Breverías
1166
Te pienso desde ti, no te me escondes,
ni puedes ocultar lo que estoy viendo;
cuanto más te retiras, más me extiendo,
y sin hacer preguntas, me respondes.
Fuiste tú, ya no lo eres, no del todo,
llegué, me apoderé de lo que pude,
en parte yo soy tú, por eso acude
todo tu caminar a mi recodo.
1167
Poblado estoy de tumbas, unas llenas
de las cenizas de las ilusiones,
a la espera de la resurrección.
Otras de cuerpos muertos, en cadenas,
que no oirán la trompeta en sus rincones,
cadáveres sin paz ni redención.
1168
Estoy dentro de ti como un hermano;
quiero salir, pisar nuevos terrenos,
buscar un nuevo tú que dé la mano,
que sepa ofrecer labios y abrir senos.
1169
Vas apartando el aire al caminar,
como intentando abrir una cortina;
oh, mi tenaz, perenne peregrina,
yo no tengo cortina en mi lugar.
1170
Somos asnos atados a la noria,
ojos vendados, vueltas incesantes,
creyendo que avanzamos.
Y giramos en la órbita ilusoria
de un mundo en el que somos estudiantes
que todo lo ignoramos.
Sonetos
1023 - Ciego a mañana
En la muerte se duermen los amores
que sollozaron cada noche en vela,
como duerme la luz de la candela
al quebrarse los últimos temblores.
Aborda sueños pacificadores
quien cabalgó por fusta y por espuela;
quién navegó, verá su propia estela
disiparse entre azules y verdores.
Quizá un recuerdo vago sobreviva
en la piel que se amó, o inexpresiva,
bajo otro tacto, quedará enterrada.
Ciego a mañana, ayer, antes y luego,
cuida de que hoy se perpetúe el fuego
en el punto que marca tu pisada.
Los Angeles, 19 de enero de 2004
1024 - Rivales
¿Por qué calles oscuras te persigo,
de hollín, silencio, asfalto? ¿A qué mesa
te invito con la incrédula promesa
del brindis inviolable del amigo?
¿Cómo apremiarte a ti si no me obligo
excepto a cuanto ayuda o interesa?
Soy para ti el león, tú eres la presa,
y reivindico más que me prodigo.
Y sin embargo, no desapareces;
más me acentúo, más te robusteces,
y en tanto me mantengo, perseveras.
Dame la mano, hermano, siendo iguales,
más hemos de lograr que de rivales
luchando en antagónicas trincheras.
Los Angeles, 22 de enero de 2004
1025 - Tu alianza
Si breves tus momentos, me los llenas
de estrellas, de crepúsculos, de mares,
mi amada del Cantar de los Cantares,
recostada desnuda entre azucenas.
En las noches, voraces o serenas,
catarata o remanso, los pilares
de la tierra flaquean, los pinares
ondulan en el viento sus melenas.
Aportas mansedumbre y arrebato,
erotismo del brazo del recato,
alianza de grito y ronroneo.
Oh, mujer, de adhesión a las promesas,
piensas como hablas, como sientes, besas,
hacia ti va mi afán sin titubeo.
Los Angeles, 26 de enero de 2004
1026 - Lúbrico sueño
Tanta sed en tu sueño se despierta
que harás brotar inextinguible fuente,
y en la profundidad del subconsciente
entre tus labios verterá su oferta.
Emergen roces de una mano experta,
susurros de una voz efervescente,
y te vuelves de nuevo adolescente
presintiendo el misterio tras la puerta.
Quieres abrir los ojos y absorberlo,
no te obedecen, puedes entreverlo
sólo como perdida entre la niebla.
Ya eres un tren, inútiles los frenos,
caen sobre ti relámpagos y truenos,
y la mente de arcángeles se puebla.
Los Angeles, 26 de enero de 2004
1027 - Hazme el amor
Hazme el amor en el soñar fraguado
de tu noche despierta; yo te pienso
entrelazada en rúbricas de incienso,
en salón tenuemente iluminado.
Tiemblas en mi interior acristalado,
tan frágil, diáfano, tan indefenso,
por ti, contigo en permanente ascenso
al cielo que nos hemos fabricado.
Hazme el amor, mujer, aunque distante,
por ti, por mí, que el hambre se agigante,
la sed anhele y el ardor se ofrezca.
Forjen tus manos, ciegas peregrinas,
nuevo placer en zonas clandestinas;
ya dormirás, tal vez, cuando amanezca.
Los Angeles, 28 de enero de 2004
1028 - De la mano
Hay un misterio oculto en cada mano,
una corriente eléctrica, un conjuro,
un pulso indefinido, un roce puro
que en cada situación ve un gran piano.
Al tocarte, despiértanse en el llano
coplas y luz; estalla el semioscuro
crepúsculo en fulgor, y me apresuro
al beso audaz, recíproco, pagano.
Te llevo de la mano, y la energía
que entre los dedos fluye, es melodía
tácita que no alcanzan los oídos.
Vibre esa voz armónica en tu mente,
y percibe la gama iridiscente
que va de la sonrisa a los gemidos.
Los Angeles, 29 de enero de 2004
1029 - El mensaje de la rosa
Ha visto el sol mis pasos repetidos
en tu calle, que es casi ya la mía;
la noche escucha, hasta llegar el día,
sus blandos ecos ininterrumpidos.
No despierto sospechas ni ladridos,
nadie me acota, nadie desconfía,
me detengo a tu puerta, llamaría
si supiera llegar a tus oídos.
Me acercaré a tu espalda una mañana,
en un silencio azul, de porcelana,
que podrás fracturar si lo deseas.
Te ofreceré una rosa, y tal mensaje
te dirá en inequívoco lenguaje
que te recorren todas mis ideas.
Los Angeles, 29 de enero de 2004
1030 - Recuerda que soy yo
Has venido a través de las auroras,
y a través de los valles has venido,
ni río, bosque, o mar te ha detenido,
tú, que al pasar, cada rosal desfloras.
Deténgase la rueda de las horas
en tu reloj y el mío; en mí sumido,
hazme olvidar mi nombre y apellido,
y sólo recordar que me enamoras.
Para ir a ti desarrollé mis alas,
pero viniste a mí, y en mí te instalas,
irreprimible soy a tu reclamo.
Por ti abjuré de todo, en ti me obstino;
si no soy más que un alto en tu camino,
recuerda que soy yo la que te amo.
Los Angeles, 31 de enero de 2004