Breverías
1921
Es tu palabra escrita canción tan silenciosa
que sólo el alma escucha, que no llega al oído;
y la mía responde como un beso prohibido,
abriéndose callado como se abre la rosa.
1922
Espérame cuando abran las estrellas
su barandilla al mundo, cuando oscura
tu puerta, acorralada por mis huellas,
sienta capitular su cerradura.
Ábreme entonces, que desfallecido,
de tanta inútil andadura llego.
Ignoremos tu duda y mi quejido,
brinda sólo por hoy, y enciende el fuego.
1923
Se me asombra el cerebro, tan sensato,
de este afán de querer que el alma ostenta
ya como sueño, ya como programa.
Sólo entiende lo suyo, cifra y dato,
la lógica, el andamio, la herramienta;
sólo para el reposo ve la cama.
1924
No sé si quiero la verdad; la quise;
si la obtuve, no sé, pero ahora quiero
verte y soñar, te ensaye o te improvise;
el análisis me hace prisionero
de mi dolor, mi confusión, mi duda;
me resisto a pensar; voy a sentirte,
mirarte, y poseerte, si desnuda,
antes de que otra vez decidas irte.
1925
Hay en tus ojos soledad, tristeza;
dos largos, indecisos manantiales,
cuyo manso fluir se despereza
por tus hondos paisajes otoñales.
No sé si otros lo ven, yo sí lo veo;
tanto profundicé en tu laberinto
de nostalgia, dolor y titubeo,
que tu íntima heredad ya es mi recinto.
Sonetos
1938 - Sin sombra
Nunca se hizo mi sombra, compañera
en pequeñez y excelsitud. Decía
frases de eternidad, que en mi tardía
ensoñación sonaban a quimera.
Pero emitían vahos de sincera
resolución, y yo me lo creía,
aunque, escéptico, nunca en demasía;
la edad suele enseñar a su manera.
Me acompañaba al alba, renacida,
bajo el sol vertical disminuída,
y al crepúsculo en formas alargadas.
Y una mañana, nuevamente invierno,
cesó de ser lo proclamado eterno,
y se vieron sin sombra mis pisadas.
Los Angeles, 7 de agosto de 2008
1939 - Vino a verme
Vino a verme una tarde polvorienta,
y la tornó vibrante y luminosa;
la que fuera mi vía dolorosa
en triunfal avenida se cimienta.
Trajo cantos de amor, y una tormenta
de impulsos en la carne, y una rosa
de suavidades, y la más gozosa
visión, que cada día se reinventa.
Me recogió del suelo en que rodara
cuando otra mano adversa me quebrara,
su decisión me restauró la fe.
Me dio el olvido de anteriores pactos,
e hizo nuevos y cálidos los actos
que en rutinarios cauces arrastré.
Los Angeles, 7 de agosto de 2008
1940 - La espera
La espera es tren que viene con retraso,
jadeando en la estepa, entre las mieses,
trayecto de semanas, o de meses,
en presagio ominoso de fracaso.
Y la estación, desierta ya al ocaso,
y envuelta en sombra, augura más reveses;
a la fe vertical de los cipreses
sucede el sauce en lágrimas. Si acaso
el hombre en el andén mira a lo lejos,
no ve el penacho de humo. Los vencejos
sobrevuelan en círculos la zona,
como los pensamientos en su mente.
Deambula el hombre con el aire ausente,
y su eje emocional se desmorona.
Los Angeles, 8 de agosto de 2008
1941 - Llégate a mí
Reiniciaré la llama rutilante
que me dejé apagar en mala hora;
ceda la oscuridad que me devora,
y la incipiente luz se me agigante.
Llégate a mí con vocación de amante,
mitad casual, mitad conspiradora,
y en candidez impúdica evapora
rasgos aún vivos de anterior semblante.
¿A qué mirar perfiles que no miran?
Ojos virados hacia atrás, deliran,
presumiendo ver algo que no existe.
Tú me miras de frente, con aplomo,
al fondo azul de tu visión me asomo,
y escucho un manso grito que me insiste.
Los Angeles, 8 de agosto de 2008
1942 - Morimos poco a poco
Morimos poco a poco cada día,
como muere al crepúsculo la rosa,
como muere la luz en la lluviosa
tarde otoñal flotando en la bahía.
Se muere el alma de melancolía
en su oscuro rincón, tan silenciosa,
y en absoluta soledad reposa,
en sueños de arpas en la lejanía.
Y habrá otro amanecer que la despierte,
que al silencio espectral de cada muerte
siguen violines de resurrección.
Y morirá de nuevo, dolorida,
y nacerá otra vez, que así es la vida,
dos polos en perpetua alternación.
Los Angeles, 9 de agosto de 2008
1943 - A la espera (I)
Era el aire rumor de primavera,
yo, silencio de invierno deshojado,
al borde gris de mi orfandad sentado,
esperando al amor…a mi manera.
Escuché los rugidos de la fiera
rodando por la piel, y alborozado,
grité: “Ya vino”. Pero fue un tinglado,
si grandioso, no de oro, de madera;
y al alejarse a ritmo de tambores,
vi que no era el amor de los amores,
sino sólo su pálido reflejo.
Y al acecho seguí, con la esperanza
de divisar tal vez en lontananza
el fausto y convulsión de su cortejo.
Los Angeles, 12 de agosto de 2008
1944 - A la espera (II)
Floreció el mundo en fronda de promesas,
cantaron voces, estallaba el día
en colores, y supe que venía,
cargado de donaires y sorpresas.
Pero aunque sus posturas fueran esas,
él mismo no llegaba todavía;
era como una hueca algarabía
dejando huellas en la arcilla impresas.
Vi elevarse a lo lejos polvareda
de muchedumbres, oro, vino y seda,
y pensé que llegaba en majestad.
Pasaron ante mí, pero él no estaba;
el dios del arco y flechas en la aljaba
mantiene otro perfil de identidad.
Los Angeles, 13 de agosto de 2008
1945 - A la espera (III)
En ansiedad, confuso y contrariado,
siempre a la espera, al borde del camino,
de ese amor carismático, genuino,
pensé y pensé: Tal vez, extraviado,
he espigado en las sombras, he indagado
en la suntuosidad y el torbellino;
tal vez en su carácter peregrino
sigue el sendero menos transitado.
Apenas perceptible un airecillo
con olor a jazmines y tomillo
rozó el pinar, acarició mi frente.
Era como un suspiro que tocara
cada fibra del alma, y se quedara
dentro de mí, definitivamente.
Los Angeles, 13 de agosto de 2008