Breverías
1756
Ayer hubo un silencio y una espera.
Eso fue ayer, hoy cantan los rosales,
aunque está por venir la primavera,
y hay residuos de escarcha en los cristales.
He llegado por fin a tu ribera
ebrio de amor e impulsos animales.
Brindaré, brindarás, y beberemos,
y no habrá que esperar…aunque callemos.
1757
Entre otoño e invierno, toda mía,
como el olmo, denuda,
como el viento, agitada.
Si hay un día en la vida, éste es el día,
si requieres mi fe, no tengo duda,
si eres mi hogar, que cierren la posada.
1758
Hueles a amanecer, a noche oscura,
y en tu fronda se albergan humedades
en que resbalan huéspedes erguidos.
Eres toda vanguardia y apertura,
toda serenidad y tempestades,
y ambos, revolución de los sentidos.
1759
No me lava la luz de la mañana
de cuanto tú en la noche has salpicado,
sudor, saliva, roces, en mi piel.
Cada una de tus huellas me engalana,
y de ti misma voy ataviado,
como tallada a golpes de cincel.
1760
Como la nube, amor, como el remanso,
paso a paso, sin prisas, lentamente,
regulando el afán, pero insistente,
con cierta placidez, mas sin descanso.
Y luego, amor, en brío y entusiasmo,
en olvido de tácticas y frenos,
quebrándose en relámpagos y truenos
hasta la sima en fuego del orgasmo.
Sonetos
1763 - Maldición
A lluvia, a fuego, a nieve te condeno,
a ti, que tal sentencia me has dictado;
que cuanto lentamente me ha matado,
te mate a ti, catástrofe o veneno.
Que la mano acoplándose a tu seno
garfio sea de hierro agarrotado,
y al suelo se desprenda mutilado,
a la hora de aceptarlo, el sexo ajeno.
En tu cerebro instálese el olvido
de quien te amó o amaste, y extinguido
quede tu afán de redimir la vida.
Que un trasnochado sacerdote azteca
te extraiga el corazón; y el alma, hueca,
ni te deje vivir, ni te lo impida.
Los Angeles, 9 de noviembre de 2007
Poemas
A su medida
Se difundió, como la luz templada
del alba que despierta,
sobre la vida oscura,
pregunta sin respuesta,
que habían alcanzado mis quehaceres,
y desapareció la turbulencia.
Sin ruido ya, ni agobio,
me vi abrazado, se enredó en mis piernas,
serenidad recién iluminada
de alguien que surge al fin de la tiniebla.
No sé si yo, de claridad sediento,
emergí hacia su luz, o afloró ella.
Pero se me inflitró, como el arroyo
que deja la mitad de sí en la tierra;
aunque el arroyo impregna, pero fluye,
dándose en parte, sin total entrega.
Ella no supo huir, quedó conmigo,
se propagó a mi entraña, a mi cabeza,
purificó la piel de mis afectos,
me exprimió las ideas,
abrió ventanas, venteando espacios
hediondos de rutina y negligencia,
y me hizo un hombre nuevo, enamorado,
tallado a su medida, a su manera.
Los Angeles, 7 de noviembre de 2007
Míralas a la cara
Todavía no has visto las espaldas
de mis palabras; van a ti desnudas,
pero mirándote de frente; expresan
los conceptos primeros que en la cuna
se les dio, sin variantes ni adiciones;
no saben de antifaz, ni disimulan,
ni se inhiben; exudan la inocencia
de los ojos del niño y su alma pura.
En línea recta avanzan mis palabras,
sin artimañas, sin escaramuzas,
y lo que llevo escrito sobre el rostro
es lo único que entienden y articulan.
Nunca verás su dorso; si algún día
debieran despedirse, si en la turbia
andadura del tiempo se alejaran,
no se darán la vuelta con premura
dejando un eco equívoco en el aire,
marcharán hacia atrás, sin dejar duda,
mirándote de frente, como siempre,
aunque con la tristeza del que cruza
un umbral hacia fuera,
con el temor de no regresar nunca.
Míralas a la cara,
no saben ser de otra manera. Escucha.
Los Angeles, 7 de noviembre de 2007
Una voz
Era como una voz en mi cerebro
en tiempos de intención y de presagio.
Un día te amaré, sin tú saberlo,
sin haberlo esperado.
Alguien tal vez te hubiera apercibido,
años atrás, al ritmo de mi paso,
que tu senda y la mía
convergerían en triunfal milagro.
Eran tiempos de muros invisibles,
tú y yo distantes, a uno y otro lado,
y en el fondo tan cerca, en el silencio,
en el temor, y el ansia del contacto.
¿Será que no hay amor tan verdadero
como el, por imposible, atormentado?
La mirada furtiva se delata,
la palabra ritual lleva relámpagos,
el consabido beso en la mejilla,
o el apretón de manos,
represan el calor, las intenciones,
y cada encuentro es íntimo naufragio.
Sigue la voz rodando en mi cerebro…
¿Un día te amaré? Te estoy amando.
Tú no lo sabes todavía, es pronto,
y qué tarde también…El hortelano
que me trabaja el alma
estación a estación, año por año,
ha perdido cosechas y vendimias,
y es baldío mi campo.
Pero vendrás, removerás la tierra,
replantarás orquídeas y naranjos,
y habrá racimos de oro
colgando de las vides, y en los álamos
volverán a reir las primaveras,
no invierno ya sin rosas ni geranios.
La voz me martillea un ritmo nuevo:
Ha llegado el futuro, está a tu lado.
Los Angeles, 8 de noviembre de 2007
A la luz, a la luz
En los trenes antiguos, cada túnel
era una opción a la caricia oscura,
al beso subrepticio, apresurado,
mezcla de ingenuidad y de lujuria.
Era la luz formalidad fingida,
y la tiniebla, audaz desenvoltura.
Pero este tren que lleva mis deseos
por tu región desnuda,
zigzagueando enclaves topográficos,
abanderado de la línea curva,
ni se atrinchera en timidez ni sabe
desenvolverse sólo en la penumbra.
En luminosidad corren sus vías,
tanto más claras cuanto más convulsas;
a pleno sol, y párpados alzados,
en absorción de cada forma impúdica.
Y al entrar en tus túneles,
aún brilla más la luz. No hay espesura
que me niegue la vista,
y en las zonas más húmedas,
donde el vaivén del oleaje insiste
cubriéndose de espuma,
es plena claridad, diáfano asedio
que por cada oquedad se catapulta.
A la luz, a la luz exuberante,
quiero enfilar cada una de tus rutas.
Los Angeles, 8 de noviembre de 2007
Mujer completa
Cada mañana ves en el espejo
tus propios ojos, pero apenas miras
los puntos luminosos enclavados
en la diafanidad de tus retinas;
destello y transparencia,
y al fondo el mare mágnum de ti misma.
El espejo nos miente,
por omisión al menos; en la tibia
réplica del cristal hay superficies,
rasgos, contornos, líneas,
que bordan la membrana perceptible
al que no sabe ver, y sólo mira.
Yo te he mirado a veces en tu espejo,
y he visto a la mujer de cartulina,
o de pintura al óleo, que colgamos
en la pared, fachada un tanto ambigua,
que dice sin decir, pálido adorno,
más que llama, ceniza.
Al mirarte de frente,
taladros en mis ojos simplifican
la acción de conocerte,
y apareces desnuda, cristalina,
como eres en el fondo,
sin falsificaciones, sin enigmas.
No renuncio a la otra,
la que se superpone, la precisa,
la tangible, color y movimiento,
la que susurra o grita.
Pero la quiero en la solemne ofrenda
en que ambas se equilibran.
Debo ser vagabundo de tu carne,
y de tus más privadas galerías;
No es tu retrato sólo mi objetivo,
es la mujer completa, la genuina.
Los Angeles, 8 de noviembre de 2007
Todo lo dices
Me seduce tu forma de expresarte,
como si tus palabras
fueran creadas para ti al momento
de ser galantemente pronunciadas;
como si nadie las hubiera dicho
con anterioridad, como si alzaras
hebras de humo en la palma de la mano,
o si tuvieran alas.
Entiendo tus palabras como mías,
tan limpias, tan aisladas
de oídos anteriores
como si mantenidas en un ánfora,
como si nunca hubieran sido dichas
por ti, por nadie, cándidas y blancas.
Te expresas con las manos, con los ojos,
sin timidez, sin máscara,
transmites lo que quieres, lo que esperas,
y lo que ofreces; toda tú me estallas,
fuegos artificiales en la bóveda
de la tiniebla en calma.
Y el lenguaje del sexo,
directo, descubierto, que me canta
en susurro y a gritos, que no sabe
disimular el ansia.
Eres el libro abierto
que gusto de hojear sobre la cama,
con la vista y la mano
pasando cada página,
leyendo cada línea
como un hervor de sangre derramada
que no supo perder cada latido,
y sobre mí golpea, siempre en marcha.
Eres gesto y dicción, signo y vocablo,
en manso arroyo o brusca catarata,
y no tengo preguntas en los labios,
porque lo dices todo cuando me hablas.
Los Angeles, 9 de noviembre de 2007
Te respiro
Te respiro, y la vida
se me llena de sueños,
como si fueras una estatua de aire
y en una sola inhalación, tu cuerpo,
etéreo, tembloroso,
fuera apresado al fondo de mi pecho.
He aspirado fragancias,
de la rosa al naranjo y al incienso,
y me quedé sin ellas,
eran golpes de viento,
mariposas de sombra,
agua trenzándoseme entre los dedos,
brillo breve, intangible,
apenas un recuerdo.
Al respirar tu dimensión, quisiera
nunca exhalar mi aliento,
por temor a perderte
como se pierde el vaho en los espejos.
Tan frágil, tan ligera,
pero tan mía, con mi propio sello.
Y no desciendes sólo a mis pulmones,
te filtras, te dilatas en mi centro,
y te arrastran mis venas,
cada contacto tuyo en mí disuelto.
Me posees con la absoluta fuerza
de quien se compenetra desde dentro,
extendida en los brazos, en los muslos,
y acoplada en el sexo.
Te ciño íntegramente,
te quedas, y me quedo.
Los Angeles, 9 de noviembre de 2007