extraña
a luces de otro sendero,
luces tibias, fuegos fatuos,
hojas danzando en el viento,
pétalos pisoteados,
y pájaros prisioneros.
Y los ojos que vi un día,
pero que nunca me vieron,
se nublaron de tristeza,
de soledad y silencio.
No supe de la añoranza
empañando sus reflejos,
ni de la mirada triste,
ni del hondo desaliento.
Siempre los ví como entonces,
tal como los llevo dentro,
soñadores, rutilantes,
apasionados, inquietos.
La somnífera rutina
les ha impuesto un cautiverio,
pero no en mí, donde brillan
eternamente despiertos.
Cuántas veces he querido
revivir aquel momento
en que te miró mi amor,
y me miraste sin verlo.
Qué dos vidas paralelas
alejadas en silencio,
que pudieran haber sido
salmos del mismo psalterio.
Mas nadie oyó nuestro canto,
por ser lejano e interno,
y porque a oídos cerrados
no existen labios abiertos.
Y hoy, con el alma dormida,
y sobre la espalda el peso
de indiferencias y olvidos,
te he visto pasar de nuevo.
Pero esta vez me miraste
con dulce mirar intenso,
con ansiedades remotas,
y definitivo intento,
cerrando pasados grises
en paréntesis de tiempo.
Los mismos ojos profundos,
que indiferentes me vieron
en una ciudad lejana,
bajo la luz de otro cielo,
se han reencontrado conmigo,
fuera de mi propio sueño.
Los Angeles, 24 de febrero de 1998