Breverías
394
Si la mano desliza su tacto en el teclado,
si las notas florecen en rosas de sonidos,
si la mente divaga por paisaje soñado,
si los labios se ofrecen frescos y humedecidos,
si tan lejos te tengo, tan sola me has dejado
que sangra el alma y gritan furiosos los sentidos,
¿cómo podré hacer frente a cada nuevo día,
si lo único que queda de tí es la lejanía?
395
Estrécheme el anillo de tus brazos,
atenazándome robusto y firme
y no te vayas ni me dejes irme;
pues si te vas, me desharé en pedazos,
si no logro en tí mismo diluirme.
396
Entra en el agua azul de la laguna,
que te envuelva la luz, te abrace el viento,
y en la desnuda piel baile la luna
con lúbrico y callado movimiento.
Y en círculos concéntricos las ondas
circunscriban y estrechen tu cintura,
y en su inquietud reflejen las redondas,
sensuales formas de tu arquitectura.
397
Mi escena es un monólogo muy triste
con fondo de atabales y tambores
en marcha fúnebre, desde que hiciste
marchitarse en tu adiós todas las flores
de que el coloquio en vivo se reviste;
yo en el proscenio, tú entre bastidores,
y mi voz, sin la tuya entrecortada,
más elocuente fuera si callada.
398
Con los ojos cerrados, con los brazos abiertos,
con sonrisa elocuente sobre labios callados,
y en doble ofrecimiento los senos descubiertos,
y los ojos abiertos, y los brazos cerrados,
ven a mí con la audacia que ni duda ni niega,
vestida de ilusiones, desnuda de temor,
exhibiendo en el gesto definitiva entrega,
que te estoy esperando para hacer el amor.
399
Avanzaba hacia mí sobre la alfombra
arrastrándose en codos y rodillas,
tras el cabello rojas las mejillas,
entre los brazos péndulos en sombra.
Con la elasticidad de una pantera
de lujuriosas ancas cimbreantes,
dió un salto sobre mí, fuimos amantes,
y en sus garras quedé la noche entera.
400
Bella mujer yacente que reposas
bajo la tibia luz acariante,
sola y desnuda, en ansiedad de amante
y exploradoras manos temblorosas,
detén la tuya, que en tus propias fosas
quiero estímulo ser, y estimulante.
401
Con la mano arropé la nueva herida
de palpitantes, tibios labios rojos,
manteniéndola oculta, enmudecida,
mas la voz del dolor halló salida
desbordándose en llanto por los ojos.
402
Al paladar se adhieren las palabras,
en jaula aislada ocultas prisioneras,
y el pensamiento duerme, aunque le abras
trayectos de palomas mensajeras.
No vienen aunque tanto las espero,
no le conozco porque no me ha hablado,
despiértale, mujer, que sólo quiero
ver si me necesitas a tu lado.
403
El brillo de tus ojos no me engaña,
me susurra en silencio y me habla a gritos,
suspirando de nuevo por los ritos
que han de llevarme a penetrar tu entraña.
404
Despiértame a tu sueño, que dormido
no albergo sino imágenes distantes,
y quiero efectuar el recorrido
de tus salientes y de tus entrantes.
405
Sueño con el recuerdo de tus ojos,
y recuerdo tus ojos en el sueño,
y he de cerrarte en mí con diez cerrojos,
y has de tener en mí tu único dueño.
406
Apareces y te vas,
vienes y desapareces:
Si te beso un par de veces
¿te quedarás o te irás?
407
Mi amor se ha ido,
me dejó abandonado
y en el olvido.
Si ella quisiera,
un besito en los labios
sí que le diera.
408
Hoy amanecerá por occidente,
lloverá sobre tí sin que te mojes,
verás retroceder a los relojes,
y al río remontar hacia su fuente.
El colibrí nadando sumergido,
y el pez batiendo el aire en raudo vuelo;
y tú estarás en mí, bloque de hielo,
indiferente en brazos de mi olvido.
Sonetos
182 - Sin tí
Quien me ve se pregunta si estoy ciega
porque mantengo la mirada ausente,
y en el vaivén amorfo de la gente
avanza el pie y el alma se repliega.
Soy el buque fantasma que navega
sobre incoloro mar indiferente,
sin capitán al mando sobre el puente,
y en ruta a un puerto al que jamás se llega.
He visto el sol, y estoy oscurecida,
pude cantar, y me hallo enmudecida,
viví unos días, y me siento muerta.
Sonámbula en tu búsqueda he salido,
incapaz de encontrarte y del olvido,
en plenitud de tí, sin tí desierta.
Los Angeles, 23 de abril de 1999
183 - Un sólo día
A tí, con sed inextinguible, viene
esta mujer abierta en rebeldía,
dispuesta a celebrar en sólo un día
todas las fiestas que el amor contiene.
Ya en la explosión vital que el vientre llene,
en absorción de rígida energía,
exploración de mutua anatomía,
o entre los senos prisionero el pene,
será un encuentro exento de programa,
con libertad total sobre la cama,
sin privilegios, lazos, ni derechos.
Y ambos al fin extenuados, mudos,
descansaremos plácidos, desnudos,
sobre tu pecho el beso de mis pechos.
Los Angeles, 25 de abril de 1999
184 - La vida
Hoy es día de ciervos y gacelas
de juvenil y grácil movimiento:
corre el corcel del alma como el viento
sin que el jinete clave las espuelas.
Fue ayer día de miedos y cautelas,
de galápagos yendo en paso lento:
perdió el bajel del alma el cargamento,
destrozado el timón, rotas las velas.
Del águila mañana será el día,
del esplendor y de la fantasía
que convierte en grandeza lo pequeño.
No es el momento actual la vida humana,
es un compendio de hoy, ayer, mañana,
cubierto por la cúpula de un sueño.
Los Angeles, 1 de mayo de 1999
185 - Moribundo amor
Mis manos allanaron el terreno
nivelándolo estrato sobre estrato,
proyecto inverosímil, insensato,
mas en el trance aquel factible y bueno.
Y al levantar la torre en huerto ajeno
con sólo la esperanza por contrato,
sobre mí se cernió el riesgo inmediato
de hundirse al rayo sin la voz del trueno.
Y aunque ví aproximarse la tormenta,
ni pareció cercana ni violenta,
sólo un apelmazado nubarrón;
Pero ciñó en su oscuridad vacía
mi mente, destruyendo la utopía
elaborada en mi imaginación.
Los Angeles, 3 de mayo de 1999
186 - Ilusión
"Erase un rey que tenía
un castillo de diamantes,
una tienda hecha de día,
y un rebaño de elefantes." (Rubén Darío)
Desbórdase la luz por cada grieta,
que no es capaz de retenerla el muro,
y no ha permanecido ángulo oscuro
bajo sus ojos claros de violeta.
Transporta, hada inefable, mi alma inquieta
a tu reino ideal, sutil y puro,
robusteciendo el sueño que inseguro
tiembla al fondo de mi alma de poeta.
Tanto me iluminó su luz de fuego,
que me ha arrancado el mundo, y estoy ciego,
viendo tan sólo su fisonomía.
Y no sé si es cordura o si es demencia,
si estoy en el recuerdo o la presencia,
si vivo en realidad o en fantasía.
Los Angeles, 5 de mayo de 1999
187 - Inmóvil
Cerrado el libro que llamaras mío,
sólo peso y volumen me has dejado,
mi lectura de tí se ha evaporado
y tu vacío es ahora mi vacío.
Y no puedo escribir si no me guío
de las líneas que tú habías trazado;
tanto he perdido, tanto he olvidado
que no hay sonrisa en mí cuando sonrío.
Inmóvil, casi inerte te presiento,
velamen flácido sin sol ni viento,
dormido en mar de gélida quietud.
¿Aceptarás de mí un soplo de vida,
o enlazarás tu herida con mi herida
en la inmovilidad del ataúd?
Los Angeles, 5 de mayo de 1999
188 - Abisag, la Sunamita
“Que busquen para mi señor, el rey, una joven virgen
que le cuide y le sirva; durmiendo en su seno, el rey ,
mi señor, entrará en calor”. (I Reyes, 1: 2)
El frágil cuerpo, disecado el brío,
revestido se ve de invierno helado,
y quien guerrero fue, se halla acostado
abrazado al temblor en lecho frío.
Oh qué destino el tuyo tan baldío,
virgen y bella Sunamita, al lado
de quien recibe tu calor prestado
y te devuelve su interés vacío.
¿No has sentido en la noche la tendencia
de arrancar de su piel la indiferencia,
explorando secretos con tu mano?
Pobre dulce mujer, abandonada
en lecho ajeno, nunca desflorada
por hombre tan contiguo y tan lejano.
Los Angeles, 10 de mayo de 1999
189 - Betsabé
“y vió desde allí a una mujer que estaba
bañándose y era muy bella”. (II Samuel,11:2)
El agua perfumada se desliza
en finos dedos de caricia muda,
blanca de luz, sobre la piel desnuda,
y delicadamente la suaviza.
Hay un temblor de arena movediza
bajo los pies del rey, pero no duda:
y la somete, y la transforma en viuda,
y es suya al fin, del fuego a la ceniza.
Al suceder las noches a los días,
¿estaba junto a tí David o Urías?
¿fue el rey quizá mejor que el capitán?
¿O los cantos del rey con el salterio
cubrieron de tal gozo el adulterio,
que los recuerdos del ayer no están?
Los Angeles, 10 de mayo de 1999
190 - Raquel
Llegada la mañana, vió Jacob que era Lía, y dijo a Labán:
‘¿Por qué me has hecho esto? ¿No te he servido por Raquel?
¿Por qué me has engañado?’ (Génesis, 29: 25)
Por tí, Raquel, ha sido el sacrificio,
por tí veo pasar de siete en siete
los años a la espera, y me acomete
una ansiedad de tí, sin ejercicio.
Toda con la mirada te acaricio,
hasta esta noche oscura que promete
desenlace nupcial en el que apriete
tu vientre abierto sólo a mi servicio.
Y así ha sido...¿o no fue?...Qué desengaño
amanecer unido a un cuerpo extraño,
lejos de tí, sobre tu hermana Lía.
Oh Raquel, mi Raquel, tú has de esperarme,
porque dentro de tí he de derramarme
al final de estos años de agonía.
Los Angeles, 11 de mayo de 1999
191 - Hijas de Lot
“Subió Lot desde Segor y moró en una caverna con sus dos hijas.
Y dijo la mayor a la menor: Nuestro padre es ya viejo,
y no hay hombres aquí que entren a nosotras, como en todas partes se acostumbra. Vamos a embriagar a nuestro padre y a acostarnos con él.”
(Génesis 19:30-32)
Me reflejas, inhóspito paisaje,
estéril útero que nada lleva,
ni llueve en valles, ni en montañas nieva,
ni florece la flor entre el ramaje.
Ni un hombre queda que mi piel trabaje
en la íntima tiniebla de esta cueva,
o junto al fuego, y permanezco nueva...
más bien quisiera recibir ultraje.
Ven, hermana, que ya el día se apaga,
y el vino rojo a nuestro padre embriaga,
ofrezcámosle nuestra desnudez.
Seré esta noche suya, y tú mañana,
no más virginidad, no más, hermana,
que ésta pudiera ser la única vez.
Los Angeles, 11 de mayo de 1999
192 - Dina
“Y viéndola Siquem, príncipe de aquella tierra, la cogió,
se acostó con ella y la violó”. (Génesis 34: 1-2)
Vino al amanecer, grácil y pura,
el cántaro vacío a la cadera,
velado el rostro, negra cabellera
cayendo en olas hasta la cintura.
Sólo sus ojos ví, mirada oscura
como la noche en que al amor se espera;
y junto al pozo, bajo la palmera,
se abrazó mi deseo a su figura.
Me resistió, mas doblegué su intento
usando fuerza, mas sin ser violento,
y vi creciente su debilidad.
Se aflojaron sus manos en mi pecho,
y me anudaron en abrazo estrecho,
y al final nos amamos de verdad.
Los Angeles, 12 de mayo de 1999
193 - Cabálgame
Cabálgame, jinete misterioso,
al paso lento, que tu ritmo sigo;
y no quiero la sombra por testigo,
cabálgame en la luz, voluptuoso.
Cabálgame, jinete impetuoso,
al trote, sincronízate conmigo,
dime las cosas mismas que te digo,
cabálgame en palabras, rumoroso.
Cabálgame, jinete galopante,
cabálgame con ímpetus de amante,
furia de viento, sed de manantial.
Cabálgame con fuerza inextinguible,
más allá del amor y lo imposible,
y mucho más allá del bien y el mal.
Los Angeles, 12 de mayo de 1999
194 - Vacía
Náufraga en playa inhóspita y desierta,
ni tengo voluntad para escaparme,
ni sé aceptar la mano que desarme
la prisión en que estoy, o abra su puerta.
Tampoco escucho la señal de alerta,
y aunque la oiga, no sé movilizarme,
ni el sol será capaz de reanimarme,
ni la noche podrá hallarme despierta.
Fría estatua de mármol, insensible,
en mí misma perdida, inaccesible,
sin ideas, palabras, ni razones.
Confusa estoy, de mí desarraigada,
mirando todo pero sin ver nada,
desprovista de sueños e ilusiones.
Los Angeles, 13 de mayo de 1999
195 - Los recuerdos
¿Dónde van los recuerdos del que olvida?
¿En qué insondable sima permanecen?
¿Mantienen vidas propias o perecen
estrangulados sin hallar salida?
Duerme en la niebla el alma que descuida
la imagen del ayer, y palidecen
sus colores, sus formas envejecen,
y es un cuerpo sin hálito su vida.
Tú viniste y te irás, y habrá en tu mente
un espacio vacío, indiferente,
donde mi nombre había sido escrito.
Seré una sombra informe en tu pasado,
cuyo cuerpo el olvido ha sepultado
bajo una mole inmensa de granito.
Los Angeles, 13 de mayo de 1999
196 - Dalila
“Después amó a una mujer del valle de Sorec, de nombre Dalila.
Los príncipes de los filisteos subieron a ella y la dijeron:
‘Sedúcele, para saber en qué está su gran fuerza...’ “ (Jueces, 16: 4-5)
Siento bajo mis párpados vacías
las cuencas de los ojos, y a mi lado
no percibo tu cuerpo perfumado,
tan adyacente a mí en mejores días.
Qué negras son las noches, y que frías,
que tu deslealtad me ha deparado,
pero aun ciego por tí y encadenado,
cómo quisiera hacer tus noches mías.
Oh, Dalila, Dalila, tu belleza
dos veces me cegó, y mi fortaleza
se derrumbó ante tu debilidad.
Si pudiera rebobinar la vida,
y mi suerte me fuera conocida,
otra vez te diría la verdad.
Los Angeles, 13 de mayo de 1999
197 - Rut
“Donde vayas tú, iré yo; donde mores tú, moraré yo;
tu pueblo será mi pueblo, y tu Dios será mi Dios”. (Rut, 1: 16)
Te seguiré en el campo y la ciudad,
mi huella irá en la tuya en el sendero,
si vas veloz, mi ritmo irá ligero,
si en calma vas, iré en tranquilidad.
He de hacer mía tu necesidad,
será lo que tú quieras lo que quiero,
me dirá tu esperanza lo que espero,
y tu verdad vendrá a ser mi verdad.
Tu nombre, Noemí, será ahora Mara,
amargura que acerca, no separa,
manos vacías que saturaré.
Por tí no he de negarme a los sudores,
espigaré tras de los segadores,
y más aún que me diste, te daré.
Los Angeles, 13 de mayo de 1999
198 - Susana
“Las puertas están cerradas, nadie nos ve, y nosotros ardemos
en pasión por tí; consiente, pues, y entrégate a nosotros.” (Daniel 13:19)
- ¿La ves bajo la fronda del castaño,
que su esplendor desnudo al sol arquea?
- Déjame, amigo, una vez más que vea;
quiero sentir como sentía antaño.
- Oh, quién pudiera ser su agua de baño,
que tan estrechamente la moldea…
- Oh, quién pudiera ser quien la posea,
por amor, por la fuerza o por engaño.
Y subrepticiamente los ancianos
siguieron a sus ojos con sus manos,
temblando de lujuria entre las piernas.
Y fue un bloque de hielo la firmeza
de Susana, negando su belleza
a la amenaza y las palabras tiernas.
Los Angeles, 14 de mayo de 1999
199 - La adúltera
“El que de vosotros esté sin pecado,
arrójele la piedra el primero” (Juan 8: 7)
Los brazos de mi amante me cercaron
y mis manos sobre él rodaron locas;
todas las horas parecían pocas,
hasta que de su lecho me arrancaron.
En hemiciclo de odio me acosaron,
y los sucios insultos de sus bocas
cayeron más hirientes que las rocas
lo hubieran hecho; y me inmovilizaron.
Tendida al sol, sobre la ardiente arena,
descendió sobre mí la luz serena
de la única mirada sin veneno.
Era el Rabí que a los leprosos cura,
y me dijo en su tono de dulzura:
"Mujer, fue por amor: No te condeno".
Los Angeles, 14 de mayo de 1999
200 - Judit
“Y con toda su fuerza le hirió dos veces en el cuello,
cortándole la cabeza”. (Judit 13: 8)
Descansa el carro, duerme la saeta,
el vino riega el paladar sediento,
la fatiga es asiria: Es el momento
de la acción que los riesgos no respeta.
Debo vestir la túnica indiscreta,
derramar sobre mí el mejor ungüento,
y fingir descarado atrevimiento
que no revele la intención secreta.
Ni frívola ambición ni honor abrigo,
sólo la destrucción del enemigo
que pretende a mi pueblo destruir.
Y al cortar su cabeza con mi mano
haré al gigante parecer enano,
será abatido el que intentó abatir.
Los Angeles, 14 de mayo de 1999
201 - Magdalena
“Y he aquí que llegó una mujer pecadora que había en la ciudad,
la cual...se puso detrás de El, junto a sus pies, llorando, y comenzó
a bañar con lágrimas sus pies y los enjugaba con los cabellos
de su cabeza, y besaba sus pies y los ungía con el ungüento”. (Lucas 7: 37-38)
Amé a los hombres tanto, a todos ellos,
y tanto fue su amor, aunque tan breve...
El beso de éstos fue aleteo leve,
remolino absorbente fue el de aquéllos.
Si una mano se enreda en mis cabellos,
otra bajo mi túnica se atreve,
y a cada amante dejo que me lleve
ya sea en deferencia o atropellos.
Y yo me doy, tentada y tentadora...
¿Me doy? Me dí; ya no me doy ahora,
porque un hombre, uno sólo me fascina.
Un hombre a cuyos pies estoy postrada,
muy diferentemente enamorada,
cuya palabra sola me domina.
Los Angeles, 16 de mayo de 1999
202 - Marta
“Marta, Marta, tú te inquietas y te turbas por muchas cosas;
pero pocas son necesarias, o más bien una sola. María ha escogido
la mejor parte, que no le será arrebatada”. (Lucas 10: 41-42)
- ¿No ves, Señor, que toda la mañana
de mis ocupaciones soy cautiva,
mientras embelesada e inactiva
yace a tus pies sin ayudar mi hermana?
- Marta, Marta, la vida cotidiana,
con sus quehaceres, resta perspectiva;
de tantas cosas el trajín le priva
a quien en vez de amar, sólo se afana...
Tanta vida se va dilapidada
en marcha insustancial, precipitada,
sin disfrutar la magia del momento.
Retarda el paso, seca los sudores,
y aspira el dulce aroma de las flores,
que va más lejos quien camina lento.
Los Angeles, 16 de mayo de 1999
203 - Escisión
Abre la noche fauces tenebrosas
devorando cruel mi confianza;
la palabra indecisa no te alcanza,
y entre ambos fluyen aguas procelosas.
Qué valor tan efímero las cosas
tienen sin ti; qué frágil la alianza
que aporta desnivel a la balanza,
pesando las manzanas con las rosas.
De esas rosas me quedan las espinas
desde que ya a mi lado no caminas;
por cada herida un pétalo voló,
zarandeado por un aire extraño,
que pudo ser fatiga o ser engaño,
pero que abrió una brecha entre tú y yo.
Los Angeles, 18 de mayo de 1999
204 - Rahab
“Apoderándose de la ciudad, dieron al anatema todo
cuanto en ella había, y al filo de la espada a hombres
y mujeres, niños y viejos, bueyes, ovejas y asnos”. (Josué 6: 21)
Vinieron como lluvias torrenciales
arrasando a su paso la cosecha,
imponiendo una ley de mente estrecha,
al toque fiero de los atabales.
Doce tribus de nómadas brutales,
de sangre y fuego el alma contrahecha,
exterminan en una sola fecha
a hombres, mujeres, niños y animales.
Peor castigo yo merecería,
habiendo traicionado en ese día
a la comunidad en que nací.
De nuevo el vencedor con Dios se explica,
la matanza con El se justifica,
y a través de los siglos será así.
Los Angeles, 18 de mayo de 1999
205 - Alto y bajo
En la montaña rusa de su vida
se transformó en suspiros el estruendo.
Qué lentitud hacia la cima yendo,
qué rápida y profunda la caída.
Brazos en alto, en blanquiazul subida,
aspira a cielo y nubes sonriendo;
y en súbito descenso va temiendo
desplomarse en la tierra malherida.
Yo otra montaña rusa he descubierto,
en que mi mano lleva el toque experto
a las erectas puntas de sus altos.
Y desciende hasta las profundidades
despertando las sensibilidades
que la cubren la piel de sobresaltos.
Los Angeles, 19 de mayo de 1999
206 - Imprescindible
Sombra nocturna sobre mí derramas,
precipitada y amenazadora,
tú, que me regalaste en cada aurora
un sol prometedor de luz y llamas.
Veo cubrírseme la piel de escamas,
y la sangre circula helada ahora...
¿Dónde estoy, dónde estás, por qué me ignora
tu voz de viento que arrulló mis ramas?
Un prematuro invierno ha despojado
la fronda que vestía mi arbolado,
y estoy desnuda, y fría, e insensible.
Revísteme de tí, de tu energía,
y arráncame esta ausencia tan vacía,
para volver a serte imprescindible.
Los Angeles, 20 de mayo de 1999
207 - Cambio
Tímida niña en la primera escuela,
adolescente a la que no se toca,
joven que ni seduce ni provoca,
pero al final, apasionada abuela.
No sabe conformarse, se rebela,
y es un tanto arriesgada, sin ser loca;
toda su entrega le parece poca,
y ha olvidado el temor y la cautela.
Y por sí sola va, sin titubeos,
conducida de impulsos y deseos
antes dormidos, o quizá distantes.
Ni se refrena ya ni se limita,
y sólo acepta cuanto le permita
ser la mejor de todas las amantes.
Los Angeles, 21 de mayo de 1999
Poemas
Calle vacía
Se van mis pies, se van por tu sendero,
se van y yo les sigo;
me tienen prisionero,
me llevan donde yo estuve contigo.
Y ya no estás allí,
pero ellos quieren
pisar de nuevo el suelo en que ofrecí
cuanto te pude dar. Quienes me vieren
han de pensar que llevo un objetivo
de definida urgencia,
tal vez observen mi ademán esquivo,
o tal vez mi actitud de indiferencia.
Pero es que al verte ausente estoy ausente,
despojada de todo, desvalida,
perdida entre la gente,
hundida en mí desde tu despedida.
Y no me siento dueña de mis pasos,
ni absorbo las imágenes que veo,
ni tengo amaneceres, sólo ocasos,
ni tu espejo me ve ni en tí me leo.
Me has arrancado el alma, el pensamiento;
mi voluntad no tiene
ni fuerza ni propósito, y presiento
que es la tuya quizá que me sostiene.
Y así llegué a la esquina,
ignorante o confusa de razones,
y al no hallarte, sentí una nueva espina
rasgándome en jirones.
Los Angeles, 29 de abril de 1999
A tí he llegado
No hubo faro en la costa iluminando
la ruta con fulgor intermitente;
ni hogueras señalando
el peligro espumoso del rompiente;
ni la ciudad dormida
sobre el roquizo promontorio oscuro
me dió la bienvenida
con fuegos de artificio sobre el muro.
Llegué a la costa una mañana fría,
sobre un mar enemigo de la calma,
sin otra compañía
que la más honda soledad del alma.
Quizá haya habido una razón oculta
que me impulsó a arribar a este destino,
o mi arribada aquí tal vez resulta
de no haber conocido otro camino.
Pero aquí estoy, y a tí te pertenezco,
no sé retroceder,
ni quiero preguntar si lo merezco,
sólo si hay sitio junto a tí, mujer.
Los Angeles, 30 de abril de 1999
En las ruinas
Te ví en la columnata derruída
donde incompletos capiteles duermen
en la red de la fronda entretejida.
Te ví apoyada sobre el viejo muro,
con la mirada absorta en un pasado
sin desembocadura hacia el futuro.
Te ví como una parte de mí mismo,
comprendiendo las íntimas ideas
que dejabas yacer en tu mutismo.
Te ví como eres sin haberte hablado,
y ví como serás cuando al mirarme
supe que habrás de estar siempre a mi lado.
Y esa es la clave de mi buena suerte,
que en las ruinas de un templo y de una vida
te conocí y te amé sólo con verte.
Los Angeles, 4 de mayo de 1999