Breverías
910
Tu cabellera es luz, viento, agua y llama,
no la recortes, que te disminuyes;
manténla iluminada, que en la cama,
tal como ella en mi rostro se derrama,
tú misma en mí también te distribuyes.
911
Lágrimas incoloras, entrañando
silencioso terceto de sabores:
Dulce, amargo, agridulce…¿Estás llorando?
No fluyan amarguras, sólo amores.
912
Los besos que pensé, que no te di,
cómo hoy en ráfagas te los daría…
este tiempo, qué lento va sin ti,
qué breve fue contigo cada día.
913
Se aprietan ávidos mis pensamientos,
para ser más por ti; los nuevos llegan,
se abrazan a los otros, a ti atentos,
siempre en su diana tú, sin más lamentos
que no poder tocar cuando se entregan.
914
¡Cuánto este hombre te amó en ese lugar,
y olvidó mundo y gentes a tu lado;
sin conocerte, ya te había amado,
y hoy no sabe dejarte ya de amar.
915
Vino a mí, le abrí el alma, y al momento
se adueñó de mi espacio de tal modo
que no hay ya en mí sentir ni pensamiento,
porque ella es yo, y lo piensa y siente todo.
916
Quiero un sueño tan hondo que si me despertara
ni me encuentre a mí mismo, ni mi propio sendero;
sólo si en ti tropiezo, recuperarme espero,
tú en cada noche oscura, cada mañana clara.
917
Tarde se abrió la rosa que cultivé una vida,
rodando una tras otra grises las estaciones,
aglomerando amargas herida sobre herida;
pero hoy al fin florecen todas mis ilusiones,
yo junto a ti dormido, tú junto a mí dormida.
918
Bajo la mano blanda, sobre la piel sedosa,
te estoy amando mansa, sin huesos, sin esquinas,
en ansias fugitivas de dureza; es la rosa
cuyos pétalos se abren, y no saben de espinas.
La piel se yuxtapone directamente al alma,
los huesos desconocen esta alianza pura,
y el tacto que radica suave sobre mi palma,
más que de sensaciones, conversa de ternura.
Sonetos
649 - El mismo giro
Hemos vivido sólo medias vidas,
pues creímos amar, mas no supimos;
ni amantes de verdad, ni amados fuimos,
ni en roja sangre ahogadas las heridas.
Hubo arribadas, hubo despedidas,
bocetos de pasión, ritos de mimos,
pero otorgamos sólo y recibimos
minúsculas fracciones, hoy perdidas.
Genuina llama al fin se ha despertado,
revelando los fuegos del pasado
como pálidas luces imprecisas.
Somos dos vuelos en el mismo giro,
eres ojo que ve cuando yo miro,
soy pie que deja huella cuando pisas.
Los Angeles, 3 de julio de 2002
650 - Mi plegaria
Tan precario me siento que repito
mi repertorio si a tu lado vengo;
y una vez, y otra vez digo y mantengo
que te amo hoy más, y hoy más te necesito.
Como anillo en el dedo, circunscrito
en torno a ti cuanto me integra tengo;
eres mi identidad, y mi abolengo,
lo que soy, lo que fui, mutismo y grito.
¿En dónde, sino en ti, puedo sentirme
náufrago de otras, tú mi tierra firme,
nunca tú el eco, mas mi propia voz?
Callaré mi palabra, rutinaria,
y rezaré tan sólo la plegaria
que alzan mis ojos hacia ti veloz.
Los Angeles, 4 de julio de 2002
651 - Tu ancho mar
Tantos surcos esperan a tus pies
recibir las semillas a voleo…
Yo sembré y coseché, mas no poseo
ni una espiga: Soy antes, tú después.
Dorado está tu campo de la mies,
seco el rastrojo en que mi vida empleo;
es mayor la distancia en que te veo
que la aritmética con que me ves.
Aún así olvidaré tal discordancia;
déjame hundirme en tanta exhuberancia,
déjame bracear tan ancho mar.
Abre sus olas de oro a mi odisea,
que si la edad mis sienes ya blanquea,
por ti y en ti y contigo he de zarpar.
Los Angeles, 4 de julio de 2002
652 - En mi mañana estás
Hombre de poca fe tal vez he sido,
pero de gran ensueño y esperanza;
en el presente, escasa confianza,
frente al futuro, corazón erguido.
Vencí a veces, y a veces fui vencido,
que nadie triunfo indefectible alcanza;
mi pie, si no seguro, alegre avanza,
pues lo posible es más que lo perdido.
Nuestra labor de ayer no es retocable,
la de hoy, sin perspectiva, es inestable,
sólo podemos programar mañana.
Y en mi mañana estás más que en hoy mismo,
pieza dinámica del mecanismo
que hace rodar mi condición humana.
Los Angeles, 5 de julio de 2002
653 - Desde dentro
Te he besado al revés, en esa zona
del dorso de los labios, clandestina,
donde el beso exterior se arremolina,
pretende germinar, y no sazona.
Ser residente en ti me condiciona
para besarte así, desde la esquina
más saliente del alma, que se obstina
en besar como nadie lo envisiona.
Desde dentro, mi amor, te amo y te beso,
en el reverso de tu piel impreso
dejo el rastro de labios y de manos.
Porque a los besos dados desde fuera
les falta calidad, son de madera,
y dejan gustos vagos y lejanos.
Los Angeles, 5 de julio de 2002
654 - Desde mis huesos
Este beso de ciega lejanía,
tan cargado de mí, de ti ambicioso,
y engalanado de aire voluptuoso,
más beso es hoy de lo que fue aquel día.
Dos alas bate, intento y rebeldía,
lastre lleva de tacto silencioso,
y un naufragio de labios, y un acoso
de tu sombra, tan mala compañía.
Esa sombra que avanza, ciñe, incita,
y cuanto más se ofrece, más me evita;
ella es la forjadora de mis besos.
Besos aún en cadenas, aspirantes
a ser libres en ti; pero hoy, distantes,
son furioso clamor desde mis huesos.
Los Angeles, 9 de julio de 2002
655 - Lugares, tiempos, modos
Quererte una mañana en la espesura,
bajo las altas copas de los pinos,
sobre la fresca hierba, sin caminos
que deban recorrerse, sin premura.
Y en el atardecer, bajo la oscura
mirada de perfiles clandestinos
que congregan la noche en remolinos
de sombras, mientras ciño tu cintura.
Y en el bravío látigo del viento,
y en el mar, en perenne movimiento,
y en la callada calma de la nieve.
Quiero amarte en lugares, tiempos, modos,
donde nadie haya amado, o amen todos,
que a tal afán mi corazón se atreve.
Los Angeles, 11 de julio de 2002
656 - Melancólica
Vestida estás de honda nostalgia muda;
te ha nacido una estrella y no la encuentras;
afinas el amor en que te adentras,
y el silencio a tu tímpano se anuda.
Te ha nacido una rosa, tan desnuda,
y sólo en las espinas te concentras,
tal vez también en la fragrancia, mientras
tu mano de los pétalos se escuda.
Te ha nacido una vida tan radiante,
y exhibes una nube en el semblante,
como si nunca tú lo merecieras.
Te llaman a vivir, y has de morirte
si en el alma no sabes desasirte
del pesar de vencidas primaveras.
Los Angeles, 14 de julio de 2002
657 - Treinta aniversario
En treinta largos años fiel te he sido,
y con fidelidad tú me has pagado;
si salías, salía yo a tu lado;
si caíste, contigo yo he caído.
Nadie más sino yo te ha poseído,
aún sin poder decir que te haya amado;
y nadie sino tú ha sobrellevado
el peso de mi cuerpo en ti subido.
Sobre ti cabalgué tan firmemente
que en regularidad o en accidente,
nuestra fusión fue rítmica, completa.
Nunca te compartí, ni tú lo hiciste,
y esa misma actitud aún hoy persiste,
mi servicial, mi vieja bicicleta.
Los Angeles, 14 de julio de 2002
658 - En la rama
Las rosas de este mayo se han dormido,
quedando su ágil lozanía intacta;
y al mecerse en la brisa estupefacta,
ni pétalos ni aromas han perdido.
Fugaz encanto, que si bien nacido,
ni su origen ni término se pacta;
sólo sucede, en la medida exacta
de las fatalidades sin sentido.
Pero este mayo la naturaleza
extravió su norma, y la belleza
permaneció en la rama, inalterable.
Y así la imagen en mis ojos llevo
de tu rostro en mis manos, siempre nuevo,
y en mi alma tu alma, ciervo vulnerable.
Los Angeles, 20 de julio de 2002
659 - Como la lluvia
Apareció como la lluvia llega;
no la lluvia irritante de febrero,
fría, cerrada, en apretón severo,
que a hombre y paisaje pertinaz doblega.
Vino como la lluvia que se entrega
en mayo o en abril al viajero
deslizando en paraguas o sombrero
el fino tacto que acaricia y juega.
En suavidad de brisa o de amapola,
como espuma en la cresta de la ola,
o lluvia sobre el mar vino hacia mí.
Me entreabrió su albornoz y su mirada,
y del atardecer a la alborada
a todo dije y respondió que sí.
Los Angeles, 21 de julio de 2002
Poemas
Cansado de vagar
Tiembla mi realidad ante tu sueño:
Frágil la pértiga es, alta es la vara;
pero he de dar el salto, aunque para ello
deba inventar dos alas en mi espalda.
De lejos he venido, de muy lejos,
no sólo en tierra, lejos en el alma,
de un punto en que se cruzan mil caminos,
de un mar adonde abocan tantas aguas.
Quiero abrir con mi andar nuevo sendero
libre de huella efímera y extraña,
un camino que sea transitado
sólo por nuestros pies, nuestras palabras.
Y descender un río sin afluentes,
en que me abrace tu corriente clara.
Y cabalgar la ráfaga del aire
que sólo tú respires en la almohada.
Cansado estoy de anónimos poblados,
de escaramuzas y de trashumancias;
voy a sentarme bajo la palmera
de este desierto que en silencio abrasa,
y beber de tu pozo el agua limpia,
gustar los dátiles, y amar sin pausa,
sin extrañar rumores descuidados,
ni las siluetas de las caravanas.
Cansado de vagar, a ti he llegado,
y a tu vida mi vida se entrelaza.
Los Angeles, 1 de julio de 2002
Tan nueva
Mis dedos han peinado tu enredada melena,
donde cuelgan recuerdos que me hieren la vista;
y los he erradicado, venciendo cada pena
con su dosis de olvido, para los dos provista.
Ambos tuvimos sombras, naufragios, orfandades…
¿Qué caminante nunca se pierde ni tropieza?
Hoy soslayamos llagas, dudas, adversidades,
aunque no equilibramos corazón y cabeza.
He llegado, llegaste, perplejos convergimos
en sueño tan querido como impremeditado;
y nos comprometemos, y amamos, y sufrimos,
y esta terna de fuego nos ha purificado.
Toda tú eres tan nueva, tan mía, tan fragante,
como si antes de verte no hubiera florecido
jamás entre mis brazos la rosa de otra amante,
como si ayer hubieras sólo por mí nacido.
Los Angeles, 1 de julio de 2002
Viva oferta
Entre los árboles mudos,
entre paredes de piedra,
entre azulejos de baño,
entre sábanas revueltas;
entre mis brazos su torso,
y entre las suyas mis piernas;
la amé en lugares y modos
que yo nunca presintiera;
en la luz de la mañana,
en penumbras, en tinieblas,
junto al fuego en que las llamas
nos sugerían su técnica;
con lágrimas y sonrisas,
sin convenios ni sospechas,
como se ama cuando se ama
sin razones ni estrategia.
Con la libertad que ignora
obligación y exigencias;
sin miedos preconcebidos,
sólo con el de perderla;
la amé con el abandono
que cierra al mundo la puerta;
como si no hubiera nombre
de otra mujer en la tierra;
como si sólo su risa,
sus manos, y su alma entera
fueran únicas opciones;
como si yo fuera ella.
Ah, el retiro en la montaña,
sin nostalgias, sin ausencias,
sin más congoja que el raudo
filtro del reloj de arena.
La amé, y la amo todavía
en alegría, en tristeza,
en lejanía de cuerpos,
en esperanza de vuelta,
en calendarios absurdos
de marcha lenta, tan lenta…
La amé y la amo como se aman
en silencio las estrellas,
titilando las preguntas,
titilando las respuestas,
en mudez tan elocuente
que la palabra es superflua.
Y por eso dialogamos
con ojos de viva oferta.
Los Angeles, 4 de julio de 2002
Genio y figura
A María José, madre.
¿Dónde tendrá sus lágrimas ocultas
esta mujer de lúcida sonrisa?
¿Dónde encierra dulzura y alborozo
al reventar su enojo en rebeldía?
Esa viveza en el rodar diario,
esa vitalidad, urgencia, prisa,
¿no le impide aspirar el dulce aroma
de grácil rosa que en la rama oscila?
Es un rayo de luna que sonríe,
y es un ciclón que arrasa y se disipa;
tan pronto lleva nubes en la frente,
como su boca se deshace en risa.
Brazos tiene que pródigos estrechan,
y corazón abierto que no olvida.
A una mujer como ésta hay que quererla,
ya sea como amante o como amiga,
que tiene más de pétalos sedosos,
que de agudas, recónditas espinas.
Los Angeles, 21 de julio de 2002
Hacia mujer
María José, hija.
En las oscuras lunas de sus ojos
duerme ya la mujer que se avecina;
esa mujer que a flor de labios rojos
alternará una rosa y una espina.
Su paso de muchacha es inseguro,
pero presagia garbo y movimiento
que aunque pertenecientes al futuro
emergen hoy y aquí a cada momento.
Cimbrea en su palabra el galanteo
de quien para el hechizo haya nacido,
mixtura de candor y devaneo
descendiendo al revuelo del vestido.
Alguien dirá, si ya no se lo han dicho,
que nació para el ritmo y el requiebro;
y alguien, que para todo tiene un nicho,
sea a su alrededor o en su cerebro.
Y así esta niña, que ha cumplido nueve,
camina hacia mujer, firme, constante,
con el afán del que a la acción se atreve,
y ha de llevarse el mundo por delante.
Los Angeles, 22 de julio de 2002
No me niegues el tiempo
Tiempo sin ti es fracaso de la naturaleza,
como águila sin alas, o ruiseñor sin canto;
es eclipse y sequía, hemorragia y pobreza,
es la sonrisa muerta, resucitado el llanto.
Tan adherido he estado, tan parte de ti misma,
que tu carencia es causa de mi propio extravío;
y quedo con la triste calma de la marisma
al descender las aguas, enfangado y vacío.
Por haber recalado, desvalido velero,
en mi dársena un día, y haber sido aceptado,
bajo mi sol te guardo, sobre mi azul te quiero,
pero si zarpas, dejas mi corazón quebrado.
Qué injusticia retuerce mi indómito deseo
de apropiarme ambicioso de tu libre destino;
pero si no te absorbo y ávido te poseo,
¿a qué objetivo absurdo conduce mi camino?
Te quiero mujer libre, sutil, arrebatada,
sin recortar tus alas, y sin circunscribirte;
y a la vez tan inmóvil, y a mí tan arraigada
que ni sepas, ni puedas, ni quieras evadirte.
No me niegues el tiempo de silenciosa entrega
cuando rompen barreras miradas y sonrisas;
no te ausentes por mares que mi alma no navega,
que mis pies sólo huellan la tierra que tú pisas.
Los Angeles, 29 de julio de 2002