Sonetos
850 - Arbotante (I)
De tu bóveda soy firme arbotante,
brazo en la resistencia de tu peso;
de mí dependes, y en mi ojiva preso
yace tu porvenir en cada instante.
No sé temblar por ti, ni estar distante,
te hundirías sin mí; no hay retroceso
en nuestra relación; por ti atravieso
el aire azul con pretensión de amante.
Si ambos unidos hoy permanecemos,
tú estás, yo te sostengo, respondemos
a una ley desigual que nos fue impuesta.
Una ley que acepté, que me confiere
perenne sitio junto a ti, y requiere
la misión de servirte sin protesta.
Los Angeles, 8 de agosto de 2003
851 - Estructura (II)
Ese puente de luz que en mí reposa,
de tantos ojos, sólo una mirada,
para la luna, umbría balaustrada,
para el sol, sinfonía silenciosa.
Túnica de vidrieras, mariposa
multicolor en el cristal plasmada,
y al interior palmera desbordada
de columna a techumbre luminosa.
Tantas manos te hicieron lo que hoy eres
entre crepúsculos y amaneceres,
mi catedral de carne, ahora tan mía.
Cada bloque, caricia de un amante;
ya sé que sólo soy un arbotante
que te apuntala en amplia compañía.
Los Angeles, 9 de agosto de 2003
852 - Campanas (III)
En adusto silencio las prefiero,
que su tañido a multitud instiga;
¿quién me distinguirá, dorada espiga,
en pradera de mies o en el granero?
Enmudece, que el bronce es pregonero
de la trivialidad y de la intriga;
su repique monótono mendiga,
su volteo reclama por entero.
Dame a escuchar el silencioso canto
dormido en su quietud, sonrisa o llanto,
sin permitir a nadie percibirlo.
Pretenderé que lo hayan olvidado
quienes antes lo hubieran escuchado,
y que soy el primero en descubrirlo.
Los Angeles, 9 de agosto de 2003
853 - Gárgolas (IV)
Mis sueños de terror, mis pesadillas,
cuando en calles equívocas, desiertas,
me soltabas la mano, y de sus puertas
sombras en vuelo ataban mis rodillas.
Atormentado entre las dos orillas
de esa calle sin fin, dudas abiertas
desangraban mi piel, sin que tú adviertas
que deshacías mi árbol en astillas.
Esos sueños de negro han instalado
su perfil en quietud, petrificado,
en cada gárgola de tu estructura.
Y no puedo evitar, cuando las veo,
largo temblor glacial de mausoleo,
firme anillo de hierro en mi cintura.
Los Angeles, 9 de agosto de 2003
854 - Rosetón (V)
Círculo de cristal, frágil, silente,
filtro de luz, cascada de colores,
dïagrama de rosa en los albores
de fresca primavera transparente.
Arabesco de historias, elocuente
discurso mudo, voz de trovadores
declamando a las clases superiores
la misma erudición que a la indigente.
También mi amor tiene una bella rosa
que me filtra, en su rueda luminosa,
matices y bosquejos de su vida.
Yo perfilando voy sus elementos
adosando fragmentos a fragmentos,
hasta dejar su historia definida.
Los Angeles, 10 de agosto de 2003
855 - Torres (VI)
Brazos en alto en actitud de entrega,
o en esperanza de intangibles dones;
fervientes, seculares oraciones
de la piedra que no sabe que ruega.
Quieren alzar el vuelo, y se les niega,
caducos símbolos de aspiraciones
de otros siglos; hoy mente y sensaciones
son el impulso que al azul navega.
Hoy ya no es vertical, es panorama,
durmió el creyente, despertó el que ama,
tendiendo brazos en horizontal.
Somos torres flexibles, doblegadas,
en búsqueda de nuevas llamaradas,
cediendo el hombre místico al sensual.
Los Angeles, 10 de agosto de 2003
856 - Claustro (VII)
El incienso del canto gregoriano
se desenvuelve en graves espirales
de sonido, cercando los rosales
como invisible, agigantada mano.
Los mismos pasos, eco cotidiano,
sobre las viejas losas desiguales,
tras los esbeltos arcos ojivales,
cuerpo inmediato, espíritu lejano.
Y yo en mi claustro interno me paseo,
la mente en horizonte que no veo,
el corazón aquí y en lejanía.
Parezco andar en círculos cuadrados,
una vuelta, otra vuelta, cuatro lados,
y en el aire una triste melodía.
Los Angeles, 10 de agosto de 2003
857 - Columna (VIII)
Cintura en piedra donde el brazo ausente
no consigue arropar la desnudez;
alegoría de la solidez,
en elegancia de álamo ascendente.
De austero capitel, o irreverente,
como quien sueña en muertos, y a la vez
en la trémula, impúdica embriaguez
de una ofrenda carnal de adolescente.
Yo, columna en que tu ánimo gravita,
tú, capitel que en su relieve grita
ya temor, o pletórico deseo.
A través de cada arco te transmites,
y aún inmóvil, te alejas y repites
en tantos más, que ya sin ti me veo.
Los Angeles, 11 de agosto de 2003
858 - La nave (IX)
A pecho abierto espera el frontispicio
el giro de la puerta de madera,
el corazón, en sombras, a la espera
del canto gregoriano del oficio.
Satura la oquedad del edificio
ligero olor a derretida cera,
el sol perfora a chorros la vidriera,
se inicia en el altar el sacrificio.
El órgano revienta sus trompetas
con voz de apóstoles y de profetas,
la nave en lúgubre penumbra anclada.
Y tu nave, en silencio, se adormece,
sin música, sin luz, y no parece
capaz de abrir y autorizar la entrada.
Los Angeles, 12 de agosto de 2003
859 - Portada (X)
Indiferentes, clausuradas puertas,
hermanas del silencio y la derrota,
que desgranáis el tiempo gota a gota,
y estais, al fin, como las horas, muertas.
Desde dentro debeis de ser abiertas,
con ese impulso firme que denota
aceptación del alma, nueva o rota,
cansada de rodar calles desiertas.
Tantas veces llamé, con esperanza
de oir los goznes gemir, pero la danza
de las horas no trajo ese gemido.
Alcanzarán mis pies otros umbrales,
de castillos, si no de catedrales,
siendo a trovar princesas admitido.
Los Angeles, 12 de agosto de 2003
860 - Vieja Catedral
Brazos de piedra que, horadando altura,
pretenden arrancarle a Dios sus dones;
inmóviles, absortas oraciones
que la marcha del tiempo no apresura.
Lanzas de centinela en noche oscura,
de día, al sol, pareja de leones,
en defensa de axiomas y visiones
de una fe que aún durmiéndose perdura.
Se han perdido compás, plomada, escoplo,
y hasta el viento llevó en furtivo soplo
los nombres de arquitectos y canteros.
Mas queda este perfil inalterable,
exhuberante pluma, erguido sable
de sobrios monjes, rígidos guerreros.
Los Angeles, 13 de agosto de 2003
861 - Nueva catedral
Brazos de viva carne, horizontales,
labrados con amor para la entrega,
para ese abrazo que jamás se niega,
con aroma de cámaras nupciales.
Estas son las modernas catedrales,
donde se alaba, espera, ofrece, ruega;
donde hay fervor, pero también se juega,
donde elevamos vanos pedestales.
Y nosotros en parte recibimos
la obra en progreso, en parte construímos,
pero también en parte derribamos.
¿Y los nombres? A veces esculpidos
en mármol van, y a veces van perdidos,
y en un olvido gris los enterramos.
Los Angeles, 13 de agosto de 2003
862 - Mi catedral (XII)
Hay catedrales que la fe ha erigido,
y aunque la fe hoy vacile, permanecen;
y hay catedrales vivas, que estremecen
la vista, el tacto, el gusto y el oído.
Ah, tú, mi catedral, donde el sentido
tiene un altar, donde en temblor se ofrecen
sacrificios de piel, donde enmudecen
las palabras, y el beso es estallido.
Chanel número cinco por incienso,
cuerpo vibrante, espíritu indefenso,
y entre torres yacentes, libre el paso.
Efímera serás, como la rosa,
y como ella radiante, luminosa.
En tu partida no hablará el fracaso.
Los Angeles, 14 de agosto de 2003
865 - Cripta (XI)
La cripta es húmedo vapor que empaña
los cristales, es sombra y es secreto;
es el rincón desolador y quieto
donde la muerte afila su guadaña.
Vela el fantasma y sólo se acompaña
de su macabro panteón, repleto
de murciélagos; duerme el esqueleto
en camilla de polvo y telaraña.
Descenderás, muriendo las promesas,
a una cripta de olvido, y las pavesas
del viejo amor serán tu testamento.
Nada te quedará, ni la añoranza;
porque una vez perdida la esperanza,
sólo quedan cenizas en el viento.
Los Angeles, 15 de agosto de 2003