Breverías
497
Ven hacia mi con silenciosa furia,
que de tu mar yo soy el rompeolas;
cúbreme, y déjame contigo a solas
bajo la pleamar de tu lujuria.
498
Hoy he puesto la voz a tus mensajes,
y escucharte podré cuando te lea;
muéstrame ahora tu imagen, y haz que vea
tu panorama en vivo, esos paisajes
que hasta hoy no han sido sino vaga idea.
499
Oye el clamor que sale de ti mismo,
no los triviales gritos de la plebe,
vestidos de la toga del cinismo;
en la idiotez común sólo se bebe
el tóxico fatal del idiotismo.
500
Dame quinientos besos, y quinientos
dispersaré sobre tu piel inquieta;
tú la diana serás de mi saeta,
de mi alta mar la rosa de los vientos.
Quinientos sueños, y quinientos ojos
para a la vez cegarme y contemplarte;
quinientos corazones para amarte,
y para no perderte, mil cerrojos.
501
Mirarte al besarte, besarte al mirarte,
mirarte y besarte al hacer amor,
tenerte en mis brazos y al fin penetrarte
por todas tus puertas, y diseminarte
temblores, ardores, clamores, sabor.
502
Entre dos noches, luminoso día,
muerto ayer y mañana inexplorado,
sólo hoy avanza, pie que desafía
terreno virgen, nunca antes hollado.
Sol que entreabre las sombras, y se adentra
en un mundo de nuevas percepciones;
descubre todo tu esplendor, y encuentra
el hervidero de nuestras pasiones.
503
Hoy no es mi soledad como era ayer,
ni lo será mañana como ahora;
que cada día de una forma llora,
como es distinto cada atardecer.
504
Se retiró al desierto, fugitivo del ruido,
en busca de silencio, de sosiego y olvido;
mas el aire y la arena parecían repletos
de insistentes rumores y espíritus inquietos.
Y no alcanzó a ponerse del tráfago al abrigo,
porque el fragor del mundo lo llevaba consigo.
505
La prudencia es soldado que repliega
sus avances por miedo del fracaso;
reloj dormido en miedo del retraso,
más que luz que ilumina, es luz que ciega,
Sé más bien temerario, irreflexivo,
persiguiendo tu meta sin rodeos,
y ejecuta hoy tus íntimos deseos...
Quién sabe si mañana estarás vivo.
506
Hombre y poeta soy, y cuanto escriba
llevará plenitud de gozo y queja;
en torno a mí, tú volarás, abeja
que tanto al libro como al hombre liba.
507
El manantial, la rosa, el colibrí,
la estrella, el campo, la mañana pura,
cuanto un día soñé, cuanto viví,
no es realidad, carece de estructura;
la realidad del mundo vive en mí.
Sonetos
280 - Ráfaga
Son los amores ráfagas de viento:
Llegan, envuelven, vibran y se van.
Tal vez adquieren fuerza de huracán,
tal vez calor y suavidad de aliento.
Pero, ya sosegado o turbulento
su carácter, efímeros serán,
y tanto cumplidor como rufián
entonarán idéntido lamento.
Ven, ráfaga de amor, generadora
de la actitud que canta, ríe y llora;
ven, ráfaga de amor, aunque fugaz.
Que tu soplo me azote, ciña y ciegue,
me exalte en su espiral, y no me niegue
la extraña dicha de vivir sin paz.
Minneápolis, 20 de octubre de 1999
281 - Integración
Labios que te besaron, ya cerrados,
aún claman en silencio por tu boca;
y en mi interior, con solidez de roca,
tus rasgos llevo a fuego cincelado.
Mis sentidos te esperan desarmados;
regresa como un río, y desemboca
dentro de mí con ímpetu, y provoca
la insurrección de instintos doblegados.
De tu gozo transmíteme el contagio;
si al fin de mi periplo hay un naufragio,
abre los brazos para en tí anegarme.
Vayamos de la mano en la vereda
confusa o luminosa que aún nos queda,
que sólo a tu vivir quiero integrarme.
Minneápolis, 24 de octubre de 1999
282 - Siempre en marcha
"La vida debe tener su corriente;
el agua que no corre se corrompe". (Lamartine)
Arroyo, no detengas tu corriente,
que agua que permanece estacionada
peligra de quedar contaminada
bajo la superficie transparente.
En tus umbrales rumorosa fuente,
de alegre retozar, precipitada,
en juventud de campos perfumada,
para mañana devenir torrente.
No te detengas, mira que tu vida
se halla, como la mía, entretejida
de partidas, transcursos, y objetivos.
Y al suspender la marcha, atrofiaremos
nuestros propios sentidos, y seremos
muertos que en pie parecen estar vivos.
Los Angeles, 19 de noviembre de 1999
283 - Eterno retorno
“Podrán cortar todas las flores, pero
no podrán detener la primavera.” (Pablo Neruda)
Revierte a mí, perdida primavera
de hojas mustias y aroma descompuesto,
que la escarcha, heladora de tu gesto,
no pudo congelar la sementera.
Nueva vida se anuncia, pregonera
de verdes tallos en feliz repuesto
de lo desmantelado ayer, y enhiesto
cada árbol enarbola tu bandera.
Nunca termina todo en el invierno,
que es sólo una fracción del ciclo eterno
por el que avanza el alma en desnudez.
No hay cuatro, sino muchas estaciones,
morir y renacer de corazones
que aman y pierden una y otra vez.
Los Angeles, 19 de noviembre de 1999
Poemas
Frente al mar
Te veré junto al mar verdiazulado,
corazón juvenil de cuerpo adulto;
mas no en la playa, feudo de tumulto,
sino en la calma del acantilado.
Escarpado perfil, margen brumoso,
recibidor en sus concavidades
del estrépito de las tempestades
y del flujo sereno y espumoso.
Seré la pleamar anegadora
irrumpiendo en crecida inevitable,
y ya te mire, te acaricie o hable,
fuerza seré gentil, no abrumadora.
Envolverán mis aguas tu existencia
a contacto integral comprometida,
en mí incrustada, entrada sin salida,
confluencia de dos, sin divergencia.
Brisa apacible con afán de viento,
viento con intenciones de galerna,
idéntico el impulso que gobierna
el mar y el alma, dócil o violento.
Vendré a tí como el aire acariciante
ondulador de cabellera y blusa,
o el vendaval que no tolera excusa,
agresivo, febril, desafiante.
Y sobre el promontorio he de adorarte,
ambas miradas en la lejanía,
y después tu mirada será mía,
toda tú lo serás, parte por parte.
Oh, frente al mar, que a nuestros pies revienta,
te veré y amaré en brisas salobres,
y para asegurar que en mí zozobres,
desencadenaré en tí mi tormenta.
Los Angeles, 20 de octubre de 1999
Espectros
Fría es la noche, y el temor es frío,
cruje bajo los pies rígida escarcha,
y es la sangre en las venas como un río
que bajo el hielo lentamente marcha.
Fría es la luz filtrándose en la sala,
fríos los candelabros extinguidos,
y húmedo el frío que los huesos cala
por la piel de los miembros ateridos.
Y hay frío en el hogar, y en el ambiente
del cuadro de sombríos personajes
de apática mirada indiferente
luciendo aristocráticos ropajes.
Y cada noche oscura se despegan
del lienzo en la pared las pinceladas
en formas incorpóreas, y navegan,
sombras sin sombra, en lóbregas jornadas.
Ni hay eco de pisadas, ni hay aliento,
sólo un avance en flotación ligera,
como una ráfaga glacial de viento
a través de la grieta en la vidriera.
Pasaron ante mí, mas no me vieron,
ni yo les ví, tan sólo su presencia
se hizo sentir, y cómo estremecieron
mis sentidos desde su transparencia.
Alcé la vista al cuadro sobre el muro
y sus espacios ví blancos, vacíos...
Sólo una joven de cabello oscuro
quedaba, con sus ojos en los míos.
Una sonrisa afable florecía
sobre sus labios tenuemente rojos,
mezcla de amor y de melancolía,
y no pude apartar de ella mis ojos.
Me acerqué a la pintura, seducido
por un misterio tan incomprensible,
y al rozar con los dedos su vestido
me circundó un calor irresistible.
Pero mi espalda percibió al instante
la frialdad del grupo en su regreso;
la miré una vez más, y su semblante
me pareció la encarnación de un beso.
Y aquella noche tuve que dejarla,
mas cada día paso hora tras hora
contemplando el retrato, y al mirarla
siento que cada vez más me enamora.
Los Angeles, 28 de octubre de 1999
Rosa amarga
Rosa amarga, rosa amarga,
que no tienes quien te abrace,
sino el recuerdo lejano
y el sentimiento culpable.
Tus pétalos van cayendo
agostados por la calle,
la muchedumbre los pisa,
los arremolina el aire.
Y sobrevives desnuda,
sin más adorno en el talle
que las espinas agudas,
dolorosas y sangrantes.
Rosa amarga, rosa amarga,
rosa de las soledades,
creadora de espejismos
que te mantienen aparte
de la realidad, y lloras
inexistentes ultrajes.
Rosa amarga, rosa amarga,
firme ayer, hoy vacilante,
brote de la primavera
que al estío no llegaste.
Las notas de tu salmodia
lamentos son, no cantares,
incapaz de abrir los ojos
sobre tu propio paisaje.
Rosa amarga, rosa amarga,
aplica por un instante
la mano sobre la herida
para detener la sangre,
sin indagar cúya espina
rasgó tu piel al tocarte,
que el culpable es uno mismo,
no es la espina la culpable.
¿No tiene la rosa espinas?
Rosa amarga, ¿no lo sabes?
Rosa amarga, rosa amarga,
donde al caer de la tarde
rondaban los ruiseñores,
y hoy rondan los alacranes.
No culpes al jardinero,
que ni es demonio ni es ángel,
culpa a la naturaleza
que hizo al tiempo tan mudable,
que al árbol viste y desnuda,
y cuanto crea, deshace,
ya sea una rosa amarga,
o el amor de dos amantes.
Rosa amarga, rosa amarga,
cesa las hostilidades.
Los Angeles, 1 de noviembre de 1999
Subyugado
Si cien anillos de oro poseyera,
sólo el tuyo en mi dedo llevaría;
al caer cien miradas en la mía,
tus ojos son los únicos que viera.
Serás de mi desierto la palmera,
no la jungla caótica y sombría;
en la debilidad, tú la energía;
y en la orfandad del alma, compañera.
Vine a través de noches de aflicciones,
ignorando cautelas y razones,
sólo con la certeza de encontrarte.
Te vi como una luz sobre la cumbre,
me deslicé de entre la muchedumbre
y quedé subyugado al subyugarte.
Los Angeles, 2 de noviembre de 1999
Seis años
Soy el rosal de una vida
que brotó esperanzadora;
soy la brisa arrulladora,
fuente fluyendo escondida,
mentalidad soñadora.
Hoy no soy más que un indicio
de lo que vendrá después;
semilla que ha de ser mies,
juego que ha de ser oficio,
tallo que ha de ser ciprés.
El rosal tendrá su día
sonriente en primavera;
habrá una rosa primera,
luego rosas a porfía,
sin límite, sin barrera.
Y luego vendrá la brisa
ondulándome el vestido,
primero como un silbido
con suavidad de sonrisa,
y después como un rugido.
Y rumorosa la fuente
irá creciéndose en río,
adquiriendo nuevo brío,
desbordándose en torrente
sobre el paisaje vacío.
Y la mente visionaria
de los cuentos infantiles
soñará nuevos perfiles,
en reclusión solitaria,
o alianzas varoniles.
Aunque apenas adivino
lo que he de llegar a ser,
sé lo que tengo que hacer
avanzando en el camino
de la niña a la mujer.
Los Angeles, 5 de noviembre de 1999
El día, que en tus ojos destella soleado,
se perfila en los míos nostálgico y nublado.
La canción que despierta tu recuerdo más tierno,
tiende un manto de nieve en mi recóndito invierno.
La oscuridad, testigo de tu entrañable encuentro,
me obstaculiza el paso, y se me filtra dentro.
Y la luz, que en tí rompe en un iris de colores,
me ciega a fogonazos de irritantes fulgores.
El sendero seguido se nos ha bifurcado,
y sin tu compañía, camino extraviado.
Los Angeles, 6 de noviembre de 1999
Secretos
Llevo al costado una alforja
de secretos aprendidos,
y un cofre dentro del alma
donde ocultos van los míos.
Ni los unos ni los otros
llevan tarjeta de olvido,
y a veces se hablan, y a veces
desembocan en conflictos.
La intriga extiende sus alas
merodeando en sigilo
como buitres al acecho
sobre el ciervo malherido.
Pero he de cuadrarme en firme,
resistiendo su escrutinio,
que el secreto se evapora
si se escapa de uno mismo.
Ni lúgubres son ni viles
porque deban quedar íntimos;
que perfume que se airea
se perderá sin vestigio;
que por ventanas abiertas
sale el calor y entra el frío;
que saldrá por otra boca
lo que entró por otro oído.
No me pidas que te cuente
de lo que he sido testigo,
de lo que una voz amiga
en confidencia me ha dicho;
que no es mío en exclusiva,
y aún no he cercenado el hilo
vinculador de mi mente
a otras mentes y a otros sitios.
Podré descubrirte el mundo
de mis más hondos instintos,
y de mis sueños despiertos,
y de mis sueños dormidos,
pero he de llevar a cuestas
en silencio reprimido
tanto los secretos de otros
como los secretos míos.
Los Angeles, 8 de noviembre de 1999
Manifiesto revolucionario
Olvidad, arquitectos, la plomada,
dejad el cartabón y el teodolito,
que el cemento y los bloques de granito
van del palacio hacia la barricada.
Se escucha el requiem de la línea recta,
hundidos estatutos y preceptos,
sobreviviendo epígonos ineptos
cuya inutilidad todo lo infecta.
Rómpase ya el troquel de la costumbre,
la línea curva su poder reclame,
y que en las avenidas se derrame
con bárbaro furor la muchedumbre.
Que la pasión empuñe su martillo
para pulverizar la simetría;
el método, el compás y la armonía
deben perder su consistencia y brillo.
Rehusaremos el módulo cuadrado,
con precisión de encaje y uniforme,
y al rascacielos de formato enorme
suplirá el megalito improvisado.
El canon apolíneo ha de ceder
al nervio dionisíaco; al reposo
reemplazará el impulso vigoroso;
y habrá un hoy, sin mañana y sin ayer.
Se ocultarán las vírgenes vestales,
libarán las bacantes sus excesos,
y en pétalos eróticos, mil besos
florecerán en todos los rosales.
No el ciervo, el tigre regirá la tierra,
el intrépido, no quien se arrodilla;
y será en los conflictos la guerrilla,
no el ejército, el yunque de la guerra.
No aspiramos a un clima de bonanza,
más bien al huracán y a la galerna;
la voluntad será quien nos gobierna,
y el deseo febril nuestra alianza.
Seremos obelisco, no ciudad,
y más que estepa, agreste cordillera,
más que desierto hemos de ser palmera,
frente a la masa, individualidad.
No buscamos el sueño de la mente,
porque quien duerme su dolor olvida;
preferimos la angustia de la vida,
a una mentalidad indiferente.
Entiérrese el sensato en la memoria,
su paraíso azul o su nirvana;
que hemos de ejecutar cada mañana
las empresas nacidas de la euforia
Místico anacoreta, infiel pagano,
rueda viajera, obstáculo que impide,
martillo que une, sierra que divide,
dondequiera que estés, sígueme, hermano.
Que al pasar por el arco de la entrada,
ha de purificarte nuestro fuego,
y un nuevo tú renacerá, que luego
verá el sol de una nueva madrugada.
Los Angeles, 9 de noviembre de 1999
Resuelve
Ávida de tu idea y sentimiento,
a la espera estaré de tu mensaje,
inútil el oído, el ojo atento
para captar la imagen que presiento
sugir de entre los rasgos del lenguaje.
Aunque en mí estás y en tu interior habito,
agoniza mi espíritu inseguro,
me siento defraudada, y casi grito,
incapaz de entender lo que has escrito
con texto negro sobre fondo oscuro.
Envuélvete de nuevo en claridades,
deja la niebla de las confusiones,
ven a mí en línea recta de verdades,
en desnudez total de ambigüedades,
sin disfrazar designios o emociones.
Dame tu letra en oro refulgente
sobre fondo de noche enamorada,
dame rojo de sangre que reviente,
ya en catarata o surtidor de fuente,
en la pálida luz de la alborada.
Te quiero cierto, fijo, definido,
libre de indecision o interrogante,
con palabra nutrida de sentido,
forma precisa, pleno colorido,
siendo yo en tí, tú en mí participante.
Los Angeles, 16 de noviembre de 1999
Dos en uno
No soy uno, yo soy dos,
y ambos somos prisioneros
cuyas vidas languidecen
en la cárcel del recuerdo,
entre muros de nostalgia,
y barrotes de silencio.
Uno sólo, y dos distintos,
no sé si un alma y un cuerpo,
dos ideas contrapuestas,
o en un corazón dos sueños.
Cada madrugada llegan
pegasos de luz y viento
que a través de la ventana
mitigan el cautiverio.
Pero uno ve la sonrisa
del cuadro de claro cielo,
y el otro la densa sombra
acobardándose dentro.
En la línea del camino
que se deslíe a lo lejos,
uno ve alegre arribada,
y el otro sólo ve el cieno.
Si en la noche contemplamos
absortos el firmamento,
el uno ve las estrellas,
y el otro ve el cielo negro.
Y de la mujer que aún vive
dentro de mis pensamientos,
el uno ve lo que tuve,
y el otro lo que no tengo.
Los Angeles, 20 de noviembre de 1999