Poemas de amor, de soledad, de esperanza de
Francisco Álvarez Hidalgo
Intima locura

Índice

Sonetos:
Voy a dormir Corazón muerto Avanza tu oleaje Al fin Casi una niña Íntima locura Radiante túnica Amante ciega
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Breverías

1285
Me hablaba desde lejos, repitiendo las ideas ancladas en mi mente, eco provocativo, efervescente, de cuanto ayer mi mano fue escribiendo. Me pensaba en voz alta; parecía una extensión de mí, como si fuera parte de mi alma y de mi piel; cualquiera pudo decir que me pertenecía.

1286
Los amores virtuales son rosas de papel; ámame con las manos, los muslos y la boca; que no ama bien quien habla si al conversar no toca, lejana esposa de otro, devotamente infiel.

1287
El hombre que se acuesta contigo se ha dormido, no ha despertado en años, tan sordo y tan ajeno que no responde al brusco clamor de tu alarido, sólo tu propia mano rondando cada seno. La caricia de antaño, la palabra ferviente, golondrinas han sido que no sabrán volver; tan culpable es quien duerme como quien lo consiente, levántate y camina, ya amanece, mujer.

1288
Hambre de ti gastándome la entraña sin poder ni saber cómo extinguirla; una vez más la vida nos engaña, o ignoramos tal vez cómo vivirla.

1289
Mi nostalgia comienza en tus umbrales, donde empezó otro día mi esperanza; tú y yo imposible, lúbrica alianza, de rectas, círculos y horizontales.

Sonetos

1203 - Voy a dormir
Voy a dormir sobre mi propia historia, reclinando el vigor del pensamiento en almohadas de olvido, mi momento de silenciar la voz de la memoria. Se ha ausentado la luz; la palmatoria cuelga de un hilo azul, el aposento tiene el alma de túnel soñoliento sin tren, ni claridad, ni escapatoria. Mis imágenes, sombras en la sombra; mis sueños, versos que ya nadie nombra, y páramo desierto, mi jardín. Se han vaciado todos los espejos, hace frío a mi lado, y a lo lejos desgarra sus tristezas un violín.
Los Angeles, 7 de enero de 2005
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1204 - Corazón muerto
No le pudo matar, ya estaba muerto. Perdió la vida en tantas ocasiones… pero sus cíclicas resurrecciones eran como volver a estar despierto. Siempre al sueño, al amor, al tacto abierto, como se abren al día los balcones, consciente de que al pie de sus acciones hay un puñal asido a brazo experto. No le afectaba el riesgo presentido; era su expectativa haber vivido sin medir contratiempo o desenlace. Cuando la blanca daga le abrió el pecho, partió un corazón mudo, ya deshecho por no haber encontrado quien le abrace.
Los Angeles, 7 de enero de 2005
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1205 - Avanza tu oleaje
No necesito más que la marea de tus manos, llegada y retroceso, y un rumor incesante como un beso que no sabe morir y me espolea. Esta mi arena frágil te bordea leve y frontal, sin el rigor y el peso de la roca, que lleva en ella impreso signo brutal de almena que bloquea. Abierta me hallarás, granada rosa siempre primaveral, ni temerosa ni en veleidad, mas lúbrica y resuelta. Alza el pecho y avanza tu oleaje, lanzado galeón al abordaje, que estoy por ti en mi desnudez envuelta.
Los Angeles, 7 de enero de 2005
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1206 - Al fin
Quietas viste mis manos; si supieras de su estremecimiento por tocarte, de su invisible afán de entrelazarte en lúbrica ascensión de enredaderas. Tantas veces te vi, sin que pudieras adivinar este ansia de besarte, esta urgencia voraz de desnudarte y adjudicarme senos y caderas. Qué mentida, qué estéril inocencia, camuflando la sed, la turbulencia que fluyen desde el sexo hacia la mente. Pero hoy tus ojos, y también los míos, han confluído al fin como dos ríos, un sólo cauce, sólo una corriente.
Los Angeles, 11 de enero de 2005
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1207 - Casi una niña
Casi una niña ayer, boca inexperta en palabras y besos, armadura sobre senos y muslos, insegura, como quien llama tímida a la puerta. Entre los brazos hoy se me despierta la flexibilidad de tu cintura, ofreciendo en sensual desenvoltura la desnudez apenas descubierta. Has comido del árbol de la Ciencia, y se ha desvanecido tu inocencia; dinámica y gentil, te crecen alas. La mirada se ha vuelto tan rotunda que aun mirando de frente me circunda, y desde el fondo de ella me apuñalas.
Los Angeles, 12 de enero de 2005
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1208 - Íntima locura
Joven, esposa y madre: qué distante tu beso respetable en la mejilla; ¿cómo explicar que el roce en la rodilla más que fortuito fue intención galante? ¿Cómo, desde mi verso vacilante, decirte que en mí llevo una semilla con vocación fecunda de gavilla, de amigo transformándose en amante? Joven y madre, descuidada esposa, desencantada de uno, y jubilosa por quienes reproducen tu figura. Dejé tus labios de mis besos llenos, abrí tu blusa, acaricié tus senos, y aún no conoces mi íntima locura.
Los Angeles, 13 de enero de 2005
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1209 - Radiante túnica
En silencio tus dedos me han tejido radiante túnica de mil colores que nadie puede ver; y tentadores trazaron en mi piel su recorrido. Me veo de tu tacto revestido, de tus propios aromas y temblores; no sé reconocer otros valores sino aquellos que en mí has establecido. Cuando al crepúsculo la tarde aboque, y la sombra devore cada bloque de esta ciudad, aunque contigo, extraña, de ti estaré vestido, aunque desnudo, mi voz oirás, permaneciendo mudo, y me hallarás al fondo de tu entraña.
Los Angeles, 13 de enero de 2005
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1210 - Amante ciega
No puedes ver, mi ciega enamorada, la tibia mano que en la noche explora tu luminosa piel, tan receptora que fuera innecesaria la mirada. Perdidos los colores, y truncada la magia de crepúsculo y aurora, cada roce es sonata arrobadora, cada rumor es claridad dorada. Se te han llenado de ojos los oídos, y los aromas más inadvertidos son para ti una primavera en flor. En tus labios el gusto va de fiesta, y te nace en los dedos una orquesta de la que yo me siento director.
Los Angeles, 14 de enero de 2005
Diseño: Carmen Álvarez
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