Breverías
1162
Acaríciame ya. Prohibí tu mano
cuando la absurda espera era esperanza;
pero cortado está el nudo gordiano,
y hacia ti en libertad mi paso avanza.
Las yemas de tus dedos desinfectan,
los vestigios de ayer se han disipado,
sentido y sentimiento te detectan,
y extiendes mente y piel a mi costado.
1163
He dejado de hablar, pero aún te miro;
qué elocuente palabra es la mirada,
qué monólogo inmenso es el suspiro...
guarda silencio, amor, no digas nada.
1164
A veces, cuando el cuerpo desaforado grita,
el deseo que hostiga debiera reprimirse;
aunque la cresta es alta, yace una flor marchita
al fondo del declive, y no ha de redimirse.
El deseo vigente me hace sentir más vivo,
mayor fuerza en mis lomos, afán más apremiante,
el desenlace es tibio, recabado objetivo
que duerme indiferente, y el ímpetu es amante.
1165
De tu baúl, preserva o desestima,
los recuerdos que archivas del pasado;
el tiempo esgrime inexorable lima,
y arbitrario tal vez, o despiadado,
desgastará las joyas de la mente,
respetando trivial bisutería;
no enmudezcas la voz inteligente,
amordaza más bien la algarabía.
Sonetos
1012 - Al fondo estaba muerta
Mirábanme sus ojos. En la estancia
la sombra se agolpaba en las esquinas,
y otra sombra, detrás de sus retinas,
blandía la guadaña. Qué distancia
entre mirar y ver la circunstancia
que a los ojos se enfrenta. Dos cortinas
cerraban a la luz las hornacinas
por las que el alma asoma en vigilancia.
Al fondo estaba muerta sin saberlo;
muchos jamás lograron entenderlo,
y siguieron mirándola, mas ella
tendía la mirada y la sonrisa
a flor sólo de piel, como la brisa,
y nada, nadie le imprimió su huella.
Los Angeles, 7 de enero de 2004
1013 - Amantes hay
Amantes hay que no debieran serlo,
islas debieran ser deshabitadas,
melodías de voces apagadas
cuya alas aún baten sin quererlo.
Tienen sed de alborozo, y al beberlo,
les queda la ansiedad crucificada
de quien todo lo prueba y guarda nada,
ganarse el mundo para al fin perderlo.
Desorientados en intersecciones,
dormida el alma, no las sensaciones,
amantes hay que no saben amar.
Al hacer el amor serán expertos,
pero están en el fondo medio muertos,
y nadie les podrá resucitar.
Los Angeles, 8 de enero de 2004
1014 - Siempre
Siempre el mismo Café, la misma mesa,
miércoles siempre, el tiempo siempre es breve
en el hotel de siempre. Ella se mueve
con el consentimiento que no cesa.
Primavera en desorden, que regresa
sin aguardar la marcha de la nieve,
temblor de la enramada, que se atreve
a tanto abrazo como el aire expresa.
Siempre lo mismo y nunca suficiente,
siempre idéntico y siempre diferente,
simétrico el sentido y el impacto.
¿Por qué alterar trazados y destinos
si aquí convergen todos los caminos,
vista, sabor, olfato, oído y tacto?
Los Angeles, 8 de enero de 2004
1015 - No preguntes
No lo entiendes, mujer, porque hay misterios
que nunca habrán de ser dilucidados;
enigmas sin Edipos, arraigados
en cerebros de esfinges; adulterios
que gritan por nacer, en cementerios
internos de placeres malogrados;
ideas, sentimientos expatriados,
incapaces de hallar sus hemisferios.
Vicia la atmósfera un olor a muerto,
y en este absurdo, oscuro desconcierto,
que llevo en mí, no hay luz, lógica o clave.
No preguntes, implores o adivines,
déjame caminar por tus jardines,
y sentir en mi piel tu mano suave.
Los Angeles, 9 de enero de 2004
1016 - Hotel
Salvo la bienvenida cortesana
del umbral, más o menos ostentoso,
no hay hoteles dispares. El reposo,
la aventura sexual, la caravana
de mercaderes que el trajín hermana,
todos se hunden al fondo silencioso
del pasillo, en penumbra o luminoso,
cíclicas olas de marea urbana.
Alcoba previsible, mobiliario
de toque impersonal, utilitario,
láminas modernistas, amplio lecho,
y la impresión de haber estado antes.
Tal vez. ¿Qué nos importa? Siendo amantes,
no hay lugar, sino pecho sobre pecho.
Los Angeles, 10 de enero de 2004
1017 - Sombra con sombra
He descubierto el cuerpo. Me seguía,
sombra con sombra, por caminos de años;
nos hicimos, en cierto modo, extraños,
supeditando al alma su energía.
Y al fin se me durmió. Mi jerarquía
de valores dispuso los peldaños
para subir a cresta de ermitaños
sobre la amnesia de la anatomía.
Ayer volví la vista, y a mi lado,
como perro en su estera, aletargado,
permanecía estático, sumiso.
Lo acaricié con mano compasiva,
se sacudió, cobró la iniciativa,
y permití que hiciera cuanto quiso.
Los Angeles, 12 de enero de 2004
1018 - Resurgimiento
Ya no hay rosas deshechas; la pisada
que aplastó su belleza, ya no pisa;
cuelga de cada rama una sonrisa,
en alucinación transfigurada.
Ni duele ya la nieve; deshelada,
no permanece, fluye a toda prisa;
nace el alba, la vida se improvisa,
y envaina el labio hipócrita su espada.
Breve la sombra fue, hueca, olvidable,
libre de ofuscación por improbable,
y al toque de la luz se disipó.
En nuevos ojos caigo y profundizo;
ni vagabundo ya, ni advenedizo,
mi senda es ella, su camino, yo.
Los Angeles, 17 de enero de 2004
1019 - Ya es tarde
Se duerme tu palabra en honda gruta
de silencio, poblada de abandono;
la voz que fue, desnuda está de tono,
humo elevando la última voluta.
Alamo te pensé, y eres viruta
del tronco derribado; no hay encono,
ni abjuro el sueño, ni me desmorono
por haberte seguido en falsa ruta.
Lo que soñé, soñé; no fuiste causa,
sólo eventualidad, en esa pausa
que uno se toma al borde del sendero.
Ya no eres más que el eco desvaído
de un golpe de reloj, desfallecido;
la hora pasó, ya es tarde, no te quiero.
Los Angeles, 18 de enero de 2004
1020 - Tú, mi paisaje
Sobre ti se despiertan mis ventanas,
se han destapado para ti mis puertas,
y por ambas escapan las ofertas,
lanzadas como a vuelo de campanas.
Desembocan los días en semanas
en disparo de tiempo, y entreabiertas
se aferran a esperar; formas inciertas
llegan en incesantes caravanas.
Pero no estás entre ellas. Tú no vienes
porque, siendo paisaje, te mantienes
inmóvil frente a mí, siempre a la espera.
Eres luz, tenue brisa, movimiento
de hojas en la enramada; y es tu aliento
quien debe entrar en mí. Si te tuviera...
Los Angeles, 18 de enero de 2004
1021 - Logan
Pensé haberte perdido, manojito
de negro pelo y cascabel sonoro;
y casi recupero y por ti lloro
llanto que malgasté en amor maldito.
Tú mereces mis lágrimas; no hay grito
proferido por alma en deterioro,
equiparable al éxodo incoloro
del sollozo a los párpados adscrito.
Pensé no verme más en los trasfondos
de tus ojos hipnóticos, redondos,
en esa mezcla de quietud e intriga.
Y aunque volviste a casa malherido,
reconocí en la voz de tu maullido
al comilón que sin cesar mendiga.
Los Angeles, 18 de enero de 2004
1022 - No mires hacia atrás
Inesperado o no, llegará el día
revelador de que su amor fue juego;
como cera licuándose en el fuego,
se fundirán intento y energía.
En recriminación de hipocresía
malgastarás las horas y el sosiego,
el ultraje tal vez devenga ruego
para recomponer la fantasía.
No mires hacia atrás; hubo momentos,
palabras de colores, elementos
de gozo, concurrencia de sentidos.
¿Y qué? Las mismas cosas fueron antes
y lo han de ser, doblando otras amantes
sobre tu propio pecho sus latidos.
Los Angeles, 19 de enero de 2004