Breverías
484
Soledad, soledad, qué hermosa eres
si estás presente porque te llamamos;
mas si fortuitamente te alcanzamos,
qué triste y dolorosamente hieres.
485
No me hables del azar o del destino,
de fuerzas imposibles de domar;
soy yo quien mi futuro determino,
quien puede el porvenir manipular.
Si mi pie se detiene en el camino,
si no se atreve el corazón a amar,
¿podré hacer al destino responsable,
siendo yo mismo el único culpable?
486
Pudiste con el alma asir la mía
al hervir mis palabras en tu mente,
pero el resto de ti quedó tan fría
que fui huella en el agua, y me veía
arrastrado y perdido en la corriente.
487
La memoria de mi cuerpo te recuerda,
la memoria de mi espíritu te añora;
¿qué memoria podrá ser la que te llora
con temor de que tu amor quizá se pierda?
488
Vive la juventud de la esperanza,
porque ambas son la base de un proyecto;
y arribando al final de su trayecto,
la vejez vivirá de la añoranza..
489
Aún tratando de olvidarte
estaré pensando en tí;
tanto te adentraste en mí
que nunca podré arrojarte.
490
Mi vida tiene sentido
dependiente de tu vida;
si te vas, a tu partida
te dirán que he fallecido.
491
Vengo a ti en busca de amor,
no me ofrezcas amistad,
que tanta necesidad
requerirá más calor.
492
He pasado desnudo por tu vida,
y tú, mujer, jamás te desnudaste;
al descubrirte la sangrante herida
insensible no la desinfectaste;
en el momento de la despedida
sin volver la cabeza te alejaste;
y hoy que en tu ausencia en tí pensando estoy,
¿guardas quizá una imagen de quién soy?
493
Ven y báñate en mi río,
río soy: estoy y fluyo;
te rodeo y me hago tuyo,
me voy sin dejar vacío.
Si te sonríes, sonrío,
si sollozas, gemiré;
mas si tu recelo ve
con tristeza mi objetivo
de estar y ser fugitivo,
me haré lago..., y estaré.
494
Si estuviera pensando en olvidarte,
en mi recuerdo viva aún estarías,
siendo incapaz de relegar aparte
tus mil vivencias que logré hacer mías.
495
No importa si los ojos son marrones,
glaucos, negros o verdes; si emergemos
flotando en su retina… Esas visiones
nos dan a conocer lo que sabemos,
sin descubrir ideas o emociones;
sólo quien mira está, nada más vemos.
Ese color no representa nada
sin el propio color de la mirada.
496
Cuando lleguen las sonrisas anunciadas,
y los besos prometidos cristalicen,
¿quedarán tus esperanzas desoladas,
o serán certeramente duplicadas
a medida que tus sueños se realicen?
Sonetos
271 - Perdida
Llegada y ya perdida en la ciudad;
la mano de la noche tenebrosa
se aferra a tu vestido, sigilosa,
con apariencia de malignidad.
Las madrigueras de la oscuridad
protegen sus espectros, y medrosa
ves en cada adoquín, en cada losa,
pies que te siguen con hostilidad.
Y aceleras el paso, y los temblores
se transforman en álgidos sudores
al roce de cien manos invisibles.
Y al fin la luz, los signos familiares,
la música confusa de los bares...
y otra vez tus sonrisas apacibles.
Los Angeles, 21 de septiembre de 1999
272 - La ciudad
Esta ciudad polícroma, estridente,
devoradora de esperanzas, sueños,
vuelve a los grandes débiles, pequeños,
y al frágil hace firme, resistente.
Espíritu corrupto, decadente,
bajo aspectos idílicos, risueños,
y vocación de dictadores, dueños,
acallando al neutral, independiente.
Y aquí estás tú, inconsciente, extraviado,
fácil botín, endeble, desarmado,
preso en su red absurda, impersonal.
Mantén la mente vigilante, alerta,
o te la dejarán dormida, muerta,
o en estado ilusorio, artificial.
Los Angeles, 21 de septiembre de 1999
273 - Quinceañera
Ya no eres niña, y aún no eres mujer,
abandonaste a la una, a la otra esperas,
y estás a nado entre las dos riberas,
más cerca de mañana que de ayer.
Vuelve a nacer en cada amanecer,
y haz que sea, perenne viajera,
cada día una nueva primavera
que te estremezca y te haga florecer.
Cubrirán tu paisaje nubarrones,
oscureciendo ideas e ilusiones,
y pensarás que el mundo se va a hundir.
Recuerda que la más fiera tormenta
da paso al sol, que en esplendor revienta,
y así tú volverás a sonreir.
Los Angeles, 22 de septiembre de 1999
274 - La ira
A veces el amor es expansivo,
crece en nuestra amplitud, y la rebosa;
y a veces es un aura luminosa,
signo de joven corazón cautivo.
Pero la cólera es un explosivo
de índole destructora y belicosa,
es el tallo de espinas sin la rosa,
impulso despiadado y vengativo.
Hoy he sentido el brusco ramalazo
de la rabia febril, como un hachazo
que se recibe y se quisiera dar.
Un lastre en el estómago he tenido,
un impacto en el pecho enfurecido,
ciego rencor y ganas de matar.
Los Angeles, 24 de septiembre de 1999
275 - Al teléfono
Llegó su voz opaca, susurrante,
vertiéndome un alud en el oído,
y al punto percibí estar poseído
de su fascinación insinuante.
Su palabra sensual, tan penetrante
irrumpió en mi interior, que seducido
sin dudar accedí al fruto prohibido,
y en el auricular se hizo mi amante.
Hubo momentos de silencio oscuro
de tan diáfano signo, y tan seguro
que nunca escuché voz más elocuente.
Casi la vi desnuda y a mi lado,
y ella siguió hasta que quedé embriagado
de su arrebato ausente tan presente.
Los Angeles, 24 de septiembre de 1999
276 - Aceptación
Estos dedos inquietos, atrevidos,
al despertar tus emotividades,
me hacen explorador de intimidades
en tus íntimos ángulos dormidos.
Y en mis manos estallan florecidos
anhelos silenciados, libertades
encadenadas a las soledades
de tratos encubiertos o fingidos.
Al no hallar desacuerdo o resistencia,
mas reciprocidad a mi inferencia,
como tú me aceptaste te acepté.
Y ahora mis dedos flotan incesantes
sobre el mar de tu piel, mis tripulantes,
y yo, su capitán, te surcaré.
Los Angeles, 26 de septiembre de 1999
277 - De ella me queda
Ya no la veo, pero todavía
ante mí su mirada persistente
flota en el aire, semitransparente,
con cierto aspecto de melancolía.
Y la sonrisa en que antes prorrumpía,
tenue como la brisa, intermitente,
vuela en torno de mí constantemente,
con la misma nostalgia de aquel día.
Ojos en que mis labios amararon,
labios que hacia mis labios avanzaron,
mirada de sonrisa inevitable.
Idos estais, y estais en mi presencia,
no ensoñación, auténtica existencia,
casi tangible, siempre inolvidable.
Los Angeles, 4 de octubre de 1999
278 - En ti
Quisiera ser tu propio pensamiento,
la inseparable sombra que te siga
si no ya como amante, como amiga,
en sol, en luna, en luz de apartamento.
Quisiera ser el vaho de tu aliento,
la inquietud afectiva que te intriga,
de tu edificio columnata y viga,
de tus heridas oloroso ungüento.
Tanto quiero ser tuya, hacerte mío,
que dejaré mi espíritu vacío
para que lo satures de tu esencia.
Remolca mi silueta en tu sendero,
sombra adherida a tu vagar ligero,
y absórbeme en tu piel y en tu existencia.
Los Angeles, 7 de octubre de 1999
279 - El canto del cisne
La blanca silueta serpentea
en las aguas inmóviles del lago,
como estatua marmórea en la que un mago
con invisibles hilos se recrea.
Cisne es la juventud, que juguetea
entre la complacencia y el estrago,
yendo de los desaires al halago,
y en troquel narcisista se moldea.
Y al decaer la curva de su elipse
en crepúsculo oscuro, o en eclipse,
un momento vendrá de nueva gloria.
El instinto alzará su último canto
en explosión espléndida, y el llanto
escoltará al laurel de tal victoria.
Los Angeles, 11 de octubre de 1999
Poemas
Cyberencuentro
Mis ojos sólo han visto el titilante
fulgor de tu lenguaje en la pantalla,
ventana que me acerca conocida,
muro que me separa inexplorada.
Te leo, y en mi mente se organiza
un cúmulo de imágenes que alcanza
a dar cuerpo a la idea de tu cuerpo,
a dar vida a la idea de tu alma.
Te conozco y te ignoro a un mismo tiempo;
estoy contigo, pero qué lejana;
creo tocar tu piel, y entre mis dedos
sólo vibra mi piel sobresaltada.
Sé que vendrás un día, aunque es incierto
si este saber es fe o es esperanza.
Y cuando vengas, o si vienes, ¿cómo
resistirán mis ojos tu mirada?
Tiembla una duda en mi cerebro, y corre
el temor a lo largo de mi espalda,
formulando insistente la pregunta
de si me ves como me imaginabas.
Y la inquietud me impulsa a refugiarme
en la seguridad de la distancia.
Y no sé si prefiero tu venida,
o soñarte en ausencia enamorada.
No obstante, ven, voy a correr el riesgo,
que más me aflijo cuanto más te tardas...
O quizá...no, no vengas, que no quiero
morir de angustia si me despreciaras.
O si acaso...tal vez...probablemente...,
perdona, amor, que es el temor quien habla...
Llégate a mí, sin más, y abre tus brazos,
que yo hace tanto tiempo te abrí el alma.
Los Angeles, 23 de septiembre de 1999
Rosa absoluta
Una rosa que no muera,
dadme esa rosa lozana
que emerge al alba temprana,
duerme en la noche, y espera
despertar en la mañana.
Una rosa perdurable
que no se acune en la muerte,
rosa a un tiempo bella y fuerte,
de vigor inagotable
cuando sus encantos vierte.
Que tengo el alma cansada,
tengo el alma dolorida,
de caminar por la vida
perdiendo en cada jornada
rosa apenas florecida.
Una rosa inmarcesible,
dadme esa insólita rosa,
por el día luminosa,
por la noche imprevisible,
permanentemente hermosa.
Dadme esa rosa y dejadme,
dejadme, que necesito
ese silencio infinito
de la mente; desclavadme
de lo hablado y de lo escrito.
Los Angeles, 4 de octubre de 1999
Canciones irónicas
I
Tu esposo no te consiente
hacer conmigo el amor.
¿Será tal vez por temor
de que lo haga diferente,
o de que lo haga mejor?
II
Eterna desconocida
en mi isla aún no descubierta,
sueño con la mano experta
que me deje estremecida,
me atropelle y me pervierta.
III
No titubees, mujer:
Dama que otorga y reclama
no es por eso menos dama;
con tantas cosas que hacer,
¿por qué no estás en mi cama?
IV
¿Porque hayas bien almorzado
no tomarás un bombón?
¿Porque la satisfacción
con tu amante hayas logrado,
niegas la masturbación?
V
Oh, si su mano tuviera
la habilidad de la mía,
cómo yo respondería...
Mas me deja en la frontera
de su ineptitud vacía.
VI
No pretendo tu respeto,
que te sitúa distante;
optaré por ser la amante
cuyo espíritu indiscreto
te prefiere penetrante.
VII
Si al álamo a desnudarse
el viento otoñal ayuda,
¿querrás permitir que acuda
mi primavera a postrarse
junto a tu otoño desnuda?
VIII
Disfraz de afecto y dulzura,
sonrisa y ojos de miel,
a punto de ser infiel...
¿Y el aroma que perdura
a la vuelta del hotel?
IX
Beso que se da en la boca
se llevará en la mirada,
noticia a voces, lanzada
con la negligencia loca
de que nadie sabrá nada.
X
¿Serán sus manos ausentes
de tu piel exploradoras,
o tú que las incorporas
a tus manos impacientes,
y a ti misma te desfloras?
Los Angeles, 8 de octubre de 1999
Enamorada
La libertad coloreó mi vida
ciñéndome los hombros con su manto,
y airosa fui, como bandera al aire,
recorriendo la vida paso a paso.
Y hoy me siento cautiva, encadenada
a tu dominio emocional, naufragio
de esta galera que surcó los mares
con vientos favorables o contrarios.
Limitada me veo, sometida,
haciendo mío tu vocabulario,
de mis propias ideas despojada,
adormecida en ti, la mente en blanco.
Y es la peor esclavitud de todas,
que no quiero ser libre, como antaño.
Los Angeles, 10 de octubre de 1999
Búsqueda
He enviado mis ojos en tu busca,
y han regresado de colores llenos:
Verdes de bosques, pardos de mesetas,
rojos de ocasos, con azul de cielos,
blancos de nieves, y de nubes grises...
mas sin tu imagen hacia mí volvieron.
Envié mis oídos a buscarte,
reapareciendo con sonidos nuevos:
rumor de brisas en los olivares,
rugidos de leones y de truenos,
murmullos de las aguas en los ríos,
fragor del mar, contestación del eco...
mas llegaron sin ti, y esos sonidos
fueron sólo otra forma de silencio.
Mis pies de peregrino te buscaron,
dejando huella en campos y senderos,
y me trajeron polvo de países
extendidos por ambos hemisferios...
pero no te encontraron, y su rastro
hojas fueron perdidas en el viento.
Y salieron mis labios, indagando
las incógnitas de tu paradero,
y trajeron exóticas canciones,
palabras misteriosas de otros pueblos,
voces alegres, gritos penetrantes,
eruditos monólogos, lamentos...
pero tu voz no vino entre esas voces,
quedé sin ti, con sólo tu recuerdo.
Y mis manos, en ávida odisea,
rastreándote trémulas partieron,
y regresaron por igual vacías,
con un temblor amargo entre los dedos...
Y por eso en la noche silenciosa
te busco en los recodos de mi cuerpo.
Los Angeles, 11 de octubre de 1999
Despertar sin ti
Antes del alba ni los perros ladran,
ni serpentea el tráfico, y la luna,
obstinada noctámbula, dormita
en la callada claridad difusa.
Son horas de silencios subterráneos,
y de inmovilidad de sepultura,
a la espalda del sueño, reclinado
sobre la intimidad de la penumbra.
Y yo salgo de mí, mas no te encuentro,
tan sola en esta habitación oscura,
tan frío el otro lado de mi lecho,
tan lejos de tu cuerpo, tan desnuda...
Y consiento a mis manos
seguir sobre mi piel la misma ruta,
ingenua y atrevida,
que siguieron las tuyas.
Qué soledad de amaneceres tristes,
viajera sin tí en la noche en fuga,
sólo con la caricia imaginada
que en mis trémulos dedos se refugia.
Me asalta tu presencia ineludible
y en abrazo incorpóreo me arrulla,
se me arquea la espalda,
y me siento flotar como la espuma.
Oh, mi mar, mi marea inagotable,
llévame una vez más. Tanta renuncia
me tritura los huesos del recuerdo,
y todo en mí sin fuerza se derrumba.
Cómo se acerca el alba, y tú no vienes,
continuidad de deserción nocturna,
siguiendo las semanas a los días,
luego meses tal vez, y quizá nunca;
con sed de tí, con hambre que desgarra,
con desesperación y con angustia...
Negra es la noche de tu ausencia, negra,
y el despertar sin ti, qué desventura...
Los Angeles, 15 de octubre de 1999
Retrato
¿Me miran esos ojos, o me abrazan?
La incipiente sonrisa es más serena,
como si a punto de brotar se frena,
y así las emociones se disfrazan.
Pero es ese mirar tan penetrante
que parece clavárseme en el alma;
y al mismo tiempo es diminuta palma
de una mano invisible, acariciante.
Si acaso te encontraras mi mirada,
¿crees que tu sonrisa floreciera?
Me quedaré esperando, y en la espera
deja en mí esa caricia ilimitada.
Los Angeles, 18 de octubre de 1999
Largo camino
Dos mil, tres mil kilómetros navegas,
y mil quinientos más,
y otros dos mil, y ves que nunca llegas,
ni sabes dónde vas.
La aureola brillante de tu estrella
ni es fija ni accesible;
y cuanto más intentes ir a ella,
más se te hará imposible.
Que el amor no es el triunfo que se alzanza,
con determinación,
sino el sueño imposible y la esperanza
de súbita pasión.
Y pensarás tenerlo entre las manos,
y lo verás partir
hacia horizontes grises y lejanos,
y sentirás morir.
Pero no morirás, pondrás de nuevo
sobre el camino el pie,
e inexorable llegará el relevo
de lo que antaño fue.
Y una vez más alcanzarás la gloria,
y una vez más se irá;
y una página más tendrá tu historia,
¿y a quién le importará?
Los Angeles, 18 de octubre de 1999