Breverías
1861
Se me suicida el corazón; no quiere
proseguir repitiendo sus latidos;
tan pesada es la carga de descuidos,
de repudios, de olvido, que se muere.
Tanto se remozó, tal fortaleza
supo adquirir por el amor reciente,
que al perder, envejece de repente,
e intenta detenerse en su tristeza.
1862
¿Para qué imprimir huellas, si en la ausencia,
tu viento helado borrará su marca?
¿Y para qué la estela de la barca,
imprecisa y efímera apariencia?
Vas por la vida abriendo sepulturas,
amante un día, al fin enterradora
de sueños e ilusiones, cuya hora
vendrá tal vez cargada de facturas.
1863
¿Me besarás una vez más, ahora
que has dejado de amarme?
Sería el sello en acta de ruptura.
En tales casos sólo un alma llora;
y la tuya quizá llegue a mirarme
con un breve destello de ternura.
1864
Me han tocado en el hombro, pero ignoro
cúya mano habrá sido;
tantas se me avecinan al pasar…
No será ciertamente la que añoro;
fue visión que se me ha desvanecido,
tacto que ya no aspira a acariciar.
1865
En las manos del alma nada queda
de tanta plenitud como tuvieron;
sólo un vacío gris que se me enreda,
y apenas mis alarmas presintieron.
He vivido derrotas, y la muerte
rozóme a veces con su aliento frío;
mas nunca nada me azotó tan fuerte
como perder lo que juzgaba mío.
Sonetos
1869 - En ese instante
El día en que te vi sin que me vieras,
con tu rápido paso, contundente,
y el cabello flotando intermitente
como destacamento de banderas;
en aquella explosión de primaveras
dentro de un yo mayor y adolescente,
algo perverso, un tanto de inocente,
colmado de repudios y de esperas;
en tal aparición en movimiento
de tu vivacidad, crines al viento,
corcel en rítmica galantería;
en ese instante en que te vi avanzando,
aún desconocedor de dónde y cuándo,
supe que llegarías a ser mía.
Oviedo, 5 de mayo de 2008
Poemas
Cansado
Cansado estoy de amar. Es un camino
tan difícil, andado en solitario…
Se parte de una aurora luminosa,
y va tornándose el paisaje opaco;
nadie sale al encuentro,
nadie repite nuestro propio paso;
ni se siente, posada sobre el hombro,
conciliatoria mano.
La mente al fin también se deshidrata
en tal itinerario,
fatigada de ideas moribundas,
falta de imágenes que no encontramos,
huérfana de palabras que no oímos,
maltrecha de naufragios.
Nadie nos acompaña. Vamos solos,
sin saber si avanzamos.
Sabemos hacia dónde… ¿Lo sabemos,
o es tan sólo horizonte imaginario?
Nos dirá el corazón: Mira las flores,
el cielo azul, el somnoliento lago…
Y todo es incoloro,
como el cristal y el aire. Extraviados,
nómadas somos en mental desierto,
sólo viento y arena, y en andrajos.
Ya no me queda nada,
ni deseos de amar. Estoy cansado.
Cantabria, 30 de abril de 2008
Como siempre
Te veo como siempre,
dos muslos infinitamente largos,
dos senos temblorosos,
y dos ojos extáticos.
Y voy de unos a otros
con miradas de piernas y de manos.
Aletea el deseo en tus retinas,
y ya no saben descender los párpados,
tan fijamente miras,
también tus ojos íntimo contacto.
Fuera el sol eslabona sus caricias
en los dorados globos del naranjo,
en las aguas erráticas del río,
en el cristal letárgico del lago.
Bien sabes lo que quieres,
ya en calma o en disparo;
como el cuerpo desnudo, el alma abierta,
y cada impulso desenmascarado.
Eres exploración, eres regreso
a cada descubierto itinerario.
Aún no sabes de trenes que se alejan,
de rutas migratorias, de relámpagos
que estallan en la noche, y se diluyen
en la sombra, placeres momentáneos.
Eres de permanencia, aunque sabemos
que nada lo es, que al gozo sigue el llanto.
Pero este día de infinitas horas
parece ser eterno, y sin cansancio.
Ah, la visión que tengo de ti misma,
carente de clepsidra y calendario,
un instante en el tiempo,
un punto en el espacio,
uno eterno, otro inmenso,
nada más en mi afán, nadie a mi lado.
Cuando te vayas, nacerá el vacío,
nada sin ti, sólo un sabor amargo.
Cantabria, 2 de mayo de 2008
Tan efímero
Aquel tiempo de prisas
en que tanto logramos, y tantísimo
nos quedó por hacer.
Ambos fuimos cautivos
de circunstancias tan inmerecidas,
en palestra de amores clandestinos,
una punta de lanza en cada espalda,
ambos toros heridos
en fuga inevitable,
y todo tan eterno…y tan efímero.
Fue tiempo azul y verde,
de ilusión y esperanza, nada ambiguo,
tan transparente todo en nuestro mundo
como el rostro de un niño.
Y fue tiempo de esperas agobiantes,
nunca para nosotros fugitivo.
Quisimos acuciarlo,
pero él tiene su ritmo.
¿Cómo urgir a las rosas que sazonen,
cómo apremiar a envejecer al vino,
al alba a desprenderse de la noche,
al cormorán a entretejer su nido?
Cada suceso tiene su momento,
llámese amor, celebración, olvido.
Y esperamos, ay, Dios, cómo esperamos,
y cuántas llamaradas encendimos,
y con cuánta presteza se apagaron,
dejándonos tan llenos, tan vacíos.
Y al fin, sólo cenizas en el viento,
una nube de polvo en el camino,
páginas no leídas, arrancadas
de nuestro propio libro.
Tan firme y frágil todo,
y todo tan eterno…y tan efímero.
Oviedo, 6 de mayo de 2008
Cuando el alma
Cuando el alma pregunte a dónde has ido,
¿qué le responderé? Cuando me diga,
por dentro del oído, en un susurro,
si volverás un día,
y no espere respuesta,
hallándola en el llanto que acaricia
el fondo de mis ojos, sollozantes
hacia dentro, lavando las heridas
que nadie ve, bajo la piel sangrando;
cuando vaya cerrando sus orillas,
en repliegue mental, como una alfombra
que se enrosca, ocultándose en sí misma;
no habrá necesidad de explicaciones,
tan evidentes su melancolía,
la soledad fraguada por tu ausencia,
la niebla y la llovizna
que enturbian los paisajes interiores
con penumbra de cripta.
No le diré la angustia
que aprieta las clavijas
dentro de mí, y me abruma y atenaza;
no sabré describirla.
Y tampoco sería necesario,
ella sola se explica.
Ni el olmo se desnuda en un instante,
ni el clavel de repente se marchita;
ambos siguen proceso irreversible,
tal vez una estación, quizá unos días;
pero la muerte inevitable acecha,
y paso a paso se les aproxima.
Cuanto en un tiempo floreció, caduca;
y el amor degenera en apatía.
Se ve llegar a veces lentamente,
y otras veces de prisa.
No es ciega el alma, ni camina a oscuras,
aunque a veces esté semidormida.
La mía te ha observado paso a paso,
te vio en fervor como te ve en desidia.
Y te llora también, porque era tuya,
y hoy es de nadie, huérfana y en ruinas.
Oviedo, 6 de mayo de 2008
Sin enojo
Antes eras el bosque, inmenso abrazo,
absorbiendo mis ojos;
eres hoy la meseta, descubierta,
cegada mi visión, en abandono.
Te posee la luz, tal vez la brisa,
y la lluvia también, y yo en el foso
que cavara el olvido,
rodeado de troncos
aserrados, tan muertos,
sin despuntar retoños.
Entre los dedos se me enreda el barro,
gritando vida; salta sobre el torso
con vocación de cántaro, y me falta
fe y creatividad, no habiendo gozo.
Sobre el papel, se niegan las palabras
a quedarse en reposo,
y se me vuelan con el canto a cuestas,
dejándome con el silencio al hombro.
Mis amigos preguntan por qué callo,
pero no les respondo.
¿Qué podría decirles
con mi lengua de plomo?
Se me ha inmovilizado, taciturno,
el último retozo,
y ya no hay voz en mí, ni burbujeo
en el fondo sin fondo de mi fondo.
Todo está inerte, asolador, amargo,
pero sin acrimonia, sin enojo.
Oviedo, 6 de mayo de 2008
Me quedan las palabras
Me quedan las palabras.
Se lo llevaron todo, y me dejaron
tan pobre, tan desnudo,
malherido y sin báculo,
tropezando en las calles,
y perdido en el campo.
Me apagaron el fuego que danzaba
lúbrico sobre el leño, como un látigo
de luz y de calor y de chasquidos,
y en la ceniza fría me dejaron.
Despojado quedé sobre la tierra
de mis visiones, mi arsenal de tactos,
de mi seguridad, de los ensueños
que orientaban mis pasos,
pero no se llevaron mis palabras,
que empiezan a nacer con nuevo garbo.
Me secuestraron las articuladas,
en vuelo errante de tropel de pájaros,
las que hablaron de amor, y las envueltas
en sonrisas y cantos,
pero no se llevaron las semillas,
y las haré nacer. Si un tono amargo,
si un gemido brotara, si una angustia,
lo arrancaré de cuajo.
Quiero vivir sin sangre derramada
ni enredo innecesario;
ya he colmado mi cuota expiatoria
de abatimiento y llanto.
Resplandezcan de gloria las ideas,
duerma el sentir, callado.
Si elevara su voz, si en el desierto
que me hicieron brillara su relámpago,
tal vez le deje libre,
tal vez fecunde el arenal, y un manto
de nuevas flores engalane el suelo,
repitiéndose el ciclo malogrado.
Aunque la vida mata con frecuencia,
con frecuencia al dolor resucitamos.
Oviedo, 7 de mayo de 2008