Breverías
1183
Ignorante de ti, tan ignorante
que sólo sé tu nombre,
nombre al que intento apellidar amante,
llegando a conocerte al fin como hombre.
1184
Ya lo enterré; murió sin decir nada,
porque no había nada que decir;
hay veces que quien no sabe vivir
debe aprender a abrir la retirada.
1185
He vuelto a ver la espalda de los sueños,
que sólo dejan verla al evadirse;
aunque siempre se van sin despedirse,
cuanto más arraigados, más risueños.
Nunca lloré por ellos; me impartieron
música y luz, y una esperanza intensa;
ellos fueron mi sola recompensa,
no lo que se alcanzó, lo que ofrecieron.
1186
Candelabro de bronce, ahora truncado,
con la llama en temblor, agonizante;
duerma la llama enferma, y humeante
elévese el recuerdo estilizado.
1187
Tú y yo inventamos vuelos y corrientes
en la quietud de nuestro abrazo puro;
nos dejamos llevar, y no hubo muro
que aislara empeños, detuviera mentes.
Dinamitamos el reloj, rompimos
los troqueles que el uso determina,
y al fondo oscuro de cada retina
un recíproco mundo descubrimos.
1188
Su voz ya no era voz, sólo era el eco
de palabras perdidas en la tarde,
tibio rumor de espíritu cobarde
arrastrándose en búsqueda de un hueco.
No supo articular la despedida,
ni expresarla le fuera necesario;
era tan sólo un pobre mercenario,
que no supo de amor nunca en su vida.
Sonetos
1048 - Sólo hay tiempo sin ti
Sólo hay tiempo sin ti; todas las horas
que arranqué del reloj, a tu costado,
fueron suspiro de aire enamorado,
luces intemporales, cegadoras.
Contigo el tiempo muere; soñadoras
se atrofian las agujas; un candado
de silencio arrincona amordazado
el tic tac de rutinas incoloras.
Sólo hay tiempo sin ti, tan gris, tan largo,
que el reloj me adormece en un letargo
de indiferencia a cuanto me rodea.
Ven y aplasta esta máquina, que quiero
sólo ese punto inmóvil, hervidero
de cuanto un alma a la otra balbucea.
Los Angeles, 6 de marzo de 2004
1057 - Yo sonrío
El viento se hace un nudo en torno mío,
y me invita a bailar bajo las ramas;
el día es un altar envuelto en llamas,
canta bajo la piel la voz de un río.
Cada nube es la quilla de un navío
en otro terso mar; todas las camas,
inmóviles, suspenden sus programas,
como a la expectativa. Yo sonrío
con antojo sutil, casi perverso,
como si el eje azul del universo
cruzara por mis hombros; y al instante,
nueva Venus surgiendo de las olas,
no es el viento, eres tú, piel de amapolas,
en desnudez angélica, mi amante.
Los Angeles, 18 de marzo de 2004
1058 - Vengo
Vengo hacia ti como la luna llena,
de tantas fases y rodar cansado;
vengo, torrente exhausto, apaciguado,
que por ti sólo su ímpetu refrena.;
vengo, león que agita su melena
y se acuesta pacífico a tu lado;
vengo, marea blanquiazul, lanzado
sobre el regazo suave de tu arena.
Vengo de cien caminos y vertientes,
alma y cuerpo agotados y dolientes
de los injustos golpes de la vida.
Vengo sin pretensión, sin ambiciones,
con una alforja llena de canciones,
y ninguna es canción de despedida.
Los Angeles, 20 de marzo de 2004
1059 - Trípode
Se me ablanda la piel de las ideas
cuando te piensan, porque yo no pienso;
yo soy en parte sentimiento intenso,
y en parte soy sentido que espoleas.
Pero en la mente, eufórica, alboreas,
lúcida aurora o espiral de incienso
que en delicado, luminoso ascenso,
no sé si te moldeo o me moldeas.
Trípode equilibrado, de alta mira:
Corazón que, ensanchándose, suspira,
intelecto de vasto panorama,
y voluptuosidad desafiante;
tres condiciones para ser mi amante,
y mi alma, en esas tres, se te derrama.
Los Angeles, 21 de marzo de 2004
1060 - Ábreme
Escucho tu canción en la frontera
de la serenidad y el estallido;
hay notas de sollozo y de rugido,
dentro de ti la rosa y la pantera;
y también la vestal y la ramera,
ruta de lo legal a lo prohibido;
ábreme las compuertas del sentido,
dejando en plena libertad la fiera.
Quiero olvidar tu vertical, la mía,
y revolcar tu piel en rebeldía
sobre la hierba joven de mi ofrenda.
¿Qué importa ya sumisa o dominante?
El amor es un potro galopante,
ni fusta necesita ya, ni rienda.
Los Angeles, 23 de marzo de 2004