Poemas de amor, de soledad, de esperanza de
Francisco Álvarez Hidalgo
Gaviota soñadora

Índice

Sonetos:
Encadenada En tu búsqueda Yo soy la noche Yo soy la aurora Yo soy el día Yo soy la tarde
Poemas:
Cuando a tí venga Cuando de tí me vaya Cambio Como soy Día de San Valentín Ella El Cansancio Ojos al pasar
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Breverías

154
Monto la guardia sobre la atalaya en cuyo torno vuelan las gaviotas, gaviotas del ensueño de tu playa, canciones infantiles y remotas. Tiendo la vista, y sobre el agua vienes, desnuda al sol, la cabellera al viento, gaviota soñadora, que mantienes en vuelo azul la flor del sentimiento.

155
La rosa blanca es frágil, pero brilla con vivo resplandor en cada hoja; se bate con los celos la amarilla, intentando gritar cuando se enoja; aparece el rubor en la mejilla al arrebato de la rosa roja… Tres símbolos de amor y de belleza, para una, gozo; para dos, tristeza.

156
Hombre me veo, espléndido y avaro, al hacer sementera en campo ajeno y dejar en barbecho tu terreno, seco y estéril bajo el cielo claro. Mas oirás cómo el soplo de mi viento gime tu nombre en los cañaverales, y mis lluvias traerán a tus rosales las rojas rosas de mi ofrecimiento.

157
Silencio, hermano mío, dame tu paz serena, amordaza los cantos que entumecen la mente, detén en el remanso la furia del torrente, y adormece el recuerdo que turba el alma en pena. No me siento inocente, ni me encuentro culpable, estoy mudo de acentos y desnudo de amores, sordo a las melodías y ciego a los colores... Dame el dulce descanso de un sueño interminable.

158
El ruido amortiguado de tu planta encuentra un eco en mi interior vacío, mas tú no oyes el grito que levanta mi corazón abandonado y frío. ¿Es que tu alma no escucha cuando canta, o es porque el grito de dolor es mío? No sé por qué, pero al pasar de largo sólo me dejas un sabor amargo.

159
Alas me dió el amor para el ascenso, y volé con los ángeles un día. Huyó el amor y me dejó indefenso; y un ángel negro de mirada fría me embriagó el alma de dolor intenso.

160
Volé muy alto, pero fuí abatido, y me acogió en su abrazo el duro suelo; pero olvidé mi corazón herido, batí las alas, y remonté el vuelo.

161
Al recorrer el múltiple sendero de estos versos de amor y de promesas, quizá te salga al paso un hervidero de sombras, y fantasmas, y sorpresas que van y vienen con aspecto austero, mas sólo habitan en tu mente presas. Yo aquí enterrado estoy, pero estoy vivo, forjando el sueño de un amor furtivo.

Sonetos

72 - Encadenada
Esta mañana amanecí a tu lado despertando del sueño a la ilusión; y las alas de la imaginación en manos de ternura he transformado. Sorprendióme tu entrada desarmado tras los muros del alma y la razón, llevándote de mí, como ladrón, el sosiego que yo había logrado. Habiendo sopesado la evidencia de los actos pasados, que aún cometes, tu culpabilidad se ha decidido. A cadena perpetua es la sentencia, con un solo eslabón, dos brazaletes, uno en mí, y sin opción para el olvido.
Los Angeles, 8 de febrero de 1998
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73 - En tu búsqueda
Te han seguido mi mano y mi mirada entre las sombras y a la luz del día, mas tu sombra en las sombras se perdía, y tu luz quedó al sol difuminada. Te busqué al levantarse la alborada, en el silencio y en la melodía, en el gozo y en la melancolía, y sólo encontré mi alma desolada. En cada nueva esquina te adivino, pienso hallarte en el próximo recodo, siempre te espero en cada amanecer. Pero sigo, incesante peregrino, sin alcanzarte, aunque lo intento todo. ¿Por qué no vienes hacia mi, mujer?
Los Angeles, 12 de febrero de 1998
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74 - Yo soy la noche
Yo soy la noche, soy la noche oscura enzarzada en los miembros de la amante; la sombra sigilosa visitante con la palabra ungida de ternura. Visto de luz de luna mi figura, y es a veces mi paso vacilante, pero en mi corazón vive un gigante de firmes pies y celestial locura. Yo soy la oscuridad que te circunda, el fantasma tendido a tu costado, el aire que en los labios te besó. Mas la borrasca fiera e iracunda, el lamento, el temor desconfiado, la noche tenebrosa, no soy yo.
Los Angeles, 17 de febrero de 1998
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75 - Yo soy la aurora
Vengo a cerrar la noche, soy la aurora, y traigo una sonrisa a tu ventana que el primer rayo de mi luz temprana estampará en tu frente soñadora. Alza tu desnudez del lecho ahora, y sumérgete en mí, que la campana te anuncia alegre con su voz lejana la fuga de la sombra aterradora. Las visiones nocturnas han partido, la soledad se arrastra en retirada, y un nuevo sueño animará tu mente. El deseo anteriormente dormido, te embriagará de nuevo esta alborada, y vivirás tan sólo en el presente.
Los Angeles, 18 de febrero de 1998
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76 - Yo soy el día
Te traigo el resplandor de un nuevo día fundiendo tu tiniebla y tus pesares, y tengo un florilegio de cantares para llenarte el alma de armonía. He de decirle al sol que tú eres mía, porque yo te he elevado a mis altares, su reino serán playas y olivares, pero el mío será tu fantasía. Mi luz te envolverá en abrazo estrecho, cálido roce casi imperceptible, como el pétalo leve de una flor. Y no habré de sentirme satisfecho hasta que no resulte inextinguible dentro de tí esa luz y su calor.
Los Angeles, 18 de febrero de 1998
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77 - Yo soy la tarde
Voy perdiendo la luz, ganando el frío, y avanzando con mano temblorosa a la gruta nocturna, tenebrosa, donde me abrazará un sueño sombrío. Soy una sola gota en este río del tiempo, cuyo flujo no reposa. Quién pudiera dormir sobre tu rosa como una simple gota de rocío. Al entrar en el túnel inquietante de esta noche, reflejo de la muerte, sigue mi rumbo, quédate a mi lado. Serás mi amiga, mas también mi amante, y aunque a mi vera yazga un cuerpo inerte, es sólo a tí a quien yo duermo abrazado.
Los Angeles, 19 de febrero de 1998

Poemas

Cuando a tí venga
Cuando a tí venga no ha de ser en sueños, porque los sueños dejan imágenes truncadas y placeres pequeños que al extender los brazos me evaden y se alejan. Vendré hacia tí en marea irreprimible de sucesivas e insistentes olas, arropando el desnudo de tu piel apacible en espumoso abrazo sobre la arena a solas. Quizá venga como ímpetu violento danzando en espirales de huracanado viento para así desflorarte los rosales. O será en el empuje del torrente, envuelta en mí y en mí zarandeada, arrastrando tu cuerpo en mi corriente, sin resistencias y sin retirada. O es posible que venga sigiloso, tigre en avance lento y decidido, y en salto vigoroso cayendo sobre tí con un rugido. Pero quizá me llegue como el hombre de instintos y de amores buscando a la mujer que se me entregue con alma en fuego y cuerpo de temblores. Y en su abrazo cerrado, y en sus muslos abiertos, ha de haber una oferta de placeres dormidos y de sueños despiertos, de secretos al aire, de intención descubierta. Si así vengo y te encuentro, seré viento y torrente, seré tigre y marea, te abrirás a mi asalto, y al recibirme dentro seré yo quien te invada, mas tú quien me posea.
Los Angeles, 2 de febrero de 1998
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Cuando de tí me vaya
Al llegar el momento, ha de llorar la luna con lágrimas de estrellas haciendo más oscuro en la noche el firmamento, pero serán las tuyas más tristes y más bellas. Cuando llegue el momento se aferrará tu mano a la mía, intentando retenerme a tu vera, y maldiciendo al tiempo, inflexible tirano, que no detuvo el paso en su carrera. Una serpiente amarga se enroscará en tu pecho, atenazando el alma con negra incertidumbre. Qué frío habrá en tu lecho, qué sola irás entre la muchedumbre. Mas quedará el recuerdo de los días brillantes, de las noches rojizas en que fuimos amantes, y el fuego estará vivo en las cenizas. Y habrá un faro en la costa destellando chorros de luces sobre el mar inquieto, penetrando en las sombras, y aventando la duda oculta y el temor secreto. Mira en la oscuridad del sentimiento triste el resplandor, no la fugacidad, de la entrega que dí y que me ofreciste. Y cesará la luna de sollozar nostálgicos olvidos, porque no habrá ninguna, ninguna otra mujer en mis gemidos.
Los Angeles, 2 de febrero de 1998
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Cambio
Esta noche no dormiré en tu alcoba. por no ver los fantasmas que detesto y los sombríos monstruos que me espantan. Cuando brota tu amor, alguien lo roba; Si mis besos te doy, se pierden presto; y las penas que arranco, otros las plantan. Hay un pasado escrito en las paredes que se burla de mí, y me lanza insultos, y aunque cierre los ojos, aún le leo. Ha desplegado sobre mí sus redes, ha invadido mi paz con sus tumultos, y me aturde con su repiqueteo. Tienes que abandonar esa caverna que un día para tí fue trono y gloria, y que conserva tanta resonancia. Si acaso su recuerdo aún te gobierna, desentiérrale ya de la memoria, y déjale perderse en la distancia. Sal de tí misma, apréstate a la huída sin volver la mirada hacia el pasado, destrozando los lazos que te amarran. Hallarás junto a mí una nueva vida, y en tí habrá paz cuando haya aniquilado los garfios del dolor que te desgarran.
Los Angeles, 3 de febrero de 1998
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Como soy
En mis paredes internas cuelgan trofeos soñados de ambiciones, de ilusiones, de propósitos abiertos, de afanes nunca logrados. Desembocan como crueles arroyos en serenidad de lagos, vertiendo inseguridades y diseminando estragos que en el fondo se colocan. Las colinas circundantes, al mirarse reflejadas en la superficie tersa, se perciben a sí mismas, no a la realidad inmersa, oyen la armonía clara, no las notas discordantes. Soy como soy en mí mismo, no sólo como aparezco, si me has de juzgar, que sea no por lo que tu ojo vea, mas por lo que yo te ofrezco. A veces sobre las aguas se agitará la tormenta, pero habrá paz en el alma; y a veces será la calma flotando sobre el tumulto, soñolienta. Verás al pasar que tengo la entrada franca y abierta, sólo has de empujar la puerta para observar cómo vivo y en qué luces me mantengo. Pero si pasas deprisa, con una breve mirada dirigida a la fachada, quizá no veas el llanto camuflado en la sonrisa. Los trofeos aparentes sean virtudes o vicios, son atributos ficticios en la ardiente fantasía de las gentes. Júzgame por lo que soy, por lo que hago y lo que digo, sin rumores ni sospechas; sólo yo soy mi testigo; soy como soy, como fui, como ayer, mañana y hoy.
Los Angeles, 4 de febrero de 1998
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Día de San Valentín
Quiéreme en marzo, quiéreme en septiembre, y en agosto, y en junio, y en enero, y quiéreme en octubre y en diciembre, pero no en el catorce de febrero. ¿Por qué ha de haber para el amor un día, rosas, bombones, bailes o teatro, dejando indiferencia y apatía en los trescientos y sesenta y cuatro? Hoy no ha de ser mi amor ni más ni menos que lo fue ayer o lo será mañana; si he de besar tus labios o tus senos, lo quiero hacer cuando me dé la gana. En esta fecha mercantilizada, en que el amor es una obligación, nada espero de tí, no esperes nada, deja la regla, adopta la excepción. Te buscará mi mano cuando quiera, estaré para tí siempre asequible, verano, otoño, invierno y primavera, con fuerte impulso o toque imperceptible. Destruye el plan, arroja el calendario, rechaza la ocasión prefabricada, marcha con paso firme y voluntario, y que nadie distraiga tu mirada. Y habrás de responder a quien te diga que debes ser romántica un instante, que hoy has de ser únicamente amiga, y volverás mañana a ser amante. Olvídame el catorce enteramente, ser amado este día es un engaño, mas recomienza el quince intensamente, y ámame más y más en todo el año.
Los Angeles, 10 de febrero de 1998
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Ella
Desnúdenme tus manos lentamente sobrenadando senos y caderas, y desliza tus dedos diligente entre botones, lazos, cremalleras. Mira mis ojos y ábreme la blusa, y descuelga los pechos prisioneros, que mi deseo nada te rehusa, y ellos son del deseo mensajeros. Se abren a tí como dos rosas tiernas, esperando la lengua en los pezones, y percibo temblores en mis piernas, y un aire abrasador en los pulmones. No hay en mi ofrecimiento ambigüedades, va a tí sin desvergüenza o timidez, y aunque con tinte de frivolidades, parece siempre la primera vez. Besa con humedad mi boca hambrienta, y haz que ambas lenguas jueguen en contacto, no ha de haber nada a lo que no consienta , mía es la voluntad, tuyo es el acto. En la espalda hay insólitos caminos que mi mano jamás ha transitado, y de tus dedos brotan remolinos erizando la piel de mi costado. En breve y delicada sacudida mis hombros de la blusa se desprenden; semidesnuda estoy, y enardecida, y alzo los brazos, que hacia tí se extienden. Detente brevemente en la cintura, rodéame en caricias circulares, y explora el resto de mi arquitectura, con paso franco a todos mis lugares. Cae la falda a los pies..., al fin desnuda... Qué libertad e independencia siento. No queda en mí vacilación ni duda, sólo serenidad..., y atrevimiento. Están mis ojos en tus ojos fijos, y tus manos me arropan insistentes; suaves contactos causan regocijos, lentas fricciones llegan más frecuentes. Aproxímate más, cúbreme entera, encadéname a tí, y abre mi rosa, dame un beso total, de tal manera que resulte en fusión voluptuosa. Quédate en pie y recibe el doble abrazo, y al rodear tu cuerpo con mis piernas, introduce tu furia de un zarpazo anegando mis cámaras internas. El ímpetu, el gemido y los sudores me dirán que soy tuya y eres mío; seremos mutuamente posesores, como el cauce y las aguas en el río.
Los Angeles, 14 de febrero de 1998
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El
Hay en tu rostro un gesto de embeleso al ajustar tu mano mi corbata; y me encuentro vestido con exceso al ver tu desnudez bajo la bata. De repente me asaltan intenciones que sacuden la fibra del sentido, y que encajan en las incitaciones que el brillo de tus ojos me ha tendido. Sin vacilar, toma hoy la iniciativa y traduce en acciones la sonrisa, que tu mano sensual y decisiva me arranque la corbata y la camisa. Deslízame los dedos sobre el pecho, y extiéndete a la espalda suavemente; mi instinto levantado está al acecho, todo mi voluntad te lo consiente. Hoy serás tú quien todo lo decida, seré el juguete, y tú serás quien juegue, tendrás autoridad indefinida y no encontrarás nada que te niegue. Ya el cinturón se siente relajado, y tu contacto excita mi impaciencia, siento el impulso desencadenado, pero a él, no a tí, he de hacerle resistencia. Es tu oportunidad, es tu momento, será tu desnudez junto a la mía, tus caricias tendrán el ritmo lento de inevitable, espléndida agonía. Y aunque te exija que me lo aceleres, no escuches mi clamor ni mi quejido, habré de recibir lo que me dieres, cuando, como y en donde hayas querido. Siento tus manos descendiendo lentas y tú también te inclinas y desciendes, y a mi virilidad la boca enfrentas, y una violencia emocional enciendes. Ese beso profundo y penetrante, me acerca a tí de singular manera; y aunque no puedo verlo en tu semblante, percibo toda tu pasión entera. Tus manos en mi piel clavan crispadas las uñas, que de sangre se revisten; flota tu pelo en nuevas oleadas, los labios y la lengua no desisten. Qué catarata de placer provocas volcándose en caída resonante, tal la furia del mar contra las rocas… Qué maravilla poder ser tu amante. Y al fin las aguas, blancas de la espuma, tras la caída, avanzan en el río; siento en la mente el sueño de la bruma, y en el cuerpo el postrer escalofrío. Levántate y abrázame, cariño, yace conmigo en silenciosa calma, mantenme en tu regazo como a un niño, y toma posesión de cuerpo y alma.
Los Angeles, 16 de febrero de 1998
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Cansancio
Acércate, noche, con tu abrazo frío, lávame el cerebro, déjale vacío; arranca el recuerdo que el dolor recobra, sin el sentimiento su imagen me sobra. Cuando la esperaba, su sombra no vino, y al caminar solo perdí mi camino. Ahora va mi sombra vagando aturdida, quizá hacia la muerte, quizá hacia la vida; mas quizá no importa si seré o he sido, náufrago remoto del mar del olvido. Cerraré los ojos, aunque nada veo, callarán mis labios, dormiré el deseo. Tu trémula mano tocará mi frente, y a mi lado sólo tú estarás presente. No dejes que emprendan mis sueños el vuelo, e incrústame el alma en un bloque de hielo. Para vivir tengo voluntad cansada, ya ni sentir quiero, ni pensar en nada.
Los Angeles, 20 de febrero de 1998
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Ojos al pasar
Aún me miran fijamente los ojos que no me vieron en un crepúlculo tibio de otro lugar y otro tiempo. Dos juventudes lejanas se cruzaron y partieron, una siguió inadvertida, y la otra guardó el recuerdo. Cómo se me hicieron míos, aunque ellos nunca lo fueron, y cómo se apoderaron cada noche de mis sueños. Se abrieron en tierra extraña a luces de otro sendero, luces tibias, fuegos fatuos, hojas danzando en el viento, pétalos pisoteados, y pájaros prisioneros. Y los ojos que vi un día, pero que nunca me vieron, se nublaron de tristeza, de soledad y silencio. No supe de la añoranza empañando sus reflejos, ni de la mirada triste, ni del hondo desaliento. Siempre los ví como entonces, tal como los llevo dentro, soñadores, rutilantes, apasionados, inquietos. La somnífera rutina les ha impuesto un cautiverio, pero no en mí, donde brillan eternamente despiertos. Cuántas veces he querido revivir aquel momento en que te miró mi amor, y me miraste sin verlo. Qué dos vidas paralelas alejadas en silencio, que pudieran haber sido salmos del mismo psalterio. Mas nadie oyó nuestro canto, por ser lejano e interno, y porque a oídos cerrados no existen labios abiertos. Y hoy, con el alma dormida, y sobre la espalda el peso de indiferencias y olvidos, te he visto pasar de nuevo. Pero esta vez me miraste con dulce mirar intenso, con ansiedades remotas, y definitivo intento, cerrando pasados grises en paréntesis de tiempo. Los mismos ojos profundos, que indiferentes me vieron en una ciudad lejana, bajo la luz de otro cielo, se han reencontrado conmigo, fuera de mi propio sueño.
Los Angeles, 24 de febrero de 1998
Diseño: Carmen Álvarez
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