Breverías
1841
No importa cuántos ríos hacia la mar descienden,
ni su caudal, ni el tajo tallado en el paisaje,
ni si el olmo y el sauce de sus aguas dependen,
sólo mi río importa, su flujo, su lenguaje.
No hacia dónde se encauza, sino si va conmigo,
si cantan sus rumores al ritmo de mi canto;
tiene sendero abierto, porque a nada le obligo,
pero sé que algún día se llevará mi llanto.
1842
A ese otro lado del sueño
que flirtea con la muerte
me has enclavado al perderte.
Y hoy no sé si me despeño,
o me reconozco dueño
nuevamente de mi vida.
Tal vez, pienso, tu partida
pueda ser renacimiento;
torre que destruye el viento
no es torre bien construída.
1843
Qué difícil emerge el panorama
de siempre y nunca, de dolor vestido,
sobre el hueco, aún caliente, de la cama,
y el amor tan desnudo y tan huído.
1844
Voy a cerrar la puerta,
y no responderé si alguien llamara.
No hay súplica ni oferta
que esta orfandad templara;
pase de largo quien se me acercara.
1845
Tanto te hablé, poema tras poema,
ramo de rosas imperecedero,
que no llegó a lucir en tu florero.
Y ahí estuvo la cruz de mi problema,
por mi lenguaje abrirte mi costado.
Debí, tal vez, permanecer callado.
Sonetos
1862 - Glorias de ayer
Las pasadas victorias son de viento
si herido estoy y al borde de la muerte;
cuanto viví y amé se me convierte
en vago esbozo, efecto soñoliento.
En esta hora mortal, cómo presiento
la contingencia de que me despierte
y en lugar de radiante llegue a verte
a nivel de paisaje polvoriento.
Si el precio a que a otro amor resucitara
fuera que nuestra gloria se esfumara,
aunque ya más que nuestra es sólo mía;
si este dolor de haberme desertado
pudiera ser de cuajo erradicado
a cambio de olvidar, no aceptaría.
Los Angeles, 1 de abril de 2008
1863 - Lo vemos declinar
Siempre el amor camina hacia el olvido,
no sabe hacerse eterno, aunque repita
su habitual cantinela. Se marchita
como el clavel en el ojal prendido.
Lo vemos declinar, lento, sin ruido,
su pasión de vivir se debilita,
al fin le envuelve el frío, no palpita,
y de verdad sabemos que se ha ido.
El amor, que fue doble, entrelazado,
desenreda su nudo, y desgajado
del otro amor, se aleja indiferente.
Y una víctima queda, ensangrentada,
que indaga en el espejo y no ve nada,
y el ayer le resulta incoherente.
Los Angeles, 2 de abril de 2008
1864 - De lejos
Percibo allí la luz, tras la persiana,
como una estrella de oro, diminuta,
en la noche callada; es una ruta
para ir sin recalar a su ventana.
Tan directo es el hilo y tan lejana
la conexión, que el alma no ejecuta
el ansiado contacto, ni disfruta
de su visión soldada en filigrana.
No puedo ya mirar como lo hacía
tiempo atrás, cuando me pertenecía,
y horadaban mis ojos la pared,
y la observaba en su esplendor a oscuras.
Hoy, bebiendo mis propias desventuras,
miro de lejos sin calmar la sed.
Los Angeles, 3 de abril de 2008
Poemas
No lo sueltes
No lo sueltes, reténlo entre los dientes;
¿a quién le importa el hueso
de las lamentaciones?
Nadie, con el amor en punto muerto,
sabrá entender la soledad que asfixia,
el dolor que desangra, y ese hueco
que a diario en el pecho se dilata
como una pompa de jabón que el tiempo
va blindando de acero, y no se quiebra,
siempre vacío, frío y en tormento.
No lo digas. Tu amada,
aun sin dejar de serlo,
pues la amas todavía,
ha llegado al final de su trayecto.
Quizá te amó, no te ama ya, no entiende
ni puede imaginar tu sufrimiento.
Tiene su nueva vida,
su libertad, y el corazón despierto
a nueva intimidad, nuevas palabras,
también a nuevas formas de silencio.
Desde el gozo se entienden pocas cosas
que no se estén viviendo.
Tal vez intentarás explicaciones
de tu estado interior, de ese proceso
de digerir el golpe, la ruptura,
de empujar al espíritu maltrecho
por el nuevo camino de tu vida,
por donde vas lisiado, sordo y ciego.
No lo intentes. Serán tus comentarios
hojas secas perdidas en el viento.
Sentimos siempre irracional urgencia
de abrir el libro de los sentimientos
a quien tal vez los conoció algún día,
mas ya no se interesa por leerlos.
Date la vuelta, mira hacia otro lado
si mirar al futuro te da miedo,
carga sobre los hombros tu calvario
y atrévete a perderlo.
No esperes que ella, o nadie, lo comprenda,
sólo tú sabes lo que llevas dentro.
También se debilitan,
sean buenos o malos, los recuerdos;
los de hoy y los de ayer, lo que viviste
junto al mar, en la calle o en el lecho;
siempre surge otra playa, y otra alcoba,
que desvanecen las que ya se fueron.
Muerde tu lengua, súfrelo tú solo,
tal vez se apiade el cielo,
deje caer su lluvia fecundante,
y florezca en rosales tu desierto.
Los Angeles, 1 de abril de 2008
Antes y ahora
Antes, cuando me hablabas,
hacia mi lado galopaba el mundo;
eran mías la nubes y las rosas,
y la noche, y la aurora, y el crepúsculo.
No lo buscaba, no me concernía,
pero venía a mí porque era tuyo,
o porque estaba en ti, o en ello estabas;
tú me hacías diáfano el tumulto.
Más allá de lo mío, nada había,
y nada ambicionaba; mi futuro,
mi presente, el pasado eran banderas
tremolando en tu brisa y a tu impulso.
Al llamarte, al llamarme, acontecían
revuelos de sonrisas, plenilunios,
alondras en la tarde, burbujeos
en todas las acequias, diminutos
pasos sobre la piel estremecida,
primaveras en triunfo.
Cuando me hablas ahora,
sólo me pertenece el inframundo,
la soledad, la sombra, la tristeza,
todo descolorido, todo mudo.
Tu voz se rumorea tan lejana
que ya ni alcanza rango de murmullo.
Carece de temblor, de vibraciones,
tonalidad monótona, sin júbilo.
Cuando perdí a la amante,
quedándome la amiga, tan absurdo
se me hizo el mundo que antes poseía
gracias a ti, tornóse tan confuso…
Tantos amantes han puntualizado
idénticos lamentos, sus asuntos,
por remotos, nos eran
más que zarpazos, débiles rasguños.
Sólo la herida sobre el propio cuerpo
cobra carácter de tragedia; el puño
que hiere a los demás es tan distante
como lo es al paisaje su dibujo.
Hoy conozco el dolor del que me hablaron,
desenlazado el nudo
que hizo nuestras las cosas,
ahora sólo dos cabos, mío y tuyo.
Los Angeles, 2 de abril de 2008
Almohada
Te conoce mi almohada de memoria,
tanto le hablé de ti, lo sabe todo;
cada arruga en la tela, una sonrisa,
mi cómplice adorable, sin sonrojo.
Le he confesado cosas de la tuya,
que tan bien te conoce, y que conozco
de cuando vi tus ojos tan cercanos,
y se ahueca algo más bajo mi rostro,
como si sostuvieran mis mejillas
sus invisibles manos en reposo.
Te llevaba a mi lecho cada noche,
y te hablaba en silencio, como un soplo
de ideas en revuelo,
pensando en ti, durmiéndome hasta el fondo.
Y la almohada escuchaba, y entendía,
y mi alegría era también su gozo.
Eso fue ayer, la edad de la inocencia,
antes del deterioro
que vi llegar con pasos tan livianos
que ni emitían ecos, sigilosos
ladrones en la noche,
que al ausentarse se lo llevan todo.
Así fue tu partida, ya no puedo
decir si repentina o poco a poco.
La vi venir de lejos, mazo en alto,
mas sin pensar que me quebrara el lomo.
Destrozado quedé. Tres primaveras
rodando en el invierno por el lodo.
Y no obstante, persisto cada noche
en llevarte a mi lecho; me arrebozo
en las sábanas tibias, y la almohada
recoge mi tristeza y mi sollozo
en su regazo amigo.
Sigo pensando en ti, mas de otro modo.
No me dejas dormir. Y conversamos
la almohada y yo, de ti; le hablan mis ojos
interminablemente,
con dolor, con nostalgia, sin enojo.
Y no puedo dormir. Yo, que dormía
siempre pensando en ti, ahora no logro
pasar de tus recuerdos a mi sueño,
y la noche es de plomo;
pero las manos leves de la almohada
me acarician el rostro.
Los Angeles, 2 de abril de 2008
No llores porque terminó
“No llores porque terminó;
sonríe porque sucedió”.
(Atribuído a Gabriel García Márquez)
Ah, la lluvia llamando a la ventana,
aquella tarde muda y gris, ¿recuerdas?
Tenue primero, como la caricia
de la pluma o el pétalo; resuelta
e insistente después, como quien llama
pertinaz a la puerta.
La escuchamos, callados,
en la penumbra de la alcoba, cerca,
muy cerca uno del otro, sobre el lecho,
disueltos ya los vínculos de piernas,
brazos y torsos en acción convulsa,
en esa cálida, inactiva amnesia
de dos mentes trenzadas
que han dejado perderse el mundo, y vuelan
por un vacío azul, recién creado,
músculos en descanso, y a la espera;
Todo rumor perdió su resonancia,
y el tiempo inmóvil, como si en cadenas.
Sólo la lluvia, con sus mil nudillos
llamando en los cristales, en las tejas,
en la baranda del balcón, tenía
reconocida la existencia.
La vida no era línea,
ni círculo, ni esfera,
era un punto no más en un espacio
que los dos ocupábamos, y en fiesta.
Nunca fui más feliz, teniendo nada
y teniéndolo todo. La tristeza
era un concepto extraño, el abandono
carecía de luz y silueta.
Repicaba la lluvia, y escuchaba
tu corazón latir, con tanta fuerza
como si fuera a reventarte el cuerpo
y adentrarse en el mío. Qué no diera
por volver hacia atrás el calendario,
descansando en mi pecho tu cabeza.
Cuántas lluvias, después, se han sucedido,
indiferentes muchas, otras negras.
Unas con ruidos estridentes, fríos,
otras como de llantos y tinieblas.
Me dices que sonría por ser bello
cuanto ocurrió, no lamentar su quiebra.
Hermosa reflexión para un tercero
que a amante melancólico aconseja.
Este se alegrará de lo tenido,
y seguirá llorando por la pérdida.
Para la amante fugitiva, todo
irá desvaneciéndose en la niebla,
quizá salvando huellas imprecisas,
al paso y peso de las nuevas huellas.
Llueve otra vez. Qué gotas tan hirientes,
qué agobiantes sus golpes…en tu ausencia.
Los Angeles, 3 de abril de 2008
Tal vez, tal vez
Muros que se cuartean,
torres que se derrumban,
robles que el viento arranca
fragmentadas columnas;
y entre tanto desplome
siempre alguien se pregunta,
cuál puede ser la causa,
y quién tiene la culpa.
Tal vez desgasta el tiempo
la piedra y sus costuras,
tal vez no clava el árbol
su raíz muy profunda;
tal vez, tal vez las cosas
tienen que ser caducas.
Palabras que se quiebran,
propósitos en duda,
esperanzas marchitas,
conclusiones absurdas;
y entre tanto fracaso
se aduce una disculpa,
se amasa una mentira,
se finge una postura.
Tal vez la mente sigue
sendas de línea curva,
tal vez la mano abierta
más que aceptar, repudia;
tal vez, tal vez tenemos
turbia el alma, tan turbia…
Promesas que se avanzan,
amores que se juran,
franqueza que se ofrece,
como la piel, desnuda;
y al final las promesas
se nos desarticulan,
los amores se aventan,
la verdad se camufla.
Tal vez fuimos ingenuos
tocados de locura,
tal vez no comprendimos
las leyes de la jungla;
tal vez, tal vez morimos
después que nos sepultan.
Los Angeles, 3 de abril de 2008