Poemas de amor, de soledad, de esperanza de
Francisco Álvarez Hidalgo
Vida, muerte

Índice

Sonetos:
A cuatro manos Invernal Fluir, remansar Sin respuesta Aleteo Muerte
Poemas:
Viajero hacia el final Vive el momento
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Breverías

1270
Nos vamos lentamente desmembrando, perdiendo cuanto somos, cuanto fuimos; nuestras vidas exhaustas son racimos que el tiempo hambriento va picoteando.

1271
Mantendré viva para ti la llama que abraza, besa, lame y no agoniza; si desnudo tu cuerpo me reclama, seré lengua de fuego y luz rojiza quemando versos junto a ti en la cama, tacto que entre los muslos se desliza. Qué calor este invierno nos ofrece, que todo en derredor rejuvenece.

1272
El amor que insaciables perseguimos no es la dorada hogaza que en la mesa se nos ofrece entera, y repartimos a quien mejor abraza, mejor besa; ni el ajeno mendrugo que adquirimos ya por necesidad, ya por sorpresa. De tan soñado pan la mano alcanza sólo migajas, y algo de esperanza.

1273
Ya casi no es de noche, pero no es aún de día, y aunque a partir te aprestas, ávido te retengo; este momento aún vive, sin ti se moriría, prolóngale la vida, que yo se la mantengo.

1274
Mi espalda está cruzada de arañazos, y cruzada de equívocos mi mente; pero mi corazón no se arrepiente: Repetiría idénticos abrazos.

Sonetos

1183 - A cuatro manos
Palpitaba en el cuenco de su mano inquieta golondrina prisionera, vibrátil, rígida, sin que pudiera dejarla en libertad. En el piano se adormecía el canto cortesano que a cuatro manos de una voz naciera. Su timidez pensó: “Si me atreviera…” Y la música fue rumor lejano. Lo creyó un corazón entre los dedos, húmedo, cálido…, perdió sus miedos, y se dejó arrullar por sus latidos. Cuando la noche desplegó su sombra, les envolvió a los dos sobre la alfombra desnudos, abrazados y dormidos.
Los Angeles, 1 de diciembre de 2004
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1184 - Invernal
No quedan ya zagalas ni pastores, ni en la noche, a la luz de las estrellas, bajo las burdas mantas, ellos y ellas contrarrestan el frío con sudores. Distribuye el invierno los rigores de su escarchada alforja; de sus huellas no se alzan danzas, himnos ni doncellas diseminando pétalos de flores. El silencio es la nieve de la nieve, un estrato intangible. ¿Quién se atreve a profanar su monacal sosiego? El tiempo es blanco, los relojes quietos, tenue la luz, colmados los abetos… Qué suerte, Dios, no haber nacido ciego.
Los Angeles, 4 de diciembre de 2004
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1185 - Fluir, remansar
Miro todos los rostros en la calle, piso todas las huellas en la senda, analizo el motivo en cada ofrenda, grito todos los nombres en el valle. Y cuando el mundo en mi portal estalle sin que yo lo anticipe o lo comprenda, descubriré que soy corcel sin rienda viendo el conglomerado, no el detalle. Tal apresuramiento a ver las cosas me priva del aroma de las rosas, me oculta la belleza de lo visto. Miraré, tocaré cada relieve, a ritmo de hora y suavidad de nieve, mientras lento, muy lento te desvisto.
Los Angeles, 5 de diciembre de 2004
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1186 - Sin respuesta
A veces de su alforja extrae la vida preguntas que uno desterrar quisiera, sobre el amor que fue, sobre la higuera improductiva, o la ocasión perdida. O cierto amanecer sin despedida, o ambigua voluntad de cristalera, o aquella nuestra joven primavera que en el invierno se quedó dormida. Archivamos en sombra tales temas, no por ser insolubles los dilemas, mas por deslealtad o cobardía. Y si cerril la vida nos dispara esos dardos directos a la cara, evasiva la mente los desvía.
Los Angeles, 5 de diciembre de 2004
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1187 - Aleteo
“Volverán las oscuras golondrinas…” (Bécquer)
¿Hay cementerios de palabras? ¿Cuevas donde en silencio y sombra se adormecen? ¿Las que hablaron ayer, y hoy enmudecen, recobrarán mañana vida nueva? Nace la idea, se articula y lleva tono, ritmo y sabor que la embellecen, le dan cuerpo y temblores, y le crecen alas de fuego, y al azul se eleva. Las palabras ya dichas son bandadas de ágiles golondrinas, que alejadas podrán estar, pero sabrán volver. Dijiste un día “Te amo”. Y hoy me veo como escuchando el eco, y su aleteo breve, sensual, me ha vuelto a estremecer.
Los Angeles, 8 de diciembre de 2004
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1188 - Muerte
Vivo entre las antorchas humeantes de esta noche que no sabe dormirse; me evadí de la luz, y empezó a abrirse comitiva de llamas palpitantes. Vine a entrar en las sombras; qué distantes sus garras al que intenta despedirse, qué erguidas al que no quiere morirse; tan paradójicas como constantes. Si el hambre de vivir se nos disuelve, la llamada a la muerte nos devuelve el eco en gris de nuestro propio grito. La muerte es una amante caprichosa, besa a quien no la quiere, y desdeñosa ignora a quien codicia el infinito.
Los Angeles, 9 de diciembre de 2004

Poemas

Viajero hacia el final
Lleva al hombro zurrón sobrecargado, de todo cuanto ha dicho, malo y bueno; de palabras de amor, o indiferentes, de rabia, de dolor, de contratiempo, de miradas furtivas que frenaran la timidez o el miedo, de suspiros que nadie percibiera, de insultos recibidos, de lamentos, de metas imposibles, de malogrados sueños. Ha pasado por todo sin quedarse, tren de breves paradas, sin regreso. Su zurrón, desgarrado de los años, cediendo las costuras bajo el peso de la carga fatídica, que paso a paso va disminuyendo, sembrándose en la arcilla desconocida, estéril, del sendero. Cada día es la marcha más confusa, cada día es más áspero el silencio, cada día se alargan más las sombras, quedan menos recuerdos. Este es un tren que va entrando en el túnel, no sabe si es el tren o el pasajero, no sabe si hay salida al otro lado, si habrá otro amanecer, si queda tiempo. Cuando el zurrón lo haya perdido todo, tan vacío estará que estará muerto.
Los Angeles, 6 de diciembre de 2004
seperador
Vive el momento
Eres bella y cobarde; si mañana decidieras vestirte de osadía, mirando sin rubor, ¿te miraría quien hoy te ve radiante y puritana? ¿No te has visto desnuda en el espejo? ¿No le has visto desnudo en tus quimeras? ¿No te murmura el alma que debieras mezclar las fantasías y el reflejo? ¿No ves que no eres dueña del futuro, sino sólo, y a medias, del presente? Vadea el río si no tienes puente, si incapaz de arrasarlo, salta el muro. Que no te llegue el día deplorable en que intentes vivirlo y ya no puedas; extirpa la cordura en que te enredas, y enrédate en locura razonable.
Los Angeles, 7 de diciembre de 2004
Diseño: Carmen Álvarez
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