Breverías
1876
Emergen nuevas formas, nuevos besos;
este eterno retorno de las cosas…
nacer, amar, perder, y en soledosas
noches morir, calado hasta los huesos
de lluvia gris que encharca y agarrota.
Y volver a nacer, recomenzando
la misma insensatez, sin saber cuándo
dormiremos tras la última derrota.
1877
Brillan tus ojos. En la mente tuve
la clara luz de extática mirada.
Aunque se me apartó, yo la mantuve;
murióse al fin, tan sola, tan cansada
de esperar no sé qué que nunca vino…
Ni su color recuerdo, qué tristeza.
Mírame siempre así; que si el destino
te arrebata, subsista esta belleza.
1878
Hay soledades que distancian, llevan
cansancio entre las manos, en los ojos;
y otras que se sublevan,
dinamitando argollas y cerrojos.
La suya, débil, emprendió la huída,
abordando tal vez isla desierta;
la tuya logra, hundiéndose en mi vida,
que toda mi alma sobre ti se vierta.
1879
Siempre que te desnudo
sangra mi alma un momento,
como si hubiera una traición al fondo.
Conoces el instante, quedo mudo,
respetas mi silencio, no te miento:
Ella está aquí… Me besas. Te respondo.
1880
‘Nunca segundas partes fueron buenas’.
Volverás, ¿y qué hacer? ¿Surgir de nuevo
del fondo de las sombras? ¿Por qué venas
navegarán amores de relevo?
¿Cómo advertir si el ámbito vacío,
antes lleno de mí, se ha transformado?
¿Cómo saber si hay un espacio mío,
o si queda un erial deshabitado?
Sonetos
1871 - La piel de tus afectos
La piel de tus afectos se endurece,
pétalo al tacto fue, nardo sedoso,
y es ya revestimiento gris, rugoso,
que ni entiende la mano, ni se ofrece.
Todo sigue su curso y envejece,
y cuanto fue gentil se hace tedioso;
y optamos por no vernos ante el foso
cuya oquedad nos llama y entumece.
La voz que hablaba en solidez de roca
es ya un eco minúsculo, y la boca,
ayer plena de besos, hoy bosteza.
Fuiste dinámica, armoniosa vida,
quietud de aldea, gracia estremecida…
¿cómo puede morir tanta belleza?
Los Angeles, 2 de junio de 2008
1872 - Otra canción
Camarote en penumbra, y en sosiego,
con sábanas revueltas, el cordaje
flácido sobre el suelo, y un viaje
a punto de iniciarse sin tu juego.
Adoptaste la ausencia y el despego,
desplomándose entero mi andamiaje;
me replegué a una esquina del paisaje,
pero hoy, erguido, ya no me repliego.
No ha cambiado la escena, mi galera
de innecesario lastre se aligera,
tú hubieras sido mi primera opción.
Pero no estás en el atracadero.
Habrá otra mano y otro derrotero,
el mismo camarote, otra canción.
Los Angeles, 2 de junio de 2008
1873 - Nueva creación
Disponibilidad, lecho vacío,
ánfora desbordante, leño ardiente,
y un reloj sin tic tac, indiferente
al ciclo de horas, tiempo todo mío.
No me contraigo en el dolor, me amplío
en el gozo pletórico emergente
de la ruina de ayer; soy el torrente
que no se amolda a detener su brío.
¿Y tú? ¿No hay sed limando tu garganta?
¿No se hielan tus miembros? ¿No levanta
sus múltiples cabezas el deseo?
Hay una nueva creación que acecha.
Si como yo lo estuve, estás maltrecha,
ven a mí, que en mis manos te moldeo.
Los Angeles, 2 de junio de 2008
1874 - Sin mirar hacia atrás
Sobrevivir no es fácil; cuánto pesa
el fardo de abandono y decepciones
que a la espalda cargamos… No hay razones
que lo expliquen o alivien, ni interesa
la oferta de sentarnos a la mesa
y analizar pasadas aflicciones.
El coloquio no evita los arpones
ya en la carne. La boca que nos besa
pretendiendo apagar yerros y dudas,
sabe vender al justo, como Judas,
y volverá a besar en nuevas ventas.
Nuestro intento es lamernos las heridas
sin mirar hacia atrás; las despedidas
gastan alma de hierros y tormentas.
Los Angeles, 2 de junio de 2008
Poemas
Presagios
Me dijo tantas cosas…
unas sin importancia, nimiedades
que se adhieren al alma, como el roce
de repentino aroma, como el aire
que nos toca y se va; y otras intensas,
con hondura de mares,
como suave cuchillo
que penetrara, sin herir, la carne.
Y todas las creí. Mi fe, martillo
pulverizando dudas al formarse.
Mi duendecillo escéptico
susurraba en el fondo su mensaje
de precaución, siempre tan sabio, siempre
midiendo absurdas posibilidades.
Y le dejé de lado,
renunciando a escucharlo.
De vez en cuando alzaba su estribillo,
persistente y afable
como esa tenue brisa
que se pierde en la noche entre los sauces.
Se entristecía entonces mi sonrisa,
y le otorgaba la razón.¿Quién sabe?
Pero lo erradicaba de la mente;
era sólo un instante.
Todo en ella tan claro
como la luz del alba, sin contrastes,
con el frescor alegre de la niña,
y la ternura de la joven madre,
que sin tener mis hijos
me impulsó a desearles.
Supe que un día…, sí, siempre lo supe;
ciertas ideas tienden a agolparse
casi frente a los ojos;
imposible no verlas; no son grandes,
pero son persistentes; ni son mudas,
pero llegan sin gritos al amante,
que las confina al ángulo más hondo
de su íntimo ramaje.
No significan mucho,
porque un día, al romperse los cristales,
al entrar como lobos viento y lluvia,
al desatar la vida el aquelarre
de visiones oscuras
que al alma llevan a desmoronarse,
los presagios, por ciertos, no amortiguan
el duelo del amor agonizante,
si bien proyectan, como fiera garra
sobre el dorado ayer, interrogantes.
No renazcais en mí, dudas marchitas,
salpicando de barro mis andares
de tiempo atrás. La percepción que tuve
es la verdad, no hay otras realidades.
Los Angeles, 2 de junio de 2008
Tres opciones
De su estupor a la razón despierto,
reivindicando esa cordura absurda
de que tanto abdiqué, y hoy me me libero
del dorado collar de la locura.
Me resisto a llorar, me asedia el frío,
la lógica se impone, soy la brújula
consciente de sentido y direcciones,
me resisto a esa jungla
de lianas tejiendo
anárquico tapiz bajo una cúpula
de ramaje otoñal. Lo quiero todo
con nitidez de líneas absolutas,
terso, simple, ordenado,
en geometría pura.
Ya no más actitud de rompeolas,
pecho avanzado bajo sol y luna,
sufriendo los envites de las aguas
por la sola caricia de la espuma.
Ciérrense a las canciones mis oídos,
calle otra vez la música
que adormece la mente, evolucione
la flexibilidad de la cintura
que temblara en mi brazo,
en rigidez inmóvil de columna.
Quédese todo quieto,
río, brisa, rumores y espesura
de bosques soñolientos,
quede en silencio todo, y en penumbra.
El sentimiento es movimiento y ruido,
la idea es calma, soledad, tersura.
Apagaré este corazón inquieto
que tanto me pregunta,
y encenderé los fuegos más serenos
de la mente…¿Qué hacer de la lujuria,
pantera reclinada en leve sueño?
Al despertar, tensándose las curvas,
rastreando su presa, su gacela,
¿quién detendrá su urgencia, qué atadura
refrenará su salto? ¿El pensamiento?
Ah, la tercera opción, algo más turbia,
no menos intrigante,
y como brisa tropical, tan húmeda.
Duerma también la mente en ese instante,
ruede la sensación, ciega y desnuda.
Ya volveré a pensar cuando el sosiego
recobre una vez más su compostura.
Los Angeles, 3 de junio de 2008
Se apagaron las luces
Pero esta vez no pude poseerla.
Cada estación enciende sus colores,
o los apaga. Y era en mí el invierno.
Derrotado y desnudo estaba el bosque.
Me ungió con óleos de primavera,
como a un rey primitivo; me hizo el hombre
que había sido, y abdicado luego;
me habló con voz de miel y surtidores,
y me hizo renacer. Yo anticipaba
la nueva soledad, la que se esconde
como áspid a la sombra de la rosa,
o el desmoronamiento, o el estoque.
Aun en la cumbre que escalamos, suenan
esas lúgubres voces
que desde el fondo oscuro del barranco
amenazan desplome;
porque el amor, aunque nos acometa
cabalgando en redobles
de himnos triunfales, siempre lleva fecha
gris de caducidad, y no la esconde,
pero jugamos a ceguera y calma,
hasta que la verdad se nos impone.
Ella me derramó su primavera
como raudal de pétalos, de flores,
me aseguró, que no se agostarían.
Pero el tiempo dispone
de otro modo, a su forma, marchitando
lozanía y fragancia en una noche.
Siempre es igual. Sabemos que avanzamos
sobre delgado hielo a un horizonte
fuera de nuestro alcance,
y el rítmico tic tac de los relojes
nos recuerda el final inevitable,
la transitoriedad de nuestro enfoque.
Pero no lo admitimos. Suponemos
que no hay quien nos derrote.
Y al fin el hielo cruje,
y aflora el agua, y el final se impone.
Y el olor a fracaso que advertimos
tiempo atrás, e ignoramos, aquel toque
de atención, se agiganta, pero es tarde
cuando el cristal se rompe.
Se apagaron las luces de palacio;
ya no hay baile, ni vino, ni canciones.
Cenicienta en las sombras de mi espíritu,
su lejano reloj ya dio las doce.
Los Angeles, 3 de junio de 2008