Breverías
2351
Es tu respiración lo que percibo,
a veces hálito, jadeo a veces.
Y te respondo en todo cuanto escribo,
sin tergiversaciones. Me pareces
la misma y cien mujeres, asechanza
y naturalidad, acercamiento
y despego, contorno y lontanaza.
Y así mis versos van, y va mi intento.
Cada instante es tu mundo, y es el mío.
y ya me rindo, ya te desafío.
2352
Cada página tuya habla en voz alta,
como campana escrita.
Te leen mis oídos, sólo falta
que oigan tus ojos cuanto mi alma grita.
2353
Se me agotan las luces de la tarde.
Qué bien se piensa en la gradual penumbra
que a la noche precede. Brilla o arde
cada constelación, mas no deslumbra.
En suavidad despierta
cada estrella en la noche. Si me hablara.
en susurro lo haría, con la oferta
de paz universal. Si me cantara,
en voz de alados ángeles sería,
o en muda sinfonía.
2354
La noche se desnuda.
Tiene mayor sentido la belleza
si se orilla el disfraz del atavío.
Y la noche es tan bella que no duda
en ofrecer su mística pureza
a quien sabe de amor, mas no al gentío.
Que el amor verdadero
patrimonio es de pocos;
no del más vocinglero,
mas de los menos, los que están más locos.
2355
Este ovillo intrincado del recuerdo,
que quisiera perder, pero no pierdo;
¿no podría la Parca, insobornable,
cortar con su tijera inevitable?
¿O no podría desbordar mi vaso
de las míticas aguas del Leteo,
y olvidar, olvidar, que no hay fracaso
si es incapaz la mente de rastreo?
Sonetos
2462 - Dos más dos igual a dos
No haberte dado un hijo que llevara
eslabonado al tuyo mi apellido;
la desventura de no haber nacido
más allá de la edad que nos separa.
La doble contingencia que acapara
tiempo y lugar, y el íntimo gemido
de amantes cuyo lecho compartido
clama porque el ausente se acercara.
Una piel que no es tuya me importuna
cada noche a mi lado, y en ninguna
puedo avenirme a su requerimiento.
Otra piel que no es mía te pretende.
Y cada noche un alma doble asciende
consumando al volar su acoplamiento.
Los Angeles, 28 de septiembre de 2010
2463 - Nirvana
Ah, volver a los tiempos anteriores
a estos recuerdos de oro, ensangrentados;
ver la heredad antes de ser plantados,
estepa en soledad, sin ruiseñores,
y un espeso silencio de colores
opacos y dormidos, desconchados,
como confinamiento de expatriados,
sin conexión a previos esplendores.
Regresar a una mente despoblada
de alcázares y ruinas, a la almohada
sin fragancia o calor, a alma en neblina.
Y residir allí, sin objetivo,
sin más anhelo que sentirme vivo,
y un rayito de luz en la retina.
Los Angeles, 28 de septiembre de 2010
2464 - Luz
La luz, sólo la luz, toda pureza,
toda simplicidad, tacto absoluto,
vínculo universal, cuyo atributo
se define por sólo su belleza.
La luz, desnuda, abraza cada pieza,
cada piel, cada objeto diminuto,
no considera espacio ni minuto,
cualquier momento es bueno en su simpleza.
Como la luz me doy, amplio y sin duda,
sin discriminación, y se me anuda
la piel a cada piel que clarifico.
Cósmico manto soy, y así me extiendo,
con liberalidad, mas sin estruendo,
dejándome caer; y no suplico.
Los Angeles, 28 de septiembre de 2010
2465 - La luz y yo
La luz entró, y entré, por tu ventana.
La luz te vio, y te vi, sola en el lecho.
Avanzaba la luz, nunca al acecho,
me adelanté. Qué espléndida mañana.
Era la luz extensa caravana,
paso a paso en tu piel, y mi derecho
seguir su ruta, a lo ancho y a lo estrecho,
por cada cuenca explícita o arcana.
Ah, la complicidad resplandeciente
de la luz y mi afán sobre el yacente
carnaval de tu vértigo y mi audacia.
Media mañana fue, conspiradora
con la luz y conmigo, y a deshora,
cuando te amé otra vez, llena de gracia.
Los Angeles, 28 de septiembre de 2010
2466 - A toda luz
No quiero imaginarte en la negrura
de la alcoba, entre sábanas de holanda.
¿Acaso tu estructura se desbanda
bajo el embrujo que el amor conjura?
En bronce fundiría tu escultura
con cada rasgo que tu piel demanda
si la distancia entre los dos se agranda;
tal guarda mi memoria tu figura.
Mas no quiero idearte. Quiero verte
en cada vibración que te despierte,
en cada conmoción, en cada espasmo.
A toda luz, amor, y sin sonrojos,
que no sólo en la piel, mas en los ojos,
danza el diablo convulso del orgasmo.
Los Angeles, 28 de septiembre de 2010
2467 - Desaparecida
Tarde otoñal. La noche en un momento,
cuando la última luz se desencaje.
Una mujer, perdida en el paisaje,
ha sido devorada por el viento.
Ni una huella perdura, ni un fragmento,
ni ha aparecido un último mensaje.
Sombra desvanecida, personaje
que vuelve a su novela. Pensamiento.
¿No habrá sido real? ¿Alguien extraña,
amante, niña, perro, su maraña
de días, pasos, gestos y sonidos?
En algún punto, para alguna vida,
una luz se ha apagado, y una herida
sangra en silencio entre los mismos ruidos.
Los Angeles, 29 de septiembre de 2010
Poemas
Parábola
Pero Abraham le dijo: “Hijo, recuerda
que recibiste tus bienes durante tu vida
y Lázaro, al contrario, sus males;
ahora, pues, él es aquí consolado
y tú atormentado”. (Lucas, 16)
A cuantos disfrutaron herencias obtenidas
sin añadir sus gotas de sudor al legado,
ni escuchar los gemidos ni sanar las heridas
de la víctima humilde, del pobre lacerado;
y a aquellos que lograron levantar señoríos
de opulencia, adquirida sobre la espalda obrera,
sin devolver el diezmo de sus lucros sombríos
a un pueblo agonizante y en persistente espera;
a todos cuantos sirven sus más preciados vinos
en cálices dorados, y en bandejas de plata
manjares exquisitos, mientras los campesinos
comen, cuando algo comen, de limosna o de lata;
a todos se dirige la voz del Nazareno
llamando a un orden nuevo. A quien todo tuviere
le será arrebatado, mas nada será ajeno
a quien tan poco tuvo, porque todo lo adquiere.
Este mundo de Lázaros y Epulones vacila
sobre su propia base, y amenaza derrumbe.
Más allá de la ruina nuevo orden se perfila,
asciende el derrotado, quien prosperó, sucumbe.
Y así, desniveladas, quedarán las escalas,
contrapesando el viejo sistema terrenal,
restaurado equilibrio de miserias y galas,
esta vez por el código de excelso tribunal.
Los Angeles, 27 de septiembre de 2010
¿Duermes, mujer?
¿Duermes, mujer, mientras la luz despierta?
No hay un hombre a tu lado
revolviendo las sábanas del lecho.
Tampoco lo hubo ayer, y sin embargo,
atravesando la persiana llegan,
como ruegos los ecos de sus pasos.
Son multitud, no obstante
siempre hay uno entre tantos.
Observa entre rendijas
ritmo, presteza y garbo.
Asciende el sol, y buscan
la sombra de los álamos.
Algunos van a pecho descubierto,
provocativamente bronceados.
No te fijes en estos,
se buscan a sí mismos, fogonazos
efímeros rasgando la tiniebla;
sólo te aportan un temblor de tacto.
Hay otros que transitan
con la última novela bajo el brazo,
mil ciento veinte páginas de nada,
y además, no leída. Son andrajos
de intelectualidad. No piensan, muestran
cuanto afirman tener, papel en blanco.
Desconocen ideas de oro y plata,
son palabras en ánforas de barro.
¿Los de traje y corbata?
No te preocupes, déjalos de lado.
Habrá quien pase con mochila al hombro.
Obsérvales despacio.
Hombre que lleva a cuestas su atalaje
merece análisis. Bajo sus párpados
puede haber esplendor de otros países,
nuevos o milenarios.
Explórales la mente,
que el Kama Sutra llegará temprano.
Atiende en especial a los que llevan
un librito delgado,
y al leer toman notas, o abstraídos,
con los ojos tal vez en el espacio,
meditan brevemente,
y vuelven a escribir lo que han pensado.
Hay calidad en estos,
absorbe de ellos su calor humano,
húndete en su visión y perspectiva,
sigue su itinerario.
Salta, mujer, del lecho,
que hay mundos que explorar, y están pasando.
Los Angeles, 29 de septiembre de 2010