Poemas de amor, de soledad, de esperanza de
Francisco Álvarez Hidalgo
Sombras, luces

Índice

Sonetos:
Logan (I) Logan (II) Logan (III) Logan (IV) La Poesía Aquellos tiempos, éstos Logan (V)
Poemas:
Como si fuera abril
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Breverías

1601
Duermes como las islas, apacible, flotante sobre un mar todo tuyo, que a la vez te posee; duermes como la amante que, abrazada al amado, no quiere que alboree; duermes como si el sueño fuera un valle infinito por el que no te cansas, feliz, de caminar; duermes como si el mundo fuera un lugar maldito; duermes como si nunca quisieras despertar.

1602
Sobre el lecho vacío, cuyas sábanas duermen en el suelo, ya tú no duermes, aunque tu desvelo es anterior, y en cierto modo, mío.

1603
Primero fuiste albergue en el camino, donde detiene el paso sólo por una noche el peregrino. Más tarde compañera de viaje, misma sed, mismo vaso, compartiendo diálogo y paisaje. Pero has llegado a ser hoy paradero, la fortuna que amaso, la miel que gusto, el porvenir que espero.

1604
Avanzo lenta, alternativamente, por la doble avenida de tus muslos abiertos. Inminente se anuncia mi llegada. Me convida tu propia invitación, y estremecida, qué largo te parece el momento tan breve de la espera. Tu ruta se humedece, mi ritmo se acelera, tú, mi enramada, yo, tu enredadera.

1605
Percibí, al conocerla, su mirada como una rosa, en el jarrón, marchita; hoy, después de besarla, resucita, sonrisa en flor, mujer enamorada.

Sonetos

1602 - Logan (I)
Va extinguiéndose el rayo de tu vida, y te cerca la sombra paso a paso; qué ágil tu día descendió al ocaso, y qué dificil esta despedida. ¿Puede un gato tener, y en qué medida, optimismo y humor? En cuyo caso, ¿dónde acaba el espíritu payaso, y empieza la mesura introvertida? El gato faraónico era un río de seria dignidad, pero este mío siempre un arroyo ha sido retozón. Tuvo un cierto cariz de aristocracia, pero más bien con picardía y gracia fue como conquistó mi corazón.
Los Angeles, 23 de diciembre de 2006
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1603 - Logan (II)
Apagándote vas, agonizante lámpara en silencioso parpadeo, ausente ya el gozoso ronroneo que fue a mi tacto réplica constante. Del sosiego a la acción sólo un instante, sólo un salto del sueño al jugueteo, pero hoy, en tu quietud e indicios, leo tu mensaje de adiós, desconcertante. Mi alma no acepta haber llegado tu hora, a pesar de tu edad, y lo deplora; en cierto modo te juzgó inmortal desde que descubrió, bajo su mano, un espíritu amigo, casi humano, en tan estrecho molde de animal.
Los Angeles, 24 de diciembre de 2006
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1604 - Logan (III)
La luz renace a veces, y me niego a asumir el final que te amenaza; un maullido, quizás, que se disfraza de voluntad de vida; no me entrego a un optimismo absurdo; sé que luego la realidad de nuevo te amordaza, y se quiebra mi gozo, o se adelgaza, mi viejo camarada, sordo y ciego. No te vayas aún, quédate, amigo; si la muerte ha entreabierto su postigo, no te impongas la entrada, espera, espera. Tal vez se olvide de que te ha llamado, y puedas regresar a tu tablado, frente a la lluvia, que ya cae ligera.
Los Angeles, 24 de diciembre de 2006
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1605 - Logan (IV)
La turbadora sombra a ti abrazada parece haber alzado su cortina; has recobrado tu inquietud felina, no tu energía, un tanto apaciguada. En esta espléndida prisión dorada a que te he confinado, predomina la atención más devota, más genuina, sobre la libertad arrebatada. Pareces entenderlo. Tu lenguaje no es de ruda protesta, es el mensaje que transmite tu pugna por la vida. No sé cuándo te irás, pero esa hora parece haber sufrido una demora; frene el reloj su apresurada huída.
Los Angeles, 28 de diciembre de 2006
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1606 - La Poesía
Llamó a la puerta, súbita visita. La conocía desde antiguo. Era llama ondulante tras la cristalera, destello sin calor, estalagmita hierática, si bella. Cada cita mantenida con ella fue galera dejando leve estela, viajera que no llega a arraigar, sólo transita. Nunca accedí a la intimidad con ella, pero esta vez me sonrió mi estrella, guiño de luz desde su lejanía. Entró en mi casa, desató los lazos de su alba túnica, tendió los brazos, y desde aquel momento ha sido mía.
Los Angeles, 28 de diciembre de 2006
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1607 - Aquellos tiempos, éstos
Eran los días que llamamos de oro, dormido el tiempo, perdurable aurora, cuando la juventud, que tanto ignora, creyó saberlo todo. Cuánto añoro su audacia, su desdén por el decoro, su rebelde actitud provocadora, los mitos de su mente soñadora, su inquieta prontitud de meteoro. Los más entorpecieron su carrera, amansaron el nervio de su fiera, y ciñeron los fríos de febrero. Los menos fuimos madurez que aspira a mantener antorcha, fuego y lira, sin ser a nada o nadie forastero.
Los Angeles, 28 de diciembre de 2006
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1608 - Logan (V)
Esta mañana tu alma presentía aires de libertad, ansias de vuelo; como una alondra aprisionada en hielo derritiéndose al sol de mediodía. Presto a la irreversible travesía, acaricié tu piel de terciopelo, y comprendiste que era mi pañuelo bandera de dolor y lejanía. Te fuiste con minúsculo gemido, y al fin la paz de quien quedó dormido te ciñó en derredor como sudario. Duerme, pequeño, tierno compañero de tantos años; que tu sombra, espero, sepa volver a este hombre solitario.
Los Angeles, 30 de diciembre de 2006

Poemas

Como si fuera abril
Te he esperado a la sombra del naranjo, sobre la hierba verde; tiempo de primavera en este invierno que se olvidó de serlo. Se me encienden los días y las venas como si fuera abril, aunque es diciembre. No comprendo por qué la vida estalla mientras el año en lentitud se muere; ni por qué toman forma tantas cosas a una edad en que pierden sus relieves. Tan lejos ya del esplendor de mayo, y sin embargo mi rosal florece. Las hojas del ciruelo y del cerezo emprendieron el vuelo, ya ambos duermen, desnudos y en silencio; la línea de cipreses, callados, sí, pero tan pudorosos, que de sus togas nunca se desprenden; este naranjo, en cambio, con sus frutos redondos, permanece en todo su esplendor, verde, amarillo, y yo, a su sombra, en el sedoso césped, te he esperado y te espero, sé que vendrás, que nada te detiene. Veo flotar las nubes, tan blancas, tan lejanas e indolentes; sobre una de ellas te reclinaría, hundiéndome contigo entre sus pliegues. Te abrazaré, no obstante, sobre la hierba verde de este aprimaverado, tibio invierno que por ti se detiene.
Los Angeles, 27 de diciembre de 2006
Diseño: Carmen Álvarez
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