Breverías
2756
Retorno hacia el pasado. No hacia el mío,
más que de claridad, de sombra lleno.
Al de siglos lejanos.
Allí puedo espigar. Sólo me guío
de mi inquietud, pues nada me es ajeno,
pensadores, artistas o artesanos.
En tales manantiales han bebido
quienes viven de la obra de sus manos,
de su mente, su afecto o su sentido.
2757
Regresar es de sabios. O de idiotas.
Si para corregir lo equivocado,
o para repetirlo una vez más.
Temo que he visitado mis derrotas
con la actitud absurda del soldado,
sin plan de cambios al mirar atrás.
2758
Detesto la tiniebla, te hace ausente,
aun estando en mi abrazo estremecida.
Revélate a la luz, tan inocente
como al nacer, cuando te vio la vida.
Eres más pura, hermosa, transparente,
en luminosa desnudez tendida.
¿Qué tienes que ocultarme? ¿Tus rubores?
¿No se precian de tal color las flores?
2759
Al fondo de tus ojos grita el llanto,
que ha de fluir en clara mansedumbre,
pero que escucho en reventón de trueno.
Mas si en susurro y compasión te canto,
tal vez tu propio espíritu vislumbre
escenario más cálido y sereno.
2760
Me provocas la sed que no se apaga,
que me espolea a comenzar de nuevo,
como si antes y ayer fueran perdidos.
Porque es hoy, ahora mismo, que me embriaga
desesperadamente, y me sublevo
ante momentos no tan bien vividos.
Poemas
Genuino amor
No hay transitoriedad en los amores
que se construyen piedra sobre piedra.
Abandono y olvido
son patrimonio de uno en la pareja,
del que alzó su edificio
sin planificación, sobre la arena.
Se ha derrumbado el tuyo,
castillo de apariencias,
y emprendiste el repliegue.
Han pasado los años. Y tú quedas.
En permanencia estás, bajo mi techo,
aunque tú no lo sepas.
No existes ya a mi lado,
pero aún estás en mi interior. Se enreda
tu recuerdo en las tramas de la mente,
y en la entraña eres brasa que me quema.
Habrá otra vida en ti, que no conozco,
y que tampoco en parte me interesa,
porque aún vivo la antigua,
que si en tu estantería se halla muerta,
reliquia de otro tiempo,
sobrevive en la mía a plena fiesta.
Hay sangre, y sombra, y lágrimas,
pero hay también orquídeas y gardenias.
Hay, a veces, almenas de silencio
en torno mío, mas también cadencias
elevando el espíritu, y acordes
que en mi sensualidad revolotean.
Así es mi amor, auténtica amalgama
de blanco y negro, júbilo y tristeza,
deserción y acogida,
añoranza y presencia.
Sólo quien ama así, con el quebranto
de haber perdido, sin cerrar la puerta,
conoce el amor puro, fidedigno,
más allá de favor y recompensa.
Los Angeles, 15 de julio de 2012
Aislamiento
Mis poemas de amor han sido escritos
al filo de cien noches solitarias,
con urgencias de alcoba,
mas sin la prisa de ir, pues nadie llama.
Versos de agraz derrota, de balazo,
a traición, si endosado por la espalda,
de cierta dignidad si entre los ojos,
pues quien de frente viene se declara.
Ya en torno a mí, ya sobre mi escritorio,
tantos perfiles de mujer danzaban,
ondulando sus velos transparentes…
Unas, de rostro familiar, fantasmas
de mis mejores, mis peores tiempos,
risas acogedoras, o estocadas;
otras, de intenso aspecto, mas extraño,
anónimas amantes, cuyas ansias
a las puertas del sueño se desbordan
entre las tibias, soledosas sábanas.
Todas saben de mí, me reconocen
de una etapa anterior, o de la malla
en que se agitan, presos, los deseos
que aún no han visto la luz, y la reclaman.
Y a todas acaricio, a mi manera,
con el táctil pincel de la palabra.
Les dialogo de temas ya tocados
en la vida real, de la algazara
salpicando las más íntimas zonas
de la piel, de la amarga
decepción de las épocas sombrías,
del proyecto de noche que no acaba
de fraguarse en mi lecho;
y prosiguen su danza.
Con ellas me confieso, entre sonrisas,
entre proposiciones, entre lágrimas.
Les restauro la vida, o se la insuflo,
y en torno a mí, ya amantes, cortesanas,
o fugitivas del amor, se ofrecen,
giran, me ignoran, me hablan,
cada cual a su estilo,
y mi imaginación, o mi nostalgia,
les establece su coreografía,
ballet de intensa hipótesis en marcha.
Tales son los espíritus
que en mi blando aislamiento me acompañan.
Los Angeles, 16 de julio de 2012
Apenas te conozco
Apenas te conozco y casi te amo,
y, al verte un día, se alzará en clamores
la blanda orografía de mi cuerpo,
que hoy sólo te presiente bajo un nombre.
Te percibo en destellos, en aromas,
en la ráfaga de aire, en el redoble
de las gotas de lluvia en los cristales,
mas tal vez no eres tú, sino las voces
de la esperanza, de la expectativa,
nada más que visiones.
No quiero que el ensueño
te modele a mi gusto, que convoque
ficticios paradigmas de belleza
que no te corresponden.
Detesto hacer preguntas,
mas no que me las hagan. Cada noche
me duermo preguntándome a mí mismo
quién eres, en verdad, y cómo, y donde
te ha dejado la vida
cuando se te apagaron sus faroles.
Porque presiento oscuridad, o niebla,
en tus más inmediatos horizontes.
De eso debes hablarme,
más que de tu blasón, de tus desplomes.
Se aprende mucho más de los fracasos,
que de las perfecciones.
Ah, cuando me descubras
la red de tus archivos interiores.
Ah, cuando mis sentidos
como tropel de pájaros te acosen.
Los Angeles, 17 de julio de 2012
Hemos llegado ya
Se entrelazan las gentes en la calle,
casi siempre en silencio.
En tan pequeño mundo,
tantos inescrutables universos.
Vamos tú y yo del brazo, y me reclinas
la cabeza en el hombro, sonriendo.
Nuestro diálogo es mudo,
no es preciso que hablemos;
fluye del uno al otro una corriente
no sé si eléctrica, de llama o viento,
que responde a cada íntima pregunta,
que indaga en los más lúbricos misterios.
También el tacto ejerce su lenguaje,
tan cálido y directo.
¿Quién requiere palabras
para enlazar los halos de los sueños?
Tenemos el relámpago,
sírvanse todos los demás del trueno.
Su silencio habla a gritos en la calle,
mas tal voz no resuena en los cerebros,
y cuando al fin se expresan en vocablos,
es diálogo de sordos, o de muertos.
Tanta prisa en la calle,
y nosotros tan lentos,
con el poema de la vida estático,
sin apenas cruzar el primer verso.
Sigan las gentes su carrera ciega,
y muda, y sorda, arrebujada en miedo.
Tú y yo en un punto inmóvil:
Hemos llegado ya donde queremos.
Los Angeles, 17 de julio de 2012
Eras joven, muy joven
Eras joven, muy joven,
no tanto como yo, mas con las olas
del deseo azotándote los muslos,
y una extraña humedad en la otra boca.
Nadie te había hablado del proceso
de modificación bajo la ropa,
de los senos, a velas desplegadas,
de cada vibración que se te agolpa
con la piel en perpetua rebeldía,
y del hambre de alcoba.
Lo aprendiste de paso,
de palabras dudosas,
de frases fragmentadas en sonrisas,
y de tu propio cuerpo, que friccionas
con la impericia propia de los años,
y te responde en imprevista gloria.
Querías más, y un cómplice podría
abrirte mundos nuevos, ceremonias
que tan confusamente presagiabas,
y las tradicionales maniobras.
Me invitaste a tu casa. Fui a la cita.
Estabas, convenientemente, a solas.
Te recuerdo desnuda,
un cuerpo a punto de explotar. Si hermosa,
no podría decir tras tanto tiempo,
yo, más joven e ingenuo, el que desborda
su inexperiencia por tu carne tibia,
y allí, sobre la alfombra,
consumamos tus ímpetus, los míos,
en espontáneas y plurales formas.
Tu nombre, y tu desnudo,
me acompañaron siempre, no la rosa
que pudo ser tu rostro, disipada
por el tiempo en su ingrata trayectoria.
Oh, luz, si diminuta, perdurable
sobre festivo altar en mi memoria.
Los Angeles, 18 de julio de 2012
Déjame ser tu sombra
Déjame ser tu sombra,
si no se me permite ser amante.
No acierto a ser amigo
tras compartir tu lecho, en engranaje
de cuerpos, almas, júbilos y lágrimas.
Sofocaría el grito de mi sangre,
borboteando sin cesar tu nombre,
si pudiera de mí desarraigarte.
Pero no logras irte, aunque te has ido,
o es tal vez que me aferro a tu carruaje
partiendo en dirección desconocida,
y no acepto el adiós irrevocable.
Déjame ser tu sombra,
siguiéndote en silencio por la calle,
en simultáneo paso
con tus propios andares,
mas sin inmiscuirme en tus proyectos,
consciente de que no entro ya en tus planes.
Iré contigo a casa, tuya o de otro,
y de noche, en la alcoba, al desnudarte
para hacer el amor, déjame a un lado,
sin apagar la luz, casi al alcance,
sobre el desorden de tu ropa tibia,
fiel cachorro esperándote.
Sabes que la tiniebla me diluye,
aunque al nacer la luz en los cristales,
es ella quien se ausenta,
y tú me recuperas al instante.
Al caminar con él, hacia el ocaso,
con el sol a la espalda, brazo al talle,
yo te precederé, pero discreta,
sin reñir con la sombra acompañante.
Sólo pretendo mantener un lazo
que, aunque unilateral, no te me aparte
de tan tenue contacto como el roce
que tu pie al caminar pueda otorgarme.
Ah, ser tu propia sombra, único medio
de tenerte a mi alcance.
Los Angeles, 19 de julio de 2012
Hay nombres que me tocan
Hay nombres que me tocan en el hombro
rogando acceso al íntimo, profundo,
rincón de mis archivos, donde inscribo
los que, al espolear ciertos impulsos,
se muestran más afines
a quebrantar barreras que a alzar muros.
Unos son, de inmediato, rechazados,
nombres sólo de bulto,
tal vez en oro y plata repujados,
pero en el fondo mudos.
Los hay tumultuosos,
que hablan más con el puño,
golpeando la mesa, dialéctica
de cerebros, si eufóricos, oscuros.
Y los que multiplican las palabras,
en farragoso, errático discurso,
enmascarando páramos de ideas.
Ni me vuelvo a mirar, ni los escucho.
Pero los hay de tenue pincelada,
apenas perceptible en otros mundos,
que en mi espalda descargan, levemente,
eléctrica corriente de susurros.
Ni exigen, ni se venden, ni se compran,
se dan, o se insinúan, surco a surco.
La sangre que palpita en sus muñecas
es afín a mi pulso.
A estos abro la puerta,
y a tiza, en mi pizarra, los apunto.
No en bronce o mármol,
garantía de marcha hacia el futuro,
sino en la dimensión perecedera
de mi tablero, si de honor, caduco.
No pienso descartarlos, sólo quiero
hacerles aceptar que el atributo
de eternidad no está garantizado,
que es hoy lo que tenemos, mío y suyo.
Los Angeles, 19 de julio de 2012
Yo, el árbol
Llegaste a mi raíz, y ahora te nutres
de la tierra adyacente;
mas tú no eres de sombra, y has de alzarte,
como hija de la luz, a la solemne
danza de claridad, sobre la fronda,
que te recibe ataviada en verde.
Te percibo arrastada por la savia,
en ascenso, que a veces,
sigue la gran arteria de mi tronco,
y a veces se desvía y estremece
por otras callejuelas secundarias
que en mi sistema de ramaje crecen.
Te dejo en libertad, te pertenezco,
y tus avances, como tus repliegues,
parte son de tu táctica de amante,
sumisa en ocasiones, o rebelde,
que huye, o se entrega,
y simulando frialdad, me enciende.
Cien brazos tengo para ti, y por todos
quiero ver tu ascensión, buscando albergue,
explorando oquedades,
friccionando relieves.
Tiemblan mis hojas, pero no es la brisa
que en suavidad me hiere;
sino la agitación, el hormigueo
que de tu inquieta actividad provienen.
En torno a mí, el nogal, el sauce, el pino,
los olmos, los cipreses,
me observan, cimbreantes,
con afectiva envidia, sonrientes.
Puedo decir que soy afortunado.
Tengo este mestizaje, que en mí crece,
de ángel y diablillo,
y me hechiza el rastreo que en mí ejerce.
Los Angeles, 19 de julio de 2012