Breverías
1326
De todo cuanto forma los recuerdos
de los encuentros que he vivido, evoco
con más deleite cada instante loco
que todos juntos los momentos cuerdos.
1327
Más que la diligencia de la hormiga,
dadme la ociosidad de la cigarra;
que se escuche mi voz en la cantiga,
sobre un leve rasgueo de guitarra;
ya ocurrirá el hallazgo de una espiga,
y en fresca fuente llenaré mi jarra.
El mundo necesita más canciones,
y menos ansiedad y obligaciones.
1328
Tal vez yo sea río caudaloso,
y seas tú laguna para mí;
tal vez yo actividad y tú reposo…
Si mañana me vierto sobre tí,
y en tu quietud me anego impetuoso,
¿qué importa lo que hoy eres, lo que fui?
Sólo una contingencia nos incumbe:
que mañana en tus brazos me derrumbe.
1329
Provocativa ingenua, gentil desvergonzada,
desnudándote a medias como ofreciendo más;
esperaré a que caiga la última barricada
que protege tus gracias a base de quizás.
Frenando los impulsos, contemplaré el proceso
con un tanto de intriga y un tanto de indolencia;
luego, toda desnuda, te daré el primer beso,
después, serás tú misma, impúdica inocencia.
1330
Te veré duplicada en el espejo,
me verás repetido, cuatro amantes
en doble abrazo ardiente, tan complejo
que se hacen doblemente penetrantes.
Sonetos
1253 - No te añoro
Ruedan los días, sin poder pensarte
desasida de mí; te me has ceñido
como una nueva piel, y revestido
voy de ti misma. No puedo añorarte;
añoranza es quererte sin besarte,
verte donde no estás, es el gemido
que no resbalará sobre tu oído,
saberte en lejanía y esperarte.
Por eso no te añoro, estás conmigo
en vínculo vital, y te prodigo
la misma abnegación, igual entrega
que obtendrías de mí si en carne y hueso;
idéntica caricia, el mismo beso,
en franca lealtad que nada niega.
Los Angeles, 17 de marzo de 2005
1254 - El brillo y el calor
Si yo hijo de la luz, tú hija del fuego,
de algún modo los dos somos hermanos,
el brillo y el calor, mudos pianos
con melodías de íntimo sosiego.
Incéndiame la noche, que me niego
a tibiezas de abrazos puritanos;
amplifíquense lúbricas tus manos
en agresivo, inagotable juego.
Despedazadas queden las heladas
del crudo invierno, surjan llamaradas
transformando la noche en mediodía.
Hija del fuego, fúndeme en tu hoguera
de lenguas múltiples, que soy de cera,
y sólo en ti mi luz encendería.
Los Angeles, 23 de marzo de 2005
1255 - Contrapunto
Voy en busca de noches absolutas
que no tengan al alba oscilaciones;
noches desentendidas de razones,
que alguien tal vez juzgara disolutas;
donde convergerán todas las rutas,
y de donde no arranquen evasiones;
síntesis del candor y las lecciones
que ofrecen vírgenes y prostitutas.
Aspiro a ingenuidad y a desvergüenza,
pues donde aquélla cesa, ésta comienza,
mitades son de idéntico conjunto.
Desligadas son pájaros de un ala,
combinadas, son notas de la escala
en armónica unión de contrapunto.
Los Angeles, 24 de marzo de 2005
1256 - Webcam
Eras una ventana, te has cerrado.
Ni veo el campo ni la luz me besa.
Se me adelgaza el sueño. Cuánto pesa
esta noche, de ti desarraigado.
Impúdico, a latidos, el teclado
cantaba ayer, pero hoy ya no se expresa;
inmóvil, mudo, yacerá en la mesa,
emisario de amor, amordazado.
Volverás, entrará el sol a raudales,
y todos mis instintos animales
aclamarán tu rostro en la ventana.
Me arrobaré de nuevo en la lectura
de tus vívidos gestos... Apresura
tu regreso, mujer, que ya es mañana.
Los Angeles, 26 de marzo de 2005
1257 - Vacilante
Me pesa tanto el tiempo que he vivido…
Tanto tiempo sin ti, tanto deseo,
mirándote con ojos de museo,
valor ajeno, nunca poseído.
Tan inmediato que, si me divido,
la otra parte eres tú; si balbuceo,
se escuchan tus palabras; si flirteo,
sólo a mi piel se adhiere tu sentido.
Umbral tan improbable, tan distante,
que al abordarlo, pierdo, vacilante,
la osadía de entrar. ¿No ves que espero?
¿No entiendes el lenguaje silencioso
de los ojos, del gesto cauteloso,
que se dirige a ti desde el sendero?
Los Angeles, 27 de marzo de 2005
1258 - Sólo unos días
Se alarga, me intimida y nos aleja
este camino que hoy nació; te abraza
nueva luz que no es mía; se adelgaza
el júbilo de ayer y no alzo queja.
“Sólo unos días”, dices. Se refleja
la lluvia en tu mirada, que amordaza
el grito de la mía; se disfraza
el duelo nuevo de sonrisa vieja.
Te irás por un camino sin recodos,
y te veré volver. Vendrás con todos
tus arranques, tu sed, tus ilusiones.
Sólo unos días…Oh, insufrible espera…
Tan reciente en mi vida, quién pudiera
desviar tu camino a mis rincones.
Los Angeles, 29 de marzo de 2003
1259 - Salamanca (I)
Niña nacida ayer, la primavera
da sus primeros pasos por la orilla
rufianesca del Tormes; en Castilla
la tierra, sin embargo, es siempre austera.
Ni verdea el alcor ni la pradera,
su piel, arena seca, parda arcilla;
pero es azul el cielo, y el sol brilla
terso sobre el pinar y la chopera.
Cuando tu mano roce en Salamanca
sus piedras de oro, vuélvete y arranca
las huellas por mis manos allí impresas.
Han esperado tanto tu llegada
de ferviente mujer enamorada…
bésalas, que al hacerlo, a mí me besas
Los Angeles, 30 de marzo de 2005
1260 - Salamanca (II)
En la Plaza Mayor, al mediodía,
frontal suntuosidad de Churriguera,
se arracima la turba dominguera
tallando a sol y a sombra simpatía.
Hora de aperitivos, de osadía
fraguando en cada mesa la manera
de abatir el prejuicio o la barrera
que a la sonrisa elemental se alía.
Bajo la protección de la sombrilla,
reposando en la mano la mejilla,
miras, sin ver, amantes y palomas;
vidas sin interés, mundo adyacente.
El otro mundo al fondo de tu mente
desde lejos te envuelve en sus aromas.
Los Angeles, 31 de marzo de 2005
1261 - Salamanca (III)
Sobre el puente romano. La corriente
resbala por los ojos arqueados,
de piedra gris. Los álamos clavados
en cada orilla ondean levemente.
Gorriones y vencejos, en frecuente
revoloteo sobre los tejados
de las dos catedrales; y poblados
los aires de tañido transparente.
Las Dueñas, San Esteban, las Escuelas,
el encanto de tantas callejuelas
en sombra y melancólica quietud.
Y yo añorando tu aire y tus maneras,
y pensándome tú, como si fueras
parte de mi lejana juventud.
Los Angeles, 1 de abril de 2005
Poemas
Mujer de lunas llenas
Has estado a mi lado tantos siglos,
y apenas hoy acabo de encontrarte…
No sé si te llamara amada mía,
o simplemente amante.
La amada es receptora,
como lo son los árboles
al acoger la brisa reincidente,
gentil exploradora, trashumante.
La amante es el fervor, la iniciativa,
el instinto que sabe abalanzarse,
la marea que insiste, y lame, y besa,
y al llegar se deshace.
Sé mi amante, serás amada mía,
espléndido engranaje
de émbolos y cilindros,
flexibles, rígidos o maleables.
Has estado a mi lado tantos siglos,
y apenas hoy acabo de encontrarte…
He visto lunas llenas en la noche,
soles agonizantes en la tarde,
pero no tan redondos
como los discos de tu propia carne,
trazados a compás, con el relieve
de sus centros rosáceos al aire.
Has estado a mi lado tantos siglos,
y apenas hoy acabo de encontrarte.
Ah tu avance frontal sobre mis ojos…
No pude ver los tuyos, dos estanques
de superficie límpida, serena,
a la sombra desierta de los sauces.
Perdidos en tus círculos,
olvidaron el resto del paisaje.
Mujer de lunas llenas
surgiendo del pasado, que me invades;
has estado a mi lado tantos siglos,
y hoy finalmente junto a mí renaces.
Los Angeles, 24 de marzo de 2005
Al partir
Al partir, qué silencio cruel, amenazante,
aun llevándote al hombro tal carga de emociones,
aun dejándome firmes, genuinas intenciones
de volver con tus mismos propósitos de amante.
Al partir, he perdido tu imagen y el ferviente
tono de tu palabra, cántico de mis horas
oscuras, encendiendo mis noches, mis auroras,
que esperan desveladas tu vuelta, dulce ausente.
Al partir, (siete días, siete ciclos eternos…
¿no requirió la génesis del mundo siete días?),
se me han creado siete súbitas agonías,
desangrándome el alma, hasta volver a vernos.
Al partir, te has quedado, y a la vez te he seguido;
verán quienes nos miren tan sólo una corteza
abrazándose a un hueco, o a un bloque de tristeza,
o a un recuerdo nostálgico, pero jamás a olvido.
Al partir, las agujas del reloj se entumecen,
retardando sus vueltas, como si por fatiga;
ah qué larga semana, que brutal me castiga
demorando el contacto que tus manos me ofrecen.
Y si al partir te quiero, me doy, te necesito,
si al partir sólo esperan mis brazos tu regreso,
si mis labios se agrietan, áridos sin tu beso,
es porque en mí te arraigas, y al fondo de ti habito.
Los Angeles, 31 de marzo de 2005