Poemas de amor, de soledad, de esperanza de
Francisco Álvarez Hidalgo
Perdida la sed

Índice

Poemas:
Sólo veo su espalda No he de decirte adiós Esperanza en creciente Vacía Siempre el mismo Se me desnuda Has perdido la sed
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Breverías

1856
Cuando no estés, me acercaré a tu casa, y clavaré en tu puerta una rosa marchita. Tal vez el caminante cuando pasa no alcance su sentido, o no la advierta, pero tú lo sabrás, porque te grita.

1857
Temo que volverás tal vez un día con el agrio sabor de la derrota, y no hallarás vigor ni compañía, tanto me desangraste gota a gota.

1858
Ni dolor, ni placer, risa o gemido, ya todo lo gasté, nada me queda; sólo soy una piedra que se hospeda en un hueco del muro del olvido.

1859
Al otro lado se producen risas, y desnudos en flor, e íntimos tactos, se vierten pétalos, se firman pactos, y acierta el tiempo a progresar sin prisas. A este lado hay tañido de campanas, solemne, sepulcral, como si hubiera fallecido de amor la primavera, cubriéndose de luto las mañanas.

1860
¿Quién amó sin perder, quién no ha llorado al hacerse tangible la ruptura? ¿Y quién no se ha a sí mismo asegurado de lo exclusivo de su desventura? Tal vez no hay nada en ello privativo que no haya padecido otro ex amante. Ah, pero qué poder tan destructivo tiene esa daga de oro fulminante.

Poemas

Sólo veo su espalda
Después de tanto tiempo de mirarla a la cara, a la sonrisa aquella no exclusiva de labios, sonrisa de amplios cauces por donde fluye el rostro todo inmensa sonrisa, y aun sin brazos, abrazo; después de conocerla como camino abierto que se hace día a día; después de hablarme tanto cada gesto, en silencio, y entenderla hasta el fondo, sólo veo su espalda, y no alcanzo su mano. Hay pájaros que mueren de repente, como hojas que agitadas del viento se desprenden del árbol; hay ríos que tropiezan con el dique macizo, y hay olas que se estrellan contra el acantilado. Yo he encontrado su espalda, rompiéndome los ojos, y ya no sé hacia dónde dirigiré mis pasos.
Los Angeles, 23 de abril de 2008
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No he de decirte adiós
No he decirte adiós, aunque te vayas. Despídanse las rosas y los ruidos, despídanse la luz y la tiniebla, despídanse la nube y el navío; digan adiós, aunque se van y vuelven. Tú no habrás de volver; eres suspiro disipado en el aire, poco más que un latido. Mas no te diré adiós, porque eres mía, y aunque te vayas quedarás conmigo. Tú, vacía de mí, yo, de ti lleno; tú emprendes el camino sin mirar hacia atrás, no dejas nada, y nada llevas de lo que has vivido. Yo no te digo adiós, mas no te espero, voy a cerrar el círculo. Hubo fragor de cristaleras rotas, a golpe de martillo, que no podrán recomponerse nunca, pero no me despido, porque la piel, el alma y el cerebro, aún celebran contigo.
Los Angeles, 23 de abril de 2008
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Esperanza en creciente
Ay, que te miro, y crece mi esperanza, y tiemblo en el temor de que la mates. Es como el cachorrillo que quiere, y no se atreve, a aproximarse, tantas veces herido y abusado en sus vagabundeos por la calle; aún le brilla en los ojos el deseo de lamer una mano, de acostarse, feliz, sin sobresaltos, a pies que no maltraten. Tú me miras también; no eres la misma mujer siempre a mi alcance; se ha puesto el sol en ti, casi anochece, ya sólo amada la que fuera amante. Pero tal vez aún eres la que fuiste y no sabe retirarse. Me resisto a la idea de entrar en ese túnel en que nadie se reconoce, aunque se miran todos como si no se hubieran visto antes. Yo te vi en la sonrisa alborozada, luego a través del llanto agonizante, cuando eras sólo espalda, y hoy como tenue enlace al ayer que me fuera asesinado, que parece intentar resucitarse. Me nace esta esperanza, verde tallo timorato, improbable, y sueño que de nuevo se atreva a ser ramaje.
Atlanta, 26 de abril de 2008
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Vacía
Tienes el alma, dices, tan vacía…, y es ánfora la mía que no logra detener su hemorragia de agua clara, y es encendida antorcha cuya luz se me escapa por las grietas, y es lenguaje de amor que me desborda. Si fueras receptora como el cántaro, si te abrieras al sol como la alcoba, si escuchara tu oído cuanto se me derrama por la boca, quedarías colmada, como queda la esponja cuando el puño relaja, bajo el agua, el cerco que la estrecha, que la ahoga. Llena de mí, como en los viejos tiempos, como de ti lo estoy, aunque en derrota. Quiero hacerte mujer de plenitudes, que no se desmorona, con voluntad para cantar conmigo, con intención de abrazo cuando lloras. Vasos comunicantes, interflujo inevitable de almas redentoras. Tu victoria no es tuya solamente, pues siendo tuya, se hace mi victoria.
Madrid, 27 de abril de 2008
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Siempre el mismo
Despierta en mis entrañas rudo gigante que durmiera siglos, como volcán que tiembla, ruge, explota… y luego se hace niño. Como el agua del mar, mansa en la playa, rota en espuma en sus andares cíclicos, o afirmando contra el acantilado su voluntad, su empuje, su bramido. Yo me hago turbulencia en torno tuyo, y me hago mansedumbre, y equilibrio entre los dos extremos, confianza y peligro. Quizá por ir a ti con toda el alma, roca rodando en fuerza y estampido, te apartarás a un lado, temerosa de aventurar tu espíritu de vidrio. Pero también me acerco en sutileza de mano abierta en tacto de suspiro; si en la recta de intensa acometida, en la curva también del remolino. Soy ímpetu, y estruendo, y arrebato, y soy también idilio, todo ternura, suavidad, sosiego, no dos que alternan, sino siempre el mismo.
Burgos, 28 de abril de 2008
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Se me desnuda
Se me desnuda como si lloviera; una llovizna leve, silenciosa, gota a gota cayéndome en el rostro, inmóvil yo. Las manos se me agolpan en intentos de avance, y las reprimo; complétese en fervor su maniobra, rito ancestral de impúdica bacante que en letárgicos giros se deshoja. Me prohibió interferir en su proceso; se me hace tan remota a dos pasos de mí, tan inmediata, tan etérea, tan íntima, que toda se me hace tacto, y ansiedad, e impulso, y es carne incandescente, y sólo sombra. Toda mi piel se vuelve grito, asalto, y la devoro al fin sobre la alfombra.
Burgos, 28 de abril de 2008
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Has perdido la sed
Has perdido la sed, y yo era el agua, surtidor arqueándome a tus labios, que un día me bebieron, y hoy me proyecto en plañidero salto. ¿Para qué, para quién, canto o gemido, si nadie ha de beber, si quedo intacto? ¿Y qué importa que beba el peregrino que siempre va de paso? Yo soy para la sed de quien reside, no del desarraigado que llega, bebe y parte sin mirar sobre el hombro lo ya andado. Quiero extinguir mi impulso, desdibujar el arco que para ti se hiciera ofrecimiento, y negarme a calmar ansias de extraños. Broté para tu sed, y me bebiste, y al no necesitarme ya, me apago.
Burgos, 29 de abril de 2008
Diseño: Carmen Álvarez
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