Poemas de amor, de soledad, de esperanza de
Francisco Álvarez Hidalgo
Muriendo

Índice

Sonetos:
Dame tu nombre Morir Sombra Tu abrazo ¿Para qué escribo? Nunca la vida es sueño
Poemas:
Indiferente Dentro de ti
seperador

Breverías

1275
Esta glacial, despótica cordura va inexorablemente devorando al soñador que sigue en mí soñando; quién me diera volver a mi locura.

1276
Irás semidesnuda por callejas sin nombres, sobre tu piel la firma de experto cirujano; te odiarán las mujeres, te adorarán los hombres, rumba, salsa y bolero tu paso cotidiano. Entre tanto festejo, y en tanta algarabía, percibirás la pausa de un silencio distante, te invadirá dorada, suave melancolía, por quien durante un tiempo se declaró tu amante.

1277
Hay vidas esquemáticas, vacías, en que nadie ha vertido su existencia; y otras en que hubo luz, pero hoy sombrías, se marchitan en blanda negligencia. Si agobia el lastre de quien ha perdido por naufragio, derrota, error, fracaso, cuánto peor jamás haber bebido del vino utópico en incierto vaso.

1278
Hoy se me cierra el libro, y enmudecen las teclas del piano; quieren volar los ojos, se humedecen, y descienden al llano; todo a nivel de tierra, circunscrito a límites y andrajos, y el entusiasmo, la ilusión, el grito, se alejan cabizbajos.

1279
Regálate fragante, rosa que lentamente se deshoja; mágico es el instante, y tu piel se me antoja vestida sólo de una cinta roja.

Sonetos

1189 - Dame tu nombre
Si eres senda y rumor, si eres certeza, no te alejes con tránsito de río, que el agua no regresa, y desconfío de quien parte y no vuelve la cabeza. Déjame andar por ti, por tu corteza, en este atardecer en que me guío, no por las veleidades del gentío, sino por tu silencio y gentileza. Me has dado el tacto ya, dame tu nombre, y que entre ambas riberas, mujer y hombre, no haya corriente, sino cauce seco donde se den la mano dos orillas. Que al abrazo carnal de las rodillas sucedan nombres sólidos, sin eco.
Los Angeles, 13 de diciembre de 2004
seperador
1190 - Morir
He dado muerte a tantos…La memoria es mi buque fantasma, cementerio glacial, flotante de uno a otro hemisferio, lúgubre, inevitable trayectoria. Y tantos me han matado…¿Qué oratoria sabrá encender la luz de ese misterio de vivir aunque sea en cautiverio? ¿dónde está, muerte absurda, tu victoria? Ni la vida es el triunfo pregonado, ni la muerte el revés inesperado; cada cual vive y muere a su manera. Yo he matado y he muerto muchas veces, he bebido mi copa hasta las heces, no me intimida la última frontera.
Los Angeles, 13 de diciembre de 2004
seperador
1191 - Sombra
Y cuando ya no esté, cuando mi llama transforme en humo azul su parpadeo, y el corazón extinga su aleteo, dormida alondra inmóvil en la rama; cuando ya no esté aquí, sobre tu cama, que albergó mi deseo y tu deseo, descenderá mi sombra en ronroneo de gata en celo que tu ardor reclama. Estaré junto a ti; no vigilante, sino en dedicación, y habrá un instante en que me llames sobre ti otra vez. Y aunque no me llamaras quedaría a tu lado en silencio; no podría brindar a nadie más mi desnudez.
Los Angeles, 15 de diciembre de 2004
seperador
1192 - Tu abrazo
Es tu abrazo de luz, no restringido, tan imprevisto y mudo que arrebata; algo en mi oscuro fondo se dilata que no sabe a tu lado estar dormido. Círculo de relámpago extendido en torno mío, el ímpetu desata que urge a tu desnudez bajo la bata manifestar abierta su libido. Caerá como la luz en el ocaso, en sedoso descenso, paso a paso, como párpados blandos, soñolientos. Mas no los tuyos, lúcidos, sagaces, ni los míos, que exploran desenlaces a mi agresión y a tus ofrecimientos.
Los Angeles, 16 de diciembre de 2004
seperador
1193 - ¿Para qué escribo?
Y yo, ¿para qué escribo? ¿Quién espiga en esta mies de versos visionarios irremediablemente innecesarios? ¿En quién esa cosecha se prodiga? Quisiera ser ungüento que mitiga las coronas de espinas, los calvarios; que mis poemas fueran emisarios de paz, el roce de la mano amiga. Y tú, ¿para qué lees, o qué intentas descubrir en las páginas sangrientas de un alma torturada que aún respira? Precisamente que el dolor no mata, que tu llanto en el mío se retrata, y que cada alma por igual suspira.
Los Angeles, 17 de diciembre de 2004
seperador
1194 - Nunca la vida es sueño
Un muerto no es un muerto, es un dormido incapaz de seguir hacia delante, como el recién nacido es emigrante que del país del sueño se ha evadido. Nunca la vida es sueño; sueño ha sido la noche precursora del instante de nacer, y al morir vendrá apremiante el sueño que esa vez fue interrumpido. Este paréntesis de pena y gloria, de duda y fe, de olvidos y memoria, llamado vida es desvelado empeño. Quizá alguien nos soñó, y hoy nos rodea de componentes de su propia idea, hasta que al fin volvamos a su sueño.
Los Angeles, 18 de diciembre de 2004

Poemas

Indiferente
Tallóse un monumento a su medida, o a la medida de su absurdo orgullo; me habló su voz en ráfaga y murmullo, y se quedó en mi piel entretejida. Dejé mi tiempo al pie de su obelisco, truncado hoy por el hielo o la desgana, mármol decapitado, del que mana sangre de beso en furia de mordisco. El labio siempre degenera en diente si el alborozo emigra al abandono; ni ruego ni detesto ni perdono, esta ruina me deja indiferente.
Los Angeles, 12 de diciembre de 2004
seperador
Dentro de ti
Te veo mirar, y veo cuanto ves, no porque mire las mismas cosas que miras, mas porque mi ojo percibe desde dentro tu retina; estoy en ti, en tus raíces, en tus ramas, en tu tronco, escuchando lo que dices, hablando por tu palabra, viendo cuanto ves y viste, custodio de tus recuerdos, testigo de cuanto vives. Cuando cantas soy el arco que rasguea tus violines; soy tu lágrima callada si melancólica gimes; las manos en tus mejillas en los crepúsculos grises. No tienes que hablar, entiendo cada pensamiento triste, cada deseo frustrado, cada sonrisa que finges. Soy tan parte de ti misma que no acierto a despedirme.
Los Angeles, 16 de diciembre de 2004
Diseño: Carmen Álvarez
Poemas © Francisco Álvarez Hidalgo, Familia Álvarez, 1997-2014. Todos derechos reservados.