Breverías
784
Quien vive avanza por terreno ignoto,
certero fin, modalidad incierta;
y quien vive a tu lado se despierta
retrocediendo hacia un pasado roto,
y a una meta inequívoca, desierta.
785
Antorcha flameante que palpite
alta en tu puño, junto a mí te pido;
que proteja mi pie cuando transite
el oscuro sendero del olvido.
786
De tal modo en tu boca he de adentrarme
que alcance las raíces de tus besos;
de tal modo en tu piel quiero instalarme,
que se adapten tus huesos a mis huesos.
787
Eres amor fecundo que, al pasar,
enciende en los rosales vida nueva;
duerma la primavera, y no se atreva,
mientras tú vas pasando, a despertar.
788
Dura es la ruta del amor, asfalto
que hierve al sol, donde los pies se abrasan;
como alta es su muralla, cuyo asalto
tantos intentan, y los más fracasan.
Tal vez debamos rastrear sus huellas
a campo abierto, en hierba, arena o lodo;
en las cosas minúsculas y bellas,
que escoltan al amor codo con codo.
789
Si el caudal de palabras que despido
rompiera sobre ti como un torrente,
al horadar el muro de tu oído,
violaría tu mente con mi mente.
790
En mi desnuda soledad sumida,
la mente adquiere insospechado brío;
tropel de manos dejan su guarida,
y me siento de todas poseída,
recorriendo mi espalda como un río.
Oh, no, no os detengais en la cascada
del cuello a la cintura, a las caderas;
que esa corriente dance alborozada,
circundando los cerros, y no evada
ni estuario, ni fiordo, ni ribera.
Sonetos
513 - Hacia dentro
Hacia dentro, mi amor, te amo hacia dentro,
tal vez desnudo de palabra y tacto,
que aún desconozco tu perfil exacto,
y aún vagabundo soy hacia tu encuentro.
No eres mi periferia, eres mi centro,
yo círculo en tu diana, tú el impacto,
yo el joven corazón, para ti intacto,
tú el mundo inexplorado en que me adentro.
Acumulada en mí, suspiro y queja,
compacto ovillo la que fue madeja,
a mí rebobinada, sin tocarte.
Hacia dentro, mi amor, porque hacia fuera
sólo una esplendorosa primavera
florecida en tus brazos me hará amarte.
Los Angeles, 13 de agosto de 2001
514 - Otra mano
Tiemblan inviernos en mi mano yerta,
y en la tuya, cerrada, no consigo
ni acción de amante ni calor de amigo;
y así busco otra cálida y abierta.
Mujer desconocida, si a tu puerta
golpean los nudillos de un mendigo,
¿lo dejarás entrar, dándole abrigo?;
¿le extenderás tu mano, aunque inexperta?
Mis alforjas al hombro están vacías
de haberlo dado todo. ¿Me darías
de tu pan y tu vino junto al fuego?
Serás un intervalo en mi camino,
o tal vez mi objetivo, mi destino,
al que tras tanto deambular hoy llego.
Los Angeles, 20 de agosto de 2001
515 - Asimilación
Vienes a mí, breve de espacio y horas,
don que entre tales límites alterna,
te acepto y hago universal y eterna,
y por ti se repiten mis auroras.
Razón y afán, volumen que incorporas
de mi entidad a tu presencia interna,
serán desde hoy la ley que te gobierna,
mi ley, tu ley, que adoptas y elaboras.
Naces de mí hacia ti, mi sangre roja
de sus propias arterias se despoja
y en las tuyas prepárase a fluir.
En su caudal arrastra el sedimento
de mi sentido y de mi pensamiento,
que ahora tú has de pensar y de sentir.
Los Angeles, 23 de agosto de 2001
516 - Metamorfosis
Cada palabra mía, cada gesto
es golpe de cincel y de martillo
que al bloque opaco otorga forma y brillo,
y poniéndote va de manifiesto.
Enigma ciego en mármol, donde he puesto
mi mano exhumadora; qué sencillo
me resulta erigirme en lazarillo
dándote a un mundo que sin ti detesto.
Tu perfil por estratos desentraño,
más cabal cada vez, menos extraño,
y en él mis rasgos estampados dejo.
Y al arrancar al fin la última pieza,
pienso con inequívoca certeza
que al mirarte me veo en el espejo.
Los Angeles, 25 de agosto de 2001
517 - Sin más espera
Huérfanos son mis besos de tu boca,
y huérfanas mis manos de tu piel;
huérfano estoy de ti, como el pincel
del color que el artista no convoca.
Cada mañana mi ansiedad invoca
tantas razones para serte infiel…
Si tantos libros hay en mi anaquel,
¿por qué uno solo tu memoria evoca?
No quiero releer lo ya leído,
quiero ese libro tuyo y, sumergido
entre sus líneas, conocerte entera.
Quiero estrenar tus páginas, leerte
con ojos, manos, voz, y retenerte;
sin orfandad de ti, sin más espera.
Los Angeles, 26 de agosto de 2001
Poemas
Apareció
Apareció ante mí, como quien surge
del fondo de las aguas o las sombras,
mirándome con ojos arrancados
al inquieto bullicio de las olas,
en sonrisa de espuma equilibrada
que sobre el mar azul y verde flota,
en silencio de voz semidormida
al fondo oscuro de una caracola.
La contemplé y se vació mi mente,
fui como un cuerpo cincelado en roca,
árbol inmóvil donde sólo el viento
con ligero temblor mece las hojas.
Y me negué a pensar, por no ultrajarla
con añoranza de mujer o cosa.
Los Angeles, 13 de agosto de 2001
Antes
Hubo un antes. No estabas, pero eras.
Como hubo luz antes de sol y luna,
y el mundo, sin estar, era un latido
intentando escapar de la penumbra.
Antes de conocerte, en esa zona
de la mente, exclusiva, semioscura,
donde duerme el recuerdo aun no nacido,
tú eras ya idea lúcida y madura.
Antes de conocerte te intuía,
viento que entre los álamos susurra,
paisaje que el relámpago bosqueja
en la callada lobreguez nocturna.
Sin haberte observado te veía,
y sin haberte acariciado nunca
yacían en las yemas de mis dedos
cada uno de tus rasgos, cada curva.
Antes de sonreirme, se me abrieron
tus blandos labios de palabras húmedas,
y me perteneciste, aun sin tenerte,
y anduve en ti, sin ti, todas tus rutas.
Al materializarte a mi costado,
aparición, aunque esperada, súbita,
más que aprenderte fue reconocerte,
verte vestida quien te vio desnuda.
No dudé que eras tú; ¿cómo dudarlo,
si de mis olas eras tú la espuma,
si eras tú la razón de mis razones,
si eras la voz que mi opinión anuncia?
Yo te redescubrí, siempre tan mía,
entre múltiples, sola y absoluta.
Los Angeles, 18 de agosto de 2001
A vista y tacto ajena
Porque sólo te ha visto mi palabra,
tengo en ti la peor de las ausencias,
la que percibe, sin tocar, la carne
en todo su esplendor y su tibieza,
sofocando el ladrido del instinto,
que, incapaz de morder, el lomo arquea.
Cuando una vez se vino,
y al punto de partida se regresa,
no se vuelve del todo,
porque algo de uno mismo siempre queda;
Será sobre la alfombra
apenas perceptible un par de huellas,
vestigio de unos dedos
tal vez sobre la silla, o en la mesa,
la marca de unos labios en la copa,
o en un libro señal de rosa seca.
Esos rastros jamás se desvanecen,
porque han establecido su presencia.
Si vienes, y te vas, nunca del todo
podrás marcharte, aunque de mí te alejas;
siempre tendré tu aroma, tu contacto,
tus ecos, en perenne coexistencia.
Pero cuando el venir es un proyecto,
poco más que una idea,
indiferentes dormirán mis cosas,
desconocidas de tu primavera.
Saberte de memoria,
a vista y tacto ajena,
qué sobrecogedora desventura,
qué destructiva ausencia.
Los Angeles, 20 de agosto de 2001
Y a ti no puedo sentirte
Tantas realidades, tantas,
y cada una me responde,
sintiéndome piedra y agua,
pájaro, flor, nube y bosque.
Las percibo individuales,
todas con sus propias voces,
como arroyo claro el agua,
la arboleda como roble,
como golondrina el ave,
como gardenia las flores.
Y a ti no puedo sentirte,
sombra vagando en la noche,
sueño en los párpados preso,
símbolo en la mente a flote.
Como la luz, intangible,
con distancia de horizonte,
cántico sin melodía,
o bitácora sin norte.
Eres la idea cautiva
sin palabra que te esboce.
¿Cómo lograré envolverte
con estos brazos de hombre,
si eres tan inalcanzable
como la brisa salobre
sobre el mar, como la alondra
batiendo alas de temblores
como la estrella clavada
en el techo de la noche?
Ay, qué perdida te tengo,
ay, quién me hiciera de bronce
para volar mi sonido
hacia tus alrededores…
Los Angeles, 21 de agosto de 2001
Tu jornada
Grita a los cuatro vientos tu verdad cristalina,
desdeñando apatía, lisonjas o censura,
y escucha sólo al ángel que contigo camina,
que su voz es el eco de la verdad más pura.
Y a la meta que llama desde el fin del sendero,
responde presuroso, sin desviar el paso;
si hay rosas a la orilla, recógelas ligero,
para la sed hay fuentes, deja cántaro y vaso.
Ni hagas cálculos arduos ni lleves equipaje,
ni te inquiete lo incierto, ni añores lo que dejas,
ni sature tus ojos el primor del paisaje,
ni te distraiga el gozo, ni prorrumpas en quejas.
Fija visión y mente sobre esa luz lejana
que es a la vez motivo, vocación y destino;
no importa cómo o cuándo vaya la caravana,
tú solo eres quien debe recorrer tu camino.
Los Angeles, 22 de agosto de 2001
Todo en ti
Me nacen vivas urgencias
de llamar a todo a gritos,
sigo explorando otras zonas,
recorro nuevos caminos,
corto rosas que no saben
para quién han florecido,
canto, y tal vez a la escucha
no hay nadie más que yo mismo,
y lloro, ignorando si alguien
percibirá mi gemido.
Persigo no sé si un sueño,
si una realidad, si un mito;
algo que detiene el paso
al borde de los sentidos,
y que al mismo tiempo intenta
penetrar en su recinto.
Conquisto nuevas fronteras,
descubro nuevos sonidos,
levanto sobre las nubes
torreones de castillos,
y al echar anclas al agua
del horizonte, confirmo
que cuanto busqué se hallaba
dentro de ti, y ya era mío.
Los Angeles, 24 de agosto de 2001
Reconocimiento
Denso enjambre de lámparas alumbra
la zona fronteriza de mi mente;
mas la región en que eres residente
sumida se halla en tácita penumbra.
Cada llama que lánguida titila
es un empeño hacia tu entendimiento,
una interrogación, y el sufrimiento
de no ver más allá de tu pupila.
Tan sombrío sector, tantos rincones
herméticos, incógnitas facetas,
tantas improntas íntimas, secretas,
y tan equívocas revelaciones.
Si una llama penetra el fondo oscuro,
y esclarece una duda, se doblega,
y abdica de su luz, muriendo ciega,
pero dejando un ángulo seguro.
Cuando la última lámpara se muera,
la oscuridad cobarde habrá escapado;
y estará mi intelecto iluminado
por la luz de tu mente mensajera.
Los Angeles, 31 de agosto de 2001