Breverías
709
He escuchado a la luz y a la penumbra,
contemplado la brisa y el suspiro,
y mi sentido a todo se acostumbra;
pero invariablemente me deslumbra
tu piel, mujer, cuando la escucho y miro.
710
Sobreviví placer y sufrimiento,
somnolencia y afán sobreviví;
pero te vi, y pasaste como el viento,
y sólo a tu abandono sucumbí.
711
Firme espadaña soy, imperturbable
al vendaval, inmune al aguacero;
si eres tú la borrasca, el ventisquero,
pertinaz me hallarás, invulnerable.
712
Contigo y hacia ti el conocimiento
se me impone; no quiero conocerte
sino para el amor; debo aprenderte
íntegra, en plenitud, cada segmento,
y así sabré cómo mejor quererte.
713
Creada para amar, única y cierta;
esperándote estoy, fiel y anhelante;
vendrás un día, y has de ser la amante
que para mí nació, que en mí se injerta,
y rompe en floración exhuberante.
714
Aunque parezca revestir olvido
a veces el silencio a gritos clama;
si mi llamada no llegó a tu oído,
la culpa ciertamente habrá nacido
de quien no escucha, más que de quien llama.
715
Contigo estoy más dedicadamente
cuando no estoy contigo,
que eres mucho más dueña de mi mente
mientras sin ti, pensando en ti prosigo.
716
Mi corazón ha quedado
perdido en los olivares
de Córdoba; entre cantares
en Málaga alborotado;
en Sevilla arrebatado;
lánguido con la embriaguez
de los vinos de Jerez,
y en Cádiz de luz dorada;
pero sólo es a Granada
que vuelvo una y otra vez.
717
Centenares de millas me arrebatan
lo que tanto soñé y una vez tuve;
¿por qué no me llevaste, o te detuve?
Ay, cómo mis tristezas se dilatan.
718
Ha descendido sobre ti la niebla,
ya no tienes presencias ni horizontes;
sólo una oscura soledad te puebla;
¿cómo conseguiré que la remontes?
719
Tantas cosas merecemos
que nunca hemos de obtener,
tanto podemos perder
sólo porque lo tememos.
Cuanto somos y tenemos,
lo hayamos o no elegido,
por sólo haberlo vivido
nos atañe y pertenece;
si la vida nos lo ofrece,
ya nos lo hemos merecido.
720
Estas manos que un día fueron tacto
sobre la piel turgente de tus senos,
no saben repetir el gozo exacto
de que los dedos se sintieron llenos.
721
Me llegan muchas voces, pero hay una
cuyo tañido lleva timbre de oro;
puede sonar como canción de cuna,
como rumor de mar bajo la luna,
siempre distinta del confuso coro.
722
A un infierno me has hundido
con tu acción egocentrista;
magnífico ilusionista
que mi vida ha retorcido.
Daré tu ayer al olvido,
maestro de pretensión;
lo que hoy llamas ilusión
es hipnótico espejismo
que despertará en ti mismo
soledad y decepción.
723
Engalanada estás, yo ensangrentado;
yo en vigilia constante, tú dormida;
qué dos maneras de afrontar la vida,
vida que se te dio, que yo he ganado.
724
¿A dónde va este tren sin estaciones,
ciego en la noche fría, sin horario,
con equipaje de alucinaciones,
túnel tras túnel por itinerario,
en lugar de literas, panteones,
cada ventana envuelta en un sudario?
No sé dónde subí, pero presiento
que va disminuyendo el movimiento.
725
Cómo envidio a tu marido
que a tu costado se arrima,
que le sostienes encima
y se abraza a ti dormido.
Pero hay un amor prohibido
que él no conoce, y tú sí;
amor que ha surgido en ti,
que te incita y te conmueve;
amor que, aunque no se atreve,
le sigo esperando aquí.
726
En sueños o despierto entré a tu vida,
no por súbita menos sorprendente;
tan familiar y tan desconocida,
yo siendo yo, y tú estando medio ausente;
vi la cadena de hechos ocurrida,
ficticia realidad que se presiente.
Ilusioria y concreta, no sabría
decir si estabas tú, si yo dormía.
Sonetos
433 - El adios
Los momentos más tristes de la ausencia
¿llegan tal vez después de la partida,
o surgen antes de la despedida?
¿Son anticipación o consecuencia?
Vives en mí y yo en ti; tal dependencia
entre ambos ha quedado establecida,
que aunque el adios quebrantará una vida,
dos serán quienes pierdan la existencia.
Porque te vas tal vez sin querer irte,
porque persisto inmóvil sin seguirte,
porque es absurda tal bifurcación,
mañana veré alzarse mi gemido
por quedarme o no haberte detenido,
siendo idéntica tu lamentación.
Los Angeles, 8 de abril de 2001
434 - Devaneo
Pobre barquilla mía,
entre peñascos rota,
sin velas, desvelada,
y entre las olas, sola. (Lope de Vega)
Cercenaré de un tajo la atadura
que detiene en tu puerto a mi galera;
demasiado ha flotado en la ribera,
requiere ya navegación de altura.
Si descalabro tu temor augura,
mira cómo en su cuerpo de madera
reside una energía aventurera
que reivindica nueva singladura.
Velas henchidas al salobre viento,
surcando mar en calma o turbulento,
sobre oleaje azul cabalgará.
Y si las verdes islas exploradas
dejaran sus vituallas agotadas,
a tu puerto tal vez retornará.
Sobre el Atlántico, 10 de abril de 2001
435 - Ultimos momentos
Luz temblorosa, luz agonizante,
resplandeciente ayer, hoy parpadeo;
te esperan tu corona y tu trofeo,
y concluye tu gira itinerante.
Sólo un instante queda de ese instante
que es la vida, esperanza y ajetreo;
ya tocan las campanas a voleo,
ya llegas a tu puerto, navegante.
Los claros ojos son un mar en calma,
mientras bracea por volar el alma,
dejando por lo eterno lo fugaz.
El Dios que te llamó y al que has servido,
ya preparado tiene el dulce nido
en que por fin descansarás en paz.
Madrid, 12 de abril de 2001
436 - Un aleteo más
Encadenada al suero, en eslabones
de gota a gota; vida restringida
a una inmovilidad que ya no es vida,
desangrándose el tiempo a borbotones.
Hurga la evocación en los rincones
de la memoria, ya semidormida,
y una voz llama, y una luz convida
a ascenso en gloria de celebraciones.
La vista apenas ve, y el alma espera
sobreponerse a la última barrera
del cuerpo endeble, que al vivir se aferra.
Un aleteo más, sólo un momento,
el cielo absorberá el postrer aliento,
y algo más fría quedará la tierra.
Cantabria, 15 de abril de 2001
437 - Somos
De una mirada somos herederos,
en dos nostalgias somos compañía,
abrazo somos sobre la bahía,
y en navío sin rumbo, marineros.
Somos triángulo blanco en el velero
sobre la horizontal, en lejanía;
somos la luz radiante al mediodía,
somos, como las nubes, pasajeros.
Y ambos somos en íntimo recodo
todo cuanto soñamos, todo, todo,
en un momento de memoria eterna.
Como la mar en calma tu sonrisa,
tu beso tan gentil como la brisa,
tu pasión con violencia de galerna.
Cantabria, 16 de abril de 2001
438 - Indecisa frontera
Desconozco la línea divisoria
separadora de amistad y amor;
se baten el deseo y el temor,
y hacia el temor se inclina la victoria.
Tal vez ésta aparezca transitoria,
rodando por los suelos el rubor;
tal ves se debilite su valor
archivando el intento en la memoria.
¿Cómo puedo avanzar, cómo te diga
que ya mis ojos, más que verte amiga,
te ven amante junto a mí desnuda?
¿No logras ver instinto en la mirada,
gritando a plena voz, aunque callada?
Ayúdame, mujer, en esta duda.
Cantabria, 17 de abril de 2001
439 - Mirada
De un ojo al otro alternas la mirada,
penetrando, absorbiendo, acariciando;
aunque queda camino, vas llegando,
mirada sin amor, enamorada.
Mirada turbulenta, sosegada,
de tentativas que se van diezmando,
de paz que en pie de guerra se está alzando,
mirada libre, y a la vez clavada.
Mirada que me invade, enredadera
que sobre mí se extiende, en tal manera
que sin esclavizarme, me hace preso.
Sigue mirando indefinidamente,
sin titubeos, íntima, de frente,
hasta que puedas transformarte en beso.
Cantabria, 17 de abril de 2001
440 - Ojos abiertos
No encubras las pupilas, que me privas
del cincuenta por ciento del placer;
prefiero verte si me puedes ver,
yo en ti, tú en mí, contemplaciones vivas.
Nuestras propias imágenes, cautivas
en ambos lograrán permanecer,
y una mañana volverán a ser
realidades con nuevas perspectivas.
Mantén los ojos sin cesar abiertos,
en los errores como en los aciertos,
en seriedad, ternura e ironía.
Y en el sexo, oh mi amor; que si los cierras,
creeré que de tu lado me destierras,
y en ausencia de ti me moriría.
Sobre Castilla, 17 de abril de 2001
441 - Mi primavera
Se ha completado el círculo, y he visto
de nuevo despertar la primavera;
oh, si supiera cómo, si pudiera
retenerla y saber que la conquisto.
Hacerla mía mientras me resisto
a aceptar el invierno que me espera,
y antes de su partida, que yo muera,
pues sólo por su risa y luz existo.
Resurrección ha sido de colores,
fragancias, energías y rumores;
yo mismo me he sentido renacer.
Pero se irá, como se van los meses,
y yo, invariable, como los cipreses,
seré mañana como he sido ayer.
Granada, 19 de abril de 2001
442 - Conmigo vas
Si tanto de tu fuente me has colmado
que mi copa de ti está rebosante,
¿por qué en mi entraña, en este mismo instante,
percibo un hueco tan inesperado?
Te siento multitud, y despoblado,
soplo de aire, y pilastra o arbotante,
contigüidad, pero a la vez distante,
de hondas raíces, y desarraigada.
¿Cómo será mañana mi recuerdo?
¿Como algo que he obtenido? ¿Algo que pierdo?
¿En plenitud, o acaso en oquedad?
Conmigo vas, aunque sin ti me quedo,
y cuanto más me alejo, menos puedo
compaginar presencia y soledad.
Granada, 20 de abril de 2001
443 - Atento sólo a ti
Por ti yo he renunciado a las murallas,
canjeando la piedra por la piel,
ignorado la rosa y el clavel,
y olvidado sucesos y batallas.
Dejé el arte y la historia, y ahora me hallas
indiferente a escoplo y a pincel;
tú eres mi libro, y sólo leo en él,
y se muere la música si callas.
Tanta belleza desde que viniste
he logrado olvidar, que ya no existe
ni Alhambra, Vaticano o Partenón.
Voy recorriendo pueblos y ciudades
sin percibir la voz de las edades,
atento solamente a tu canción.
Granada, 20 de abril de 2001
444 - Amor de ayer
Descríbeme, descúbreme, reinventa
ese mi amor lejano que en ti veo;
aún acucia la espuela del deseo
a esta carne voraz que ávida intenta.
Por cada poro la pasión revienta,
y en lucha inútil me alzo y forcejeo;
fuego de ayer, hoy ya chisporroteo,
hambre de ayer, que con la edad aumenta.
Más que el amor quizá olvidé sus ritos:
Cómo ir de los susurros a los gritos,
de las caricias a la convulsión;
cómo, en medio de tanto escepticismo,
puedo mirar atrás, y hacer lo mismo
que hice antes, con idéntica ilusión.
Madrid, 21 de abril de 2001
445 - Silencio
Mi voz, debilitada de llamarte,
obteniendo silencio por respuesta,
no formula quejido ni protesta,
ni se cansa tampoco de esperarte.
Enmudecer es ubicarse aparte,
como se acerca más quien manifiesta
abiertamente su opinión, y es ésta
la que de ti preciso y quiero darte.
Duerme en la sombra tu palabra, y clamo
por susurrar, por escuchar un ‘te amo’
que surque el aire en ambas direcciones.
Sale de mí, y no puedes percibirlo,
y quedo sin saber si has de decirlo,
cautivo del mutismo que me impones.
Madrid, 22 de abril de 2001
446 - El cruce
Mi voluntad requiere cirugía,
porque ya no te ve como te vio;
la amistad que te di, evolucionó,
y hoy mi silencio es falta de osadía.
Este arrebato alzado en rebeldía,
desconocido a ti, es el mismo yo;
¿negarías tu piel a quien llegó
a la pasión desde la simpatía?
Me temo que esa enérgica mirada
alce un muro, al batirse en retirada,
perdiéndose lo que ahora de ti tengo.
¿Cómo avanzar a ti con rostro nuevo?
Quisiera abrirte el alma, y no me atrevo;
y sin embargo, para hacerlo vengo.
Madrid, 25 de abril de 2001
447 - El recuerdo
Solo me voy, y en soledad te quedas,
parte integrante de la noche oscura;
el jinete del alma, en su armadura,
vine hacia ti por campos y veredas.
Y él, a esta pertinaz sombra que heredas,
una mitad nostalgia, otra amargura,
a lanzadas de luz volverá pura,
radiante claridad a la que accedas.
Mi recuerdo será quien te rescate,
sin tener que luchar otro combate
que el que deba librarte de mi olvido.
Yo también reñiré mi propia guerra,
pues si tu pensamiento me destierra,
cuanto tuvimos quedará perdido.
Madrid, 26 de abril de 2001
448 - Valle y llano
Abismal es el valle del dolor,
y rápido y brutal es el descenso;
aunque al fondo has llegado ya, te pienso
dotada de acicate escalador.
Si escuchas el lamento en derredor
obstruirás el camino de tu ascenso;
no subirás en espiral de incienso,
sino a través de barro y de sudor.
Trabaja paso a paso la ladera,
como si el objetivo residiera
al alcance inmediato de la mano.
Y al alcance estará, si no hoy, mañana;
y volverá la vida cotidiana
a discurrir de nuevo por el llano.
Madrid, 26 de abril de 2001
449 - Viento, agua y fuego
Ven a mí en remolinos, de manera
que si eres viento, ciñas mi cintura,
si eres agua, sumerjas mi estatura,
y si fuego, calcines mi ladera.
Pero más que esperarte, yo quisiera
hacia ti dirigirme en envoltura
de viento, fuego y agua, con la pura,
salvaje desnudez de la pantera.
Y ceñirte, abrasarte y anegarte
hasta que nada más pudiera darte,
en oferta total, final ofrenda.
¿Vendrás a mí? ¿Me dejarás llegarme?
Tu amante quiero ser; ¿podrás amarme?
Si no pudieras, deja que pretenda.
Madrid, 29 de abril de 2001
Poemas
Este hoy, aquel ayer
“Cómo a nuestro parecer
cualquiera tiempo pasado
fue mejor”. (Jorge Manrique)
Un muro se me ha alzado de repente,
obstruyendo el futuro;
los ojos, ciegos al mirar de frente,
perciben brillo en el pasado oscuro,
pues la sombra de ayer ya no es tan densa
si desde el hoy en sombras se la piensa.
Y este día fatal, este momento,
de amarguras, de sal sobre la herida,
es en la espalda bloque de cemento,
es en la mente calle sin salida.
Soy yo mi propio, absurdo laberinto,
y un minotauro en cada esquina acecha,
mezcla de indiferencia y fiero instinto,
de certidumbre y de tenaz sospecha.
Tuve fe y esperanza,
tal vez porque en mi vida el pensamiento
durmió, sin advertir que en la balanza
intenté nivelarme con el viento,
y al despertar, hundido mi platillo,
vi mi lado desierto,
y en el costado la hoja de un cuchillo
tanto más hondo cuanto más despierto.
Oh, si dormir sin despertar pudiera,
recordar olvidando lo olvidable,
ser más de hierro y ser menos de cera…
feliz sería…, o no tan miserable.
En torno a mí tan sólo vi verdades
de inconmovible roca,
hoy permutadas en banalidades
de fría mano, de insincera boca.
Tantas cosas que vimos y palpamos
las vemos ya sin autenticidad;
porque más que crearlas, las soñamos,
como soñamos la felicidad.
Y al pretender ser francos y objetivos
observando el pasado,
descubriremos que estuvimos vivos,
única herencia que nos ha quedado.
Y hoy, frente al muro que nos corta el paso,
con nuestro afán de embellecer la historia,
nos resistimos a llamar fracaso
lo que es más fantasía que memoria.
No hicimos el pasado que quisimos,
el pasado nos hizo a su manera,
y este presente hostil que ahora sufrimos
brotó del grano en nuestra sementera.
Madrid, 10 de abril de 2001
La muerte
“Pallida mors aequo pulsat pede
tabernas pauperum regumque turres”.
(La pálida muerte se presenta indistintamente
ante las cabañas de los pobres como ante
los palacios de los ricos). (Horacio)
De helada onda expansiva precedida,
dueña de la penumbra y de la niebla,
bajo capuz de terciopelo negro,
cruzó la muerte ayer ante mi puerta,
y un rumor de clepsidras fragmentadas
siguió a su paso huérfano de huellas.
No me llamó, ni me ofreció su abrazo,
desdeñando mi nombre y mi presencia;
tal vez en mi reloj no se ha agotado
la reserva de arena.
Sentí un hondo desprecio
por sus procedimientos, y por ella;
y la escupí al pasar, con el enojo
de quien ni la comprende o la respeta.
Ni justicia la guía, ni venganza,
sin reflexión su calavera hueca,
sin emoción su cavidad torácica,
sólo un azar de irracional violencia.
Ni al súbdito ni al déspota perdona,
ni de mendigo o rico oye la queja,
niño y adulto su castigo sufren,
a viejo y joven por igual condena.
“Sádica muerte, que al enfermo alargas
la vida en el dolor y la tristeza,
y en tu gruta de sombra al fin le acoges,
y en tu río de hielo al fin le anegas,
y en el silencio apagas su gemido,
y de su clan vetusto le desmiembras.
Te desprecio y maldigo,
y te aniquilaría si pudiera”.
En la distancia se volvió a mirarme
desde el fondo vacío de sus cuencas;
vi una risa marchita
en sus mandíbulas amarillentas…
“Volveré”, me gritó. Un escalofrío
neutralizó un momento mis defensas,
pero alzando la voz desafiante,
abrupto respondí: “Ven cuando quieras”.
Madrid, 11 de abril de 2001
Hoy mi deseo
Mírame con luz de estrellas
y organízame los sueños;
háblame con voz de arroyo,
ténme en tus brazos de viento;
acarícieme tu lluvia
de finos, mágicos dedos,
y acúname en entrañable
marea sobre tu pecho.
Cuando en intimidad pienses,
sea yo tu pensamiento;
y tus lágrimas emanen
de gozo, no desconsuelo.
Avancemos paso a paso
de la idea hacia el intento,
del intento a la palabra,
y de la palabra al gesto,
manipulando el instinto,
que si lo fue, ya no es ciego,
pues que mantiene sus ojos
a la desnudez abiertos.
Que la humedad de tus labios
halle la mía en el beso,
y que tu sexo salpique
el rocío de mi sexo.
¿Y mañana? No hay mañana
ni en corazón ni en cerebro;
quizá amanezcamos juntos,
tal vez me digas “te quiero”;
al brillar la nueva aurora
o florecerá el almendro,
o perderá su follaje
el sauce del cementerio,
o se mecerá la nieve
en las ramas del abeto.
Corta del rosal las rosas,
hoy lo único verdadero,
que al llegar el nuevo día
tan sólo serán recuerdos.
Madrid, 12 de abril de 2001
No te ausentes aún
No te ausentes aún, detén el paso,
que acaba de llegar la primavera,
y hay música en el aire, y hay aromas
de tulipanes y de rosas nuevas.
El tibio sol por el balcón se asoma,
en la ventana las cortinas tiemblan,
y el viento en el jardín, joven galante,
enlaza por el talle a la palmera.
No es tiempo de morir abril ni mayo,
cuando se viste de color la tierra,
cuando las noches tibias se iluminan,
cuando parecen reventar las venas.
Habrá otros tiempos algo más sombríos;
tal vez octubre de las hojas secas,
noviembre de las lluvias y los vientos,
diciembre, enero, de la nieve densa.
Nunca es momento de morir, pero éste,
éste es tiempo de amor y de belleza.
No te ausentes aún, detén el paso,
que acaba de llegar la primavera.
Madrid, 12 de abril de 2001
A la espera de la muerte
“Ven, muerte, tan escondida
que no te sienta venir,
porque el placer de morir
no me vuelva a dar la vida”.
(Teresa de Jesús)
Ay, cómo tarda esta muerte
que me ronda y no me llega;
cómo avanza y se repliega,
cómo juega y se divierte,
y se ofrece, y no se entrega.
Ya cansada de bregar,
cubierta de cicatrices,
siento secas mis raíces,
y sólo ansío volar
hacia campos más felices.
Concluye esta servidumbre
que al alma en el cuerpo encierra;
si mis pies son de la tierra,
ya han alcanzado la cumbre
más crecida de esta sierra.
Llégate, muerte, y extiende
en torno de mí tu abrazo;
que no hallarás el rechazo
de quien hostil se defiende
a yacer en tu regazo.
Llégate, que esta espera
nadie obtiene beneficio;
es el momento propicio:
Concluída mi carrera,
completado mi servicio.
Madrid, 12 de abril de 2001
Alarga la mirada
Sobre el banco de piedra, al sol y al viento,
la mañana de abril es un manojo
de timideces, de sonrisas blandas,
de miradas furtivas, sobre el fondo
de rumorosas aguas. En la fuente,
bajo Felipe IV, ciego y sordo,
surtidores y conchas desbordantes
repiten coplas de frescor y gozo.
Y esta mujer de la mirada clara
calla y sonríe al apartar los ojos
de los míos, que firmes, insistentes,
intentan invadirla, mientras tomo
su breve mano trémula en la mía,
y traza la otra líneas en su rostro.
Mujer, dulce mujer, que hoy a mi lado
te has sentado, aunque apenas te conozco.
Alarga la mirada, que hay un ansia
de verte entera cuando a ti me asomo.
Quiero bajar a tus profundidades,
donde alternan sonrisas y sollozos,
entrar en la región que puebla el miedo,
ver la tranquilidad y el alboroto.
Quiero verte completa, tan desnuda
de cuerpo como de alma, sin adornos,
tal como te presentas a ti misma,
como te ven mis ojos en tus ojos.
Mírame una vez más, mantén la vista
tan acariciadora, que respondo
como lluvia de manos y de labios
sobre tus campos matizados de oro.
Qué trigales de besos encendidos
ambos podremos cosechar, si sólo
tu mirada a la mía se entregase,
como en la mía yo me entrego todo.
Madrid, 23 de abril de 2001
Plaza de Oriente
Largo sueño a la sombra de la piedra labrada,
con tacto centenario, con visión de segundos;
lo que fue y lo que pasa, el tráfico y la espada,
confluencia en un punto de dos tiempos, dos mundos.
Y entre los mil semblantes de ese tráfago humano,
de jóvenes sentados en corros en el suelo,
turistas desplegando mapas de mano a mano,
mujeres protegiendo contra el viento su pelo;
y olfateando esquinas, seguidos de sus dueños,
entre los pedestales de los monarcas godos,
perros de varias razas, grandes como pequeños,
atentos a rumores, explorando recodos…
Allí, en los escalones de la fuente, abstraída
en tu libro de versos, ajena a todo ruido,
te contemplé como eres, gentil desconocida,
pero te vi en mil modos, más allá del vestido.
Ni mis ojos pudieron despertar tu mirada,
si surgió mi palabra, ni se atrevió mi pie;
sólo desde mi mente te grité mi llamada,
sólo con invisibles manos te acaricié.
Mujer desconocida, que en la Plaza de Oriente
ocultaste a mis ojos la Opera y el Palacio,
jardines, caminantes, y hasta la misma fuente,
mientras audaz mi vista recorría tu espacio.
Hoy que tu pie por otras ciudades atraviesa,
sentada en otra plaza, leyendo el mismo libro,
pregunto si hay un hombre que de noche te besa,
uno que por ti vibre como por ti yo vibro.
Ah, mujer peregrina que una vez sólo he visto,
y he hecho mía, tan mía que mi sueño acompañas;
que no me has percibido, y desconoces que existo,
sin ti piedras y gentes qué extrañas son, qué extrañas.
Madrid, 24 de abril de 2001
Despedidas
Hay despedidas largas, y hay breves despedidas,
todas llevan recuerdos, todas visten temores,
aciaga incertidumbre que entrelaza dos vidas,
doloroso presagio de sangrantes heridas,
porque a un amor le pueden ahogar otros amores.
Las despedidas largas proliferan en besos,
en silencios profundos, en miradas intensas;
las despedidas breves han de dejar impresos
lamentos en la carne calando hasta los huesos
de lo que hacer pudieron dos almas indefensas.
Breve y desesperante tu despedida ha sido,
como aurora de amantes despertando con prisa,
o campana que extingue en la tarde su tañido,
como fronda de otoño perdiendo el colorido,
con la enorme tristeza de una última sonrisa.
Y en los días que ruedan, y en los meses que fluyen,
en ese tiempo inmenso de duda y lejanía
en que el recuerdo vive, las esperanzas huyen,
y son los sentimientos sombras que se diluyen,
pienso que como entonces, tú sigues siendo mía.
Y aún sin ser una vida, siendo sólo un momento,
será el momento clave que vive y permanece;
el proyecto fraguado, sin arrepentimiento,
el suceso discreto que requiere otro intento,
porque lo hicimos nuestro, porque nos pertenece.
Madrid, 25 de abril de 2001
Amor eterno
“Aún creo, ella me dijo, en el amor eterno”.
Yo vestí de silencio mi escéptica mirada;
tal vez amor divino, tal vez amor materno,
mas no el amor que duerme en los pliegues de la almohada.
Ese tuvo su día, nació del optimismo,
progresó hacia la altura con carácter intenso,
y se mantuvo un tiempo, pero ya no es el mismo,
desembocando en lento, irreparable descenso.
No se sabe si ha muerto como mueren las rosas,
ayer nuevas, fragantes, y hoy marchitas, o secas;
como se mueren siempre las ideas hermosas
al ser enmascaradas bajo palabras huecas.
O quizás haya muerto por esa ley de vida
que debilita aquello que sobresale o nace;
o porque hay un declive donde hay una subida,
o porque cada inicio tiene su desenlace.
Son fieros enemigos el tiempo y el amor,
dos caminos, dos ríos que avanzan paso a paso;
sólo donde se apoya el pie tiene valor,
sólo se bebe el agua que nos cabe en el vaso.
Sabemos que hoy amamos, y ni eso es tan seguro;
el amor de mañana resulta aún más incierto;
entrégate al presente, desatiende el futuro,
que cuanto no ha nacido es como si hubiera muerto.
Y cuando llegue el día, más pronto o más lejano,
en que el amor se extinga de tanto agonizar,
pensemos que, aunque muerto, no hemos amado en vano,
y que con nuevo impulso deberemos amar.
Madrid, 27 de abril de 2001