Breverías
2375
Te amo en ráfagas de ideas,
en cataratas de abrazos,
en sedosos ramalazos
de besos, en odiseas
de manos, cuyas tareas
se rueguen o planifiquen,
en actos que intensifiquen
cuanto ya se está viviendo,
y en todo lo que no entiendo
ni deseo que me expliquen.
2376
Oigo crecer la hierba cuando pasas,
tan etéreo tu pie que no hace huella,
tan espontanea el alma que transvasas
a mi avidez tu encanto de doncella.
El aire se te aparta, los sonidos
amortiguan rigor y vibraciones,
pero la luz te abraza, y mis sentidos
captan contradictorias sensaciones.
2377
Siempre ante mí desnuda
sea cual fuere el tren de tu atavío;
es el atuendo conjetura y duda,
y yo voy más allá; sólo me guío,
como al tocarte con la vista el alma,
por la envoltura que al nacer trajiste.
Voy a lo natural; quede la calma
para quien sólo en lo aparente insiste.
Yo al impulso, al incendio me dirijo,
y en la complicidad me regocijo.
2378
Me apoyo sobre ti, raíz, cimiento,
capaz de sostenerme la estructura
que sin tu solidez se tambalea.
Tienes la fortaleza y el aliento
que exige cualquier riesgo o aventura,
por eso eres mi ley, mi plan, mi idea.
2379
Estás en pie, detrás de tus retinas,
como quien nada tiene, mas espera;
y tiemblas, tiemblas, hoja de amaranto.
Entregarías tu alma casi en ruinas,
pero ¿a cambio de qué? ¿De una quimera
sólo capaz de acrecentar tu llanto?
Tal vez, tal vez tu piel alquilarías,
mas sin colmar tus ánforas vacías.
2380
Tengo amor para dar, a manos llenas,
versos de leche y miel, lúbricos tactos
alucinantes y liberadores.
Los he ofrecido en ferias y verbenas,
mas nadie los acepta, están intactos,
cantos de ruiseñores
en floresta desierta.
¿Por qué, mujer, no llamas a mi puerta?
Sonetos
2494 - A un niño serio
¿Qué zozobras absurdas, qué ansiedades
te arrancaron del rostro la sonrisa?
¿Qué vaga sombra flota, e improvisa,
en el mar de tus ojos, seriedades?
¿No sonríen en todas las ciudades
ángeles como tú? ¿A qué esa prisa
de hacerte hombre de pronto en la pesquisa
de asuntos importantes? Hay edades
para todo en la vida, y tus deberes
son la risa y el canto y los placeres
menudos del oasis de la infancia.
Ríe, pequeño, salta y alborota,
que tu alegría, al explotar, rebota
en quien te quiere aquí y en la distancia.
Los Angeles, 4 de noviembre de 2010
2495 - Nostalgia
Resbalan por mi piel viejos boleros
como sutiles manos de añoranza
del extático arcángel de la danza
aleteando en salones domingueros.
Fueron tiempos eufóricos, si austeros,
de timidez y anhelo en alianza,
o en contraposición; y en la esperanza
de un nuevo alborear por los oteros.
Soñábamos despiertos mil quimeras;
de oro y cristal fletábamos galeras
a un mar azul, sereno, venturoso,
sin brújula ni miedo hacia el futuro,
y nos llegó un mañana en claroscuro;
pero el ritmo de ayer, qué luminoso.
Los Angeles, 4 de noviembre de 2010
2496 - Es el tiempo brochazo…
Se va distorsionando tu figura
en mi íntimo, confuso firmamento,
como esas nubes que disgrega el viento
las tardes otoñales. Se apresura
mi alma a reconstruirla en la frescura
y nitidez de forma del momento
previo a tu deserción, pero mi intento
se malogra en trivial caricatura
Es el tiempo brochazo que oblitera
la obra maestra que el artista hiciera,
mas no en presteza, sino en lentitud.
Así tu rostro se ha ido disipando,
con ese tono prolongado, blando
del último rasgueo del laud.
Los Angeles, 6 de noviembre de 2010
2497 - Desmaquillada
Me fatiga la vista el maquillaje
que oculta tu verdad. Es la portada
de un libro sin abrir, que apenas nada
me descubre de su íntimo mensaje.
Es cartel que profana en el paisaje
su prístina belleza, marginada
en pro de lo trivial; es la fachada,
la máscara, el tapujo, el embalaje.
Soy de profundidad, de gentileza;
me electriza y seduce la belleza
sin colores bastardos ni disfraz.
Es en tal desnudez que te prefiero,
externamente tú de cuerpo entero,
internamente tú, libre y audaz.
Los Angeles, 7 de noviembre de 2010
2498 - Desencanto
Me repetía: “Es el amor que llega”,
con enajenación de adolescente,
pero siempre fallaba un componente
en el vivo engranaje de la entrega.
Me persuadía: “Es el amor que juega
a flechas de oro y plomo indiferente;
no te detengas, síguelo ferviente,
que suele doblegarse a quien le ruega”.
Durante cierto tiempo lo seguía,
con fe, con esperanza, mas volvía
solo a casa, frustrado en la intentona.
Me dije al fin: “Es el amor que viene,
se va, regresa, apenas se detiene,
rompe el alma y burlón nos abandona”.
Los Angeles, 7 de noviembre de 2010
2499 - Retorno
Un día regresó; como emigrante
que, persiguiendo insólita quimera,
y en quiebra su proyecto, revirtiera
vencido al pueblo que dejó radiante.
Trazaba la amargura en su semblante
ligeros surcos; su alma, en la frontera
de un sueño en extinción y otro a la espera
de resurgir en calidad de amante.
En este otoño mortecino, triste,
para otro hombre, en su alcoba, se desviste
la mujer que besó en tiempos lejanos.
Y una tarde, también en esa alcoba,
para él se desnudó, lúbrica loba,
desgarrándole el alma con las manos.
Los Angeles, 8 de noviembre de 2010
2500 - Orfandad del olvido
¿A qué sabor humano, a qué fragancia,
se despiertan tus sábanas de raso,
y entre qué manos se estremece el vaso
de nuestro último brindis en la estancia?
Qué escasa, qué confusa relevancia
tienen las cosas ya, con qué retraso
calendario y reloj marcan su paso,
como empequeñeciendo la distancia.
De mi último sudor, ¿qué permanece?
Si el eco de mis versos reaparece,
¿logras averiguar su procedencia?
¿O tal vez lo susurras a su oído?
Ah, la orfandad de ser desconocido
al borde de una previa coexistencia.
Los Angeles, 8 de noviembre de 2010
Poemas
Los años sesenta
Madrid era la noche. Rechinaban
las ruedas de los días sobre el tedio
de opacas oficinas, en banales
chácharas de deporte y comadreo.
Qué lentas las mañanas
de aquel primer invierno
de alborear tardío,
calles y plazas trémulo hormiguero
de mil vidas apáticas cruzándose
con prisa y en silencio,
sudor y bocanadas de aire cálido
en los andenes húmedos del metro,
de autobuses, más bien contenedores
de carne humana en almacén espeso.
Y las cafeterías rebosantes,
en triple línea ante la barra. El tiempo
parecía rodar sobre las voces
en tráfago a la vez rápido y lento,
en el café humeante,
y el rítmico y confuso tintineo
sobre tazas, o vasos, o platillos
de menudos, metálicos cubiertos.
Madrid de siete a diez de la mañana.
A las once o las doce el chiquiteo,
las tapas y el vermut,
y más coloquio insustancial. Y luego,
hacia las tres, vencida la jornada,
la ceremonia andante del tasqueo.
Pero en verdad Madrid se despereza
sólo al anochecer, cuando los cuerpos
adquieren carga eléctrica, y las mentes
traman ardides; horas de descenso
a las más hondas simas de la vida
para explorar sus íntimos secretos.
Las luces del Madrid nocturno embozan
mucho de gozo y algo de misterio,
bastante de intercambio,
y un tanto de subasta y de comercio,
no necesariamente
de tipo financiero.
Si la mujer es más mujer de noche,
el hombre es más corsario, y en sus sueños
galeones de plata surcan mares
hacia Eldorado, ya de amor o sexo.
Madrid era armonía persistente,
el baile a media luz, el galanteo,
y el contacto sensual, hábil recurso,
o agitación sin ulterior intento.
Eran las dos y tres de la mañana,
las terrazas abiertas, hervidero
de gentes sosegadas, suspendidas
en el inmóvil péndulo del tiempo.
Era profuso río de parejas
en informal paseo,
joviales grupos jóvenes,
estudiantes bohemios,
haciendo de la noche pleno día,
a la zozobra y al peligro ajenos.
No se miraba atrás en sobresalto,
mas con curiosidad; no había miedo.
Eran años de paz, sin vigilancia,
la existencia juguete en movimiento.
La vida, si no fácil, era alegre,
y el mundo, si dificil, era bello.
En mis actuales noches de verano,
a miles de kilómetros, recuerdo
algunos nombres que llamé dormido,
algunos labios que besé despierto,
lugares de algazara,
rinconcitos discretos,
el amor que se tuvo y no se dijo,
el amor que se dijo, mas sin eco;
rostros ya, ciertamente, envejecidos,
en mi memoria juveniles, frescos.
Destinos ignorados, nebulosos,
mas previsibles en sus mil senderos.
Interfiere mi gata en el teclado,
me distraigo un momento,
y observo mi nostalgia reflejada
en los profundos ojos de mi perro.
Los Angeles, 5 de noviembre de 2010