Breverías
2781
He recorrido sendas y caminos
por el placer de andar, y me he cansado,
vulgar el fin, monótono el paisaje.
Mas tendido a la sombra de los pinos,
de ti, de nadie más, acompañado,
ha sido siempre mi mejor viaje.
2782
Percibo tu caricia en la mañana,
medio dormido, tú casi despierta,
tal vez casual, sin peculiar intento.
Mas pronto echas al vuelo la campana
que empezó a repicar, y ahora tu oferta
es súplica y demanda, a las que asiento.
2783
Hablas como quien deja sus cabellos
ondear en el viento, cada frase
gentil revoloteo de inocencia.
Pero me hablas también en atropellos
que celebran eufórico trasvase
de tu sensualidad a mi apetencia.
2784
Me persiguen palabras omitidas
cuando tuve a tus ojos escuchando
con un ‘sí’ que no supe interpretar.
Y ahora que las diría, desvestidas
de inútiles adornos, voy llorando,
incapaz de encontrarte, de olvidar.
2785
Hacia dentro, mi amor, húndete, ahonda,
horádeme el vigor de tu taladro,
que tus brazos, anillos de anaconda,
completen el perímetro del cuadro.
Búscame el alma al fondo de la entraña,
porque aún al recibir, opto a la entrega;
cómo tu alma a la mía se enmaraña,
y cómo la domino y me doblega.
Poemas
Hablar, conversar
Deja de hablarme. Te oigo, no te escucho,
pues no me dices nada; monologas
ante una concurrencia extravagante
de sombras de ti mismo, simples copias,
que reciben tu voz, servil y hueca
como son los conceptos que pregonan.
Se miran en tu espejo, son tú mismo,
por eso los predicas, y te adoran.
Yo necesito conversar con alguien
de ideas diferentes, que responda
sin ser eco infantil de cuanto digo.
Yo ya sé quién soy yo, en palabra y obra.
Alguien que me hable, no de lo que sabe,
que es campo reducido, exigua alforja,
sino de lo que piensa, ilimitado
mar de cristal en que las almas flotan.
Que me escuche, al hablar, como lo escucho,
que trascienda perímetros y formas.
Quédese la hojarasca en el otoño,
rumor sin emoción, vida en derrota.
Armas de doble filo, las palabras
se engendran por igual en cada boca;
las del prudente lucen corte de oro,
las del necio, vacías, se evaporan.
Éstas son de quien habla y nada dice,
y en aquéllas se encienden las antorchas.
Antes de acomodarlas en la frase,
mi cerebro las mima, las fricciona,
tallándolas, bruñéndolas
con la delicadeza de una novia.
Y al ser dichas, expresan lo que siento,
en todo su esplendor, toda su gloria.
Tal es el diálogo a que mi alma aspira;
lo demás es tumulto, vientos, hojas.
Los Angeles, 19 de agosto de 2012
Sueños
Si la vida es sueño, ¿quién sueña la mía?
Quien la va soñando, ¿se hastía o disfruta?
Yo he soñado tanto, mas siempre despierto;
sueños de barrancos, y sueños de altura.
No pudo ser mía la vida soñada,
pues sus aguas claras tornábanse turbias.
Los sueños son puros, radiantes, bruñidos,
si en blanda nostalgia, son sueños de lluvia;
si en júbilo y brío, fragancia de rosas,
y si apasionados, de noches de luna.
Pero hay que engendrarlos sin miedos del alba,
que rompe la noche y apaga su espuma.
La vida es el sueño que no se interrumpe
por calma o por ruido, por luz o penumbra.
Paladines somos de sueños anónimos
en la inquieta mente de mujer o musa
cuya fantasía nos enciende y crea,
y se nos ofrece lúbrica, desnuda.
Mas nunca logramos llegar a su encuentro,
ni ella sabe dónde nuestro afán se oculta.
Dos partes que encajan, que se compenetran,
y que no se encuentran por más que se buscan.
¿Será que uno sueña en desvelo, y el otro
se pierde dormido en paisaje de brumas?
Y si ambos durmieran, ¿qué punto de cita
fijarse podría, sin lugar a duda?
Mas, ay, que el encuentro de un sueño con otro
coincide y encaja rara vez o nunca.
Seguiré escalando, seguiré cayendo,
engendrando absurdos sueños de locura,
sin saber tu nombre, sin tocar tu rostro,
ignorando dónde tu piel se refugia;
mientras tú, que sueñas conmigo a lo lejos,
ruedas por tus nubes en eterna búsqueda.
Los Angeles, 19 de agosto de 2012
Diferente y lo mismo
Llegaste. Y eras lluvia
mansa, fugaz sobre el sendero limpio,
que apenas deja huella
tras su paso dormido.
Parecías flotante
sobre tus pies con alas de suspiro.
No llamaste a la puerta,
te adentraste, sin más, como los niños,
que hacen su propio hogar de cada casa,
sin requerir permiso.
Sólo hablabas sonrisas,
y eras toda de luz, y de latidos.
Llamaba el sol de mayo a la ventana,
pidiendo entrar también, mas los visillos
mantenían la guardia, insobornables.
Todo tan en silencio, tan furtivo.
Sin intercambio de sedosos términos,
superfluos en tal hora, comprendimos,
sin más, cada mensaje inexpresado
pulsando al fondo de cada uno mismo.
De libro abierto para mí, accesible,
te habías definido;
y pasé cada página, leyéndote,
de la emotividad hasta el instinto.
Diez ojos en las puntas de mis dedos
rastrearon tu piel, susurro y grito,
y aprendí tanto nuevo de tu vida
que juzgué nunca haberte conocido.
Mas tal es la sorpresa inevitable
de releer una vez más el libro;
se descubren facetas, o matices,
subyacentes a anécdotas y estilo.
Nadie es inalterable, o permanente,
en su propio carácter; subsistimos
porque evolucionamos;
no somos hoy los que hemos ayer sido.
Ayer, tú, tan hermosa;
hoy, tan hermosa tú, mas no lo mismo.
Te redescubro nueva cada día,
y nueva eres, en parte, en lo más íntimo.
Oh, maravilla de saberte inédita
cada vez que te miro.
Ven, mujer, preexistente y novedosa,
virgen y experta, acuéstate conmigo,
que también, como tú, soy diferente
de ayer, de siempre, pero no distinto.
Los Angeles, 20 de agosto de 2012
Esta noche
Me gustas por tu cuerpo en abandono,
por tu mente de lógicos rumores,
por la fe de tus sueños,
por tu interioridad que me habla a voces.
Van vestidos tus ojos de alegría,
pero saben del llanto a medianoche,
cuando la soledad, sobre tu lecho,
los manipula insomnes.
No es hoy el caso. Tu desnudo es llama
que dispersa las sombras, y me acoge
con la hospitalidad y el alborozo
que las normas eróticas disponen.
Esta noche el invierno duerme fuera,
a la luz de los pálidos faroles
de la calle desierta, y al cobijo
de olmos, pinos y encinas en el monte.
A la alcoba entrará la primavera,
impregnando de aromas y colores
el lecho en que yacemos,
e ignoraremos dónde
se hallan las rosas, nardos y jazmines
que perfuman de abril nuestros amores.
Mas olvida fragancia y colorido,
y este absurdo viraje de estaciones.
Ese es un mundo accidental, opaco,
y entre nosotros hay mejor enfoque.
Tú y yo en navegación de oscuros mares,
sin importarnos ni saber su norte;
tú y yo cruzando insólitas praderas,
en mágicos galopes;
tú y yo en descendimiento o escalada,
absorción o inserción, fibra o temblores.
Recreamos un mundo, todo nuestro,
libre de calendarios y relojes,
y dormirás, más tarde, a mi costado,
susurrando mi nombre.
Los Angeles, 21 de agosto de 2012
Era sonrisa el mar
Era sonrisa el mar, y era promesa,
mas no lo vieron tal los navegantes
al momento crucial de su periplo.
Flotaban en sus aguas funerales:
Roncas voces de viejos marineros
que no recuperaron sus hogares;
mascarones de proa;
vestigios de trirremes imperiales;
velas de galeones, carabelas,
y las sombras de tantos personajes
con vocación de eternidad, cayendo
a la espada, la pólvora, el alfanje;
y alas blancas, ya negras, desgarradas
de las espaldas de legiones de ángeles
que al alzar su soberbia en rebeldía,
cayeron con Luzbel, y se reparten
las regiones sin luz del inframundo…
Voraz el mar, de fauces insaciables.
Pero seguirmos yendo, nos fascina
su espumosa sonrisa innumerable
lamiéndonos los pies,
o los bravos embates
de galán seductor contra el rompiente,
o su falsa humildad al retirarse.
Cada ola es una tumba, y no lo vemos;
simplemente, escuchamos sus cantares,
sirena persuasiva, que nos tienta
con la felicidad a nuestro alcance.
Cementerio de víctimas incautas,
a la vez que de látigos culpables.
¿Seremos la excepción? ¿Lo abrazaremos
una vez más, y otra después, amante
cubriendo diestramente su pasado?
Ay, que siento agolparse
tantos siglos de historia con la queja
de que su afán ha sido irrelevante.
Nos resulta tan bello…
¿quién resiste su encanto? Que hable, que hable,
aunque nos mienta, y aunque nos traicione;
aunque al final nos mate.
Los Angeles, 22 de agosto de 2012
Añoranza
¿Añoras, quizá, el tiempo
preexistente al divorcio, en que oscilabas
de la furia y la paz entre nosotros
a la tensión y la amargura en casa?
Era época de extremos,
negra la noche, fulgurante el alba,
rompiendo en luces frente a nuestra cita
de la media mañana.
Quizá el amor prohibido
multiplica las ansias,
y despliega salvajes maniobras
que la fidelidad legal no alcanza.
El amor conyugal es el contrato,
la oferta y la demanda,
ya a plena luz del día, entre quehaceres,
o de noche, entre sábanas.
El amante genuino
ni asedia ni reclama;
simplemente se ofrece,
recibiendo a ciclón y llamaradas.
Sólo ama de verdad quien nada espera,
tal como yo te amaba,
tal como tú lo hacías, dulce adúltera,
hasta que, en libertad, te hiciste ráfaga,
e ignoraste confines,
y comenzaste a ver otras pisadas
en el sendero que era tuyo y mío,
del que te has bifurcado, y te me escapas.
Yo permanezco en él, aun yendo solo,
sin meta, sin programa,
manteniendo esa luz inextinguible
a base de dolor y de nostalgia.
Los Angeles, 22 de agosto de 2012
Eres canción de alcoba
Eres canción de alcoba, si intrigante,
diáfana también, que se descubre,
pero antes se sugiere. Cada nota
se inicia pianísimo, y afluye
a un crescendo sensual que al fin culmina
en trémolo encendido, hasta el derrumbe.
No eres siempre la misma. Ni en acústica
ni en interpretación. Ávida irrumpes
sobre mi piel en voz de clarinete,
rasgueo de violines, de laúdes.
Sabes pulsar mis teclas más recónditas,
que de tu propio recital se nutren.
Yo tengo mi canción, mas la acomodo
al ritmo y vibración que de ti surgen.
El adagio progresa hacia el allegro,
y adquiere intensidad de excelsitudes,
tú y yo a dúo, en acción, sintonizados,
en dos voces que casi se confunden.
Somos canción de alcoba,
y a nuestro repertorio contribuyen
tonadas de otras gentes, melodías
reflejando ansiedades o costumbres,
anhelos o experiencias,
que a través de la música traslucen
cuanto vivieron ellos,
cuanto emular quisieran, cuanto intuyen.
Y ese acervo de técnicas
deviene herencia nuestra, nos induce
a improvisar atmósferas sinfónicas
que alma y piel nos capturen.
Ensayemos, mujer, tanta armonía,
como en nuestros sentidos se produce.
Los Angeles, 23 de agosto de 2012
Tus enseres
¿Recordarán tus muebles mi contacto,
o ellos también se arropan en olvido?
Sin hacerte preguntas, repasaba
fotos de boda, vacaciones, niños,
en sus marcos de plata, decorando
pared y sobremesa, en el recinto
del salón de los besos iniciales,
de la alcoba de encuentros clandestinos.
Sin culpabilidad, celos, o envidia,
lo mismo, exactamente, que tu anillo.
Te amaba en amplitud, mas sin apremios,
capítulo a capítulo,
forjando vida instante sobre instante,
como escribiendo un libro;
quizá una historia dentro de otra historia,
una crónica intensa, no un capricho.
Estabas tú, y estaba yo, no había
necesidad de más. Y no era efímero,
ni era superficial; Tenía al fondo
solidez de castillo.
Y hoy, volviendo la vista a tus enseres,
que guardaron sigilo,
conscientes de cada acto,
cada susurro o refrenado grito,
sobre todo el espejo con su enorme
ojo alerta de vidrio;
me pregunto qué guarda en su memoria,
de cuanto fue testigo.
Si yo volviera un día,
simple amistad, o amante renacido,
sus almas de cristal o de madera
sentirían quiza el escalofrío,
de quien desenmaraña un viejo tacto,
o un rostro conocido.
Cuánta más es mi fe en tu mobiliario
que en tu propio recuerdo fugitivo.
Los Angeles, 24 de agosto de 2012