Breverías
2761
Trepando voy los muros del recuerdo
por mí en tiempos recientes construídos
para evitar huídas de la mente.
Y aún no sé si te encuentro o si me pierdo
en tales laberintos. Mis oídos,
si oyen algo, es tal vez mi subconsciente.
2762
En mi interior, te canto melodías
que otras almas ajenas han compuesto
para sus propias ávidas amantes.
Van hacia ti como si fueran mías,
mas en el fondo, en realidad, detesto
no haber logrado yo crearlas antes.
2763
¿Siguen siendo tus ojos noche oscura,
tal como tiempo atrás eran mi espejo,
o son ya del color de la amargura
del nuevo amor que se te vuelve viejo?
¿O del rojo color de quien factura
simple vinagre como vino añejo?
¿Será que hoy te consuela la alborada,
que odiabas tanto ayer, sobre mi almohada?
2764
La lluvia tararea en los cristales,
evocando nostálgicos momentos
de cierta alcoba, un hombre, una mujer.
En el nogal del patio, los zorzales
se ovillan en la rama, soñolientos.
Duerme el ruido. Comienza a anochecer.
Cierro los ojos. Vuelvo a lo vivido.
¿Será que todavía no te has ido?
2765
Me has vuelto hoy a besar, pero tu beso
ni me torna al ayer, ni lo rescata,
bello jazmín sobre el papel impreso,
que podrá complacer, mas no arrebata.
Poemas
Superficial amante
Insistente golpea de noche a mi ventana;
trae abrazos bravíos, bajo su capa oscura,
que saben de atropellos más que de filigrana,
como quien no es de anclaje, sino de singladura.
Superficial amante de plazas y caminos,
sin residencia fija, resuelto y vigoroso,
sus únicos flirteos, la danza en remolinos,
el vigoroso asalto, la captura, el acoso.
No se le han visto dedos, sólo puños violentos,
ajeno a la caricia que presupone calma;
llega exigiendo cuerpos, bataholas, momentos,
desechando los ciclos que favorece el alma.
Si atrancada la puerta, blindados los cristales,
obstruídas las grietas en muros y rincones,
descargará la rabia de sus golpes brutales
hasta que al alba dance la luz en los balcones.
Pulularán las gentes de nuevo por las calles,
y el invisible monstruo les seguirá la pista,
alborotando faldas, contorneando talles,
y abusando sus cuerpos, efímera conquista.
Diré que a veces pienso tenerlo por amigo,
recrearme en sus tumbos, someterme a su intento,
que me abrace, me agite, me posea, y lo instigo
a que después se vaya. Mi seductor, el viento.
Los Angeles, 20 de julio de 2012
Hablar, pero en silencio
Me has enseñado a hablar, pero en silencio;
en ese estado puro en que los místicos
hablan con Dios, desatendiendo el puente
que nos brinda el lenguaje, tan equívoco
que a menudo nos lleva
por extraños caminos,
o nos aboca inadvertidamente
a incorrecto destino.
Campo de minas es el diccionario;
no siempre, al expresarnos, transmitimos
fielmente aquello que el cerebro intenta,
llegando adulterado a otros oídos.
El lenguaje callado no requiere
de aclaración ni excusa; por sí mismo
se percata y expresa
cuanto le dicta el alma, o el sentido.
Y tú me oyes, sin voz, sin resonancia,
leyéndome en los ojos cuanto digo,
sin requerir exégesis, ni glosas,
todo tan natural, tan cristalino.
Las palabras nacieron
en total desnudez, como los lirios,
pero fueron vistiéndose a la moda
de lugares y tiempos, y el bullicio
fue transformando galas en harapos,
lo diáfano en ambiguo,
y su mensaje fue desvirtuándose.
Pero no así contigo,
porque, al comunicarnos sin vocablos,
todo y sólo nuestro ánimo exhibimos.
He invadido tus zonas más recónditas,
como tú en mi interior has irrumpido,
mas no en el zigzagueo del discurso,
sino en la línea recta del mutismo.
Pocos logran hablar de tal manera,
menos aún comprender lo que decimos.
Convérsame sin voz, y sin reservas,
elocuente mujer en quien habito.
Los Angeles, 21 de julio de 2012
Llegas desde la sombra
Llegas desde la sombra, desvelando
tu nombre y poco más, y al despedirte
dejas el beso aséptico, benévolo,
ignorante de alondras y violines.
¿Es noviembre tu mes, rígido, esquivo,
o en ciudadela amurallada vives?
Vengo en signo de paz, o con la guerra
prendida en la solapa. Tú decides.
Aquélla suele resultar tediosa,
y ésta, sentimental; según lo mires.
Si aún te sangra la piel, y si aún resuena
de lejos el tambor de previas lides,
sal al campo y acállalo
a tu ritmo y tu enfoque, en tus raíces,
que allí he de estar, confederado, amigo,
para tu empresa, firme.
Una derrota no es final, requiere
nueva batalla, y extender los límites
de las aspiraciones que nos guían.
Hay otras formas de perder, más grises,
aislamiento, desánimo, recelo,
que alzan murallas, establecen lindes.
Vengo hacia ti a banderas desplegadas,
mas no quiero la esfinge
que se encierra en misterios, en enigmas;
busco la mansa dimensión del cisne,
del mirlo, la paloma,
cansado ya de contender con buitres.
Los Angeles, 22 de julio de 2012
Remolino
A un abrazo de muslos me confío,
en mar de piel flotando.
Oh, convulsa delicia
de ser a un tiempo salvador y náufrago.
En amplios remolinos me remolcan
imágenes e impulsos, mente y manos,
y al estrechar sus círculos
se van acelerando.
Hay mareas y truenos en el cuerpo,
y en el cerebro abismos y relámpagos.
Las aguas, ya no azules, mas doradas,
me van aproximando
al vértice central, sediento embudo,
succionador de barcos.
Cuanto más apretados los anillos,
más rápido es el ritmo, y sin embargo,
no me asaltan temores, ni inquietudes,
me engendran llamaradas y arrebato.
Caribdis de mis sueños, que me llevas
al suelo del océano, al palacio
de las nereidas, que en el mar cabalgan
a lomos de delfines e hipocampos.
Absórbanme tus aguas, y resbale
al fondo de tu entraña, húmedo y blando,
y en mi caída exhalaré ese grito,
irreprimible ya, brío en disparos.
Los Angeles, 23 de julio de 2012
Terraza
He viajado tanto
desde este punto inmóvil, y sin brújula,
por la bruma del tiempo que fue nuestro,
con la mirada fija en la tersura
del ascendente filamento de humo
del cigarrillo huérfano, que nunca
parece desviarse
en su éxodo a la altura…
¿Cómo puede tan débil despedida
seguir en vertical tan absoluta,
sin temblor, ni desvío,
indicadores de sorpresa o culpa?
En esta tarde calma
la brisa está de siesta. Se refugian
los recuerdos al fondo soledoso
donde hace mucho se apagó la música.
El silencio los hace más intensos.
Prosigo en mi burbuja,
ajeno a todo cuanto me rodea,
murmullos al pasar, arquitectura,
nubes reestructurándose;
en transparencia todo, sin arrugas,
casi como el espejo sosegado,
sin mutabilidad, de la laguna.
Y no comprendo nada.
De cuanto sucedió, de la atadura
que repentinamente se deshizo,
de las razones que el cerebro busca
para embozar de lógica
cuanto el alma, por lógica, repudia.
Hay cosas que resisten
reclasificaciones, conjeturas,
y hay que dejarlas quedas, si se puede,
calladas y en penumbra,
en su adusta quietud de cementerio,
aunque de nuevo, eventualmente, surjan.
La tarde se complica
con unas gotas tímidas de lluvia.
El cigarrillo ha muerto cuando el humo,
su alma simple, desnuda,
se desunió del tronco,
y ya invisible en lo alto se refugia.
Se me ha quedado frío, como el tiempo,
el café en la tacita; y las preguntas
que uno se hace a sí mismo,
también se quedan frías, o confusas.
Dejo la mesa, inicio la partida.
Qué triste ambiente el de esta tarde turbia.
Los Angeles, 23 de julio de 2012
Y yo, escribiendo para ti
Y yo, escibiendo para ti; y tú, ajena
al alma de mis versos, apatía
que los dejaba resbalar al suelo,
sin mecerlos gentil en tus rodillas.
Yo los engendro y doy a luz, por tanto
los versos tienen vida
subyacente a las letras en que duermen,
y sólo al ser leídos se humanizan.
Por tus manos cruzaban
como alondras distantes, sin caricias,
sin lograr despertar para cantarles
su mensaje de amor a tus pupilas.
Pérdida tuya ha sido,
más que de ellos y mía.
Ellos abren los ojos, y transmiten
cuanto grabé en su piel, dolor, sonrisa,
nostalgia, amor, ensueño,
a quien sabe leerlos. No hay enigmas
que oscurezcan sus cálidas palabras;
es todo claridad y simetría
su lenguaje de amor, que se introduce,
íntima, carismática llovizna,
calando hasta los huesos,
nunca desestimada ni perdida.
Amantes hay que al acercarse al borde
de sus reveladoras galerías,
se reconocen en tan fiel espejo,
con sus gozos, sus triunfos, sus heridas,
y tiemblan, o sonríen, con palabras
que por ti y para ti fueron escritas.
Las hacen, o tal vez las juzgan, suyas,
pues al compás de sus vivencias vibran.
Y tú, tan desalada, tan ajena
a cuanto en mí electrizas.
Quizá deba cerrar esta ventana
abierta sobre ti, por donde filtra
un sol ficticio rayos ilusorios,
o en esta singladura improductiva,
abdicar el timón, rasgar las velas,
de esta cansada carabela mía
que puso norte a puerto displicente,
y dejarla bogar a la deriva.
Los Angeles, 24 de julio de 2012
¿Y no vendrás a mí?
¿Y no vendrás a mí, tú, que me adosas
palabras de humedad donde confluyen
deseos y promesas, aleteos
de sedosa blandura en amplitudes
de muslos separados, arrebatos
que entre sábanas tibias se introducen?
No te he visto desnuda, todavía,
pero me hablas en términos que nutren
mi voluptuosidad. Sobre tu cuerpo
tal vez escribes en color y luces
cuanto quieres decirme,
una lista tan larga, sin tabúes,
cuanto aspiras a hacer, o en ti ser hecho,
un día, al requerir que te desnude.
Y yo casi lo leo, como escrito
con girones de nubes
sobre el ancho y azul vientre del cielo,
que nadie más descubre.
Directo, tu lenguaje
se hace tan convincente…; me sacude,
me retuerce el sentido, y adormece
la voz de otras llamadas, e introduce
tu hambre, tu sed, tu brasa en mis entrañas,
y nos une, nos une.
Tu lecho, abierto ya, mas tan lejano
que casi me destruye.
Los Angeles, 24 de julio de 2012
Dijo palabras de oro
Dijo palabras de oro, sin rodeos,
y de cristal, tan diáfanas que, absorto,
aun siendo simples, quise meditarlas.
Sondeaba mis íntimos trasfondos,
afines a los suyos, con la técnica
de quien ya estuvo allí y sabe el entorno.
Tal vez almas gemelas
bajo análogos cuerpos y propósitos.
Se introdujo en mi piel, y en mi cerebro,
sincronizados ambos, bajo el coro
de rítmicos temblores, contracciones,
e impulsos que alzan arqueado el torso.
La palabra lejana apenas cruza
más allá del adorno;
era la suya, sin disfraz, latido,
tecleo de piano, aliento, sorbo
de los jugos vitales
expelidos a chorro.
Yo la escuchaba,
mas no con los oídos, por los ojos.
No hablaba mucho, pero hablaba exacto,
con precisión de números, a escoplo,
tallando cada frase,
escultora de rasgos incorpóreos.
Pero nunca fui a verla.
Preferí mantener vivo el rescoldo
de lo que hubiera sido,
más bien que lamentar el protocolo
de pálido espejismo
de un encuentro real, pero incoloro.
Que es pródiga la vida en rebajarnos
hasta el nivel del polvo,
después de haber alzado nuestro sueño
sobre el vuelo del cóndor.
Los Angeles, 25 de julio de 2012