Poemas de amor, de soledad, de esperanza de
Francisco Álvarez Hidalgo
Claridad, penumbra

Índice

Sonetos:
Nacen milagros Praxiteles y Friné Campanas Frente a su casa Lejanas voces La hora Derrotismo
Poemas:
Ahora
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Breverías

2241
Se me cayó la vida. La mochila en que llevaba cuanto había sido quedó agujereada por los años. Mi corazón ya no detenta, alquila; no sabe recoger lo que ha caído, en su apariencia, bártulos extraños.

2242
¿Qué importan los caminos, ni a dónde nos conducen? Ve a la estepa, a la jungla, al valle, a la montaña, y construye tu senda; y que quienes la crucen, se animen a seguirla, que tu huella no engaña; pues si bien la iniciaste para tus ideales, ya no son tuyos propios, se han hecho universales.

2243
Pasan los años, pero el joven que eres se ha quedado en el puente negándose a fluir con la corriente, porque aún quedan anhelos y placeres por explorar en corazón y mente. Aléjese hacia el mar, y en él sucumba, quien suma y teme, aquél que si tropieza no sabe levantarse, y el que empieza a mirar hacia atrás, hacia esa tumba que cava quien no canta, mas bosteza.

2244
Y me dijo: Quisiera seducirte; ¿qué debo hacer para llamarte mío? Y le dije: Sé tú. Que al definirte, no te adornes de inútil atavío. Tráeme el alma desnuda, audaz la mente, y el lenguaje en tu piel más elocuente.

2245
Letra sensual, en amplio ofrecimiento, la equis no se mueve, está y espera; yace sobre su espalda; el movimiento se iniciará después, si decidiera buscar la y griega firme acoplamiento en superposición de acto y manera. Se cerrarán seis rasgos, y atrapadas dos letras quedarán, enamoradas.

Sonetos

2317 - Nacen milagros
Si en los años de sol y algarabía, cuando el naranjo su azahar despliega, por senderos de azul el amor llega, ¿por qué tan tarde el mío llegaría? Sé que nacen milagros cada día, que a tal placer naturaleza juega: Rosal, vendimia, ruiseñores, siega, simples notas de augusta sinfonía. ¿Pero quién planta orquídeas en la nieve, o a combatir espíritus se atreve, o aspira a controlar el universo? Me derramo en la ofrenda que se me hizo, me remozo en sus manos, y eternizo cada placer en que me encuentro inmerso.
Los Angeles, 20 de febrero de 2010
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2318 - Praxiteles y Friné
En mármol la esculpió. Su carne rosa, a golpes de buril y limadura, fue tomando perfil, brillo, tersura, y el humilde mortal creó a la diosa. Y la nombró Afrodita que, furiosa de ser copia de simple criatura compitiendo con ella en hermosura, tan vengativa fue como celosa. ¡Delito de impiedad! ¿Revertiremos a la muerte de Sócrates? ¿Tenemos en Atenas semillas de ayatolas? El defensor culmina su elocuencia desnudando a Friné; y esta evidencia convence con clamor de rompeolas.
Los Angeles, 21 de febrero de 2010
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2319 - Campanas
Qué nostálgicas tañen las campanas en las tardes lluviosas, al ocaso; tienen sonido de almas en fracaso, más abatidas cuanto más lejanas; como si las preciadas porcelanas de gozos acopiados paso a paso fueran quebrándose, como si acaso se nos cerraran todas las ventanas. Desde lo alto de cada campanario vuela su voz en tono funerario que cada cual entiende a su manera. A mí me rompe el alma, aunque no entiendo por qué me afecta lo que voy oyendo, pero todo mi ayer se me aglomera.
Los Angeles, 21 de febrero de 2010
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2320 - Frente a su casa
Voy a pasar de nuevo por sus lares, pero no llamaré. Tal vez debiera tomar otro camino, la ribera del río entre los olmos, los bazares, o la vereda gris de los pinares, donde saben perderse a su manera las parejitas de alma dominguera, para mí, años atrás, tan familiares. Mas no lo haré. Ni un viejo amor, tan vivo, debe impulsar o mantener cautivo de quien huyó, mi estilo de vivir. Cruzaré una vez más frente a su casa, hoy con serenidad, como quien pasa de largo, sin llorar, sin sonreir.
Los Angeles, 22 de febrero de 2010
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2321 - Lejanas voces
Nuevas voces me acosan el oído, no por lejanas, menos penetrantes, como pequeñas almas trashumantes revestidas de mínimo sonido, sólo a mí perceptible. Si dormido, se infiltran en mi sueño, insinuantes, izando velas de oro, navegantes por el convulso mar de mi libido. Como leves susurros, si despierto, con la suave armonía de un concierto de clarinetes, arpas y violines. ¿Pero cómo besar a esas mujeres que no son sino voz, cuyos placeres son rosas de papel en los jardines?
Los Angeles, 23 de febrero de 2010
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2322 - La hora
Lúgubre va acercándose la hora, reptando por mi sombra, clandestina, y anclándose a mis pies; y se encamina al vértice del miedo, trepadora. Amarga hiedra narcotizadora paralizando el alma peregrina que, espectral, desalada golondrina, nota cómo su aliento se evapora. Me voy yendo, muy lenta, lentamente. No se desaparece de repente, mas paso a paso, desde que nacemos. Aunque no lo pensemos, somos ríos en adiós incesante; labrantíos para cuya cosecha amanecemos.
Los Angeles, 24 de febrero de 2010
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2323 - Derrotismo
En un vacío involuntario habito, quisiera pretender que sin lamentos; inmóviles ya están los movimientos, ilegible, o borrado ya, lo escrito. El último clavel quedó marchito, mudas las voces, y los instrumentos, desencajados los acoplamientos, muertos en el espíritu los mitos. No sé si soy antorcha en despoblado, o caricia que se ha petrificado sin ser su rozadura percibida. Ni sé tampoco qué traerá el futuro. Sólo sé que en mi entorno se alza un muro que no asiente a la entrada de la vida.
Los Angeles, 24 de febrero de 2010

Poemas

Ahora
Doren tu piel crepúsculos salvajes cuya fugacidad más te impaciente, compagina fervor en carne y mente y adiéstrate a vivir sin camuflajes. Al llegarte una oferta de minutos, clava tu vida entera en el momento, en cada soplo de aire pon tu aliento, y como el limonero, da tus frutos. Si cuanto eres y tienes no lo entregas, ¿de qué te servirá haberlo tenido? Que un día te declares: He vivido, cuando al final de tu camino llegas. Si tanto como otorgas no recibes, no cambies de actitud, ni expreses queja; da siempre, da. Sólo hay una pareja, a la que en este Edén te circunscribes. Si por azar mañana se ausentara, una nueva vendrá, te lo mereces; y pensarás que te rejuveneces a la explosión de nuevas algazaras. Ahora, en la ocasión, en el instante, no en un año, ni un mes, que hoy es la vida; acepta, invita, ofrece, y si hay herida, que no apague tu ritmo trepidante. Que los rasguños como los zarpazos producen sangre, pero cicatrizan; ni dolores ni enojos se eternizan, sólo hay eternidad entre los brazos.
Los Angeles, 22 de febrero de 2010
Diseño: Carmen Álvarez
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