Breverías
1986
Me han servido una copa
de no sé qué, y entera la he bebido,
sin dudar, sin temer, sin preguntar.
Me quitaron la ropa;
indagué, pero no me han respondido;
a boca llena no se debe hablar.
1987
Sólo amo las palabras cuando tú me las dices;
pienso que tú las amas cuando las digo yo.
Las demás están huecas, no son sino barnices,
corteza de la fruta que nunca maduró.
Las mías y las tuyas tienen la contextura
del fruto sazonado que se puede morder;
se derraman sus jugos por cada rasgadura
como vacía el hombre su savia en la mujer.
1988
Ando por tus afueras.
Antes estaba en ti, sin ir; vivía;
como están las acacias, las higueras,
a pie firme, creciendo día a día.
Hoy, exiliado, miro desde lejos;
y en círculos camino,
como vuelan sin rumbo los vencejos;
por tus afueras ando, peregrino.
1989
Voy desmontando la compleja trama
del nido, el festival, los andamiajes,
que construyó mi alada fantasía.
No sé por qué ni cómo esa amalgama
de imposibles, ilógicos montajes,
llegó en el alma a organizarse un día.
La ficción, el ensueño, la quimera,
tienen su cuna, triunfo y agonía,
leños que al fin terminan en la hoguera.
1990
Me encuentro con la gente y no la miro;
ríos de sombras son las calles; pasan
tal que ruidos, o nubes, que se amasan,
disipándose al fin como un suspiro.
Nada pueden decirme. Su lenguaje
lleva un tono neutral, indiferente;
sólo presto atención a la elocuente
provocación que vibra en tu mensaje.
Sonetos
2000 - Eres invierno
Eres invierno, y contra ti atrinchero
el zaguán, las ventanas y la puerta;
al interior, la casa está desierta;
sólo yo, desangrado prisionero.
No hay viento belicoso ni aguacero
mordiendo las esquinas, ni despierta
de su estado letárgico la huerta,
y se adormecen páramo y sendero
Sólo empuja la nieve, silenciosa,
intentando enterrarme en esta fosa
de cuatro muros, desoladamente.
Eres invierno inhóspito, vacío,
estrechándome en cerco amargo, frío,
tan desligada, tan indiferente.
Los Angeles, 12 de diciembre de 2008
2001 - Irrupción
Vienes en fuerza, batallón dorado
de hondas ofertas, claros objetivos;
pero mis propios tercios ofensivos
mantienen el embate nivelado.
No me adiestro en defensa; si asediado,
desbloqueo mis juegos agresivos
en directo; recursos elusivos
nunca fueron opción de este soldado.
Sé responder a cada movimiento
con otro igual, sereno o turbulento,
según la circunstancia, o tu actitud.
Sigue avanzando, a tu contienda salgo;
que para todo lo que vales, valgo,
desde la convulsión a la quietud.
Los Angeles, 13 de diciembre de 2008
2002 - Bajo el pino
Mi vida es una roca, junto al mar,
contemplando las olas, repitiendo
color, espuma, movimiento, estruendo,
pretender, acercarse, renunciar.
Nostálgico del lago, del pinar,
firme raigambre, mágico remiendo
cada uno en su paisaje. Los entiendo
mucho mejor, más sueño, más hogar.
Cansado ya de indiferentes olas,
en su eterno vaivén, me quedo a solas
a la orilla del lago, bajo el pino.
Alguien vendrá tal vez, sin la inconstancia
trivial del mar, y en su perseverancia
me estrechará el abrazo más genuino.
Los Angeles, 13 de diciembre de 2008
Poemas
Temblores
Se me ha llenado el vientre de temblores;
no, no quieren subir a la cabeza;
dicen que allí hace frío,
los recuerdos de hielo, las ideas…
Quieren permanecer en esa zona
cálida, oscura, espejo de caverna,
donde fueron, tan quedos, refugiándose
tras producir espasmos en mis piernas.
Hijos de mis recelos,
de mis ansias, mis dudas, mis sospechas,
fueron árboles blandos, invertidos,
con la raíz en las retinas. De ellas
crecían hacia abajo,
en estremecimiento. Ni la lengua
lograba articular susurro o grito,
y las ramas, al fondo, eran banderas
ondeando a los vientos del conjuro.
Eran de timidez de adolescencia.
Nunca logré librarme enteramente
de la inseguridad, como si fuera
pigmeo errático entre pedestales,
todos tan altos sobre mi silueta.
Con el tiempo aprendí a mirar las cosas,
y a las personas, sin las etiquetas
con que les encuadramos,
o que ellas mismas en su afán se cuelgan.
Al mirar, revestimos
la realidad de superior belleza,
nos empequeñecemos,
y alargamos distancias. Vemos seda
donde sólo hay esparto,
alzando muros, nos hacemos grietas,
intentando adentrarnos,
bloqueamos las puertas,
y avanzamos con miedo por la vida,
con el complejo a cuestas.
He aprendido a mirar en blanco y negro,
sin revestir de fiesta
ni al hombre acicalándose en discursos,
ni a la mujer puliendo su apariencia.
Ah, pero en ocasiones,
al ondear al paso una melena,
al hundirse en mis ojos otros ojos,
al mecerse cinturas o caderas,
aún me siento pintor, siembro colores,
y me tiemblan las piernas.
Los Angeles, 13 de diciembre de 2008
Pero me dijo adiós
Aún hoy que no la miro todavía la veo,
es larga como un río que se bifurca en dos;
fue muchas veces mía, y yo fui suyo, creo;
no, de ello estoy seguro…, pero me dijo adiós.
Todavía la veo, piel pálida y sedosa
como vientre de niño, sábanas de satén;
como la luz, desnuda, y audaz, voluptuosa,
odalisca y amiga, ella sola un harén.
Y una tarde muy triste, me dio el último beso,
sentados en silencio los dos en su jardín;
y se alejó, lastrando mi vida, como el peso
de una bota ciclópea que aplastara un violín.
Los Angeles, 13 de diciembre de 2008
Acunando el sueño
No sé cómo acunar este sueño que tuve,
que me lo despertaron, y se niega a dormir;
llora toda la noche, como niñito enfermo
que no encuentra a su madre, que sólo me ve a mí.
Ah, los vientos de marzo sacudiendo las tejas,
los cristales temblando por las lluvias de abril,
tan oscuros los días, tanto frío en la estancia,
los más vivos colores degenerando en gris.
Llama al balcón el viento…shhhh, calla, calla, amigo,
rueda por las callejas, enlaza el campanil,
que este mi sueño de oro no cierra sus ojitos,
y ni sabe dormirse ni se deja morir.
Los Angeles, 14 de diciembre de 2008
Rincones
Acurrucado y solo. No hay rincones
que no sepan mi nombre y apellidos;
huelen mi sombra, escuchan mis ideas,
y me llaman amigo.
Tal vez no estoy tan solo.
Pero quizá lo estoy. Desentendido
cruza en silencio cada transeúnte.
Será que no me ven. ¿Y si les grito?
No alcanzarán a oirme. Son tan sordos
que tan sólo se escuchan a sí mismos.
Me acoplo a los rincones. Son oscuros,
pero nunca sombríos;
más bien acogedores, exhibiendo
tonos cordiales, íntimos.
Les permito abrazarme, siempre abiertos
sus ángulos vacíos.
En sus espacios he resucitado
viejos sueños. También los he dormido.
Y en ocasiones me ha clavado alguno
su afilado cuchillo.
Pero yo los entiendo, y me comprenden;
a veces su latido es mi latido,
y el silencio que imparten lleva impreso
la gloria y el sabor de un viejo vino.
Acurrucado en ellos, cuando nadie
me ofrece su calor, palabra, oído,
parece que estoy solo, pero me hallo
en la cima del mundo: Estoy conmigo.
Los Angeles, 14 de diciembre de 2008