Breverías
965
Me refugio al abrigo del recuerdo,
con el empeño de abatir los muros
que me han impuesto tanta soledad;
pero en los sueños del ayer me pierdo,
y más aislado quedo, y más oscuros
los horizontes de esta realidad.
966
Ladra un perro lejano a la imprecisa
sombra sin voz, que al parecer se esconde,
y un motín de ladridos le responde,
que realidad tangible le improvisa.
Un rumor, una duda, una sospecha,
aún sin pies, andarán inapelables,
clavándose en el alma como sables,
en el alma, por siempre insatisfecha.
967
Ni mares, ni mesetas, montes o meridianos,
ni kilómetros, millas, o quince horas de vuelo;
dos pueden estar lejos unidos de las manos:
la distancia está dentro del alma, no en el suelo.
968
Cuantos miraste al pasar,
algo de ti se han llevado;
y algo de ellos ha quedado
que aún no has sabido aventar.
Yo deberé depurar
cuanto reposa en tu mente,
y recobrar diligente
lo que de ti se llevaron,
que es a mí a quien lo robaron,
mientras de ti estuve ausente.
969
No dejes, al hablarnos, que el recuerdo se evada,
mendigando limosnas de extraño o allegado;
otros podrán decirte la apariencia que agrada,
yo, que tu nombre llevo dentro de mí tatuado.
970
La sombra externa intimidar no puede
si en el espíritu la luz destella;
la noche más oscura es clara y bella
si la luz interior no retrocede.
Sonetos
687 - Mi lucha
En guerra estoy contigo; te rodeo;
no tienes retirada, ni la quieres;
mi laurel es tu gloria; mis deberes,
conciliar tu deseo y mi deseo.
Silenciosa contienda que peleo
de idea a idea, por quien soy, quien eres,
por todo cuanto vives, cuanto mueres,
por la verdad que dudo y la que creo.
Lucho por ti y contigo, por hacerte
enteramente mía, sin perderte
a humo de ayer o sombra de mañana.
Persistente combate enardecido,
sin tregua, sin agravio, sin vencido,
sin la monotonía cotidiana.
Los Angeles, 1 de noviembre de 2002
Poemas
Piernas de mujer
Dos columnas sostienen tu universo
sobre móviles, leves pedestales;
Atlas no lo podría hacer mejor;
y entre sus capiteles me disperso,
derramando semilla en los umbrales
de tu alquería, yo, tu sembrador.
Dos columnas que avanzan paso a paso,
pronunciándose en ángulos agudos,
firmes y temblorosas a la vez;
habrán de progresar, en el ocaso,
en ángulos obtusos que, desnudos,
ciñan el arco de otra desnudez.
Dos columnas que al fin sobre la greda,
la sacudida erótica apagada,
yacerán en descanso horizontal.
Convocado el vigor que en ellas queda
a la voz de la luz de la alborada,
se erguirán en su propio pedestal.
Los Angeles, 2 de noviembre de 2002
Y un día te hallará
Yo no soy sólo yo, que alguien me sigue
como parte de mí, como yo mismo;
alguien que se perfila y no se evade,
aun siendo sigiloso y fugitivo;
alguien tan fiel que permanece y calla,
escoltando mis pasos clandestinos.
Yo no soy sólo yo, soy yo y mi sombra,
yunta que avanza en simultáneo ritmo
sobre campos de vida, cuyas mieses
acopiará la muerte en hórreos fríos.
Me habré sentido solo, no lo he estado,
compañía es mi sombra en el camino,
dócil, leal, discreta, a mi remolque,
sin pronunciarse en queja ni suspiro.
Y un día, en mi descenso a las entrañas
lóbregas de la tierra, en el preciso
momento en que las puertas del reposo
se abran para abrazarme, un remolino
de protestas saldrá de mis talones,
negándose mi sombra a estar conmigo.
Y vagará perdida, desanclada
de mi cuerpo, su cuerpo; su gemido
horadará los aires, y otras sombras
volverán, al pasar, ojos sin brillo,
ojos tal vez de confusión o asombro,
viéndola en ceguedad sin lazarillo.
Y un día te hallará llevando a rastras
tu propia sombra, y sin pedir permiso
se fundirá con ella, en seguimiento
de cuanto nunca pude llamar mío.
Los Angeles, 9 de noviembre de 2002
Cuando yo te hable
Son viento las palabras, pero envuelven las cosas;
las ideas son agua, flúidas, cristalinas;
los sentimientos nacen como nacen las rosas,
para una muerte pronta, con sangre en las espinas.
Cuando yo te hable, escucha, pero que los rumores
de mi voz no te engañen, brumosa melodía;
ni despiden aromas, ni revisten colores,
ni hay sabor en su acento, tañido en lejanía.
Cuando yo te hable, piensa, pero que los conceptos
arropados al fondo verbal de los sonidos,
no alteren el mensaje, que a veces son ineptos
para exhumar los sueños en la razón dormidos.
Cuando yo te hable, siente; siente el dolor del alma
que, más que por mis labios, por mis ojos te grita;
y el tumulto encubierto tras la aparente calma,
y la rosa que llevo dentro de mí marchita.
Cuando yo te hablo, digo más de lo que te digo,
pues, sin saber decirte cuanto decirte intento,
se me revienta el alma, trocándose en testigo
de lo que no te digo, de lo que sólo siento.
Los Angeles, 9 de noviembre de 2002
Mar de fantasía
Son tus brazos abiertos súbitos manantiales
brotando en las vertientes doradas de tus lunas,
el cerco de tu abrazo me ciñe en espirales,
mis labios son gaviotas volando entre tus dunas.
En ese mar de fondo de tu vientre se agita,
entre rumor y espuma, cálida marejada;
y es el tacto en mis manos trirreme que transita
sobre relieve de olas, en rítmica avanzada.
El verdiazul del agua se fragmenta en la roca
en estallido blanco de insistente marea,
pero es tu superficie que, al paso de mi boca,
como el mar se encabrita, como la ola se arquea.
Ni viento que fustigue, ni calor que adormezca,
ni penumbra que enlute; quiero ser la energía
pródiga, exuberante, sensual, que te estremezca
como si fueras agua de un mar de fantasía.
Los Angeles, 10 de noviembre de 2002
Sombras de ayer
Esa memoria tuya
que no sabe mirar hacia delante,
evocadora de áridas miserias,
de lágrimas de sangre,
e ignora la sonrisa
que supo iluminar ciertos instantes;
ese recuerdo, espejo tenebroso,
reflejo fiel de las adversidades,
rechazando los rayos de la aurora
que un día despertó sobre el paisaje;
ese eco reincidente de lamentos,
esa canción de lúgubre mensaje,
ese invierno opresor de primaveras,
ese mundo vestido de disfraces...,
ese acervo de grietas y de sombras,
castillo en ruinas es, irreparable,
donde ayer se luchó, pero hoy no quedan
opciones de defensas ni de ataques;
puente desbaratado a nuestra espalda,
que se cruzó en el fuego del combate,
y, victoria o derrota, ya no sirve,
se fraguan otros planes;
río cuya corriente
no retorna a su origen, va a los mares.
Ayer amaneció, y hubo crepúsculo,
y la noche apagó luces y aves,
y nació un nuevo sol, y hubo tormentas,
y siguió el mismo ciclo el mismo cauce.
Claridad o tinieblas, ya ¿qué importa?,
aconteció; ya fuera honor o ultraje,
el pasado siempre es irreversible,
nudo gordiano a desatar por nadie.
Vive el presente, lo anterior ha muerto,
vívelo con su gama de contrastes,
sueña con el futuro, aunque no es tuyo,
como si tuyo fuera, y no te engañen
las tinieblas de noches o de eclipses:
Si el sol se oculta, tú no eres culpable.
Los Angeles, 12 de noviembre de 2002
Retorno
Vendrá, tal vez, trayendo perspectivas
que tuve y olvidé, gocé y perdí;
y lucharé por mantenerlas vivas,
y me daré como jamás me di.
Y mi horizonte, que hoy desvanecido,
se perfila en silueta nebulosa,
en su presencia cobrará sentido,
con su línea quebrada luminosa.
Volverá mi paisaje a ser completo,
en mí, y en derredor, y en lejanía,
colgada de su cuello, su amuleto,
muerta la sombra de la noche fría.
Los Angeles, 12 de noviembre de 2002