Breverías
2311
El prófugo, se ha dicho, es el soldado
que volverá a luchar esa batalla
que, muerto, en ningún modo lucharía.
A veces hay que huir, si desangrado
se agota el corazón, aun cuando estalla
la piel viva, y no hay meta en lejanía.
2312
Si pudiera olvidarte, si pudiera…,
de mí mismo tal vez me olvidaría,
traspasando la mítica barrera
que separa sosiego y agonía.
Mas ¿qué martillo en mano carpintera
destrozará un amor de orfebrería?
¿Cómo escuchar campana sin tañido,
o evocar a quien no se ha conocido?
2313
En amor, el factor más decisivo
siempre es el primer beso;
torna el vínculo más interactivo
que la entrega final, pues lleva impreso
la capitulación que habrá más tarde.
Ese beso es ofrenda, y es semilla
de combustión, y en el momento en que arde
ya es una vida que a otra se arrodilla.
2314
Distribuye tus gozos a terceros,
porque quien los comparte, los duplica;
y tu pena también, que ésta se achica
cuando se multiplican sus senderos.
2315
Volcaré sobre ti mis confidencias
si eres desconocido.
Tendrán más validez tus sugerencias,
pues de un punto neutral habrán nacido.
En hermanos, vecinos, compañeros,
hay subjetividad, o hay intereses.
A veces son los perros callejeros
quienes mejor entienden de reveses.
Sonetos
2412 - Olvido
Hoy no es día, ni noche, sino olvido.
No es claror ni tiniebla, es agonía
que ve, pero no ve; tierra baldía
sin fauna o flora, músculo o sonido.
Pero al fondo del alma, el alarido
que nadie escucha agota su energía,
y una extraña orfandad, o lejanía,
desmadeja el espíritu vencido.
El olvidado su memoria afina
tanto más cuanto menos cristalina
su imagen flota en el recuerdo ajeno.
Rara vez es recíproco el rechazo.
Si uno se aleja, el eco del portazo
es para uno quietud, para otro trueno.
Los Angeles, 14 de julio de 2010
2413 - No tengo otro remedio
Te amo porque no tengo otro remedio;
porque te viertes sobre mí, cascada
que envuelve, agita, empapa y, desbordada,
sabe asentar inquebrantable asedio.
Porque te ubicas en el punto medio,
trascendental, de amante y camarada,
y por igual cordialidad y almohada
reverdecen los páramos del tedio.
No tengo alternativa. Tu conquista
lleva timbre de acento fatalista
que no da opción a veto o discordancia.
Ni la quisiera yo. Quien me condena
a inevitable amor, sólo me ordena
vivir lo que soñé desde la infancia.
Los Angeles, 14 de julio de 2010
2414 - De noche
De luto está la tarde, enmudecida,
y es casi noche oscura. Cabizbaja
se arreboza la luna en su mortaja,
de pardas nubes y quietud tejida.
Flota en el aire olor a despedida,
desolador y amargo. Se desgaja
de su tronco una rama. La navaja
glacial de la esquivez hurga en la herida.
La amante queda en casa, y el amante
avanza envuelto en sombras, caminante
sin objetivo, hacia heredad vacía.
Las palabras habladas, prisioneras
durante tanto tiempo, eran barreras
que ella alzaba, y el hombre no veía.
Los Angeles, 16 de julio de 2010
2415 - Me invento cada día
Tanto he vivido, y tantas son las cosas,
encuentros, compromisos o lugares,
que moldean las zonas más dispares
de la memoria, amargas o gozosas,
que ellas son casi yo. Son las baldosas
en que afinco mi paso, los pilares
que sostienen mi fe, los colmenares
que me surten de miel, y son mis rosas.
Gestan la certidumbre y la firmeza,
suscitan la dulzura y la belleza
que fluyen de mi mente hacia mi verso.
Me invento cada día, o me imagino
a la luz de mi antaño más genuino,
y con quien sienta como yo, converso.
Los Angeles, 16 de julio de 2010
2416 - Hoja seca
No sé cuándo se fue, pero ha partido
por caminos de ráfagas de viento,
como la hoja de otoño, en seguimiento
de sueños que no supo haber vivido.
Como la hoja que, verde, no ha sabido
vivir su madurez, lograr su intento,
y libre al fin, descubre, en desaliento,
que no es susurro ya, sino crujido.
Tal vez no fuera el árbol panacea
de cada restricción que agujerea
los bulliciosos sueños de la mente.
Pero en él era danza bulliciosa,
y era abrazo la brisa, y hoy se posa,
maltrecha alondra, en lodo intrascendente.
Los Angeles, 16 de julio de 2010
2417 - El día aquel
Voy a emprender a plenitud el día
que se negó a albergarse en mi esperanza.
Lo resucitaré a punta de lanza
si no entiende de súplica o porfía.
Dejé morir el tiempo. No quería
sino el momento aquél, que aún vive y danza
dentro de mí en refugio de añoranza;
los otros eran sombra en lejanía.
No supe que viviendo del recuerdo
de lo que no llegó, soy yo quien pierdo
tantos caminos, noches, alboradas.
El día aquel, sin pulso, voz ni tacto,
latirá, me hablará, sellará un pacto
de agresión entre sábanas y almohadas.
Los Angeles, 18 de julio de 2010
2418 - Celebración
Vente conmigo, amada; está lloviendo
como suele llover en primavera,
sin evadirse el sol, agua ligera,
de caricia sutil, como vistiendo
de pétalos la piel, y ennobleciendo
rostros, día, boscaje, paramera.
Descalza, como yo, por la chopera,
por sendas que en silencio van fluyendo.
Los brazos extendidos, la sonrisa
de cara al cielo, y el andar sin prisa,
que no tenemos meta a que llegar.
Este momento a plenitud nos llama,
a activar los sentidos, sin programa,
por el mutuo placer de celebrar.
Los Angeles, 19 de julio de 2010
2419 - Mi libro de la vida
Mi libro de la vida quedó abierto
en el recibidor, sobre la mesa;
capturaba su tinta viva impresa
cada triunfo logrado, cada puerto
donde atracó mi nave, cada huerto
donde cortara rosas, cada empresa
concluída en derrota, la promesa
jamás cumplida, el alborozo muerto.
Nada perfecto, pero todo mío.
Y un viento repentino, abrupto, frío,
descerrajó de cuajo la ventana,
desgajando mis hojas más valiosas;
huellas idas, lagunas silenciosas
de una memoria que se deshilvana.
Los Angeles, 19 de julio de 2010