¿Qué demuestra la furia de la guerra en la resolución de una disputa, si en las razones de la fuerza bruta sólo el necio a su lógica se aferra? Gobierno es la cuadrilla que se encierra en pobreza de ideas, y recluta la carne de cañón; es prostituta que vende el alma reclamando tierra. Al monólogo asido, discursea ensalzando su imagen, y falsea la de la sociedad representada. La paz requiere diálogo; el conflicto se gesta y crece por el veredicto de quien no entiende ni decide nada.

De paso voy. En tu balcón palpita tibia luz asomada a los cristales, pero sé que no hay ritos conyugales en tu alcoba. Soy hombre de visita. Una noche de paz, que me permita recuperar los bríos cerebrales que el tiempo desgastara, y los sensuales, que la piel, casi a gritos, solicita. No es hacia el viejo campo de batalla que hoy me acerco; ni aspiro a la medalla gentilmente otorgada al hombre audaz. Para mi redención sólo persigo, no una noche de amante, mas de amigo, sobre tu lecho, en entrañable paz.

Ni el tiempo ni el lugar tienen poderes para firmar legislación o fueros de corte universal; somos viajeros por épocas y zonas de placeres. Los tabúes de ayer, hoy alfileres que apenas incomodan, son veleros huyendo sobre el mar, o prisioneros liberados de grillos y deberes. La perversión de antaño y su vergüenza va perdiendo vigor, y recomienza nuevo sendero sin horror ni ultraje. Y cuanto hoy nos ofende o contraría, dejará de ser pronto anomalía, en perenne mudanza de paisaje.

Besa la brisa, pero abraza el viento las apacibles copas de los pinos, y a sus diáfanos tactos femeninos caen las agujas en descenso lento. Verde y azul en mutuo complemento de tierra y cielo, y míticos caminos entre troncos oscuros, peregrinos hacia tierras de mágico aislamiento. El pinar, trayectoria y domicilio, nos hospeda y empuja hacia el exilio, siendo quizá más ruta que reposo. Por él voy, me detengo y me apresuro, beso y abrazo en tenue claroscuro, dejándome un recuerdo soledoso.

¿Cuántas olas ascienden por la arena dorada de tu playa, en insistente, posesiva porfía, y a qué urgente sumisión tu erotismo te condena? Reincide el oleaje, asciende y frena sobre ti su tesón de adolescente, con esa iniciativa ambivalente de quien duda y al fin se desmelena. La espumosa sonrisa te reviste de gozos y temblores, y persiste en asedio sensual sobre tu piel. Oh, qué irrupción de amante se dibuja sobre tu vastedad, y te arrebuja en sus rumores de armonía y miel.

No es un remate el beso, es el inicio de la pieza sinfónica cautiva en la circunscripción introspectiva de la mente alienígena al bullicio. Luz y armonía inician su ejercicio de fantasmagoría creativa, surgiendo del silencio, y en festiva fuga de notas montan su artificio. Si el beso es el preludio de la pieza, ésta será, en su prístina belleza, movimiento febril al entusiasmo. El adagio vendrá, vendrá el andante, y al fin, al fin, accederá el amante al éxtasis, al clímax, al orgasmo.

La cárcel es hotel, y el terrorista se irá sin abonar toda la cuenta; en el sepulcro habitará, sangrienta, su víctima, una más de la amplia lista. Bajo hipócrita capa de activista vendrá la chusma, en ola turbulenta, exigiendo derechos que se inventa para cada asesino y anarquista. Se honrará al homicida prisionero, y su brutalidad de matadero rango conseguirá de dignidad. Sobre la desmayada sepultura del inocente muerto, la amargura de ajadas flores. ¿Dónde la equidad?

Eres violencia y agresión, rechazo de cuanto se te adosa o contraría; simbiótico del grito, que porfía sin razón al compás de tu zarpazo. Nunca supiste del gentil abrazo que envuelve, estrecha y hace compañía; tu visión de las cosas es sombría, y te persigue el eco del portazo. Aterrizas hostil sobre la mesa, eres palabra de odio, y quien se expresa diferente a tu estilo, es oprimido. Si te abrieras un día en amplia mano, quizá en cada hombre hallaras un hermano, quedando tu rencor adormecido.