Breverías
791
Eres tan sólo íntegramente mía
mientras la ausencia sin cesar te crea;
y cuanto más mi abrazo te rodea,
menos puede lograr tu compañía
que yo absolutamente te posea.
792
A veces te ama el cuerpo, y el espíritu duerme,
a veces, si te miro, huyes de mi recuerdo,
a veces, al pensarte, parezco adormecerme,
y al tenderte las manos las sensaciones pierdo.
Vínculo descentrado y alianza de ausentes,
ruedas que el eje unía, que el eje ahora separa,
tan bien sincronizadas y tan indiferentes,
carriles paralelos, quién me los acercara.
793
Tres lámparas por ti se han encendido,
Nueva York, Nueva York, luto y lamentos:
fe en tu vigor, tan sólo interrumpido
por dos gritos flamígeros violentos;
esperanza de ver restablecido
tu perfil inequívoco a los vientos;
y amor evocador de la memoria
de cada víctima y su propia historia.
794
Has abolido tanta expectativa
sobre el primer encuentro edificada,
que aunque tu imagen permanece aún viva,
dentro de mí se bate en retirada.
Lámpara que, agitada por el viento,
en súbito temblor puede extinguirse;
fuiste luz y calor, y ahora presiento
que ambos se ausentarán sin despedirse.
795
En mi entraña se funde una amalgama
de visiones e impulsos cerebrales,
y a su lado estás tú, mágica dama;
y junto a mis instintos animales
se perfila el reclamo de una cama,
y sobre ella los dos, horizontales;
Olvida paradojas, diferencias,
pues te doy lo mejor de mis tendencias.
796
Me han robado la luz de la mañana,
tibia y alegre sobre nuestro abrazo;
hoy, la aurora que llama a la ventana,
ya no es caricia suave, es martillazo.
797
Dolor, dolor, que prueba y legitima
vida y amor, y en soledad anida;
quédate junto a mí; que no me oprima
la paz intolerable del que olvida.
798
No sé, al quererte, mujer,
si hacia la noche te quiero,
o si lo hago hacia el sendero
que la une al amanecer.
799
Mi yo no es un yo completo
sin tener tu dónde y cuándo;
por eso sigo indagando
la raíz de tu secreto.
Ni impedimentos respeto,
ni fracasos, ni agonía;
y hallaré tal vez el día
de la gran revelación,
que tú y yo y nuestra pasión
somos sólo fantasía.
800
Se me duermen los besos en la espera;
no sé si eres adios, o eres tardanza;
tiembla mi pie en la lúgubre frontera
de la ilusión y la desesperanza;
si pudiera besarte…, si pudiera…
Sonetos
518 - Muchacha todavía
¡Tanta prisa, chiquilla, a ser mujer!
Duerme el tiempo en el fondo del espejo,
pero se impone el ímpetu al consejo,
cede la realidad al pretender.
Cada mañana vuelves a nacer,
palidece al ocaso tu reflejo,
qué ciclo siempre nuevo y siempre viejo,
repitiendo mañana lo de ayer.
Tan superfluas las normas y los frenos,
tan lento el desarrollo de los senos,
y tan provocador el maquillaje.
Casi mujer, muchacha todavía,
qué lenta va la vida, día a día,
sin transformar apenas el paisaje.
Los Angeles, 6 de septiembre de 2001
519 - Nueva York, 11 de septiembre
Las glorias del amor enmudecidas,
enmudecidos cánticos y gozo,
se ha izado la bandera del sollozo
sobre tus dobles torres abatidas.
Clama al cielo otro amor: Cinco mil vidas
gimiendo en arbitrario calabozo;
tantas muertes, tal vez, bajo el destrozo
de bloques y columnas retorcidas.
¿Por qué? ¿Por qué se arranca al inocente
la sonrisa feliz, la sangre ardiente,
el lazo familiar, el optimismo?
Por muy honrosa que una causa sea,
se desnaturaliza y bastardea
con la imbecilidad del fanatismo.
Los Angeles, 14 de septiembre de 2001
520 - Miedo
Tiene el miedo tentáculos de acero,
y vértebras de hielo. Su estandarte
tremola vencedor frente al baluarte
que refugia tu mundo prisionero.
Nació en pasividad, ni hostil ni fiero,
sombra que incierta y lenta se reparte;
nutrido de tu duda, al abrazarte,
crece y adquiere temple de guerrero.
A medida que avanza, retrocedes,
y aunque intentaras guerrear, no puedes,
pues te has adjudicado la derrota.
Su férreo abrazo al fin te inmoviliza,
y al hálito glacial que en ti desliza,
se te disuelve el alma gota a gota.
Los Angeles, 18 de septiembre de 2001
521 - Desolación
Un silencio de nubes y de estrellas,
de extrañas, reprimidas sensaciones,
deja, sobre las muertas ilusiones,
aunque profundas, invisibles huellas.
Alzan callado grito las querellas
de la mente, desnuda de razones,
desorientada entre contradicciones,
como entre prostitutas y doncellas.
Sabe el dolor, la soledad, el miedo,
su única trinidad, único credo,
religión que se acepta, y no se entiende.
Se refugia en su círculo pequeño,
negándose la opción de un nuevo sueño:
Solloza, si mujer; si hombre, pretende.
Los Angeles, 19 de septiembre de 2001
522 - Desamparo
Este anónimo mar que cruzo a nado,
espacio agónico, sin luz ni viento,
y ese cielo a mi espalda, que ahora siento
sobre mí, como techo desplomado;
esta noción de estar desarraigado
de mi propio vivir, y el desaliento
de sólo tener voz para el lamento,
y un corazón caduco y mutilado;
éste no es mi programa, es mi cadena,
soy una herida infecta de gangrena,
lance que no elegí, mas me fue impuesto.
Rescátame de mí, de mi aledaño,
tú puedes reparar tan fiero daño
con sólo una palabra, sólo un gesto.
Los Angeles, 21 de septiembre de 2001
Poemas
Retrato
Desde la entraña del deseo miran,
¿o será desde el fondo del recuerdo?
Ojos que a ensueños de futuro aspiran,
ojos que sueños de esperanza inspiran,
verde mar de cristal en que me pierdo.
Inmóviles, extáticos, serenos,
tan elocuentes, y a la vez tan mudos;
sin sombra de puñales ni venenos,
en transparente ofrenda, como senos
a mí avanzando firmes y desnudos.
Casi robaron la sonrisa leve
que entre paréntesis la boca esboza;
quiero ser brisa, luz, copo de nieve,
que a su semblante inaccesible lleve
caricia que la piel apenas roza.
En este mismo instante besaría
doble sonrisa de mirada y boca;
oh, dolor de fracaso en lejanía,
que aunque tanto deseo hacerte mía,
sólo tu imagen esta mano toca.
Los Angeles, 2 de septiembre de 2001
Tan ligera
Tan ligera has cruzado por mi vida
que no se han alterado los visillos,
ni oscilaron inciertas las balanzas,
ni temblaron las llamas de los cirios,
ni al pie del olmo dibujaba el agua
para su enhiesto dedo un nuevo anillo.
Apenas tuve tiempo de insertarme
en tu imagen de rosas y jacintos,
y al alejarte perduró en mis manos
su fragancia entre gotas de rocío.
Tan ligera, mujer, que el beso incierto,
tan codiciado como prometido,
se me durmió en las ramas del deseo,
con un temblor perplejo e indeciso.
Si volviera tu sombra a intercalarse
con la que está a mis pies, qué regocijo
ascendería de la tierra oscura
como un susurro en gestación de gritos.
Qué turbulencia, otrora reprimida,
qué estímulo sensual, antes furtivo,
reventarían cauces acordados,
rompiendo mi apariencia de equilibrio.
Pero ingrávida, etérea, te evadiste,
y yo, sin éxodo, quedé en exilio;
¿cómo buscarte en tanta encrucijada,
si no dejaste huella en el camino?
Tus hondas huellas, húmedas de sangre,
las llevo impresas dentro de mí mismo.
Los Angeles, 6 de septiembre de 2001
Tanto tardaste
Sin saber que seguía tu rastro, te busqué,
te busqué en las absurdas soledades vacías;
no hallando en su desierto la huella de tu pie,
permanecí en mis noches solitarias y frías.
Te busqué en el confuso fragor de multitudes,
donde muchos se encuentran, donde tanto se ofrece,
lúgubre caravana de negros ataúdes;
y vi allí que la vida que eres tú no aparece.
Te busqué en las mañanas en que la luz radiante
bruñe los verdes campos sembrados de rocío,
te busqué en los ocasos de luz agonizante,
en la cresta marina, la estela del navío.
Pero tal vez, ingenuo, sin buscarte, esperaba
tu aparición de Venus surgiendo de las olas;
tan larga fue la espera que se me desangraba
la vida palmo a palmo, marchitándose a solas.
Tanto tardaste, tanto, que cuando al fin llegaste,
mi amazona de nubes, mi nereida desnuda,
había mi alma muerto del continuo desgaste
de la incesante espera, del dolor y la duda.
Los Angeles, 7 de septiembre de 2001
Novia, niña, novia
La novia de ojos azules,
la rubia novia de blanco,
se ha mirado en el espejo,
se le han dormido los años.
Ingrávida sobre el hombro
descansa el padre la mano,
y al borde de la coyunda,
al remate del noviazgo,
ni el velo ve sobre el rostro,
ni las flores de su ramo.
En el aire, un invisible
revuelo de calendarios
desanda tiempos ausentes,
escudriñando el pasado.
Su vida se desenrolla
como si un cámara mágico
girara la manivela
de la moviola al contrario.
Y descendió en el espejo
rápidamente al estrato
donde la niña dorada
ensayaba un primer paso
de baile, unida a su padre
que la aupaba en sus zapatos.
Detuvo el aire su vuelo,
inmovilizando el campo;
amordazó los rumores
el silencio solitario;
y una sedosa fragancia
quedó en la alcoba flotando.
Un vaho empañó el espejo
y desvaneció el encanto…
Por la ventana estallaba
un amanecer tan claro
como vestido de novia
de lágrimas adornado.
Los Angeles, 8 de septiembre de 2001
No me digas la verdad
No me digas la verdad,
que la verdad delimita;
dime universalidades
de ficciones y mentiras.
Dime que te canta el alma
aunque lloras y suspiras,
y si otro vive en tu mente,
afírmame que eres mía.
¿No te narraba tu madre,
junto al lecho, siendo niña,
cuentos de príncipes, de hadas,
de dragones, de walkirias,
de aventuras imposibles,
que tan ciertas parecían?
Tus ojos grandes, ingenuos,
flotaban a la deriva
sobre un mar azul y verde,
perdidos en la neblina,
o bajo un cielo sin nubes,
fulgurante, sin orillas.
Y hubo noches en que, insomne,
mendiga de lejanías,
reclamabas otro mito,
otra piadosa mentira.
Hazme soñar, no me cuentes
la realidad de la vida;
libé la copa del llanto,
y hoy quiero beber sonrisas.
Una fábula improbable,
una leyenda optimista,
una historia que la historia
considere fantasía.
Y si mañana estuvieras
a mi lado todavía,
al caer la última arena,
dale vuelta a la clepsidra,
e inventa nuevas quimeras,
o repíteme las mismas.
Pero que sean tus besos
de amante, que no de amiga.
Los Angeles, 10 de septiembre de 2001
Reflexiones del bombero
I
Arráncame, Señor, la incertidumbre
de no saber si piso vida o muerte;
que todo sea un sueño, y me despierte
perdido, alegre, entre la muchedumbre.
II
Tantas voces calladas, tantas manos
tendidas en la oscura, incierta ruina…
¿Dónde estará la voluntad divina,
mientras se extingue el pulso en mis hermanos?
III
Ya, consumido, no respira el fuego,
mi feroz, inequívoco enemigo;
contra el escombro hoy lucho, y le maldigo,
ladrón de víctimas que no doblego.
IV
Recojamos las piezas, una a una,
recomponiéndolas en nueva torre,
pero que nunca nuestra mente borre
al que inmolado fue sin culpa alguna.
V
Qué endeble y diminuta en esta lucha
se revela la inmensa maquinaria;
tal vez así aparece mi plegaria,
que aún alzada hacia Dios, Dios no la escucha.
VI
Señor, Señor, afable, omnipotente,
Dios del volcán, la tromba y el seísmo,
¿no existe en tu arsenal un mecanismo
que agite el suelo y lo abra suavemente?
Los Angeles, 14 de septiembre de 2001
Torres gemelas
Descarnada ciudad, de quebrantados
huesos en confusión sobre la tierra,
amasados con fuego, sangre, y hierro
por fatídica, fría mano negra.
Sombras de Gengis Khan, ya no cabalgan
inhóspitas mesetas;
montan corceles de metal radiante,
y calzan en la mano las espuelas,
erigiendo en macabro fanatismo
nuevas pirámides de calaveras.
Ha cambiado el paisaje, no ha cambiado
la horda brutal que decapita y reza.
Llegaron en silencio, inesperados,
los que ayer arrasaban las cosechas,
los que a golpes de cascos de caballos
movían las fronteras,
los que sólo dejaban a su paso
cadáveres, estrago y humaredas.
Volvieron ellos, o quizá sus hijos,
pero fueron idénticas sus huellas.
Atalayas del ábaco y la báscula,
altas torres gemelas,
contra el azul del cielo
perseverantes, firmes centinelas.
Como si un nigromante,
surgido al odio desde las tinieblas,
os hubiera arrancado
el esqueleto, vuestra consistencia
se evaporó, gigantes abatidos,
hundiendo entre los pies ambas cabezas.
Ay, el coro de voces atrapadas,
en noche subterránea, sin estrellas,
voces que lentamente disminuyen,
voces casi sin vida, sin respuesta.
Qué lento el hormigueo entre las ruinas,
las posibilidades, qué pequeñas.
Todos hemos perdido,
nos han arrebatado la inocencia,
y con las víctimas bajo el escombro
yace también nuestra alma medio muerta.
Los Angeles, 22 de septiembre de 2001
Fatiga
Estoy deshecho a golpes
de codos y rodillas,
tan distante del tacto
suavizador de heridas.
Se tambalea el alma,
sola, por las esquinas,
ebria de soledades,
falta de rebeldías.
Tantos recuerdos sangran,
y lloran, y se obstinan
en aferrarse tensos
a vida que no es vida.
Recogidos los granos,
¿qué resta de la espiga?
Apagada la estrella,
¿qué vemos de la misma?
Desarbolado el barco,
¿de qué sirve la brisa?
Yo fui espiga, y estrella,
fui barco…Pero un día
se alteró mi universo
se quebró mi sonrisa,
se me atrofió la mente,
me invadió la fatiga.
Y en la entraña que otrora
fogosidad ardía,
hoy del fuego parecen
sólo quedar cenizas.
Arroyos de recuerdos
desbordan las orillas,
y cuanto más los mato
más fieros resucitan.
Pero si no lo hicieran,
yo mismo moriría.
Los Angeles, 25 de septiembre de 2001