Breverías
957
Dicen que la belleza es residente
de los ojos que miran; falsa idea;
tu rostro testimonia convincente
que la belleza vive independiente
de que haya una mirada que la vea.
958
Vives en mí...., qué plenitud de vida,
de sombras y cadáveres cercada;
todo el ayer murió, no queda nada;
tú eres hoy y mañana, mi elegida.
959
Hicimos el amor sobre la estera,
junto al fuego desnudo, acariciante;
amor unánime, de enredadera
enmarañando amante con amante;
el día se detuvo, y la bandera
de humo, sobre el tejado, fluctuante,
llevó aviso de cita clandestina,
en silencio, del valle a la colina.
960
Vuelvo el rostro hacia atrás, como si oyera
tus pasos a mi espalda, y no te veo.
¿Tal vez ya no me sigues? Más bien creo
que dentro de mí vives, compañera.
961
En mí te has destilado, gota a gota,
permeando el terreno
que antes al labrantío estaba ajeno,
y ahora una rosa de mi suelo brota.
962
Rompo hacia ti en amor de horizontales,
no de materia inerte,
mas de fieros impulsos animales
arribando en tumulto a tus umbrales
en intento febril de poseerte.
No como lápida de mármol fría,
mas como superficie rumorosa
de mar convulso en ancha rebeldía,
que nunca entendería
repliegue abyecto o fuga ignominiosa.
963
En la dársena, tú, mi carabela,
mástil yo, en soledad, desarbolado,
doblemente en la noche desvelado,
enhiesto, en permanente centinela.
Tense el cordaje, crujan las poleas,
alce su curva rítmico el velamen,
que de nuevo los vientos me reclamen,
y que eufórica en mí de nuevo creas.
964
Tus caminos de ayer, los que azarosos
desgastaron tus pies, sin norte fijo,
están hoy en desuso, silenciosos,
desnudos de color y regocijo;
ha cavado el olvido vastos fosos,
y un bondadoso genio los maldijo.
Nuevo camino hoy sigues, que yo abrí:
de mí procede y desemboca en mí.
Sonetos
685 - Mi derecho
Me reconozco un único derecho,
perenne, inalienable y exclusivo;
no es el de haber nacido o seguir vivo,
ni el de gritar las quejas de mi pecho;
que hay mordaza y puñales al acecho,
y le pueden matar o hacer cautivo;
mi derecho es de sólo un objetivo,
tal vez inaccesible, insatisfecho.
Pero derecho al fin, y he de escudarle
contra la adversidad, y ejercitarle,
traiga victoria, humillación o muerte.
Pues aunque no protejan mis fronteras
el derecho de que un día me quieras,
siempre tendré el derecho de quererte.
Los Angeles, 15 de octubre de 2002
686 - Paz en el alma
He reencontrado el alma a su regreso
del prolongado exilio de las dudas,
y en lo que fueron antes noches mudas,
tañen campanas y se forja el beso.
Amores hay de avance y retroceso,
de hoscos silencios y palabras rudas,
de verdades vestidas y desnudas,
dejando un sello en la memoria impreso.
Pero mi alma, hoy diáfana, se llega
purificada, luminosa, ciega
a las vacilaciones del pasado.
Llegó a su patria, ya no más errante
en éxodos inciertos, y anhelante
por reclinarse extática a mi lado.
Los Angeles, 24 de octubre de 2002
Poemas
Sombra en el espejo
Al mirarte al espejo hubo una sombra
que rechazó tu imagen, ese espejo
tan parte de tu vida, que se nombra
tu medio confidente, amigo viejo.
¿Será tal vez que le has enmascarado
tu reciente verdad, la que agarrota
tu garganta, y mantiene perturbado
al corazón que calla y casi explota?
Sombras en el espejo siempre ha habido,
inconsistentes, tránsfugas, ligeras,
pasando al fondo efímeras, sin ruido,
como el polvo de trigo de las eras.
Pero esta sombra, como nube densa,
se cierne sobre ti, te engolfa y ciñe,
y aunque lo ocultes, lo que piensas, piensa,
y más que un vaho en el cristal, lo tiñe.
Sólo la voz de tu raíz más honda
la desvanecerá, como una toalla
de mágicos poderes, que responda
con la verdad que tu silencio calla.
Y te verás, y me verás de nuevo,
porque me ves a mí cuando te ves;
a mí, que soy tu espejo, y que te llevo
mejor que a ti puedan llevar tus pies.
Los Angeles, 15 de octubre de 2002
Preguntas
Se me clavan agudas en el alma
las preguntas impresas en mi carne,
que antes podían parecer dormidas
sobre la fértil savia de la sangre.
Tanto las ignoré, fui tan inepto
indagando respuestas, como el aire
rechazado al llamar a la ventana,
rodando extraviado por la calle.
Astillas renegridas
bajo la piel, que llegan a olvidarse,
y sólo el roce a veces
recuerda su presencia penetrante.
Yo las dejé dormir en el silencio
que duerme como un perro en sus umbrales,
caminando a su lado de puntillas,
medio feliz con sus oscuridades.
Y hoy llegaste; tu paso alborotado
fue como una rotura de cristales,
como un timbal sonando tu venida...
y me las despertaste.
Y sin otras respuestas,
sin más certeza que el dolor sangrante,
no sé si quiero que de nuevo duerman,
o dormir yo en un sueño interminable.
Los Angeles, 15 de octubre de 2002
Tu recuerdo
La infinita memoria de mis manos,
versadas en tus ángulos y aristas,
te recrea incesante en la distancia,
cada hora lenta, cada noche tibia.
Tengo una réplica de tu alma, tengo
un doble exacto de tu imagen viva,
tan precisa a mi lado, que me asaltan
dudas de si es mi hacer, o eres tú misma.
Y cada pensamiento que le otorgo,
cada proposición, cada caricia,
me hacen sentir infiel, como si diera
a otra mujer la flor de mi sonrisa.
Cómo costeo el golfo de tus sueños,
cada recodo en la escarpada orilla,
cada golpe de mar contra las rocas,
cada fulgor del faro en tus pupilas.
Y mis manos, galera de diez remos,
surcan tu superficie curvilínea,
sin saber si eres tú, si eres mi idea,
o mezcla de ambas, realidad ficticia.
Forjándote en mi mente y en mis dedos,
soy tu re-creador en lejanía.
No sé si soy enteramente dueño
de la mujer que alguien formó de arcilla;
la que a mi lado yo he reconstruído,
esa me pertenece, es toda mía.
Los Angeles, 16 de octubre de 2002
Políticamente correcto
Tantas ideas yacen reprimidas,
tanto silencio cubre mis palabras,
tantas cadenas sin cesar chirrían
en esta cárcel donde gime el alma...
Quisiera alzar mis gritos o mi llanto
con autenticidad de puñalada,
con el feroz impulso de quien rompe
a través de su miedo envuelto en rabia.
La paz que nos flanquea, nos limita;
no es paz, sino desmayo, es la mordaza
que prensa las ideas en la mente,
las que sin expresarse, no son nada.
Quiero alzar el bloqueo silencioso
que asfixia la verdad o la quebranta,
y a golpes de razón nombrar los vicios
que tantos, como yo, saben y callan.
La timidez frente a los atrevidos
nos ha obligado a revestir de máscaras
los vocablos inocuos, que evitamos,
aunque el sentido auténtico se alcanza.
Ya no será el pan, pan, ni el vino, vino,
serán, con circunloquios y acrobacias
mentales, cualquier cosa desabrida,
que si hoy, correcta, ofenderá mañana.
Absurdas minorías han impuesto
códigos de conducta tan bastarda,
que victimizan a la mayoría,
pues quien clama la injuria es quien ultraja.
Ya es tiempo de salir del escondite,
hora es de devolver a las palabras
su virginal sentido, sin adornos,
y hablar con claridad, caiga quien caiga.
Los Angeles, 18 de octubre de 2002
Cuando a mi lado duermes
Cuando a mi lado duermes,
¿duerme también tu pensamiento, o vagas
por las extrañas zonas del pasado,
que tal vez aún no han sido erradicadas?
Cuando a mi lado duermes,
te percibo tan mía y tan lejana
como siente la piel el toque cálido
del sol a tantas millas de distancia.
Cuando a mi lado duermes,
y observo tu figura inmóvil, plácida,
no me atrevo a abrazarte,
y sé que lo he de lamentar mañana.
Temo a ese mundo que fue tuyo un día,
que quizás en el sueño te reclama,
que al recuerdo dormido solicita,
y al repudio despierto da la espalda.
En el telón oscuro de tus párpados
proyecta sus imágenes lejanas,
cubiertas de nostálgicos colores,
despojadas de sombras y de escarcha.
Por eso te contemplo sin tocarte;
temo que al despertar, si te abrazara,
la realidad que tuya fue despierte
envuelta en un embozo de añoranza,
y al mirarte en mis ojos sólo veas
un sueño que no es mío, de fantasmas.
Te dejaré dormir, aunque te alejes,
mi abrazo y voz en frenos y mordaza;
tal vez al despertar se muera el sueño,
y tu memoria no recuerde nada.
Los Angeles, 20 de octubre de 2002
Recuperemos
Recuperemos el amor, cautivo
en las oscuras cárceles del sexo,
en las lúgubres cajas de caudales,
en la penumbra de los cementerios.
Pertenece a la luz, en plena calle,
sin sonrojo, ni lágrimas, ni precio;
con la libre expresión que enorgullece,
no la vergüenza que lo oculta en hielo.
Hay amores que salen al camino,
disfrazados de viejos pordioseros,
mendigando limosnas
con fúnebres lamentos.
Amores que responden al sonido
de la moneda de oro, o al destello
de la espada aristócrata,
o del fanático puñal de acero.
Amores residentes entre muslos,
que no saben calar hasta los huesos,
y en su debilidad, se desvanecen
a la primera ráfaga de viento.
Y hay amores cadáveres
que sufrieron de mucho o poco tiempo.
El amor no es de ayer ni es de mañana,
sino de cada mágico momento;
ignorante de planificaciones,
no sabe de estadísticas ni arqueo,
es íntimo y abierto y rebosante
de sensibilidad como de sexo,
todo en intensidad, en alegría,
y todo al mismo tiempo.
El amor que nos venden no es legítimo,
queremos el auténtico.
Los Angeles, 20 de octubre de 2002