Breverías
1821
Apenas ido ya, vuelve el invierno,
gesto tan gris, tan espectral, tan frío,
arrastrando los pies. No me gobierno
por reloj ni estación ni sembradío;
pero mi cíclico escenario interno
cuenta el tiempo a su modo. Qué tardío
me vino el fruto que esperé, ya helado.
Ahhh, si nunca lo hubiera cultivado…
1822
No te mueras a mí, que tanto he muerto.
¿Qué haré con tu cadáver a los hombros,
si vuelvo a ser cadáver, y no acierto
a encontrar doble tumba en los escombros?
Porque será desolación y ruina
cuando uno muere dentro de otro. Brota
de la tierra una sombra repentina,
y un sabor en los labios a derrota.
1823
Pensamos, o sabemos, que las cosas
cambiarán algún día;
y sabemos también de la agonía
y muerte prematura de las rosas.
Si tal conocimiento
nos muestra el porvenir desde el ayer,
¿a qué viene el lamento
cuando nos abandona una mujer?
1824
Ayer se me ha quebrado
la esbelta copa de cristal tallado
con que brindé por ti una primavera,
y otra después, y luego una tercera.
Y razona la gente:
‘Cuando tanto va el cántaro a la fuente…’
Y yo: No, no, no ha sido
por ir, ni por brindar y haber bebido.
Si me hubiera quedado,
¿no se habría igualmente fragmentado?
1825
Yace a mis pies el perro,
ojos cerrados, calma palpitante.
Se diría que duerme.
De vez en cuando sale de su encierro,
me contempla un instante,
sintiéndose feliz sólo por verme.
Sabría de inquietudes y dolores
si entendiera de amores.
Sonetos
1845 - Cuando se va un amor
Cuando se va un amor, y el nuestro queda,
surge un velo de sombra que desciende
sobre el tiempo a venir, y se desprende
del carruaje vital, rota, una rueda.
Sofocada la antorcha, una humareda
triste y gris sobre el ánimo se extiende,
y la mente, confusa, no comprende
que la luz que escapó no retroceda.
Los caminos también desaparecen,
los pies se inmovilizan, enmudecen
cuantos rumores indicaran guía.
Y el alma, en tan inhóspita meseta,
como vieja pared, tiembla, se agrieta,
se derrumba, quedando al fin vacía.
Los Angeles, 16 de marzo de 2008
1846 - Fluir sin ruego
“Ama y haz lo que quieras” (San Agustín)
Cuanto más en espíritu me entrego,
con la piel a remolque, lealmente,
tanto más se me anuda la serpiente
del miedo a tu posible desapego.
‘Ama y haz lo que quieras’: Bravo juego.
Quien ama no hace daño; si está ausente,
se hace arroyo gentil, cuya corriente
no cesa de llegar, ajena a ruego.
Si temo y dudo no es carencia mía,
es que tu agua no fluye, en apatía,
es que tu amor, cansado, se evapora.
Oh, la tristeza de tener la entraña
toda llena de ti, con esa extraña
sensación de vacío asoladora.
Los Angeles, 17 de marzo de 2008
1847 - El fin
“Sé feliz hoy. El final está más cerca
de lo que crees” (Proverbio chino)
Siempre habrá fin donde principio ha habido,
brusco como el Big Bang del universo,
y su día final; sedoso y terso
como sueño de niño adormecido.
Pero epílogo habrá. Mejor sin ruido,
rojo clavel en lago azul inmerso,
que debate en estrépito, disperso
sobre cerebros huérfanos de oído.
Mejor anticipado, con cautela,
aunque prever apenas nos consuela
de la desolación que se avecina.
El fin, suave o brutal, es cimitarra
cercenadora, garfio que desgarra,
germinación de adversidad y ruina.
Los Angeles, 17 de marzo de 2008
1848 - Sombra y silencio
“A corazones heridos, sombra y silencio”. (Balzac)
Qué espeso este silencio, me ensordece;
como el mundo anterior al primer día,
la luz aún sin crear, y la anarquía
del no ser que asfixiante se ennegrece.
Aunque tuve la luz, ahora anochece,
duermen los ruidos, el dolor se alía
a súbita orfandad, y mi agonía
es la única verdad que prevalece.
Si en tan oscura realidad me veo,
ni reniego de ayer, ni me planteo
recurrir a naciente creación.
Sólo aspiro de nuevo a retenerte,
quebrando las cadenas de esta muerte
sobre el yunque de tu resurrección.
Los Angeles, 17 de marzo de 2008
1849 - Caudal emotivo
Lo que se pierde, no se va, transita
como blanco fantasma vaporoso
por la noche del alma, deseoso
del tacto que le huyó, que no ejercita.
Cada palabra pronunciada, escrita,
cada rumor vibrante o sigiloso,
cada beso frenético o sedoso,
lleva, bajo la piel, vida infinita.
Cuando el amor se va por la vereda,
sólo es el recibido, el dado queda,
su cortejo invisible, mas presente.
En nuestra ceguedad no comprendemos
que el caudal emotivo que absorbemos
al amar, no es fugaz, es permanente.
Los Angeles, 17 de marzo de 2008
1850 - Mi galera
Recalaste en mi dársena, galera,
velas rasgadas, gobernalle incierto,
remos inútiles en desconcierto,
y bodega vacía, viajera
de única singladura, la madera
de tu casco agrietada. Te di puerto,
y aquel indefinido hedor a muerto
cedió paso a azahar de primavera.
Te fuiste renovando. En cargamento
de sueños rebosaste. Llegó el viento
y tensó tu velamen retejido.
Y ahora te vas, cara al azul, flamante,
con no sé qué esperanza, navegante
de trayectos que a tantos han vencido.
Los Angeles, 19 de marzo de 2008
Poemas
Dame ese instante
A veces, sólo a veces,
quisiera verte en soledad oscura,
retorciendo tus miembros en el lecho,
y el deseo mordiéndote la nuca
adosado a tu espalda,
mientras sus brazos múltiples te anudan.
En el silencio negro de la noche,
cuando ausencia y libido se acentúan,
galopando leones por tus muslos,
quiero que se aparezca mi figura
sobre la pleamar de tus recuerdos,
y te admitas, con un poco de culpa:
‘Cuánto le amé, cuánto me amó, y no obstante,
dejé de amarle’. Sobre las burbujas
de tus senos redondos, satinados,
un tropel de caricias se aventuran,
de manos invisibles, tan lejanas,
haciéndose preguntas
que no supiste responder entonces,
que hoy todavía flotan en la bruma.
Quiero que ese momento, casi mío,
dure sólo un instante. Si la lluvia
repica en los cristales con mis dedos,
o te alerta el relámpago, o la luna
se filtra en tus visillos,
dame ese breve soplo, miniatura
de lo que antes tuvimos,
cuando ambos, arriesgados o a la escucha,
ni restringíamos palabras densas,
ni refrenábamos lasciva furia;
la vida era una gama de colores,
de la sensualidad a la ternura.
Dame ese instante; vas a tener tantos,
que nadie notará pausa tan súbita,
un verso en el poema,
un compás musical en la overtura,
una alondra de paso,
una gota de lluvia.
Y esboza una sonrisa,
aunque tal vez no me lo digas nunca.
Los Angeles, 18 de marzo de 2008
Tu despertar
Ya no veré tu despertar. Las luces
de la mañana eran de añil, ¿recuerdas?,
y aunque yo me movía, renunciabas
a abrir los ojos. Por la blanda senda
de tu soñar, vagaban unicornios
bajo la luna llena.
Tan juvenil, tan bella, tan dormida,
como al fondo del mar gentil nereida.
Cómo te contemplé… Ni los paseos
bajo la lluvia gris, ni las carreras
en la playa, desnuda como un lirio,
ni el devaneo al sol, sobre la hierba,
te me hicieron tan íntima
como este amanecer en somnolencia.
Quedéme inmóvil; tu quietud tendía
abrazo sin contacto; tan serena
la expresión de tu rostro
como el alma de un niño, así de nueva.
Cuánto aprendí de ti en esos momentos,
sin palabras, sin gestos, a la espera…
Abriste al fin los ojos, sonreíste,
me abrazaste en silencio, hubo una fiesta
de luces y colores y sonidos
rodando por mi espíritu… Me queman
alma, cuerpo, razón y sentimientos,
al pensarlo, me abate la certeza
de no hallarme a tu lado mientras duermes,
de no volverte a ver cuando despiertas.
Los Angeles, 18 de marzo de 2008